jueves, 25 de junio de 2009

EN VÍSPERAS DEL BICENTENARIO

"Pero el descubrimiento de América no sólo es esencial para nosotros hoy en día porque es un encuentro extremo, y ejemplar: al lado de ese valor paradigmático tiene otro más, de causalidad directa. Cierto es que la histoira del globo está hecha de conquistas y de derrotas, de colonizaciones y de descubrimientos de los otros; pero… el descubrimiento de América es lo que anuncia y funda nuestra identidad presente; aún si toda fecha que permite separar dos épocas es arbitraria, no hay ninguna que convenga más para marcar el comienzo de la era moderna que el año de 1492, en que Colón atraviesa el océano Atlántico. Todos somos descendientes directos de Colón, con él comienza nuestra genealogía -en la medida en que la palabra "comienzo" tiene sentido-.". Todorov, Tzvetan: "La conquista de América. La cuestión del otro". Ed. Siglo XXI, México, 1987.

En el correr de este año, y hasta el 2011, los países latinoamericanos, con la excepción del Brasil, Haití y algunos territorios caribeños, se aprestan a festejar los doscientos años de la emancipación de España y el inicio de su independencia política. Mirada retrospectivamente, y en un mundo en el que todavía sobreviven regímenes teocráticos conviviendo con dictaduras despóticas de todo tipo, la gesta emancipadora latinoamericana adquiere más valor que nunca.

El movimiento político y social por el que se produce la independencia de los países latinoamericanos es, simultáneamente, temprano, en términos históricos, y políticamente moderno. Temprano porque, en 1810, existían muy pocos países en el mundo que hubiesen optado por organizarse en regímenes republicanos, democráticos y liberales como fueron todas las primeras Constituciones latinoamericanas. En Europa, Inglaterra ostentaba un sistema liberal, pero poco democrático y no republicano de gobierno mientras que Francia, aunque había sido un poderoso motor del tránsito hacia la modernidad política, después del descarrilamiento de su revolución, ya había caído en ese formato político extraño que fue el Imperio de Napoléon. Y, en América, los Estados Unidos eran la única república moderna. Pero, más allá de estos tres países que estaban o transitaban rápidamente hacia la modernidad política, (y del caso de Haiti que se emancipa en 1804 en el mismo impulso de la Revolución Francesa)-, no siempre se destaca con suficiente énfasis que los países latinoamericanos formarán parte de la primera generación de Repúblicas políticamente modernas del mundo.

Nadie ignora que aquellas Constituciones fundadoras mucho tenían de voluntaristas y que las primeras décadas de los nuevos países en formación en América Latina, hubieron de ver marchas y contramarchas, tentaciones monárquicas, intentos imperiales, desbordes caudillistas y, sobretodo, un largo ciclo de cruentas guerras civiles que recién hacia las últimas décadas del siglo se apaciguarían lentamente. Pero también era un “estado de cosas” de la época; la democracia norteamericana sería una democracia esclavista hasta 1865 y la segregación de los afroamericanos durará hasta el siglo XX. La Francia revolucionaria volverá a la Restauración monárquica y prácticamente recién después de 1870 sus instituciones políticas modernas se afirmarán definitivamente. En Inglaterra, todo el siglo XIX será una monarquía modelo de liberalismo aristocratizante cuyas últimas derivaciones todavía están a la vista. O sea que, en el terreno de los hechos históricos, también los primeros países organizados de manera políticamente moderna, tuvieron sus limitaciones

Por lo tanto el hecho sigue allí: los países latinoamericanos optaron, institucionalmente, por la modernidad política, antes que la mayor parte de los países del mundo.

Este recordatorio de la presencia de los países latinoamericanos en la primera ola de afirmación de las instituciones políticas modernas y la importancia de esa opción tan temprana por estas las instituciones, viene a cuento porque, como consecuencia del Bicentenario, ya comienza a desatarse una polémica que amenaza con parecerse a la que acompañó la celebración de los 500 años del Descubrimiento de América.

Como el Presidente Evo Morales tuvo, por una vez, el tino de invitar a España al primer acto que se realizará en América en conmemoración del Bicentenario, el 16 de julio próximo en La Paz, el Presidente Chávez no tuvo mejor idea que despacharse, el sábado pasado, contra España y contra Europa. Según él; “…Europa no ha pedido perdón…” y “…la conmemoración del bicentenario sólo incumbe a los países americanos…”. Evidentemente Chávez -(y con toda seguridad no le faltará compañía)-, va camino a reavivar “la leyenda negra” de España en América, esta vez a propósito del Bicentenario.

Lo que le va a resultar difícil de negar al presidente Chávez es que: “…el grito de rebeldía y de rebelión de nuestros pueblos…”, según sus propias palabras,sólo hubo de tener lugar, y de enunciarse como se enunció, gracias a las ideas del liberalismo inglés, de la democracia norteamericana, del republicanismo y de la reivindicación de universalidad de los Derechos Humanos de la Revolución francesa y, muy específicamente, a la influencia de la Ilustración liberal española que, aunque después fuese históricamente derrotada en España, supo sembrar en América la semilla de la modernidad política en los criollos latinoamericanos. ¿O cual era el ideario bolivariano? ¿Provenía de la “política” de los caribes? ¿Cuáles eran las ideas políticas de Hidalgo y de Morelos? ¿Serían aztecas o mayas por ventura? ¿O´Higgins sería, por alguna extraña contorsión histórica, un heredero cultural de los mapuches? ¿El Gral Santander tuvo influencias ideológicas de los usos políticos de los chibchas y la gesta de San Martín hubo de ser marcada por los pampas, tehuelches o guaraníes?

La cuestión que plantea el exabrupto del Presidente Chávez es ni más ni menos que el resultado de la terca negación de una evidencia que es la que se dedica a demostrar el libro de Todorov mencionado en el acápite. No solamente América Latina forma parte del mundo occidental sino que, más radicalmente aún, la modernidad occidental misma sólo tiene sentido porque América irrumpe en el hermético, errado y teológico “Orbis Terrarum” imaginado por la Europa pre-moderna. Según Todorov, escritor nacido en Bulgaria y ciudadano francés por adopción -(lo que no lo hace a priori un autor particularmente "americanista")-, es precisamente porque aparece América como un imprevisible Otro lo que obligará a Europa a revisarse radicalmente a sí misma engendrándose así, en esa revisión, la modernidad occidental y, particularmente, la modernidad política del Occidente.

Esto nada tiene que ver con aplaudir las duras realidades de la Conquista y la Colonización pero, menos aún, tiene que ver con la reivindicación mitológica de una América precolombina en la que, para algunos eternos distraídos, reinaba un beatífico estado de naturaleza que hubiese sido perturbado por la irrupción europea. Conquista y Colonización fueron procesos políticamente terribles pero no más terribles que la aterradora y sangrienta opresión centenaria del Imperio Azteca o Maya sobre los pueblos de Mesoamérica, o la de los Incas sobre los pueblos andinos.

Lo que los países latinoamericanos nos aprestamos a festejar, es algo mucho más importante que nuestras independencias. Lo que festejamos es que, de la integración de la historia americana con la historia europea iniciada en 1492, nació, luego de un largo y doloroso proceso, ese muy particular tránsito hacia formas políticas que hicieron de la libertad del individuo, del respeto del estado de derecho y de la democracia, la argamaza con la cual se construyó el Occidente. Precisamente por ello será que nuestros países, como anotamos al inicio, formarán parte de la primera generación de países institucionalmente concebidos en la política moderna. Y precisamente por ello es que España, y toda Europa, y los EE.UU., deben ser asociados a la celebración del Bicentenario.

Ningún personaje histórico encarna mejor este singular proceso histórico de fusión histórico-cultural que es establece entre Europa y América, que Don Benito Juárez, indígena zapoteca, nacido en Oaxaca, primer presidente indígena de toda América, fundador emérito del pensamiento liberal mexicano que, al frente de tropas criollas e indígenas, enfrentó la intentona imperial del ejército francés de Napoleón III y de la casa de Austria y dedicó gran parte de su vida a la defensa de la independencia de su recién nacido México moderno.

Pero Chávez nunca podrá entender nada de ésto. Porque el mismísimo día que arremetía contra España y contra Europa, a propósito de la celebración del Bicentenario que está por iniciar Bolivia, clamaba ante el mundo su defensa de las “elecciones” de Mahmoud Ahmadinejad, el ahora dictador de la principal teocracia del mundo contemporáneo mientras que, exactamente al mismo tiempo, su canciller se reunía “…para estrechar relaciones…” con Aleksandr Lukashenko, el jefe del gobierno de Bielorrusia, uno de los 3 o 4 últimos bastiones del más cerril de los estalinismos.

jueves, 18 de junio de 2009

¿CANDIDATOS A NUEVAS POTENCIAS?

 
El martes 16 de junio se reunieron en la ciudad rusa de Ekaterimburgo los líderes de Brasil, Rusia, India y China. Esta "cumbre" no ha tenido hasta ahora mucha resonancia en la prensa mundial pero, no por ello, ha pasado desapercibida.

Consideradas como las cuatro economías más poderosas de los países emergentes, este grupo fue bautizado como "BRIC" allá por el año 2001 por un analista financiero norteamericano con algún talento para pergeñar siglas pero, en realidad, el grupo comenzó a adquirir cierto sentido recién hacia 2004-2005.

Aunque ya se han realizado varias reuniones informales entre los líderes de estos cuatro países, lo cierto es que el martes, probablemente gracias a un fuerte liderazgo del anfitrión, realizaron su "presentación oficial en sociedad".

Las razones por las cuales muchos analistas consideran la concreción de este grupo de países emergentes como un hito de importancia son, por lo general, de corte meramente cuantitativo. Nos dicen que los países del BRIC constituyen, según el Banco Mundial, el 27% del PBI mundial (siendo Rusia la economía No. 11, Brasil la No 10, China la No. 5 y la India la No. 12, en el ranking del FMI), que su población supera el 40 % de la población mundial, que disponen en este momento de aproximadamente el 40% de las reservas monetaria, que ocupan el 25 % del territorio mundial, etc., etc.

En suma, nadie puede negar que se trata de países que son altamente significativos en el mundo contemporáneo y que, muy probablemente, seguirán adquiriendo importancia creciente en el futuro inmediato (toda vez que varios de ellos están atravesando la crisis en bastante mejores condiciones que otras potencias) y también en el mediano plazo surgirán como referentes internacionales de peso.

Resulta importante señalar que la emergencia de este grupo puede ser revelador de un fenómeno que todos percibimos con bastante claridad: la globalización, (al contrario de lo que sostienen sus eternos detractores en los países subdesarrollados) ha sido una estupenda oportunidad de crecimiento para muchos de los países emergentes. Es más: en varias oportunidades se ha considerado si países como Sudáfrica, México o Pakistán no podrían formar parte del mismo grupo. Si no ha sido así, es por razones políticas específicas que, en cada caso, se considera que los inhabilitan por el momento.

En otros términos, para muchos, el BRIC aparece como un nuevo "player global" potencial y, en algún sentido eso es así si planteamos la cuestión a la inversa: el "espacio" político internacional ocupado por los EE.UU., la UE y el Japón se ha reducido, relativamente, y ello de manera independiente de esta crisis económica por la que estamos atravesando, por lo que otros países o grupos de países tienden a ocupar ese nuevo "margen" que aparece como vacante.

Pero ¿es precisamente esta configuración "BRIC", de los nuevos "players globales", la fórmula mas idónea para ocupar esos nuevos espacios y desafiar a los 3 centros de poder establecidos?

Cuando uno revisa la temática tratada en la reunión por Medvédev, Hu Jintao, Manmohan Singh y Lula da Silva, lo que llama la atención es que se trató, esencialmente de una plataforma reivindicatoria, si no es que de una lista de quejas. El dólar y el euro ya no serían suficientes como monedas de reserva, el peso de sus países en los organismos multilaterales no es equitativo, hay que recordar las responsabilidades de los países desarrollados en el terreno energético y en la cuestión ambiental, se requiere reformar las Naciones Unidas, etc. En otros términos: más allá de que algunas de estas cuestiones puedan resultar pertinentes, la reunión no parece haber generado una sola propuesta concreta -(si no es la de volver a reunirse en Brasil en el 2010)- y se centró en el archi-conocido "lamento" contra EE.UU. y el "establishment" internacional existente.

Desde esa perspectiva, la reunión de Ekaterimburgo dejó una impresión más bien pobre. El Presidente Medvédev declaró: "Nuestra cumbre inicial ha justificado las expectativas" y, luego, que "La cumbre del BRIC debe crear condiciones para la formación más justa de un medio favorable que permita resolver tareas actuales de envergadura mundial" lo que en principio, si uno logra identificar algún sentido coherente a estas declaraciones, parece ser una declaración de satisfacción y, simultáneamente, la proclamación de la necesidad de afirmación de un principio de justicia en el ámbito de la política internacional.

Nadie puede discrepar con el principio de la justicia pero, lo que primero salta a la vista es que este nuevo paladín de la justicia tiene un doble problema de credibilidad.

El primer problema es que, como grupo, constituye un nucleamiento demasiado disímil -(desde lo cultural hasta lo militar)- como para liderar, o siquiera prohijar, un funcionamiento más justo del mundo internacional. Es más, con la excepción del Brasil, los otros tres actores tienen entre sí un pasado relativamente reciente de fuertes enfrentamientos, incluso militares. Sus lazos comerciales son escasos y los que se han desarrollado son más bien recientes. Desde el punto de vista cultural: ¿que tienen que ver Rusia que, desde Catalina la Grande hasta la fecha, está por decidir si es occidental o asiática, con la China, "El Imperio del Medio" del Oriente? ¿Que tienen que ver la milenaria India colonizada por Gran Bretaña y liberada por Gandhi, con el imberbe Brasil luso-afro-americano cuya historia independiente no llega a 200 años?

Pero, en segundo problema de credibilidad reenvía todavía a problemas más álgidos y concretos. ¿Es la Rusia de Putin la que clama por la justicia y el multilateralismo equilibrado y ponderado? ¿Cómo ven este nuevo papel las decenas de países actualmente sometidos a la presión constante de un país compulsivamente expansionista? ¿Esa China de Hu Jintao no es la misma que sostiene el gobierno de Sudán responsable, en altísima medida, de la tragedia de Darfur? ¿Es "otra" China la que ha sometido al Tibet? ¿No es la India la potencia que mantiene subyugada a Cachemira? Y este Presidente Lula que declara, con tono "izquierdista" que "…la sociedad moderna debe revisar un sistema que…condena a millones de personas a la pobreza y a la desesperación", ¿no pertenece al país más expansionista de América del Sur que hace y deshace, dentro de Mercosur, cerrando y abriendo fronteras, sacando y poniendo aranceles a su antojo? Seguramente que ya revisó los precios que paga por la energía que le vende obligadamente el Paraguay de la represa binacional de Itaipú, como clama el Presidente Lugo. También pide Lula que los países desarrollados cubran: "…los costes de la adaptación tecnológica necesaria para que…los países en desarrollo se beneficien del progreso científico sin hacer daño al medio ambiente." ¿No es el mismo Presidente que no ha detenido el proceso de desforestación de la Amazonia? ¿O la culpa de ello es del "imperialismo" y es este último el que debe pagar la factura?

Vamos, …que tampoco nos tomen por tontos!¿ China, Rusia, India y el Brasil en el papel de defensores de la justicia y de redentores del mundo internacional?

Bienvenido el BRIC como un potencial actor de importancia en la escena internacional si es que, en sus políticas, se va a mostrar efectivamente más coherente y apegado a los principios de derecho que las actuales superpotencias. !Pero hay de nosotros si estos cuatro recién llegados se suman, efectivamente, a las superpotencias existentes y a sus prácticas! En la mayoría de los casos, su "record" de conducta internacional es bastante más dudoso que el de las conocidas grandes potencias actuales. Y más vale lidiar con tres potencias que, con esas mismas tres, más estas "nuevas cuatro", que, además, llegan con sus apetitos intactos.

jueves, 4 de junio de 2009

OBAMA ANTE EL ISLAM


El presidente Barack Obama partió de Washington, el martes 2, en una gira relámpago por Arabia Saudita y El Cairo en la que, más allá de una breve estadía en Europa, espera establecer algunas bases firmes para el mejoramiento de las relaciones entre los EE.UU y los países musulmanes.

Conviene recordar que ésta no es la primera vez que Obama toma contacto con esa vasta entidad que es el mundo islámico: ya estuvo una vez, luego del G- 20, en Turquía y en Irak. Pero, en realidad, ese primer contacto no es un antecedente válido. Turquía es un aliado de los EE.UU en el seno de la OTAN y la visita de Irak fue, sobre todo, la visita a un país ocupado por el ejército del país del visitante.

El espíritu de esta gira es claramente otro: ahora Obama dice que pretende dirigirse “al Islam” para llevar a cabo un acercamiento de posiciones respectivas que se han endurecido más allá de lo recomendable. La gira tiene, esencialmente, dos etapas.

La primera, en Arabia Saudita, debería estar desarrollándose sin demasiados contratiempos. Allí la agenda es relativamente clara: Obama presionará para obtener más flexibilidad de parte de los "players" árabes en el conflicto arabe-israelí; se hablará muy probablemente de Irán y, con toda seguridad, del precio del barril de petróleo. Al menos en el primer punto, todo hace pensar que la respuesta saudí será: los árabes ya hemos mostrado mucha flexibilidad, no hay espacio político para más concesiones -(como lo demostraría el crecimiento de grupos como Hamas y Hizbollah)- por lo que la pelota está en la cancha de Israel.

En realidad es el día jueves cuando se pone en juego la pieza central de esta operación de política internacional: el discurso que Barack Obama pronunciará en la Universidad de El Cairo en el que pretende dirigirse “al Islam". O, para ser más precisos: "He will discuss how the United States and Muslim communities around the world can bridge some of the differences that have divided them" fueron las palabras textuales utilizadas por Robert Gibbs, el Secretario de Prensa de la Casa Blanca, para esbozar las grandes líneas de lo habrá de ser el tan esperado discurso.

En nuestra opinión es precisamente alli donde reside el primero de los dos grandes desafíos de su iniciativa: en concreto ¿a quien se va a dirigir Obama? ¿Quién ostenta la representación del "Islam"? ¿Arabia Saudita, Hamas, el ex régimen baasista de Bagdad, Indonesia o Bangladesh?

Es precisamente en esta indefinición del interlocutor -(por general que sea, todo discurso va dirigido a un interlocutor, implícito o explicito)-, esta imprecisión sobre el destinatario del mensaje, donde radica uno de los principales riesgos de la operación que intentará Obama en el día de mañana. Esta indefinición del interlocutor no puede no haber sido advertida por la Casa Blanca. Así que todo indica que es un riesgo calculado que toma Obama: los costos que puede tener el hecho de que cualquier régimen, país, o autoridad religiosa musulmanes se sientan aludidos, deben de estar compensados por alguna ventaja o beneficio. Sabemos, además, que Obama y su equipo son capaces de manejar los medios de comunicación con eficacia.
En el terreno de las hipótesis -(ya que el discurso recién se conocerá mañana)-, una imaginable es que Obama está apostando a una suerte de "bonapartismo" de nivel internacional. En otros términos, dirigirse, vía medios de comunicación, lo más directamente posible, a cientos y cientos de millones de musulmanes sin tomar en cuenta a las autoridades políticas que los representan y que, con bastante claridad, no han ayudado mucho en esta cuestión de las tensiones generadas, particularmente, por el gobierno Bush, de un lado y el terrorismo islámico del otro.

De ser cierta esta hipótesis, Obama está apostando a que el hombre y la mujer común de El Cairo, Teherán, Bagdad, Ankara o Islamabad, adviertan que él es alguien que, de buena fé, viene a presentarse como muy diferente a Bush y que representa un país "no- agresivo" para ese ciudadano común y que, además, hasta por su nombre, es un poco como ellos.

Por ingenuo que esto pueda parecer, en las últimas 48 horas se sucedieron dos eventos que parecen ser consistentes con esta hipótesis. Al-Qaeda, que no se caracteriza por su locuacidad y que cultiva el silencio y el secretismo como armas políticas, salió por dos veces a la palestra. Primero se pronunció Ayman Al-Zawahiri, "el número dos" de Al-Qaeda, desde un sitio de internet en Egipto y, luego, a través de la cadena Al-Jazira de Qatar, se difundió una grabación de audio del propio Osama Bin Laden. Para el laconismo de estos terroristas, parecen ser demasiadas palabras, y todas ellas destinadas a mandar un solo mensaje: "no le crean, Obama es igual a Bush". Todo parece indicar que alguna cuerda sensible hizo vibrar el Presidente Obama al esgrimir su difuso y aparentemente ingenuo discurso dirigido a "las comunidades musulmanas del mundo". En los hechos, el terrorismo islámico se alimenta del sencillo malestar popular contra los EE.UU. Si Obama logra mejorar la imagen de su país, la cantera donde Al Qaeda y sus adláteres se alimentan, comenzará a secarse.

Pero queda un segundo desafío que conviene señalar antes de que veamos cómo se desempeña Obama en este delicado trance. Cuando salió de Washington, entre sus muchas declaraciones, destaca la siguiente: "La democracia, el estado de derecho, la libertad de expresión, la libertad religiosa no son solamente principios occidentales que pueden ser extendidos a esos países (musulmanes), yo pienso que son, más bien, principios universales de los cuales ellos pueden agarrarse y pueden afirmarlos como parte integrante de su identidad nacional".

Esta declaración plantea, en su formulación misma una serie de problemas que no son fáciles de sortear. Si algo caracteriza a muchos de los países islámicos involucrados en un permanente enfrentamiento con los EE.UU. y con otros países de Occidente, es precisamente que nunca lograron procesar históricamente lo que la frase pretende expresar.

En su gran mayoría, los países “problemáticos” del mundo musulmán -(y algunos no problemáticos también)- son países que fracasaron, total o parcialmente, en su proceso de secularización. Mientras que la identidad nacional que invoca Obama esté constituida de manera más religiosa que política, mientras tengamos confundidas en una sola persona o institución, el poder religioso y el poder político -(y este segundo, severamente ontrolado por el primero)- el llamado contenido en esa frase de Obama es ininteligible.

Es precisamente porque la secularización de la política y de la sociedad ha fracasado más o menos generalizadamente en el mundo islámico, que la posibilidad de pensar la identidad nacional en base a conceptos universales, como lo hace Occidente, es una empresa imposible. Que se nos disculpe la afirmación siguiente: imaginar que algunos regímenes musulmanes -(Afganistán, Irán)- acepten el dispositivo político democrático liberal aludido en la frase de Obama, es como querer convencer a los Templarios y a su jefe, Balduino I, transformado en rey de Jerusalén, el 18 de Julio de 1100, que debía pensar liberal y democráticamente y poner a discusión el control del Santo Sepulcro obtenido, unos años antes, por su hermano Godofredo de Bouillon.

Más allá de lo que algunos pretendieron caracterizar, caricaturalmente y no sin cierta superficialidad, como un “choque de civilizaciones”, no es eso lo que está en juego. Aunque así lo plantéen los terroristas islámicos, la cuestión no es entre Occidente y el Islam. La verdadera cuestión es cómo organizar una sociedad internacional donde convivan estrechamente, por obra y gracia de la globalización, sociedades seculares y sociedades no secularizadas.

Y esa cuestión, no se arregla en una gira.