domingo, 30 de agosto de 2015

Le gaz devient abondant: désolés, M. Poutine



ENI annonce la découverte du « plus grand » gisement de gaz en Méditerranée de l’histoire


Le PDG du géant de l'énergie italien ENI, Claudio Descalzi, le 20 janvier 2015.


Le géant italien de l’énergie ENI a annoncé dimanche 30 août la découverte du « plus grand » gisement offshore de gaz naturel en Méditerranée dans les eaux territoriales de l’Egypte. 

Le gisement, surnommé « Zohr », pourrait représenter un potentiel de 850 milliards de mètres cubes, sur « un secteur de 100 kilomètres carré », assure la compagnie, précisant que cette découverte, « après son développement total », va aider à couvrir « les besoins en gaz naturel de l’Egypte durant des décennies ».

« Il s’agit de la plus grande découverte de gaz jamais faite en Egypte et en mer Méditerranée », affirme ENI dans un communiqué, précisant que cette découverte pourrait également « devenir l’une des plus grandes de gaz naturel au monde ».

ENI, qui détient la licence d’exploitation du gisement à 100 %, s’est lancé dans l’exploration de cette zone à la suite d’un appel d’offre remporté en janvier 2014. L’entreprise italienne, principal producteur d’hydrocarburants d’Egypte, a creusé jusqu’à 4 131 mètres de profondeur, avant de trouver ce gisement à 1 450 mètres.

Bonne nouvelle pour Al-Sissi

Elle va délimiter au plus vite le gisement pour assurer son développement rapide en utilisant au mieux les infrastructures déjà existantes, en mer et à terre. Les opérations de développement devraient durer quatre ans.

Le président du conseil italien Matteo Renzi a téléphoné dans la foulée à son « ami » le président Abdel Fattah Al-Sissi pour « discuter ensemble de l’impact de cette découverte sur la stabilité énergétique de la Méditerranée et sur les perspectives de développement de la région ». Le PDG d’ENI, Claudio Descalzi, a estimé que « cette découverte historique sera en mesure de transformer le scenario énergétique d’un pays entier qui nous accueille depuis 60 ans ».

Cette découverte est égaloement une bonne nouvelle pour le gouvernement égyptien. L’exploitation de ce gaz en offshore pourrait en effet permettre de garantir une certaine sécurité au moment où l’Egypte est le théâtre d’une vague d’attentats perpétrés par la branche locale de l’organisation djihadiste Etat islamique (EI). Selon certains experts, l’EI aurait en effet pour projet de toucher l’Egypte d’Al-Sissi au portefeuille, en effrayant touristes et investisseurs internationaux.
 
LINK:  http://www.lemonde.fr/afrique/article/2015/08/30/eni-annonce-la-decouverte-du-plus-grand-gisement-de-gaz-en-mediterranee-de-l-histoire_4740677_3212.html#Qb7MJi35AQF743U1.99

Nobody believes that Erdogan will really fight ISIS




Resultado de imagen de foto aviones de combate turcos


Turkish warplanes strike Islamic State in Syria as part of U.S. coalition


Read more here: http://www.mcclatchydc.com/news/nation-world/world/middle-east/article32746296.html#storylink=cpy


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¿Democracia “débil”? ¿Porqué no llamar a la enfermedad populista por su nombre?






Protesta en Ciudad de Guatemala para pedir la dimisión del presidente Otto Pérez. / Johan Ordóñez 
(AFP)




La democracia (débil) en América

La década de prosperidad fomentó un clientelismo destinado a perpetuar a los Gobiernos en el poder. Pero hay esperanza: la sociedad civil, cada vez más vibrante, toma las calles. De Quito a Caracas, de São Paulo a Guatemala

29 AGO 2015
EL PAIS de MADRID



La democracia decae. Así lo sugieren desde hace algún tiempo el Club de Madrid, Freedom House y el National Endowment for Democracy, entre otros. Al concluir la tercera ola, hemos sido testigos de una paulatina “recesión democrática”, en palabras de Larry Diamond. La prolongada crisis económica europea, el resurgimiento de los nacionalismos y los partidos xenófobos, el fracaso de la primavera árabe y, como contraparte, la estabilidad alcanzada por diversas autocracias hablan de un clima global inhóspito para la democracia.

En América Latina es más que eso, sin embargo. La narrativa de los ochenta estuvo marcada por los derechos humanos y la transición. El argumento de los noventa fue sobre las democracias delegativas, iliberales e híbridas, construcciones conceptuales que enfatizaban la robustez de los procesos electorales, no obstante sus déficits en las áreas de derechos ciudadanos y separación de poderes. Ese lenguaje es hoy insuficiente: la noción de recesión democrática no describe la regresión autoritaria en curso.






Dicha regresión no puede comprenderse desconectada del efecto de precios favorables de la última década. A muchos gobiernos democráticamente electos, el boom de las materias primas les aseguró términos de intercambio históricos y recursos fiscales sin precedentes. Los usaron para aumentar la discrecionalidad del Ejecutivo, financiar máquinas clientelares de profunda capilaridad en la estructura social y extendidas en el territorio y, de este modo, buscar la perpetuación en el poder. Es paradójico que la prosperidad de este siglo haya dañado las instituciones democráticas más que la crisis de la deuda y la hiperinflación del siglo anterior. Eso invita a repensar la teoría.

La clave de este deterioro ha sido la reforma constitucional, un verdadero virus latinoamericano que no reconoce fronteras ni ideologías. Lo hicieron los de la izquierda, los de la derecha y los (mal llamados) populistas. Lo hicieron todos, y todos con el objetivo de quedarse en el poder más tiempo del estipulado al llegar al poder. De un periodo a dos, de dos a tres y de tres a la reelección indefinida. La regresión autoritaria se ha hecho así inevitable. Un presidencialismo sin alternancia no puede sino adquirir rasgos despóticos.

El desafío provendrá de la población joven, más educada que sus mayores, pero también más desempleada

No es la reforma per se el problema, sino que la constitución se convierta en un traje a la medida del presidente de turno, un conjunto de normas con su apellido y escritas con su pluma. La pérdida de la neutralidad de las reglas de juego diluye la noción de igualdad ante la ley y erosiona la separación de poderes, el debido proceso y las garantías individuales, principios que le dan sentido a vivir en democracia. No sorprende entonces las subsiguientes restricciones a la libertad de prensa y la intimidación a jueces y fiscales independientes, prácticas frecuentes en la región. Es el menú completo de la manipulación.
La democracia es un contrasentido en ausencia del Estado de Derecho. Es difícil impartir justicia y proteger libertades y derechos sin una normatividad jurídica objetiva, neutral, impersonal y equitativa. Ni que hablar de la capacidad decreciente del Estado para monopolizar los medios de la coerción, cuya consecuencia inmediata ha sido la exacerbación del crimen organizado y la corrupción, síntomas gemelos de la degradación institucional.
Es casi un nuevo tipo de régimen político que ha tomado forma. En él, la corrupción es, justamente, el componente central de la dominación. Es mucho más que el acto ilegal de quedarse con dineros públicos. La corrupción hace las veces de partido político: selecciona dirigentes, organiza la competencia electoral y ejerce la representación—y, sobre todo, el control—territorial. Cristaliza de este modo la post-democracia latinoamericana.
El reto del futuro es que el ciclo económico ha cambiado. La desaceleración producirá un crecimiento más que modesto en los próximos años, y ello sin contar los serios problemas macroeconómicos de algunos países; Venezuela, Argentina y Brasil, en orden de gravedad. América Central tendrá desequilibrios en el sector externo por la disminución del subsidio de Petrocaribe y la merma de las exportaciones a Venezuela. El Caribe, a su vez sobre endeudado, sufrirá los aumentos de tasa de interés en Estados Unidos.

Las reformas constitucionales son el virus latinoamericano: las hicieron todos, izquierdas y derechas, para retener el poder

Las dificultades económicas pondrán presión sobre el sistema político. Si, además, el poder de las instituciones democráticas está diluido, la volatilidad macroeconómica bien podría derivar en una intensificación del conflicto social. Las voces que más se escucharán serán las de las nuevas clases medias, esos 70 millones de personas que dejaron la pobreza pero que son especialmente vulnerables ante cambios bruscos en la economía y el empleo. El gran desafío provendrá de la población joven, más educada que sus mayores pero también más desempleada. No es casual que ellos sean los más desafectados del proceso político. La frustración social podría generalizarse.

O tal vez no y, por el contrario, allí resida la gran oportunidad, la consecuencia no buscada (concepto acuñado por el gran Albert Hirschman) del boom y el clientelismo redistributivo. Ocurre que esas nuevas clases medias ya no quieren ser clientes, súbditos, piezas desechables de la maquinaria de la perpetuación. Son ciudadanos, reclaman sus derechos, detestan la corrupción, demandan calidad institucional, tienen voz y capacidad de acción colectiva, resisten la posdemocracia. Eso es lo que se ve en estos días en las calles de São Paulo, Caracas, Quito, Ciudad de Guatemala y San Miguel de Tucumán.

América Latina sigue siendo ella misma: poco Estado, un fragmentado sistema político, instituciones inexistentes y mucha, muchísima sociedad civil, cada vez más vibrante. Después de la ola bolivariana y tanta perpetuación habrá que volver a empezar. La buena noticia es que es en esas calles latinoamericanas donde soplan los nuevos y buenos aires democráticos del futuro.

Twitter: @hectorschamis.

Felipe González a los catalanes

 
 
 
 
 
 
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“A los catalanes”

La propuesta que hace Junts pel Sí, esa extraña coalición unida solo por el rechazo a España, puede ser el comienzo de la verdadera “vía muerta” para Cataluña. Rompiendo la legalidad, nadie que tenga la obligación de cumplir la ley va a negociar nada

Por Felipe González Márquez
El PAIS de Madrid
Agosto 30, 2015



Hace casi dos décadas que salí de la presidencia del Gobierno de España. No tengo responsabilidades institucionales ni de partido. He recuperado la sencilla condición de ciudadano, aunque en todo momento comprometido con nuestro destino común. Por ese compromiso con España, espacio público que compartimos durante siglos, me dirijo a los ciudadanos de Cataluña para que no se dejen arrastrar a una aventura ilegal e irresponsable que pone en peligro la convivencia entre los catalanes y entre estos y los demás españoles.

Siempre he sentido gratitud por vuestro apoyo permanente y mayoritario para la tarea de gobierno. Siempre, incluso cuando este apoyo era declinante en el resto de España. Y gracias a esta sintonía he podido representaros con orgullo, como a todos los españoles, en Europa, en América Latina y en el mundo. Con vuestra confianza hemos progresado juntos, durante muchos años, superando la pesada herencia de la dictadura, consolidando las libertades, sentando las bases de la sociedad del bienestar y reconociendo, como nunca antes en la historia, la identidad de Cataluña y su derecho al autogobierno.

He creído y creo que estamos mucho mejor juntos que enfrentados: reconociendo la diversidad como una riqueza compartida y no como un motivo de fractura entre nosotros. Para mí, España dejaría de serlo sin Cataluña, y Cataluña tampoco sería lo que es separada y aislada.

La idea de “desconectar” de España, como propone Artur Mas, en un extraño y disparatado frente de rechazo y ruptura de la legalidad, tendría unas consecuencias que deben conocer todos:

He creído y creo que estamos mucho mejor juntos que enfrentados

— Desconectarían de una parte sustancial de la sociedad catalana, fracturándola dramáticamente. Ya se siente esa fractura en la convivencia, y se empiezan a oír voces de rechazo a los que no tienen “pedigrí” catalán. Esos ciudadanos catalanes se sienten hoy agobiados porque se está limitando su libertad para expresar su repudio a esta aventura, porque le niegan o coartan su identidad —catalana y española— que viven como una riqueza propia y no como una contradicción.

— Desconectarían del resto de España, rompiendo la Constitución, y por ello el Estatuto que garantiza el autogobierno, y la convivencia secular en este espacio público que compartimos. En el límite de la locura, empiezan a ofrecer ciudadanía catalana a los aragoneses, valencianos, baleares y franceses del sur. Hemos pasado épocas de represión de las diferencias, de los sentimientos de pertenencia, de la lengua, pero desde hace casi cuatro décadas, con la vuelta de Tarradellas, entramos en una nueva etapa de reconocimiento de la diversidad y de construcción del autogobierno más completo jamás habido en Cataluña.

— Desconectarían de Europa, aislando a Cataluña en una aventura sin propósito ni ventaja para nadie. ¿Imaginan un Consejo Europeo de 150 o 200 miembros en la ya difícil gobernanza de la Unión? Porque ese sería el resultado de la descomposición de la estructura de los 28 Estados nación que conforman la UE. ¿Imaginan al Estado francés cediendo parte de su territorio para satisfacer este nuevo irredentismo? Nadie serio se prestará a ello en Europa y, menos que nadie, España, que tanto luchó por incorporarse y participar en la construcción europea, tal como es, con su diversidad y, por cierto, con el máximo apoyo de Cataluña.

— Desconectarían de la dimensión iberoamericana (que tanto valor y trascendencia tiene para todos) y especialmente de Cataluña porque este vínculo se hace a través de España como Estado nación y de la lengua que compartimos con 500 millones de personas —el castellano—, como saben muy bien los mayores editores en esta lengua, que están en Barcelona.

El desgarro en la convivencia que provoca la aventura de Mas afectará a nuestro futuro

Naturalmente afirman lo contrario: “Solo queremos desconectar de España”. ¿De qué España? ¿La que excluye también Aragón, Valencia y Baleares? Los responsables de la propuesta saben que lo que les estoy diciendo es la verdad, si se cumpliera ese “des-propósito”. En realidad tratan de llevaros, ciudadanos de Cataluña, a la verdadera “vía muerta” de la que habla Mas, en un extraño “acto fallido”.

Vivimos en la sociedad más conectada de la historia. La revolución tecnológica significa “conexión”, “interconexión”, todo lo contrario a “desconexión”. Cada día es mayor la interdependencia entre todos nosotros: españoles de todas las identidades, europeos de la Unión entre 28 Estados nación, latinoamericanos de más de 20 países, por no hablar de nuestros vecinos del sur o del resto del mundo. Pregunten a sus empresas, las que crean riqueza y empleo por esta desconexión.

La propuesta que hace esa extraña coalición unida solo por el rechazo a España, sea cual sea el resultado de la falseada contienda electoral, puede ser el comienzo de la verdadera “vía muerta”. ¿Cómo es posible que se quiera llevar al pueblo catalán al aislamiento, a una especie de Albania del siglo XXI? El señor Mas engaña a los independentistas y a los que han creído que el derecho a decidir sobre el espacio público que compartimos como Estado nación se puede fraccionar arbitraria e ilegalmente, o que ese es el camino para negociar con más fuerza. Comete el mismo error que Tsipras en Grecia, pero fuera de la ley y con resultados más graves.

¿Qué pasó cuando se propuso a los griegos una consulta para rechazar la oferta de la Unión Europea y “negociar con más fuerza”? Después de que más del 60% de los griegos lo creyeran, Tsipras aceptó condiciones mucho peores que las que habían rechazado en referéndum, con el argumento, que sabían de antemano, de que no tenían otra salida. ¿Sabían que no había otra salida y engañaron a los ciudadanos?

¿Cómo es posible que se quiera convertir a Cataluña en una especie de Albania del siglo XXI?
Pueden creerme. No conseguirán, rompiendo la legalidad, sentar a una mesa de negociación a nadie que tenga el deber de respetarla y hacerla cumplir. Ningún responsable puede permitir una política de hechos consumados, y menos rompiendo la legalidad, porque invitaría a otros a aventuras en sentido contrario. Todos arriesgaríamos lo ya conseguido y la posibilidad de avanzar con diálogo y reformas.

Eso es lo que necesitamos: reformas pactadas que garanticen los hechos diferenciales sin romper ni la igualdad básica de la ciudadanía ni la soberanía de todos para decidir nuestro futuro común. No necesitamos más liquidacionistas en nuestra historia que propongan romper la convivencia y las reglas de juego con planteamientos falsamente democráticos.

Si la reforma de la ley electoral catalana no ha podido aprobarse porque no se da la mayoría cualificada prevista en el Estatuto, ¿cómo se puede plantear en serio la liquidación del mismo Estatuto y de la Constitución en que se legitima, si se obtiene un diputado más en esa lista única de rechazo? ¿Cómo el presidente de la Generalitat va en el cuarto puesto, como si necesitara una guardia pretoriana para violentar la ley?

Es lo más parecido a la aventura alemana o italiana de los años treinta del siglo pasado. Pero nos cuesta expresarlo así por respeto a la tradición de convivencia de Cataluña. El señor Mas sabe que, desde el momento mismo que incumple su obligación como presidente de la Generalitat y como primer representante del Estado en Cataluña, está violando su promesa de cumplir y hacer cumplir LA LEY. Se coloca fuera de la legalidad, renuncia a representar a todos los catalanes y pierde la legitimidad democrática en el ejercicio de sus funciones.

No estoy de acuerdo con el inmovilismo del Gobierno de la nación, cerrado al diálogo y a la reforma, ni con los recursos innecesarios ante el Tribunal Constitucional. Pero esta convicción, que estrecha el margen de maniobra de los que desearíamos avanzar por la vía del entendimiento, no me puede llevar a una posición de equidistancia entre los que se atienen a la ley y los que tratan de romperla.

No creo que España se vaya a romper, porque sé que eso no va a ocurrir, sea cual sea el resultado electoral. Creo que el desgarro en la convivencia que provoca esta aventura afectará a nuestro futuro y al de nuestros hijos y trato de contribuir a evitarlo. Sé que en el enfrentamiento perderemos todos. En el entendimiento podemos seguir avanzando y resolviendo nuestros problemas.

jueves, 27 de agosto de 2015

Trump´s growing fascism

 
 
 
The Fix
 

Jorge Ramos: ‘Clearly, Mr. Trump’s problem is with Latinos’



Donald Trump vs. Jorge Ramos on immigration
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Bodyguards escorted Univison's Jorge Ramos out of Republican presidential candidate Donald Trump's news conference Aug. 25. After guards let the reporter back in, he went back and forth with Trump about his immigration plan. (MSNBC/Asya Akça, Radio Iowa)

 
Jorge Ramos is the long-time co-anchor of "Noticiero Univision," the nightly newscast airing on Univision, the United States' top-rated Spanish-language network. He also hosts Univision’s Sunday morning political show, "Al Punto." Over on Fusion TV -- the English-language partnership between Univision and ABC aimed at multilingual millennials -- Ramos hosts a Tuesday night current-events-driven show called "America with Jorge Ramos." And, as if all that is not enough, Ramos also writes a weekly column distributed by the New York Times syndicate to at least 40 English and Spanish-language papers in the United States and Latin America.

But for many, their first sight of Ramos came Tuesday evening during an Iowa news conference organized by Republican front-runner Donald Trump's campaign. And, well, you probably know the rest of this story by now.

Trump has had plenty to say about that news conference. He told NBC that Ramos was "totally out of line" and "ranting and raving." We checked in with Ramos to get his take. What follows is our conversation, edited only for clarity and length.

FIX: I understand that there's a bit of a backstory connected to what happened in Iowa on Tuesday. Will you explain?
RAMOS: Sure. Fusion -- well Fusion and Univision -- have set a goal of talking with everyone who is running for president. So far, we've talked with 10 candidates -- well, 11 if you count that exchange with Trump last night -- just before or after they declared their candidacy. We've talked with Senator Ted Cruz [R-Tex.], Senator Marco Rubio [R- Fla.], former secretary of state Hillary Clinton; former governors Lincoln Chafee [R.I], Martin O'Malley [Md.] and George Pataki [N.Y.]; as well as Senator Bernie Sanders [I-Vt.], Senator Lindsey Graham [R- S.C.] and Senator Rand Paul [R- Ky.].

FIX: So you have asked Trump for a sit-down, too?
RAMOS: Sure. I and my team reached out to him all the ordinary ways. We put in I-don't-know-how-many requests. That didn't work. Then we were told not to try again by someone in the campaign. That person said very clearly he wasn't going to talk to us. So I tried sending him a hand-written personal note, and he published that on the Internet with my personal cellphone number.

FIX: How did that lead to that showdown in Iowa?
RAMOS: Well, as a journalist, my job is to go where I have to go to ask the questions I need to ask. To me, those questions are how is he going to deport 11 million people? How is he going to build a 1,900-mile [border] wall? And how is he going to deny citizenship to children born here in the United States? How is he going to change the Constitution or gain the authority to deny citizenship to children of undocumented immigrants? But since he didn't want to talk to us, we started talking and planning to go to him.

FIX: Why that press conference? 
RAMOS: Well, Iowa is, obviously, incredibly important. We realized that it was about time to go and try to talk to him [Trump] after he announced his immigration plan. There was, as you know, a lot of controversy around those ideas. But he hasn't been giving much in the way of specifics on how he wants to achieve those goals. It's way too important. We just couldn't wait anymore. It's way too important for Latinos and for the United States. If he wants to get in the business of deporting babies and children and their parents, that would change the fabric of the United States. The vast majority of undocumented immigrants are Latinos. If you deport them, all of them and their children, it would change the nature and dynamics of this country.

FIX: Some people would say, fine. Undocumented immigrants have changed the dynamics of this country. We don't like it, so send them all away. What would you say to those people?
RAMOS: Well, first I would say that this is a nation of immigrants, so what people are talking about is changing something much more fundamental about this country than they may think. I would argue that to deport 11 million people and their children, you will damage this country, and that that many people simply cannot be removed from any place without tremendous costs -- financial and social. Tremendous. I would also say to Trump and to his supporters that this is not only a damaging idea but that this is a set of ideas that will not allow Trump and his party to win. Univision just released a poll, about two weeks ago, showing that 75 percent -- 75 percent of Latinos have a negative opinion of Trump. [We checked. The Univision poll found 71 percent have an unfavorable opinion of Trump and 79 percent find his comments about Mexicans offensive.] Gallup has just released a poll saying that Trump is the most unpopular of all the candidates on either party with Latinos.

FIX: Let's go back to that situation in Iowa. Why did you stand up and start asking questions when Trump was calling on another reporter and not you?
RAMOS: Well, that's not what happened. What happened is that the press conference started. Two reporters asked questions, and Trump talked. Now, I have been to thousands of press conferences, and sometimes you are called and sometimes it doesn't happen. You have to get the person's attention. I have followed many of Mr. Trump's press conferences, and that's the dynamic, always. You have to be assertive. So after two reporters asked their questions, I said I have a question on immigration and I stood. I started asking my questions, and in the middle of that Mr. Trump tried to stop me. He tried calling on someone else. He told me to sit down. He told me to "go back to Univision." I told him that as a U.S. citizen and as a reporter, I have a right to ask a question. After a lot of back and forth, he signaled to his security team to throw me out.

FIX: So you went back in and eventually asked Trump a number of questions. In fact, I've seen some people characterize what followed as a debate between Ramos and Trump. 
RAMOS: Well, I have to tell you: I have been a journalist for a long, long time -- more than 30 years -- and this is the first time in my life I have ever been ejected for asking a question. I have actually never seen that happen -- not in the United States, not in a democracy. I have seen that in dictatorships and authoritarian regimes. And, I think that is the thing. He [Trump] is putting a strain on freedom of press in the country. He does not want to be asked questions. He does not want to be questioned. Once I was allowed to come back in, I asked him the three questions we discussed and the lack of support he has among Latinos generally. He didn't want to answer them then, either. And he didn't.

FIX: Did he agree to sit down and talk?
RAMOS: I haven’t heard anything from his campaign. However, before he closed his press conference yesterday, he said we will talk. Let's see if that is the case. He didn't answer my questions. He didn't give us any specifics on how he wants to change this country, dramatically.

FIX: Do you consider yourself an advocate for the undocumented?
RAMOS: I am just a reporter that asks questions. If you want to be a good reporter -- a really good reporter -- many times you have to take a stand. The best examples of journalism that we know -- Cronkite, Amanpour, Murrow -- happen when journalists take a stand. And there are some things that you cover -- areas where you have to take a stand. And when it comes to racism, discrimination, corruption, public life, dictatorship and human rights, certainly human rights, you have to take a stand. You cannot pretend that the other point of view has no potential effects, that it is not wrong or damaging. And in the case of Donald Trump, there are many instances in which human rights could be violated if his plans go forward. So, I am going to do my job. That's what I did yesterday when I came there, confronted him to ask him questions. I think he doesn't like to be questioned, as was the case with the Fox News moderators and Megyn Kelly. He doesn't like to be challenged. and he doesn't like uncomfortable questions where a specific answer is required.

FIX: Do you feel that Trump ejected you because you are Latino or because he does not respect Latinos?
RAMOS: He clearly does not understand Latinos or their importance in this country. He wants to dispatch with millions of them. There is nothing clearer than that. He doesn't want them here. Look, he’s talking about Mexicans and Latinos and national security while, by the way, Canada shares a border with the United States that is more than 5,000 miles long. It's one of the longest in the world. Clearly, Mr. Trump's problem is with Latinos.

FIX: Are you saying Trump is racist or xenophobic?
RAMOS: I don't like to put labels on anyone. I’m a reporter. I'd rather observe and describe and question.

FIX: Can we expect to see you at another Trump press conference? 
RAMOS: You can expect for me to keep on asking questions in many different ways. I will try to get an interview and try to get answers. I am going to keep doing my job any and every way that I can.

http://www.washingtonpost.com/news/the-fix/wp/2015/08/27/jorge-ramos-clearly-mr-trumps-problem-is-with-latinos/

miércoles, 26 de agosto de 2015

The Russian permanent Problem




Why the U.S. Feels It Must Contain Russia

August 23, 2015.-



The strategy Washington used against the Soviet Union during the Cold War is still useful as the United States works to keep Russia from becoming a regional hegemon.

Analysis


At the outset of the Cold War, in 1946, U.S. diplomat George F. Kennan sent what became popularly known as the "long telegram" from the embassy in Moscow outlining a policy of containment in dealing with the Soviet Union. The policy was made public in 1947 in an anonymous article in Foreign Affairs. It would go on to serve as the principal U.S. strategy for dealing with the Soviet Union until the eventual Soviet collapse in 1991. At its heart, the policy of containment was about blocking and countering the Soviet Union and its communist allies "whenever and wherever they posed a risk of gaining influence."

Many things have changed since Kennan outlined his containment policy nearly 70 years ago. The Soviet Union is no more, the global competition between the capitalist and communist superpowers is over and Russia no longer adheres to communist ideology. Then again, some things have not changed. The United States and Russia are once again in a tense diplomatic standoff over the European borderlands and beyond. Both countries are once again leading rival military blocs that are becoming increasingly active in security exercises and weapons buildups. The question, "Are we in a new Cold War?" has been asked repeatedly.

The containment policy never really ended. Washington gave it a rest during the 1990s and early 2000s, when Russia was too weak to necessitate active and overt containment. But the geopolitical imperative behind the policy — preventing the rise of regional hegemons with the potential to challenge the United States — never disappeared, as the continued expansion of NATO and the European Union illustrated. Now, with Russia having re-emerged as a regional power over the past decade, Washington appears to be brushing off the dust that accumulated on the long telegram. A close examination of the current crisis in Ukraine and the ripple effects it has had throughout Russia's periphery reveals that crucial aspects of Kennan's containment policy are still very much alive.

Containment Strategy in Europe

Ukraine is the obvious place to start when looking at the United States' current containment strategy for Russia. The euromaidan revolution of February 2014, in which then-Ukrainian President Viktor Yanukovich was overthrown and replaced with a pro-West government, originated from concerns that Russia was becoming too powerful in Ukraine. These concerns emerged not only among some segments of the Ukrainian public but also among Western powers, including the United States.
In November 2013, Yanukovich's last-minute decision to suspend free-trade talks with the European Union and move closer with Russia sparked demonstrations in Kiev that, three months later, led to a violent uprising against Yanukovich's government. Although the euromaidan protests involved a great deal of grassroots participation, U.S. backing and influence were a notable force in shaping the demonstrations. U.S. officials, including Assistant Secretary of State Victoria Nuland, visited the demonstrations and supported the protest leaders, and U.S. nongovernmental organizations actively supported the demonstrations, just as they did during the Orange Revolution nearly a decade earlier.

Russia made no secret of its frustration with the United States and Europe over euromaidan, calling the uprising a Western-backed and illegitimate coup. Russia responded by annexing Crimea and supporting a separatist rebellion in eastern Ukraine, saying that the rebellion was no different from the protests in Kiev. These actions spurred the United States to more aggressively contain Russia, starting with the passage of sanctions against the country. As Moscow made clear that it would not back down in either Crimea or eastern Ukraine, the United States approved more sanctions against Russia while increasing economic support for the Ukrainian government and military assistance for Ukraine's security forces. Therefore, what started as the United States containing Russia politically in Ukraine by supporting the overthrow of a pro-Russia government in favor of a pro-West one has expanded to entail economic and security components of containment.

Of course, in keeping with the principles of containment (acting "whenever and wherever" the target could gain influence), the United States has applied the strategy outside of Ukraine as well. In Central and Eastern Europe, the United States has spearheaded NATO efforts to increase troop levels and the frequency of military exercises in Poland, Romania and the Baltic states to deter Russia from considering any further military action in the European borderlands. Moreover, the Pentagon has increased its "semi-permanent" rotation of forces in the Baltic states of Estonia, Latvia and Lithuania. These states are particularly concerned about Russian aggression given their small size, close proximity to Russia and large ethnic Russian populations.

The United States has had a more subtle containment strategy in Ukraine's two neighboring states of Moldova and Belarus. In Moldova, Washington has supported the government's Western integration efforts. Chisinau, like Kiev, has attempted to increase political and economic ties with the European Union. However, Moldova's political system is deeply divided between pro-West and pro-Russia parties, and this split has made Chisinau more difficult to work with than Kiev. Nevertheless, the United States has increased cooperation with Moldova via joint military exercises and has boosted political backing for the fragile EU-oriented government in a bid to keep Russia from holding a dominant position in the country.
Belarus is even more challenging for the U.S. containment strategy, given that Minsk is closely aligned with Moscow economically and militarily as a member of the Russian-led Eurasian Economic Union and Collective Security Treaty Organization. But the United States has been taking part in a low-level economic courtship of Belarus. At the same time, it has been supporting pro-West opposition groups in the country to pressure longtime President Aleksandr Lukashenko. Lukashenko's fear of suffering the same fate as Yanukovich is clear, and Minsk has taken on a key mediating role in negotiations over the Ukraine crisis. Lukashenko wants to show that his government can be a useful bridge between Russia and the West rather than a blindly loyal ally of Moscow.

The Strategy at Work Throughout Russia's Periphery

The U.S. containment strategy is not limited to Russia's western flank in Europe; it extends to the south and the east in the Caucasus and Central Asia as well. Georgia is a key component of the strategy and has been even more aggressive than Ukraine and Moldova in pursuing integration with the West. Georgia has made EU and NATO accession its foreign policy priorities, and though membership in these blocs is a distant prospect for Tbilisi, Georgia has moved forward with an EU association agreement, and a NATO training center will open in Georgia before the end of August. The United States has worked to increase its support for Georgia since the Russo-Georgian War of 2008, which — after a quick Russian military victory and a muted response from NATO — was in many ways the defining moment of Russia's resurgence.

Azerbaijan is another focal point of the U.S. containment strategy, largely because of the country's sizable energy resources and strategic location in the Southern Corridor energy route. U.S. energy companies were key in launching the Baku-Tbilisi-Ceyhan and Baku-Tbilisi-Erzurum pipeline projects to send Azerbaijani oil and natural gas westward, and Europe is once again courting Azerbaijan as an alternative energy supplier for projects like the Trans-Caspian pipeline. Making inroads into Armenia, which hosts a Russian military base and recently joined the Eurasian Economic Union, has been challenging for the United States. However, Washington has pushed for advancements in long-standing negotiations between Armenia and Azerbaijan over the breakaway territory of Nagorno-Karabakh. Azerbaijan has become increasingly assertive in challenging the way Armenia and Russia are managing the conflict, and Washington has become more diplomatically involved in the negotiation process.

In Central Asia, the U.S. containment strategy is more difficult, because there are no overtly pro-West countries in the region and several Central Asian states host a Russian military presence. However, the United States frequently holds joint counternarcotics and counterterrorism training and exercises in countries such as Kyrgyzstan and Tajikistan, giving it a useful security presence in the region. The United States has also been lobbying for the traditionally isolationist Turkmenistan to participate in the Trans-Caspian natural gas project, which could significantly help Europe diversify away from Russian energy supplies. Kazakhstan and Uzbekistan have also been considered as potential participants in such energy projects.

The Future of the Containment Strategy

Although the U.S. containment strategy differs widely in each country and sub-region of the former Soviet Union, the underlying principle is the same: to limit Russia's political, economic and military influence throughout its periphery. The intensity of the containment policy also differs based on how powerful or assertive Russia is at the time, as the relative lull in the early post-Cold War period showed. Right now, the United States is very actively applying the containment strategy.
This is useful to consider in looking ahead at the standoff between Russia and the West over Ukraine and the rest of the former Soviet periphery. There are currently no signs of a de-escalation to the standoff. In fact, there have even been indications that Russia is considering intensifying the conflict in Ukraine or perhaps in other areas in the near future. In the event that Russia does risk an escalation, the United States can choose from a wide range of economic and military options in line with its containment strategy.

One would be an increase of support to the most sensitive theater of the Russia-West standoff: Ukraine. The United States has publicly floated the possibility of providing lethal weapons to the Ukrainian security forces but has so far held off. The threat alone has been a part of the containment policy and a major factor in dissuading Russia from an overt military incursion into Ukraine, but a Russian escalation could turn the threat into a reality.

Another option would be increasing the size and intensity of military exercises in areas such as the Baltic states or Georgia — both vulnerable points abutting the Russian heartland. Greater political and economic backing for Southern Corridor energy projects like the Trans-Caspian would also serve as a potential threat to Russia's economic and political position. The United States has already used sanctions to contain Russia's actions in its near abroad, and there is still room to inflict much more pain on an already weakened Russian economy
.
Of course, the United States is no longer preoccupied with stopping the spread of communism or containing Russia's power and political influence on a global scale. But the geopolitical imperative that gave birth to the U.S. containment policy — to limit Russia's ability to project power beyond its borders — is still relevant and will remain so long into the future. 

Dreaming of Russian Natural Gas







A New Pipeline Feeds Turkey's Greater Ambitions

August 25, 2015.-

(Stratfor)

TurkStream will play into Ankara's goal of becoming a key energy transit hub at the crossroads of Asia, Europe and the Middle East.

Forecast

  • Turkish demand for energy will keep rising as the country industrializes, leaving Turkey reliant on energy imports for the foreseeable future.
  • Turkey will leverage its substantial negotiating power in TurkStream talks with Gazprom to secure significant discounts on Russian natural gas.
  • Turkey will continue to pursue other pipeline projects as part of its longer-term strategy to position itself as a regional energy transit hub to gain influence with its neighbors.

Analysis

Europe and Russia continue to spar for political influence in Eurasia in the latest battle over Russia's TurkStream pipeline project, formerly known as Turkish Stream. But as the two major powers pursue loftier goals of power and containment, Turkey — a country with regional aspirations of its own — is quietly maneuvering to secure its position as a crucial energy transit hub at the crossroads of the Middle East, Europe and Asia.

A Growing Need for Energy

Turkey's position on Russia's TurkStream pipeline is far more straightforward than that of Europe or Russia. In short, Turkey lacks energy resources and has always relied on significant imports to meet the demands of its economy. As Turkey continues to industrialize and take its place as a regional power, its energy needs will only grow, and perhaps quite rapidly.
Russia maintains a comfortable hold on its position as Turkey's largest supplier of natural gas. In 2014, Russian natural gas accounted for 55 percent of Turkish natural gas consumption. Ankara is uneasy about Turkey's heavy reliance on Russian natural gas, particularly in light of the two countries' greater competition for influence in the Black Sea and the Caucasus. These concerns are only deepened by the fact that Turkey lies at the end of the supply chain routing Russian natural gas through Ukraine, putting it at risk of supply shortages in the event that Russia cuts off flows to Ukraine. But no alternative supplier currently exists to satisfy Turkey's domestic consumption.
Given its lack of options, Turkey will most likely choose to support the TurkStream project in the end. Still, it will probably hold out on finalizing any deal until it can pressure Gazprom, Russia's state-owned natural gas company, into granting Turkey heavy discounts on Russian natural gas in exchange for its backing.

Larger Goals Drive Ankara's Strategy

Beyond the immediate benefit of guaranteeing cheaper natural gas for Turkish consumers, the TurkStream pipeline will play into Turkey's longer-term aspirations of establishing itself as a key energy transit hub at the intersection of Europe, Asia and the Middle East. Turkey hopes to then use its newfound role to reshape its partnerships and reassert its influence in the wider region.
With this objective in mind, Ankara has long promoted the majority of energy transit projects that would pass through Turkey. Some of these projects include the Blue Stream II, which would have transported Russian natural gas to the Levant; the ill-fated Nabucco pipeline, which would have sent Azerbaijani natural gas to Central Europe; and most recently, the Trans-Anatolian Pipeline (TANAP) and Trans-Adriatic Pipeline, which will send Azeri natural gas to Europe. In each case, Turkey stood to benefit by collecting both transit fees and natural gas supplies from the pipelines running across its territory.
Interactive
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Interactive: Veins of Influence

The TurkStream pipeline would offer a similar opportunity at a time when Turkey is gaining a greater ability to take advantage of its strategic location. In previous years, a number of geopolitical constraints have undermined Turkey's value as a potential energy transit state. Western sanctions against Iran, for example, have tabled the option of sending Iranian natural gas to Europe, while the state of relations between Moscow and Brussels has largely determined the success or failure of several proposed routes. But the recent agreement between Iran and the West could pave the way for exporting Iranian natural gas to Europe by the mid-to-late 2020s, while Moscow and Brussels have begun to put their full political thrust behind the TurkStream and TANAP projects, respectively. With these developments, Turkey may now be in a better position to leverage its location to push for pipelines that traverse its borders.

With several alternative pipeline routes to Europe in play, Russia is seeing its own options narrow. The European Union is continuing to push forward with all of its Southern Gas Corridor projects, for which Turkmenistan has long been viewed as a potential source of natural gas. Although the controversial issue of piping natural gas across the Caspian Sea historically has been a deal-breaker for any Trans-Caspian route, Moscow has signaled that the Caspian countries may well sign a deal establishing maritime rights during the upcoming 2016 Caspian Summit. Meanwhile, the possibility of Iran emerging as a new European supplier in the wake of Russia's South Stream failure has left the Kremlin scrambling to find a viable transit alternative to Ukraine, and quickly. Turkey may be the only logical partner Russia has left.

None of this is to say Turkey will not be taking a risk by backing the TurkStream project. Turkey remains heavily dependent on Russian natural gas, although it has asserted that TurkStream will not increase its reliance on Russian supplies. Ankara has argued that it will merely be swapping Russian natural gas imported via Ukraine with imports sourced from TurkStream and that Russia's increased dependence on Turkey as a transit state will balance their energy relationship somewhat.

But the TurkStream project also will not prevent Turkey from seeking other alternatives, and it has not affected the construction of the TANAP project. Ultimately, the power in the TurkStream negotiations lies with Ankara, which will use its advantage to pursue its own regional ambitions. Meanwhile, Russia, lacking any other southern corridor options, will have little choice but to meet Turkey's demands.

El último (meritorio) intento de salvar una teoría marxista condenada por la historia






Etienne Balibar - Photo: Christine Delory


Leer a Balibar
 Viejos y nuevos debates sobre la emancipación


Hace medio siglo, Étienne Balibar publicaba "Para leer El Capital", escrito junto con Louis Althusser, un libro que dejaría huella. Desde entonces, su trayectoria está marcada por el diálogo crítico con el marxismo en un camino por los «diferentes Marx» en el que el intelectual francés terminaría por pensar en un comunismo sinónimo de una democratización radical de la sociedad. Desde ese lugar proclama la ciudadanía europea en términos de espacio utópico posnacional y defiende los derechos de los migrantes, ese nuevo proletariado de los márgenes. Lo que nunca se perdió fue la meta de la emancipación humana. 

Julio - Agosto 2015 

Nota: este artículo se basa en la laudatio del autor con motivo de la entrega del doctorado honoris causa a Balibar en la Universidad Nacional de San Martín (Unsam), el 21 de abril de 2015.


Pertenezco a una generación que leyó y discutió con avidez aquel libro disruptivo que se llamó Para leer El capital, que siguió con pasión los debates sobre la «crisis del marxismo» y sus derivas, y que creyó y que cree que problemas tales como los movimientos migratorios, las fronteras y los nacionalismos europeos guardan estrecha relación con los procesos que vivimos en nuestro continente; que cree que cuestiones aparentemente más lejanas, como la ciudadanía europea pensada en términos de espacio utópico posnacional, también nos interpelan a los latinoamericanos, pues como diría Marx: De te fabula narratur [la fábula habla sobre ti]. 

En estas líneas repasaremos –con las limitaciones del espacio disponible– medio siglo de producción filosófico-política, si consideramos que en estos momentos se están cumpliendo nada menos que 50 años desde la publicación del primer ensayo teórico de Étienne Balibar, aparecido en el año 1965, dentro del volumen Para leer El capital. Se trata de un itinerario filosófico-político que se forjó en la epistemología y derivó a la antropología filosófica, que se incubó durante dos décadas en el seno del comunismo francés (dentro de él pero, como veremos enseguida, también en disputa con él) y que en las últimas dos décadas se nutrió de un diálogo intenso con el pensamiento radical italiano (postoperaísta), sobre todo con una figura de una generación siguiente a la suya como Sandro Mezzadra (Bolonia, 1963), aunque también con figuras fundacionales del operaísmo como Toni Negri. Se trata de un itinerario que, en una etapa intermedia, conoció otro diálogo fecundo con una figura que tampoco provenía de la tradición althusseriana: el marxista estadounidense Immanuel Wallerstein (Nueva York, 1930), creador de la teoría del «sistema-mundo». ¿Cómo dar cuenta, pues, en pocas páginas, del despliegue, la riqueza, los matices, la deriva de un pensamiento que partió del proletariado como no sujeto (o como sujeto-portador, soporte de funciones) de la revolución y desembocó en el devenir sujeto del ciudadano (y el devenir ciudadano del sujeto); que partió del comunismo francés y llegó al movimiento global; que defendió con ahínco la dictadura del proletariado y hoy defiende con pasión la crítica más radical de la violencia; que partió de la interpelación de los individuos en tanto sujetos para llegar a la interpelación de los sujetos en tanto que individuos; que se propuso objetivar el materialismo histórico evacuando la noción de sujeto y que hoy postula la subjetivación como antónimo de sujeción y sinónimo de emancipación? Presentaré de modo necesariamente sumario las obras sucesivas de Balibar reponiendo en cada caso el contexto teórico-político para concluir sugiriendo, más allá de las transformaciones sufridas por un pensamiento a lo largo de medio siglo, algunas líneas de continuidad.

Hasta donde conozco, esta historia comienza en enero del año 1963, cuando Balibar (Avallon, 1942) no había aún cumplido los 21 años. Se había graduado en 1960 en la École Normale Superiéure, donde fue alumno de Althusser, y un año después, en 1961, rechazando la guerra de Argelia, había ingresado en el Partido Comunista Francés (pcf). Althusser era entonces el encargado de la agrégation de los estudiantes de filosofía de la École, y su trabajo, según el testimonio del propio Balibar, consistía en conversar con los alumnos, corregir los textos presentados por los normaliens y, entre 1961 y 1965, dictar seminarios abiertos a un público más amplio. «La serie comenzó en 1961-1962 con ‘El joven Marx’, y continuó en 1962-1963 con ‘Los orígenes del estructuralismo’, en 1963-1964 con ‘Lacan y el psicoanálisis’ y culminó en 1964-1965 con ‘Para leer El capital’, base de la obra colectiva del mismo título».

Según el propio Althusser: «No fui yo pues quien tomó la iniciativa de hablar de Marx en la École, sino que me vi empujado por la invitación de algunos normaliens». Esos normaliens eran «Pierre Macherey, Étienne Balibar y François Regnault, quienes, en enero de 1963, vinieron a mi despacho para que los ayudara a leer las obras de juventud de Marx (…) Aquella primera colaboración hizo nacer el Seminario de 1964-1965 [sobre El capital]. En junio de 1964 organizamos el Seminario. Balibar, Macherey, Regnault, Duroux, Miller, Rancière, etc., estaban allí».

En 1965 coincidieron el fin del Seminario y la publicación por la casa editorial Maspero de París de dos obras, aparecidas con escasos meses de diferencia: Pour Marx de Althusser (traducida como La revolución teórica de Marx) y Lire Le capital, cuya autoría compartió Althusser con sus jóvenes discípulos: Balibar, Jacques Rancière, Pierre Macherey y Roger Establet (las ediciones mexicanas y argentinas, traducidas con el título de Para leer El capital, solo reproducían los textos de Althusser y Balibar). Como sabemos, ambas obras adquirieron resonancia mundial, y muy especialmente en América Latina, donde fueron rápidamente traducidas por Siglo xxi y a pesar de su complejidad se vendieron por decenas de miles de ejemplares. Además, otra alumna de Althusser, la chilena Marta Harnecker, publicó en México en 1968 Los conceptos elementales del materialismo histórico, una versión popular de las tesis de Althusser y Balibar, del que se vendieron millones de libros. Según recordaba Althusser,

No era muy bueno, pero sin embargo constituyó –a falta de algo mejor– la única base teórica y política de formación para centenares de millares, si no para decenas de millones de militantes de la América Latina, porque era la única obra de su especie en el continente. Ahora bien, seguía al pie de la letra, aunque las comprendiese mal a menudo, las ideas que Balibar y yo habíamos propuesto en Para leer El capital.

Quizás la cifra que brinda Althusser sea exagerada, pero hay que considerar además que la chilena Gabriela Uribe adaptó a su vez el libro de Harnecker para componer 12 pequeños volúmenes que la editorial Quimantú editó en grandes cantidades y vendió a precios populares durante el gobierno socialista de Salvador Allende; y que esos mismos folletos fueron reeditados también por decenas de miles en la Argentina radicalizada de los años 1972, 1973 y 1974. ¡Althusser y Balibar para millones! Si se me permite un toque de humor, diría que es posible afirmar que en América Latina hay no solo una izquierda bolivariana, sino incluso una izquierda balibariana.

Publicadas en 1965, en la cresta de la ola del estructuralismo francés, "Pour Marx" y "Lire Le capital" estaban imbuidas de una extraordinaria voluntad de formalización y modelización de la teoría. Interrogaban por primera vez el estatuto epistemológico del marxismo (según sus propios términos: el materialismo dialéctico como filosofía marxista y el materialismo histórico como ciencia de la historia) y sometían los textos de Marx a una escrupulosa revisión categorial sobre la base de los desarrollos de la epistemología contemporánea, en referencia sobre todo a la obra de Gaston Bachelard (1884-1962) y de Georges Canguilhem (1904-1995), bajo cuya dirección Balibar había elaborado su tesis. Aparecían aquí por primera vez en el seno de la teoría marxista, y aplicadas a su propio campo, nociones provenientes (o derivadas) de la epistemología bachelardiana y del psicoanálisis lacaniano tales como «ruptura epistemológica», «sobredeterminación», «causalidad estructural» y «práctica teórica», a través de las cuales Althusser y su escuela se proponían «depurar» el marxismo de «formulaciones filosóficas heredadas», propias de su prehistoria ideológica y que no correspondían a la teoría (nociones propias del idealismo filosófico y del empirismo, las dos bêtes-noires del «partido del concepto», como los althusserianos se designaban a sí mismos con ironía). Al mismo tiempo, buscaban reponer en el marxismo su propia filosofía inconsciente, cuyas raíces fueron a buscar, más allá de Hegel, en el monismo determinista de Baruch Spinoza.

Balibar ha señalado que «Althusser nunca fue un teórico marxista de la sociedad, sino más bien un filósofo». En la división del trabajo intelectual que se estableció en la escuela althusseriana, dicho lugar, el de teórico marxista de la sociedad, le correspondió a Balibar. También intervenía como filósofo, al igual que Althusser, pero su territorio fue «la ciencia de la historia», esto es, el materialismo histórico. Su primera contribución, denominada justamente «Acerca de los conceptos fundamentales del materialismo histórico», se proponía una reconsideración crítica de una serie de «conceptos prácticos» que se encontraban en la obra de Marx, con vistas a su transformación en «conceptos teóricos». Este trabajo dio por resultado una distinción entre el concepto de «modo de producción» y el de «formación social» (Perry Anderson llegó a afirmar, en su polémica con E.P. Thompson, que Althusser y Balibar habían inventado esa distinción), una periodización no historicista sino estructural de los modos de producción, un intento de conceptualización de la metáfora de base y superestructura, y una teoría de la reproducción social como «eficacia de la estructura» del modo de producción. Conforme a los presupuestos de esta filosofía estructural, Balibar concluía su ensayo proponiendo una teoría de la transición que diera cuenta del pasaje de un modo de producción a otro no como meros procesos de «desestructuración» y «reestructuración», sino como un momento estructural en sí mismo. La lectura en clave estructuralista había llegado tan lejos que incluso la revolución debía ser aprehendida como estructura.

Los años siguientes al suceso de 1965 fueron para Balibar de consagración a la docencia: obtenida su licenciatura en Filosofía en la Sorbona, seguida de un diploma en estudios superiores dirigido por Canguilhem, enseñó durante dos años en la Universidad de Argel para retornar a París en 1967, donde dictó sus cursos de filosofía, entre otras instituciones, en la Universidad de París i y luego en la Universidad de París x-Nanterre. Pero lo que nos interesa sobre todo aquí es que durante los años posteriores a la publicación de Lire Le capital, Balibar publicó una serie de ensayos donde proponía (a la manera de otros exponentes de la escuela althusseriana, comenzando por el propio Althusser) una serie de correcciones y rectificaciones de sus formulaciones iniciales del materialismo histórico. Una primera recopilación de esos trabajos apareció en 1974 bajo el título Cinq études du matérialisme historique [Cinco estudios de materialismo histórico], que otro alumno de Althusser, Gabriel Albiac, tradujo dos años después para editorial Laia de Barcelona. En «La rectificación del Manifiesto comunista», Balibar enfatizaba el rol que la experiencia de la Comuna de 1871 había jugado en la reformulación de la teoría marxiana del Estado. Balibar tomaba distancia allí de la tesis del «fin de la política» en el comunismo, enfatizaba la crítica marxiana de la economía política ante las formulaciones de una «economía marxista» así como la necesidad de una historia materialista del propio marxismo frente a una historia idealista, esa no historia del marxismo y del movimiento obrero que presuponía lo verdadero como dado en el origen. Asimismo, reafirmaba desde su «Advertencia» misma la vigencia de la lectura leninista del marxismo, postulando al líder soviético como «el marxista dialéctico que jamás analizó las formas de la explotación y la historia del capitalismo de otro modo que no fuera el del punto de vista de la dictadura del proletariado y sus condiciones de actualidad».

¿Cómo comprender esta curiosa combinación de ortodoxia y heterodoxia, arcaísmo político y voluntad de renovación teórica, esta exigencia de rigor metodológico y de innovación conceptual con estas muestras de reafirmación leninista que hoy aparecen tan dogmáticas a nuestros ojos? Creo que estos ensayos no pueden ser leídos de otro modo que como parte de una batalla teórico-política que algunos miembros del «partido del concepto» (Balibar y Althusser, sobre todo) estaban librando desde hacía una década dentro del pcf. Como ha señalado Perry Anderson, «[l]a acentuada moderación del comunismo occidental en los años 60 alcanzó su expresión más desarrollada en el programa del partido en pro de una ‘democracia avanzada’ en Francia, mientras el pcf se distinguía por su alto grado de hostilidad hacia China y su adhesión a la postura rusa en el conflicto chino-soviético». La escuela althusseriana postulaba su antihumanismo teórico «en una época en que la doctrina oficial del partido francés alababa las virtudes del humanismo como vínculo común entre socios contractuales (comunistas, socialistas y católicos) en la edificación de una democracia avanzada, y el partido soviético proclamaba ‘todo para el hombre’ como lema de masas». Los roles entre teoría y política se habían invertido en el pcf: mientras en el pasado la dirección había impuesto su «ortodoxia» frente a la laxitud de la teoría de sus intelectuales, era ahora la teoría la que reclamaba rigor y ortodoxia frente a la laxitud de la dirección partidaria.

El althusserianismo era el resultado de esta posición que asumían los intelectuales comunistas: una compleja combinación de ortodoxia leninista y rigor conceptual. Desde luego, no todos los jóvenes de la escuela althusseriana se colocaron en esa posición: Jacques Rancière (Argel, 1940) se iba a apartar tras el Mayo francés denunciando al althusserianismo como una «filosofía del orden», mientras que Nicos Poulantzas (Atenas, 1936-París, 1979), el teórico del Estado y la política, se iba aproximando a las tesis del eurocomunismo. Pero Balibar acompañaba por entonces a Althusser en este juego de resistencia política y renovación teórica dentro del pcf, sin disimular, por otra parte, sus simpatías por el maoísmo.

Uno de los puntos más agudos de este desencuentro entre teoría y política lo constituyó el xxii Congreso partidario de 1976, ya en el marco de la marea ascendente del eurocomunismo, en el que se votó eliminar de los estatutos cualquier referencia a la dictadura del proletariado. Durante las deliberaciones, Balibar se opuso fervientemente a la línea del secretario general Georges Marchais y, concluido el congreso, publicó un volumen, Sur la dictature du prolétariat [Sobre la dictadura del proletariado]. Esta noción, que Marx utilizó escasamente y sobre todo en circulares internas y cartas privadas, era elevada aquí al rango de «concepto». Balibar sostenía entonces que si era cierto que dicho concepto formaba «cuerpo con la teoría marxista de la lucha de clases», no podía ser desligado de ella «sin que el conjunto se encuentre replanteado». Balibar asumía y desarrollaba aquí lo que Althusser había enunciado un año antes en una conferencia pronunciada ante la Unión de Estudiantes Comunistas: «la suerte de un concepto científico (…) no puede ser objeto de una decisión política».

Pero no solo la hegemonía creciente del eurocomunismo favorecía la desarticulación de la teoría marxista que la escuela althusseriana había puesto tanto empeño y tanto rigor en definir y actualizar. En paralelo, el propio Althusser iniciaba a lo largo de la década de 1970 una serie de rectificaciones y autocríticas, que desembocaron en la proclamación, en el Congreso de Venecia del año 1977, de la «crisis del marxismo». No podemos seguir aquí las vicisitudes de todo este proceso, salvo en lo que se refiere a nuestro objeto: el itinerario intelectual de Balibar, cuyo campo de trabajo se veía minado por la labor «destructiva» de su propio mentor. El propio Balibar dejó testimonio de esta situación en uno de sus Escritos por Althusser en términos elocuentes: «¿En qué momento tomé conciencia del hecho de que Althusser, como impulsado por una fuerza implacable, ‘destruía’, ‘deconstruía’ o ‘deshacía’ lo que había hecho?».
Althusser, como todos sabemos, murió dos veces. La segunda fue, si podemos decirlo así, su muerte física el 22 de octubre de 1990; la primera aconteció diez años antes, cuando desapareció de la escena pública a causa de sus sucesivas internaciones, tras el asesinato de Helène, su mujer, el 16 de noviembre de 1980. Cuando en 1988 Balibar fue invitado a participar del Coloquio The Althusserian Legacy [El legado de Althusser], organizado en la Universidad del Estado de Nueva York, señalaba que gracias a Althusser «el marxismo fue algo más que la repetición de formulaciones dogmáticas provenientes de Marx, de Engels, de Lenin, de Stalin o de Mao»: «el marxismo no fue simplemente una herencia del pasado, un momento en la historia de las ideas», sino «un desafío y un horizonte para el pensamiento en acción». Sin embargo, en 1988, «en su propio país –señalaba Balibar–, el nombre de este hombre y la significación de sus escritos son objeto hoy de una completa represión, son casi un tabú». Además, en el contexto del reflujo de la izquierda francesa y de la proclamación universal de la «crisis del marxismo» que el propio Althusser se había anticipado a anunciar, la prohibición pesaba entonces «sobre el marxismo en general».

En 1993, cuatro años después de la caída del Muro de Berlín y cuando el embate sobre el marxismo se había redoblado, Balibar daba a conocer La philosophie de Marx [La filosofía de Marx]. A primera vista, parecía (por su brevedad, sus cuadros explicativos, su cronología, su guía bibliográfica) un libro monográfico destinado a introducir a un lector no especializado. Acaso sea lo que el editor francés solicitó al autor: pero este, incluso ateniéndose a las formas de la monografía didáctica, excedió ampliamente el género. Balibar parece advertirlo sobre el final, cuando se justifica ante un lector imaginario que podía reclamarle: «usted no expuso verdaderamente la doctrina de Marx». De todos modos, si el libro funcionó muy bien como introducción al pensamiento de Marx –aventajando con creces a las viejas «introducciones» al «materialismo dialéctico» o el «materialismo histórico», de Georges Politzer a Marta Harnecker–, también podía leerse con provecho como una invitación provocativa (para marxistas y no marxistas) a seguir repensando a Marx a través de sus caminos abiertos y sus callejones sin salida, sus enunciados y sus silencios, sus construcciones y sus tensiones.
Balibar escogió cuatro ejes para abordar el pensamiento de Marx. El primero se centraba en la cuestión del estatus de su teoría: amante de la paradoja, sostenía que «la filosofía marxista no existía en Marx», sino que surgió a posteriori, con la institucionalización del marxismo. Aún más, arriesgaba que «no hay ni habrá filosofía marxista». Y, sin embargo, sostenía que «la importancia de Marx para la filosofía es más grande que nunca». Si el propio Marx quiso ir más allá de la filosofía, no pudo evitar entrelazar enunciados filosóficos con sus análisis histórico-sociales. Esta oscilación entre el más allá y el más acá de la filosofía no menguó su revolución teórica. Si bien Marx, como luego Freud, no postuló una nueva filosofía, puso en cuestión el lugar, los objetivos y la práctica de la filosofía. De ahí que a Balibar no le interese meramente el Marx de los «textos filosóficos» (si puede hablarse propiamente de tales), sino la filosofía (y la no filosofía) presente en la totalidad abierta de sus textos. El marxismo es, pues, señala un poco borgianamente Balibar, «una filosofía improbable».El segundo eje nos presenta a un Marx más allá del idealismo y el materialismo, buscando historizar la noción de «esencia humana», primero a través de una teoría de la primacía de la praxis (Tesis sobre Feuerbach), y luego por una formulación más compleja en la que la praxis («acción») deviene poiesis («producción»). En la lectura de Balibar, la actualidad de Marx no proviene de su condición de «filósofo de la representación», sino de la de «filósofo de la subjetividad», en el cual la transformación revolucionaria del mundo (exterior) coincide con la autotransformación subjetiva.

El tercer eje sigue el recorrido de Marx desde la crítica de las ilusiones de la conciencia (teoría de la alienación) hasta la problemática del fetichismo en tanto proceso de sujeción, esto es, de construcción de subjetividad. El último finalmente mostraba el itinerario que va desde la creación de un esquema de causalidad materialista de la historia, pasando por el descontento de Marx con ciertas consecuencias de su concepción del progreso, hasta los intentos finales por formular una dialéctica de la temporalidad inmanente al juego de las fuerzas de la historia. En un último capítulo, Balibar esbozaba cinco razones por las cuales Marx –finalmente liberado del «sistema»– se seguiría leyendo en el siglo xxi.

Algunos años después, Balibar visitó una Argentina que todavía ardía después de la crisis de diciembre de 2001. Entrevistado por tres jóvenes para la revista El Rodaballo, que comenzaron por preguntarle sobre el estatuto del marxismo en ese presente, hizo gala de un fuerte distanciamiento teórico-político:

El marxismo ha acabado y eso lo considero una gran fortuna, es una suerte (…). Hay que considerarlo como un fenómeno histórico, como un proceso que hay que estudiar, que tiene aspectos trágicos y grandiosos, que jugó un papel en el pensamiento. Fue una doctrina más o menos sistemática, derivada del programa de investigaciones y de los compromisos teóricos e históricos realizados por el propio Marx, que se creó alrededor de 1880, con sus herejías –como en todo sistema–, con sus contradicciones internas y siempre con una vinculación directa con un proceso de institucionalización que puede resumirse en la palabra partido. Duró un siglo, hasta el fin de los años 80 del siglo xx. El ciclo de vinculación entre la teoría y la práctica, a través de procesos intelectuales e institucionales, encontró entonces su fin. No voy a entrar en la vieja discusión de si es Marx quien declaró una vez que no era marxista. Lo cierto es que yo no soy marxista.

Sin embargo, la misma entrevista revelaba no solo su diálogo permanente con Marx, sino sus dificultades para instalarse por fuera del marxismo: «Soy antimarxista con los marxistas y marxista con los antimarxistas», confesaba entonces. Y explicitaba su postura con una alta dosis de autoironía: «uno no se puede ‘regenerar’ después de haber pasado 20 años en el Partido Comunista, de asociarse con Louis Althusser en la redacción de Para leer El capital, de haber escrito un libro como es Sobre la dictadura del proletariado que ha sido traducido en todo el mundo…». Balibar reinscribía ahora aquel afán de ortodoxia marxista-leninista de comienzos de los años 70 dentro de una tradición de marxismo heterodoxo en un linaje de teóricos marxistas que desafiaron a las direcciones partidarias, y que se remontaba a figuras como Georg Lukács y Antonio Gramsci:

Hubo grandes pensadores marxistas, sobre todo los que se opusieron, con muchas vicisitudes, a las versiones más establecidas, más oficiales, del marxismo. Georg Lukács tuvo una trayectoria compleja en este aspecto, Antonio Gramsci es obviamente uno de los nombres más importantes en la historia no solo del marxismo sino del pensamiento social crítico del siglo pasado –fue un dirigente marginalizado de su propio partido–. La mayoría de la gente de mi generación, que para decirlo de algún modo fue la última generación de marxistas activos, solo tuvo una conciencia parcial y en muchos aspectos retrospectiva de la gran tarea de los marxistas. Nuestra empresa consistía en ser capaces de desarrollar al interior del marxismo un análisis y un verdadero entendimiento de lo que era como proceso histórico, es decir, una autocrítica teórica del marxismo. Si hubiese sido posible habríamos transformado al marxismo en saber absoluto (…). Eso falleció en un proceso trágico ligado a las últimas tentativas de renovar los partidos comunistas a partir de los movimientos de oposición que surgían en su interior, de sobrepasar las catástrofes que eran los Estados oficialmente comunistas, la catástrofe de la incapacidad de los movimientos sociales marxistas de elegir entre violencia y reformismo. De modo que una vez sucedidos los acontecimientos empezamos a comprender que había obstáculos interiores al marxismo que hacían imposible llevar a cabo una autocrítica en el sentido que pensábamos (…). Pero fueron, a fin de cuentas, para muchos de nosotros los años 80 o 90 los que marcaron un replanteo del marxismo.

El ejercicio de esa disidencia habría favorecido, en Althusser y en Balibar, la constitución de una suerte de estructura intelectual inclinada a la paradoja, a la contradicción, a pensar en los márgenes del sistema:

Tengo una especie de estructura intelectual muy marcada. Althusser, y él lo expresó una y otra vez en modo un poco provocativo, era un marxista heterodoxo. Un marxista con un espíritu de contradicción permanente. Tenía la idea de Maquiavelo de que la única manera inteligente de pertenecer a un campo político es luchar contra las ideas dominantes en su propio terreno. Probablemente eso me ayudó. Soy consciente de la limitación que esta especie de escepticismo puede comportar, pero hay en él la enorme ventaja de facilitar un discurso renovador.

Balibar siguió trabajando en la década de 1990 sobre la problemática de la verdad y de la ideología, como lo muestran dos obras sucesivas: en primer lugar, Lieux et noms de la vérité [traducido como Nombres y lugares de la verdad] (1994), en la que propone exceder la oposición binaria entre estos dos términos, en un programa teórico en el que «una debe aclarar a la otra» y «solo bajo esta condición, la antítesis de estas dos nociones puede recuperar su fecundidad»; en segundo lugar, con La crainte des masses. Politique et philosophie avant et après Marx (1997) [El temor a las masas. Filosofía y política antes y después de Marx], una reconstrucción genealógica del concepto de ideología. Sin abandonar las estaciones intelectuales que habían jalonado su pensamiento (digamos, Spinoza –a quien consagra un libro en 1985–, Marx, Althusser, Canguilhem), estas obras evidenciaban una notable ampliación del horizonte teórico de Balibar.

Pero si cuando llegó a Argentina en 2002 se esforzaba en trazar un cierto cierre y un balance a los jóvenes althusserianos argentinos, era porque venía de publicar en Francia las obras que inauguraban, podríamos decir en su propia jerga, una nueva problemática. En efecto, Droit de cité: Culture et politique en démocratie [Derecho de ciudad. Cultura y política en democracia] (1998), Sans-papiers: l’archaïsme fatal [Sin papeles: el arcaísmo fatal] (1999) y Nous, citoyens d’Europe? Les frontières, l’État, le peuple (2001) [Nosotros, ¿ciudadanos de Europa? Las fronteras, el Estado, el pueblo], son obras escritas en favor de los migrantes clandestinos, a los que designa como «proletarios en sentido estricto», defendiendo el derecho de ciudadanía de los que deseen permanecer en Europa y sosteniendo que «la frontera es, como el ejército o la policía, una institución antidemocrática que paradójicamente delimita la soberanía del pueblo».

A raíz de estas nuevas obras, en los años siguientes va a producirse el acercamiento de Balibar al pensamiento radical italiano, el a primera vista imprevisto encuentro de un poscomunista con los posoperaístas. Según lo ha señalado Martín Bergel, Obras que, como Nosotros, ¿ciudadanos de Europa? (2003) o L’Europa, l’America, la guerra (2003) han sido bienvenidas por Toni Negri y, sobre todo, por Sandro Mezzadra. Negri destaca la propuesta de Balibar en torno a la posibilidad de una Europa que, a condición de no constituirse como una identidad cerrada sino como sitio de permanente intercambio y traducción cultural, funcione como terreno de mediación y diálogo entre Oriente y Occidente en tiempos de guerra global. Mezzadra, por su parte, en varios de sus textos celebra calurosamente el curso que ha tomado la obra de Balibar, que se sitúa muy próxima a sus propias reflexiones sobre el concepto de frontera en tanto realidad a la vez territorial y desterritorializada que actúa como nuevo confín de exclusión y violencia sobre la figura del inmigrante (en un proceso que ambos no dudan en catalogar como de «apartheid global»). No obstante lo cual, en la perspectiva de Mezzadra, coincidente también aquí con Balibar, la figura del migrante –una suerte de retorno de lo reprimido del pasado colonial europeo– se ofrece como punto arquimédico y actor privilegiado del proyecto de construcción de una Europa «que derive en una posible disociación de los conceptos de ciudadanía, Estado y nación»; horizonte que se hace visible a partir de «identificar en los procesos de hibridación cultural (…) la formación contradictoria de una nueva figura del universal, que aún espera ser interpretada y valorizada políticamente».

Europa aparece entonces como espacio utópico posnacional. Los temas que unen a pensadores de tradiciones tan diversas pasan por la cuestión geográfica, filosófica, social y política de una discusión de la noción de frontera (o la noción de confín): Europa como espacio posnacional debe construirse sobre la crítica permanente de las fronteras nacionales (y también étnicas) que la rigen, en la cual la cuestión de las migraciones es crucial.

 De allí se desprende una noción de ciudadanía europea que nunca cierra sobre sí, que se construye a partir de una crítica permanente a sus propios límites. Uno de esos límites es el nacionalismo, como lo muestra el ensayo «Homo nationalis», donde Balibar se detiene en las presiones que constituyen subjetivamente a los sujetos en términos nacionales (incluido en Nosotros, ¿ciudadanos de Europa?). La pregunta por cómo construir o reconstruir un pueblo europeo parece conducir a una cierta noción, reinventada, de populismo. Pero su recuperación de la dimensión popular asume la paradoja de un populismo no nacionalista, o posnacional, verdadera audacia teórica, dado que el populismo, incluso en su formulación por Ernesto Laclau, ha tenido siempre al Estado-nación por terreno natural de desarrollo. Tal como lo ha señalado Bergel, lo de Balibar es casi un modo de volver a pensar lo universal tras el embate poscolonial. Allí donde el poscolonialismo colocó un desafío al universalismo, a partir de la centralidad de la diferencia cultural como resguardo ante los «totalitarismos de la razón ilustrada» y sus prolongaciones eurocéntricas, Balibar sigue pensando en el terreno de la igualdad y la libertad universales, solo que bajo nuevas condiciones de vigilia de las derivas de poder y opresión contra las particularidades, por ejemplo, la particularidad inherente a la cuestión de las migraciones.

Me he referido a una nueva problemática porque estas cuestiones han pasado a ocupar el centro de la reflexión teórica de Balibar. Sin embargo, no son nuevas para él, pues en una fecha tan temprana como 1973 denunciaba la duplicidad del pcf en lo que hacía a las políticas de inmigración, como lo muestra su artículo de L’Humanité «Lenin, los comunistas y la inmigración» (incorporado luego a la edición de Cinco estudios). Llamaba entonces la atención del pcf sobre la necesidad de una política internacionalista, de una lucha política que sostuviera la unidad entre los trabajadores nativos y los migrantes. Pero como lo ha recordado Mezzadra, algunos años después, en 1981, un nuevo artículo (recogido más tarde en Las fronteras de la democracia) aún más incisivo reabría las heridas del silencio con que el partido había cubierto los asesinatos de obreros argelinos en octubre de 1961 por las fuerzas de Maurice Papon, aquel prefecto de policía de París de triste memoria. Es que justamente en los días de marzo de 1981, «los alcaldes comunistas de las barriadas obreras (…) denunciaban públicamente a los jóvenes marroquíes como traficantes, en el marco de la campaña del Partido contra la droga, o mandaban las topadoras, como había sucedido en Vitry, a allanar un centro de refugiados de los trabajadores de Mali abierto contra la opinión de la administración comunal». Esos alcaldes, escribía Balibar, se habían cuidado bien de erigir un monumento a las víctimas de octubre de 1961, y «sin embargo, sin el sacrificio de aquellos trabajadores argelinos trágicamente solos, sin el shock que esa masacre produjo en la opinión pública, la clase obrera francesa y sus organizaciones no se habrían puesto en movimiento». Este artículo iba a costarle a Balibar la expulsión del partido, después de 20 años de militancia (1961-1981).

No obstante, ni su salida obligada del pcf ni la «crisis del marxismo» significaron para Balibar el final de su compromiso con la idea comunista. En el Congreso Marx Internacional, celebrado en París en 1998 y organizado por la revista Actuel Marx, Balibar sostuvo que la «crisis del marxismo» no era sinónimo de fin del comunismo, pues el comunismo marxiano no era sino uno de los tantos comunismos históricos, y solo uno de los comunismos posibles. Retomaba allí una distinción introducida en Las fronteras de la democracia entre el comunismo de los fraticelli, o del franciscanismo radical, fundado en la conjunción de fraternidad y pobreza; el comunismo proletario, que es el que teoriza Marx; y un comunismo, nos dice Balibar,

que se puede llamar burgués, sin ningún matiz peyorativo, en el sentido en que burgués es el ciudadano libre de las ciudades modernas: comunismo de la comunidad de los ciudadanos, o de la igualdad de condiciones como presupuesto y como fin de la libertad cívica y de la vida pública, comunismo humanista cuya idea se desarrolla desde todas las luchas del popolo minuto de las ciudades italianas hasta Godwin, Babeuf y Blanqui, pasando por el movimiento de los Diggers y los Levellers en la Revolución Inglesa, y cuya inspiración profundamente política es todavía reconocible en el rousseaunismo radical de ciertos textos del joven Marx teorizando la «revolución en permanencia» contra el Estado representativo.

Entonces, la ruptura epistemológica había llevado a Balibar en los años 60 al Marx científico y antihumanista de la madurez, al Marx del comunismo proletario, mientras que, paradójicamente, el derrumbe de los socialismos reales de los años 90 lo impulsó hacia atrás, al comunismo de la comunidad de los ciudadanos, al comunismo humanista y plebeyo de la igualdad de condiciones. El diálogo con Marx proseguía, pero ya no era el Marx científico de El capital el que resumía y superaba, coupure mediante, todas las tradiciones socialistas y comunistas anteriores, sino que era un Marx historizado, resituado dentro del frondoso árbol de dichas tradiciones. Balibar continuaría su obra y su batalla en las nuevas condiciones históricas: si la articulación entre marxismo y movimiento obrero se había roto, consagraría sus energías a otro comunismo, al comunismo de la comunidad de los ciudadanos, y trataría de forjar las categorías que le permitirían pensar al epítome del proletariado contemporáneo, esto es: el migrante, el precarizado, el trabajador «ilegal».

Esta apuesta y esta lucha en favor de la comunidad de los ciudadanos no era, pues, una renuncia, en la medida en que el propio Balibar nos recuerda el esfuerzo de Marx por superar la disimetría constitutiva del concepto de comunismo, «donde la idea de superación de la antítesis entre individualidad y comunidad se encuentra de alguna manera ya negada en beneficio de lo ‘social’, lo ‘común’». El pensamiento de Marx excedía el romanticismo antiindividualista de su tiempo de manera de no quedarse en la reafirmación de la comunidad, del elemento de ser-en-común o de transindividualidad que ninguna división del trabajo, que ningún «proceso de abstracción» de la individualidad podrá abolir completamente: más allá de la crítica del individualismo abstracto, se trata siempre de desembocar en una reconstrucción de la individualidad, en un desarrollo infinito de su singularidad, que el mismo ser-en-común haría necesario. Pensador de los límites, que no teme la paradoja, Balibar nos invita a reflexionar «en el límite en que el comunismo es también un individualismo». Y forja entonces el neologismo de «igualibertad»: ya que no puede haber igualdad sin libertad ni libertad sin igualdad, postula una refundación de las condiciones políticas de la democracia.

En fin, me hubiera gustado abordar con detenimiento la atracción que sobre Balibar ejerce la paradoja, su voluntad dialéctica de deconstruir las preguntas que le dirigen en lugar de contestarlas, su atrevimiento de poner en cuestión, cada vez que es invitado a participar de un congreso o un simposio, los términos con los que fue convocado. Hubiera querido referirme al uso de las itálicas en los textos de Balibar, a su prosa argumentativa y persuasiva, que a menudo le habla en forma directa al lector, en la segunda persona del singular, como si no estuviera escribiendo sino conversando, como si prosiguiera con nosotros un diálogo iniciado a fines de la década de 1950 en la rue d’Ulm. Pero como señalé en un inicio, es imposible dar cuenta en este breve espacio de la riqueza, de los matices, de las inflexiones de este itinerario.

Concluiré con el juicio de Mezzadra que abre el ensayo ya citado: Balibar es «uno de los intelectuales de la izquierda europea más coherentes y rigurosos, que ha sido capaz de mantenerse a prudente distancia de los lucrativos ‘arrepentimientos’ y revisionismos, que se ha medido con las lecciones del 89 y con el nuevo horizonte de problemas teóricos y políticos abierto en los últimos años». Hemos repasado casi sumariamente una veintena de obras, marcadas por valores tan caros al trabajo intelectual como el rigor conceptual, la coherencia y el compromiso con la emancipación.