jueves, 30 de junio de 2011

EL RACISMO FLAMENCO EN BELGICA

EL RACISMO FLAMENCO EN BELGICA

Aunque el tema es lejano para el Uruguay, la opinión pública internacional informada tiene conciencia que, en Bélgica, y en la estela de una incontenible derechización de Europa, el extremismo flamenco trabaja activamente para una verdadera disolución política de aquel país. En la misma lógica de la ”Lega Nord” italiana, que la ETA vasca, o que tantos otros movimientos que echan mano a los más oscuros reflejos identitarios afin de encontrar soporte para cualquier solución antidemocrática y autoritaria que pueda instrumentarse, los extremistas flamencos llevan décadas endosando sus debilidades y limitaciones políticas y económicas a sus compatriotas francófonos.

En el siguiente link:

http://www.lemonde.fr/idees/article/2011/06/27/benelux-le-racisme-plat-de-vic-van-aelst_1541512_3232.html

el lector encontrará innegables sonoridades racistas que se articulan perfectamente con el triste pasado pro-nazi de un sector de la ”comunidad linguística” flamenca de Bélgica.
No sólo lamentable, sobretodo inquietante......

¿ES POSIBLE UN MUNDO “MULTIPOLAR”?

¿ES POSIBLE UN MUNDO “MULTIPOLAR”?
(2da. Parte)


IV.- Retornemos entonces, ”back to the future”,  y reconsideremos la primera parte de este trabajo. Como vimos, y en consonancia con lo que una gran parte de los analistas ”especializados” sostiene, estamos en un escenario en el que las que fueron en las últimas décadas las economías más poderosas del mundo internacional están en crisis y hay un número importante de países de cierto porte, cuyas economías vienen creciendo desde hace tiempo y que, al abrigo de la crisis financiera y recesiva que aqueja a las antiguas economías dominantes, han acelerado todavía más su crecimiento.
Aunque nadie ha olvidado la supervivencia, seguramente muy atenuada pero no por ello no vigente, de la bipolaridad nuclear de la Guerra Fría (los 2 arsenales nucleares más importantes siguen siendo los de los contendientes del período 1950-1990), la arquitectura del escenario internacional actual en el que se conciben los actores que lo habitan y sus ”poderes” tienden a pensarse en base a un criterio de potencialidad económica.
Tanto el relato de los ”nuevos tigres asiáticos” como el de los BRICs se asienta conceptualmente, en “una contabilidad“ de PBIs y, sobretodo, de tendencias de tasas de crecimiento de dichos PBIs, complementada esa idea de potencialidad económica, con la referencia al tamaño de los países y su escala demográfica. Es fundamentalmente en base a este tipo de criterio que se ha venido construyendo la idea de un posible mundo ”multipolar”. Pero ¿qué relevancia explicativa puede tener este tipo de aproximación para pretender descifrar el perfil de la arquitectura internacional futura? ¿En qué términos es que se pretende fundamentar una supuesta ”multipolaridad” del mundo internacional futuro? ¿En la idea de que un alto porcentaje del PIB mundial del año 2025, en lugar de dividirse entre tres grandes países/bloques, como era el caso a inicios del siglo XXI, habrá de hacerse entre 7, 8 o 10 grandes países/bloques? De lo que se trata es de la descripción de un cambio en la distribución de la producción de la riqueza pero en modo alguno estamos ante algún tipo de propuesta explicativa de la estructura de la distribución del poder político del mundo internacional en la fecha señalada.
En nuestra opinión, la capacidad explicativa de la propuesta ”multipolar” resulta ser todavía menor que la que tenía la caracterización de un mundo ”bipolar” durante la Guerra Fría. Aquella forma de explicar la escena internacional, aunque desconocía una infinidad de espacios en los que algunos actores y tipos de poder podían ser altamente significativos, por lo menos, al estar de alguna manera apegada al viejo realismo tan querido del discurso internacional, construía un mundo ”bipolar” sobre la base del sencillo y duro criterio de la fuerza nuclear.
V.-  Planteemos, a mero título de provocación intelectual, un ejemplo tan hipotético como improbable. Imaginemos que, en el año 2025, por alguna combinación de acontecimientos hoy no imaginables, el 70%% del PIB mundial se distribuye de manera aproximativamente igualitaria entre EE.UU., EU, Japón, China, India, Rusia, Brasil y Turquía. ¿Qué nos permite  considerar a esos ocho actores como ocho polos de poder en la arquitectura medular de la escena internacional, al punto de manera de poder configurar estrictamente un ”mundo multipolar”?
En realidad un estudiante de economía sabe que esos PBIs no son equivalentes ni otorgan a sus productores la misma ”potencialidad” económica. El PBI de EE.UU. seguirá siendo la medida de una producción esencialmente destinada al mercado interno, como, en parte, también lo será el de Europa. Los PBIs de China, Brasil y Turquía, en cambio, serán el reflejo de una producción que continuará más bien orientada al mercado mundial. Con la diferencia, además, de que el PBI del Brasil será un PBI generado en buena medida por la exportación de “commodities” mientras que el de China será el resultado de la exportación masiva de productos manufacturados. Por otra parte, el PBI de EE.UU., Japón y Europa resultarán de una producción con altos componentes de tecnología e innovación en el uso racional de nuevas energías mientras que el de la India y Turquía será el efecto de una producción basada en la utilización intensiva de mano de obra, y, por su lado, el PBI ruso descansará sobre la exportación de energía y la disponibilidad de combustibles fósiles abundantes.
¿Es posible sostener que estos ocho PBIs aproximadamente equivalentes ”habilitan” ocho centros de poder en el mundo político internacional relativamente similares que nos permitan hablar  de un mundo ”multipolar”? Las solas diferencias cualitativas en la constitución de cada modelo productivo, más allá de que sus ”out-puts” sean parecidos, hacen que la capacidad de traducción política de esos ”out-puts” será altamente diferencial en términos de ”poder internacional“. Y eso parece ser sostenible aún manteniéndonos en el único terreno de la ”potencialidad económica”.
Pero toda definición de un polo de poder, como vimos, también tiene que ver con el poderío militar. Todo hace pensar que, en el año 2025, aunque todos los países elegidos, incluido el Japón, sean ya potencias nucleares, los EE.UU. seguirán siendo un polo mayor de poder en términos de capacidad nuclear, seguido por Rusia, Europa y China. Y, muy difícilmente, Brasil y Turquía califiquen como potencias nucleares realmente operacionales. O sea que en este “plano” (para nada menor) de la definición de la arquitectura del poder mundial, nuestra propuesta octogonal no tiene andamiento.
Nuestro mundo “multipolar”, además, se complica singularmente si consideramos el poderío demográfico relativo de nuestras múltiples superpotencias. Si la China, y una cada vez más joven India, serán dueñas y señoras del terreno demográfico, el Japón y Europa serán, muy probablemente, potencias envejecidas e inexorablemente debilitadas por su escaso dinamismo poblacional.
La continuación del razonamiento es obvia. Las fortalezas de un mundo dominado por muchos polos habrán de distribuirse en formas y terrenos de poder internacional muy distintos. El efecto de esa diversidad es que la escena internacional queda fragmentada en “sub-escenarios” en los que predominan diferentes centros de poder y, por consiguiente, la idea misma de “polos”, de “potencias” internacionales, queda cuestionada.
Si bien es posible encontrar una lógica en el concepto de “unipolaridad”, puesto que la supremacía del polo dominante define el espacio de poder en el que se expresa su capacidad de potencia preeminente, esto no es posible si ampliamos mucho el número de polos”. El concepto de mundo “bipolar” sirvió de paradigma razonablemente explicativo, en su momento, porque los dos polos enfrentados definieron la arena de la bipolaridad exclusivamente en términos de poderío nuclear (y secundariamente ideológico). Pero más allá de una configuración “bipolar”, más allá de un mundo internacional “binario”, la operación de imaginar la arquitectura política internacional en términos de “polaridades” es inviable porque no es conceptualmente coherente.
VI.- ¿Cómo imaginar entonces un mundo habitado por una serie relativamente amplia de actores de primera línea pero que obtienen y realizan su poderío en formas, actividades y terrenos distintos del escenario internacional? Muy esquemáticamente las respuestas imaginables son sólo dos. La primera respuesta es que la previsible conflictividad de ese mundo internacional “obliga” a proceder a un “proceso de selección” y, luego de múltiples conflictos, se vuelve a una arquitectura mucho menos plural donde pueda restablecerse un escenario “unipolar”, “bipolar” o, eventualmente, “tripolar”. La segunda respuesta, mucho más difícil de imaginar, es que la arena internacional se conforme de manera no “multipolar” sino “plurireticular”. Que, algunas “redes” (alianzas de hecho), de geometría variable, agrupen la dominación de algunas potencias en determinadas áreas del mundo internacional mientras otras “redes”, diferentemente compuestas, lo hagan sobre áreas o actividades internacionales diferentes. Este segundo escenario, no solamente resulta más difícil de imaginar: es infinitamente más difícil de gestionar  y su conflictividad puede ser desmesuradamente alta. Eso así porque, en el fondo, esta arquitectura conlleva el cuestionamiento de la existencia de UN MUNDO internacional.

domingo, 26 de junio de 2011

¿ES POSIBLE UN MUNDO “MULTIPOLAR”?

¿ES POSIBLE UN MUNDO “MULTIPOLAR”?
(1era. Parte)


I.- Los especialistas en relaciones internacionales acostumbran ensayar con bastante recurrencia la búsqueda de modelos o bosquejos de la configuración que podría adoptar el mundo y la escena internacionales en un futuro más o menos mediato.
Sin ir muy lejos, para no retrotraernos a autores clásicos como Carl Schmitt, en cuanto la Guerra Fría comenzó a dar señales de agotamiento, florecieron diversas propuestas que intentaban bosquejar la arquitectura del mundo que la sobreviría. Tanto Fukuyama como Huntington (más concretamente éste último porque el primero involucraba argumentos de corte historicista teóricamente más ambiciosos), son ejemplos relativamente actuales de esos intentos “premonitorios” de los internacionalistas. Del “mundo bipolar” al “mundo unipolar”, aderezado de un más bien fugaz “mundo plano”, fueron innumerables las metáforas utilizadas  para intentar transmitir ideas sobre la estructura del mundo internacional del futuro inmediato. En el mismo sentido, la invención de “los BRICs” por Jim O´Neil, en el año 2001, presintiéndoles como “nuevos actores” de la escena internacional, pertenece también a una forma similar, aunque parcial, de ensayo prospectivo sobre la arquitectura internacional futura.
Aunque en muy pocos casos estas proyecciones futuristas descansan sobre un herramental teórico sustantivo y, por lo general, no fueron sino “descripciones imaginarias” de hipotéticos cursos históricos más o menos ingeniosamente presentados, su utilización no resulta del todo arbitraria. Tienen un poco la función de la “construcción de escenarios” que, en muchas áreas, permite especular con alguna sistematicidad sobre “modelos” eventuales.
Como anuncia nuestro título, este editorial pretende esquemáticamente adentrarse en estas apuestas imaginarias sobre posibles morfologías de la escena internacional de alguna década futura.
II.- En la actualidad, y en medio de la gran crisis que está golpeando con insistencia desde el año 2008 a las economías más desarrolladas y, por consiguiente, en buena medida a los centros de poder que teníamos catalogados como “grandes potencias”, no puede dejar de hacerse la pregunta: ¿ hasta cuándo los tres grandes centros de poder económico y financiero (y parcialmente militar) de inicios del siglo XXI, seguirán siendo efectivamente eso? En otras palabras, ¿por cuánto tiempo más los EE.UU., la Unión Europea y el Japón, seguirán siendo los pilares principales de la arquitectura internacional de nuestra época? Han pasado cinco años desde que la crisis hipotecaria, financiera y económica norteamericana  golpeó de manera distinta, pero sistemática, a los principales “jugadores” de las Ligas Mayores y la tentación natural es preguntarse hasta cuándo podrán mantenerse en ellas.
Los EE.UU., parecen haber equilibrado su caída, pero no la han dejado atrás claramente; Europa se encuentra en plena lucha por conservar algunos principios de unidad sobre los que, en gran medida, descansa su fuerza y, Japón, que ya sufría para mantenerse en el pelotón de punta, además de soportar la crisis económica que a todos ellos aqueja, no logra evaluar la magnitud de su catástrofe nuclear.
Durante este período de crisis y debilitamiento de nuestros tres grandes “jugadores”, un número importante de países del mundo parecen sacar provecho de la crisis y llevan alineando unos cuantos años de fuerte crecimiento económico sostenido y de afirmación de sus respectivos poderes políticos y militares regionales. Esto no es sorprendente si recordamos algunos desempeños de la economía mundial entre la Primera Guerra y el fin de la Guerra de Corea.
Pero no es exacto correlacionar la crisis de los países más poderosos con el fortalecimiento de un grupo de países emergentes que aparecen acumulando fuerzas consistentemente. El discurso sobre los “nuevos tigres asiáticos”  aparece en los años 90 (entonces eran Hong Kong, Taiwán, Singapur y Corea del Sur) por lo que el empuje de nuevas economías emergentes es bastante anterior al estallido de la crisis mencionada  y la “invención” de los BRICs, a su vez, data de 2001, por lo que más allá de la pertinencia o no de la selección de esos 4 países y su agrupamiento en algún tipo de ”unidad”, no es menos cierto que su fortalecimiento comienza también antes de la crisis de las potencias “establecidas”.
Pero también parece ser cierto es que el estallido de la crisis ha favorecido y probablemente acelerado el fortalecimiento de estos candidatos a jugar entre los grandes de este mundo. Es evidente que el sólo crecimiento de China puede explicar parte del proceso. Pero no solamente la China es ya más del 9% del PIB mundial; los otros 3 Brics juntos llegan al 8% y países como México (que O´Neil “candidateó” al BRIC en enero de este año), Turquía, Indonesia o Corea del Sur  no están muy lejos de los guarismos de Rusia. Nada de esto es muy novedoso, está en la prensa diaria y, en buena medida, la instauración del G 20 es un primer gesto de institucionalización de la nueva situación.
El escenario se torna intrigante si proyectamos estas dos tendencias 5 o 10 años para adelante, manteniendo la circunstancia actual incambiada: es decir estancamiento y recesión en el mundo desarrollado y fuertes tasas de crecimiento en estos nuevos challengers emergentes.
Nadie podrá sensatamente pensar que los EE.UU., la U.E. o Japón dejarán de ocupar un lugar en las Ligas Mayores pero sí es posible pensar, en este ejercicio imaginario, que la cola para ingresar a dichas Ligas se irá haciendo cada vez más larga y que muchos de los que, hasta ahora, estaban dispuestos a pagar la entrada para ver el partido desde la tribuna, estarán queriendo entrar a la cancha y comenzar a jugar los partidos. La disyuntiva que aparece es la siguiente: o bien jugarán los partidos con los grandes de las Ligas Mayores, o bien comenzarán a jugarlos, entre ellos, en una Liga a parte.
Obviamente, si sacamos las consecuencias políticas de esta imaginaria y algo arbitraria proyección, el mund0 que se dibuja no es un mundo sencillo, no es un mundo seguro y no es un mundo pacífico. La metáfora a la que se ha recurrido hasta ahora para tratar de bosquejar el diseño sistémico futuro que es la de un mundo “multipolar”. Sin embargo esta figura es, en nuestra opinión, radicalmente inadecuada.
III.- La idea de un mundo ”multipolar” resulta inadecuada porque supone, de manera implícita, que los poderes relativos de los distintos actores del mundo internacional se despliegan (y, por ende se puede comparar entre sí) en una misma escala de poder que se concretiza en una suerte de espacio ”plano“, único y relativamente homogéneo en el que evolucionarían todos los poderes de todos los actores. Y lo más probable es que, en este imaginario futuro que estamos delineando, esta suposición no sea la adecuada. Expliquemos.
Mientras echábamos mano a la idea de un mundo unipolar, el problema de la configuración del espacio internacional al que nos referimos no se plantea. Hay un centro de poder y poco importa donde se sitúan los otros actores y sus respectivos poderes: esa superpotencia es, en última instancia, la ”ordenadora” de las conductas políticas de todos los actores y es la que establece, por su propia preponderancia, el tipo de espacio y las modalidades de configuración en los que se concreta su supremacía.
Pero ya cuando intentamos utilizar la metáfora del mundo ”bipolar”, la cuestión de cómo y dónde está definida y se concreta efectivamente la capacidad de poder de los dos  polos comienza a complicarse. Tomemos como ejemplo el dispositivo ”bipolar” de la Guerra Fría. El supuesto que tenía era que los EE.UU. y la URSS, eran dos polos ideológicos y, en términos de poderío militar, eran dos polos que poseían un armamento nuclear más o menos equivalente. Dejando de lado lo ideológico (que no es relevante aquí), la característica de la ”bipolaridad” de aquel mundo se verificaba fundamentalmente en el plano de la capacidad nuclear de cada uno de los polos. Toda la discusión sobre el desarme y la retórica SALT giró en torno a una contabilidad de cabezas nucleares y lanzadores operacionales disponibles por los contendientes. Pero pronto se reveló, por ejemplo, que las modalidades geográficas del despliegue de la capacidad nuclear de cada contrincante era una variable al menos tan importante como el número de ingenios nucleares. Por algo la crisis de los misiles se resuelve con el retiro ostensible de los misiles rusos a desplegarse en Cuba y con el desmantelamiento, discreto y casi no publicitado, del armamento norteamericano instalado en Turquía que el presidente Kennedy declaró ”obsoleto”. Por lo mismo, la mayor dispersión geográfica del armamento nuclear norteamericanos (gracias a la mayor disponibilidad de bombarderos estratégicos y submarinos) siempre favoreció al polo de los EE.UU.
En resumen la aceptada ”bipolaridad” de la Guerra Fría estaba concebida como una bipolaridad relativa a la ideología y sobretodo al armamento nuclear y a las modalidades geográficas de su despliegue y era, en esa configuración del espacio internacional, que adquiría sentido la llamada ”bipolaridad”. Pero nadie se preguntaba si el mundo de la Guerra Fría era económicamente bipolar, si era demográficamente bipolar, si era tecnológicamente bipolar o si era, por ejemplo, financieramente o religiosamente bipolar.  La respuesta seguramente sería que no, que sólo era ideológica y militarmente (o más precisamente, nuclearmente) bipolar.   (sigue...)

jueves, 16 de junio de 2011

Elecciones en Turquía y… ¿consolidación democrática?

Elecciones en Turquía y… ¿consolidación democrática?

Turquía tiene uno de los más largos y ricos recorridos históricos. Pero, en materia democrática, lo menos que puede decirse es que la tradición del país heredero del Imperio Otomano deja bastante que desear. El domingo 12 de junio se realizaron elecciones en Turquía. Recep Tayyip Erdogan, el actual primer ministro, lo será por un tercer mandato, lo que sólo había sucedido una vez en la historia del país.
Los resultados favorecieron al partido conservador de la Justicia y el Desarrollo (AKP) de Erdogan que consigue casi el 50% de los sufragios emitidos y, aunque quizás pierda hasta 6 escaños, debería obtener la mayoría parlamentaria y la posibilidad de formar gobierno de manera autónoma. El resultado obtenido por el partido en el poder constituye un éxito: con él podrá consolidar la continuidad de una gestión, que calificaríamos de populista,  y que viene desarrollándose desde 2003 (Ver “Letras Internacionales“ Nos. 1, 12, 82 y 104).  Eso tiene, por un lado, la ventaja de que permite una razonable continuidad política, pero tiene también el riesgo, en un país de escasa tradición democrática, de poder incrementar las previsibles tentaciones autoritarias de este populismo ya instalado en el poder. Evidentemente, para una mayoría de los más de 50 millones de ciudadanos turcos que se han pronunciado por el oficialismo, la segunda posibilidad no representa un problema. Si la mayoría de los ciudadanos ha apoyado una política populista y conservadora, ideológicamente no muy transparente (son tiempos en los que las referencias religiosas en política son inquietantes y la designación de ”islamismo moderado” no tranquiliza mucho a nadie), es porque el gobierno ha sabido conjugar algunos lineamientos claves de modernización de la economía, con una buena dosis de pragmatismo y un inteligente aprovechamiento de una larga tradición de autoritarismo político.
Conviene señalar que, para el éxito de Recep Erdogan, ha trabajado silenciosa y más bien ocultamente,  la ”comunidad“ Fethullah Gulen, suerte de Opus Dei islámica, que está desplegada y fuertemente implantada en buena parte de la sociedad turca. O, para ser más precisos, está implantada en todas aquellas partes que importan de la sociedad turca. Aunque la Fethullah Gulen y el AKP son dos cosas distintas, todo analista informado en Turquía sabe que la primera ha sido decisiva para el fortalecimiento, en los últimos años, del AKP.
Los años de gestión de este partido han significado, sorprendentemente, un cierto incremento de las libertades para los turcos. Se han llevado a cabo reformas económicas que aumentaron el bienestar de la población (en 2010 el PIB creció casi 9% aunque el desempleo, en baja, sigue arriba del 10%) y, en lo que hace al meollo mismo del sistema político, el cambio más importante es la retracción conseguida del papel de las antaño “omnipresentes” fuerzas armadas en la vida política del país. 
En lo internacional, el período estuvo marcado por el esfuerzo del gobierno turco por ”acercarse” y buscar integrarse a la Unión Europea. Hasta ahora el esfuerzo no ha dado frutos y, en realidad, ese objetivo, por diversas razones, se ve más lejos que cerca en la actualidad. Erdogan ha reaccionado con habilidad a los desplantes europeos alineándose paulatinamente, y al ritmo de la crisis que golpea a los países más desarrollados, con las ”potencias emergentes” de todas las latitudes. Éstas, ahora, además de ser socios económicos y comerciales tan dinámicos como EE.UU. o la UE, tienen la ventaja de no hacer preguntas en materia de corrupción o de respeto de los derechos humanos: sus ”records” son iguales o peores a los de Turquía.
Pero eso no cambia el hecho que, de alguna manera, Turquía se ha alejado algo de la antigua imagen de país brutalmente autoritario. Si bien le quedan todavía muchos temas viejos (armenios, kurdos y chipriotas griegos pueden testimoniar de ello) y nuevos (limitación de Internet y de la libertad de prensa, persecución sistemática, prisión y desaparición de periodistas) por saldar. Todavía es un verdadero problema, la ”tentación autoritaria” y el estilo autocrático que el carisma y la popularidad de Recep Erdogan no logran disimular. Pero, en grandes líneas, es posible concluir que el balance de las elecciones, incluido el triunfo del AKP, es más bien positivo para la consolidación de la democracia turca.
En realidad, el balance es globalmente positivo porque, más allá del triunfo, algo limitado, del oficialismo en estas elecciones, el Partido Republicano del Pueblo (CHP), de Kemal Kiliçdaroglu, logra ocupar con cierta solidez el centro-izquierda del espacio político consiguiendo casi el 26% de los votos, triunfando en la ciudad de Esmirna y agrupando eficientemente lo que sería el ”frente laico“ de la ciudadanía turca.  Aunque el CHP sigue siendo el partido de la Turquía ”culta”, y todavía carece de bases sólidas en regiones campesinas como Anatolia, su buena votación significa una razonable garantía contra la pretensión de Erdogan de avanzar, solo y por la vía de referéndum, hacia una reforma de la Constitución.
Para ello hubiese necesitado lograr los 2/3 del poder legislativo, cosa que se ha revelado imposible. Tanto más cuanto, en las regiones que siempre ocuparon tradicionalmente, los nacionalistas kurdos del Partido de la Paz y la Democracia (BDP), éstos han conseguido hasta 35 diputados, lo que constituye un bloque suficientemente importante como para obligar a Erdogan, mediante acuerdos con el BDP, a limitar sus aspiraciones en el proceso de reforma constitucional. Layla Zana, la heroína política de los kurdos realizó una campaña ejemplar en los bastiones tradicionales donde sigue fuertemente enraizada la guerrilla del PKK. Quizás gracias a ella (y al origen parcialmente kurdo de Kiliçdaroglu, el líder del CHP), los kurdos parecen comenzar a confiar en el sistema electoral y político del país.
Para el líder del CHO, Kemal Kiliçdaroglu, heredero de la tradición kemalista, la tarea de dirigir a la oposición no va a ser fácil. Para detener a un Erdogan mayoritario y confortado por las elecciones, tiene que, al mismo tiempo, transformar a su propio partido (también cargado de un terrible pasado de nacionalismo autoritario, pro-militar, y de nostalgias ”otomanistas”) y consolidar una posición claramente laica y realmente democrática. Eso no es sencillo: no sin una increíble dosis de frivolidad, algunos analistas hablan hoy de un BDP ”social-democratizado”. Eso suena por lo menos apresurado a oídos de quienes han leído algo del pasado del partido kemalista.
En cualquier caso, Turquía ha pasado por una elección aparentemente ejemplar. Reglamentariamente nadie ha objetado hasta ahora la existencia de irregularidad alguna y los resultados indican que, más allá de las dudas que genera el líder del partido ganador, el pluralismo político y étnico han avanzado algo. Falta ver si las cosas van en el mismo sentido en el terreno religioso y si el camino de la secularización se mantiene y puede conjugarse con una real consolidación democrática.

sábado, 11 de junio de 2011

HA MUERTO JORGE SEMPRUN


  

Jorge Semprún, el escritor hispano-francés acaba de fallecer en París a la edad de 87 años. Su vida fue quizás una suerte de ”destino modelo” para una generación que se inició en la vida política en la lucha contra el fascismo y con la esperanza puesta en un comunismo futuro que redimiría a la sociedad de todos los males. Esa generación terminó descubriendo que quizás el segundo, precisamente por quetodo lo prometía, no era otra cosa que apenas la versión algo perfeccionada del primero

IMAGENES

http://www.elpais.com/fotogaleria/Jorge/Semprun/imagenes/elpgal/20110607elpepucul_4/Zes/8


LINKS DE INTERES
http://www.elpais.com/articulo/cultura/Paris/le/dice/adios/Jorge/Semprun/elpepucul/20110611elpepucul_2/Tes

http://www.lemonde.fr/carnet/article/2011/06/08/jorge-semprun-un-ecrivain-au-paysage-intime-bouleverse_1533364_3382.html

http://www.lemonde.fr/carnet/video/2011/06/08/jorge-semprun-la-langue-francaise-comme-ruse-de-guerre_1533623_3382.html#ens_id=1533275