La pérdida de la gracia de Israel
Middle East Eye
Hace
justo cuatro meses, en marzo de 2015, un mes antes del día de las
elecciones en Israel, el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu
viajó a Washington para pronunciar lo que se describió como el “discurso
de su vida”. El objetivo era convencer al Congreso estadounidense de
que no permitiera la firma de un acuerdo nuclear con Irán por suponer “una grave amenaza, no sólo para Israel sino también para la paz del mundo entero”, lo mismo que el régimen nazi hizo en su época.
Las noticias que llegaban el martes por la mañana desde Viena, anunciando un acuerdo entre
Irán y el grupo P5+1 (EEUU, Rusia, Reino Unido, Francia, China y
Alemania) podían por tanto significar que Netayanhu había fracasado en
lo que él mismo definió como su misión histórica: impedir este acuerdo
con el régimen islámico de Teherán que, según él, allanaría el camino
para un Irán nuclear en un futuro muy próximo.
Si Netanyahu se
cree lo que dijo en el Congreso de EEUU en el mes de marzo, puede que
sienta que Israel está ahora peligrosamente más cerca del Día del Juicio
Final, que un Irán nuclear podrá cumplir su sueño de borrar del mapa a
Israel. Debe ser un sentimiento muy escalofriante. Por otra parte, como
ha venido usando –y abusando- de la amenaza iraní como pretexto para
recoger votos entre el de por sí aterrado electorado israelí, el acuerdo
con Irán puede marcar una de sus derrotas políticas más amargas.
Cierta
o no, la amenaza iraní es una de las principales banderas –en ocasiones
la única- que Netanyahu ha estado ondeando desde que fue reelegido en
2009. En esta cuestión ha invertido no sólo sus habilidades políticas y
oratorias (algunos añadirían demagógicas). Según el ex primer ministro Ehud Olmert,
el gobierno de Netanyahu ha gastado 11.000 millones de shekels nuevos
(2.900 millones de dólares) en los preparativos militares para un
posible ataque contra las instalaciones nucleares de Irán.
En los comentarios que
hizo justo antes del anuncio del martes por la mañana, Netanyahu dio a
entender que hay aún una operación militar sobre la mesa, alegando que
no trataba de impedir un acuerdo con Irán sino evitar que consiguiera
fabricar armas nucleares. Pero una vez que todas las principales
potencias mundiales han aceptado el acuerdo, parecería una cosa de locos
que Israel se pusiera a actuar en solitario y enviara a su fuerza aérea
contra Irán, desafiando a toda la comunidad internacional.
Netanyahu
confía claramente aún en que podrá combatir el acuerdo con Irán en el
Congreso estadounidense. En el Senado es necesaria una mayoría de dos
tercios para derrotar el acuerdo. Netanyahu puede contar con sus amigos
republicanos, pero parece muy improbable que consiga convencer al menos a
trece demócratas para que se carguen un acuerdo con el que no sólo su
presidente está absolutamente comprometido, sino también la UE, Francia,
Gran Bretaña, China y Rusia. En cierto modo, se trata de Netanyahu y
sus amigos republicanos contra el mundo entero. Pocas veces se ha visto
tan aislado a Israel.
Pero el acuerdo alcanzado en Viena no es un
mero fracaso personal para Netanyahu. Supone una amenaza real para
Israel pero no precisamente a causa del programa nuclear de Irán. La
mayoría de los analistas israelíes adoptaron la posición de Netanyahu,
según la cual el acuerdo está lleno de agujeros e Irán tendrá no pocas
dificultades para superar todas las inspecciones internacionales. Otros
comentaristas se mostraron menos alarmistas. Pero todos coinciden en que
Irán es más fuerte tras el acuerdo que antes de él, y para ellos la
ecuación es simple: cuando Irán se fortalece, Israel se debilita.
Además
de la obvia cuestión nuclear, Israel centra sus temores en el
levantamiento de las sanciones a Irán. Según el discurso israelí, una
vez que las cuentas iraníes en el extranjero dejen de estar congeladas y
el comercio entre Irán y el mundo exterior vuelva a la normalidad, el
gobierno de Teherán tendrá entonces cientos de miles de millones de
dólares a su disposición para gastarlos en armas y en ayudar a
organizaciones militantes como Hizbolá, Hamas y otras.
Puede que
estos temores no estén infundados, pero los problemas de Israel son
incluso más profundos aún. El profesor Eyal Zisser, uno de los más
destacados expertos de Israel en temas de Oriente Medio, lo expuso
abiertamente en una entrevista en el Canal II de la televisión de Israel
el martes. Por detrás de este acuerdo, dijo Zisser, lo que hay es el
entendimiento estadounidense de que Irán puede ser uno de sus socios en
Oriente Medio, que puede ayudarle en su búsqueda de estabilidad en la
región. En vez de considerarle como la fuente de todo mal, el régimen
iraní puede “aportar las cosas buenas” de que EEUU está tan necesitado:
desde estabilizar la situación en Iraq a bloquear los avances del Estado
Islámico por toda la región.
Irán, con el acuerdo con el grupo
P5+1 en la mano, puede sentirse razonablemente seguro frente a los
neoconservadores estadounidenses que siguen aún empeñados en forzar un
cambio de régimen en Teherán. Pero puede que el gobierno iraní tenga
muchas más cosas que celebrar que sólo esta impunidad de la
interferencia exterior en sus asuntos.
Netanyahu parece creer que
el actual torbellino en el Oriente Medio, con el auge del Estado
Islámico, puede ayudar a Israel a convencer a EEUU y a Europa de que es
el último bastión contra la toma de toda la región por la fuerza
militante. Sin embargo, puede que sea al revés. Israel no cuenta con
ventajas para combatir al EI ni para calmar la situación en Iraq o
Afganistán. Un Irán política y económicamente estable puede hacer el
trabajo mucho mejor. En tal escenario, Israel se convierte en una carga
más que en un valor.
No es necesario ser ningún experto para
entender que cuando de alguna forma Irán se convierta en socio de EEUU,
Israel va a quedar rebajado en tal condición. Esto no va a suceder, por
supuesto, de la noche a la mañana. Pero el mapa del campo geopolítico
puede cambiar mucho más velozmente de lo que Israel se imagina. Un
cambio histórico, como los medios de comunicación mundiales calificaron
el acuerdo firmado el martes por la mañana en Viena.
Meron
Rapoport es un periodista y escritor israelí. Ha ganado el Premio
Internacional al Periodismo de Nápoles por sus investigaciones acerca
del robo de olivos a sus propietarios palestinos. Fue director del
Departamento de Noticias de Haaretz. Ahora es un periodista
independiente.
Fuente: http://www.middleeasteye.net/columns/israels-fall-grace-2034426860