domingo, 29 de septiembre de 2013

“A manhã” del Blog ”Cuadernito”




“A manhã”
Tavira, Portugal.

A manhã
#Tavira, #Portugal 
                                                                        Photo Rodrigo Bonilla Hastings

jueves, 26 de septiembre de 2013

CONTINÚA EL ESCANDALO DEL “MENSALAO”






                                           Juez Joaquim Barboza


“BRASIL: ESCÁNDALO SOBRE EL ESCÁNDALO”


El Supremo Tribunal Federal (STF) del Brasil acaba de decidir, en el día de ayer, que al menos 12 de los más de 25 políticos corruptos condenados en el juicio más escandaloso de la historia política brasileña (llamado “El Mensalão”) podían pasar un proceso de “revisión” de algunas de las penas a las que ese mismo órgano supremo de la Magistratura los había condenado en el mencionado juicio.

Con esta decisión, incluso los personajes claves y responsables principales del esquema de corrupción que construyó el presidente durante su primer gobierno (el condenado José Dirceu, ex Ministro Jefe de la Casa Civil de la Presidencia, el también condenado Delúbio Soares, ex Tesorero del PT o el Presidente de la Cámara João Paulo Cunha, también integrante del PT) darán un primer paso hacia la impunidad. Por lo pronto los delitos por los que han sido condenados se están tornando “excarcelables” a medida que el STF  modifica (y seguramente continuará modificando) los criterios jurídicos aplicados en el juicio que culminó el año pasado.  Aunque todavía es algo temprano para entender la compleja trama urdida para cortocircuitar la sentencia del STF (puesto que la decisión tiene apenas una semana de tomada) todo hace pensar que el principio de la “cosa juzgada” es algo que la justicia brasileña no toma en consideración.

Para comprender este terrible desenlace, que acaba con todas las esperanzas de aquellos ciudadanos brasileños que creyeron, durante un corto tiempo, que la justicia de su país había conseguido una insólita independencia frente a la omnipotencia de los políticos, es necesario reconstruir al menos las grandes líneas de un intricado y barroco camino especialmente construido para sortear una de las pocas decisiones de la Justicia que se ha enfrentado a la clase política brasileña.

El escándalo comenzó a ser expuesto al público por la prensa ya en el año 2005 y, luego de miles de interrogatorios, investigaciones, confrontaciones de testigos, etc., con un legajo que supera los 40.00o folios, el Supremo Tribunal Federal, condenó a más de 30 personas a distintas penas, muchas de las cuales eran largas penas de prisión.

Además que de que el Mensalão constituía una novedad y una esperanza, porque sometía, finalmente, a algún político corrupto a la Justicia (en un país donde siempre se dijo que sólo van presos los integrantes de “las 3 p” - (pobres, prostitutas y “pretos”)-, el proceso era importante porque, en gran medida, el STF que procedió a condenar a los integrantes de este esquema de corrupción, había sido en parte designado durante el gobierno del Presidente Lula e incluso Dilma Rousseff. Ello generó la impresión en el público, y en la ciudadanía, que, efectivamente, el Poder Judicial del Brasil comenzaba a comportarse como el Poder Judicial de un país desarrollado, donde reinaba la Ley y el Estado de Derecho, y no como una oficina jurisdiccional dependiente del Poder Ejecutivo de una republiqueta. Especialmente importante en la generación de esa sensación de cambio y transformación del perfil del Poder Judicial, fue la actitud, particularmente digna y destacable, del entonces Presidente del Tribunal, y relator del juicio, el Juez Joaquim Barboza.

Acabado el proceso y emitidas las sentencias, en cualquier país del mundo el paso siguiente hubiese sido que, si estaban agotadas todas las instancias que permitiesen interponer recursos, las sentencias fuesen ejecutoriadas de acuerdo a lo ordenado por el máximo órgano del Poder Judicial y que aquellos reos que hubiesen recibido penas de cárcel, fuesen a la cárcel, y aquellos que hubiesen recibido otro tipo de sanciones, cumpliesen con ellas. Hasta donde estamos informados, ninguno de los condenados en el “Mensalão” ha cumplido ningún tipo de pena hasta la fecha pero, si esto no es cierto, lo que sí es seguro es que, de ahora en adelante, no habrá pena significativa alguna para los supuestamente encauzados y que todas las actuaciones anteriores se están transformando vertiginosamente en una triste puesta en escena.

El mecanismo por el cual se echó por tierra todo el juicio resulta difícil de entender para quien no tenga alguna información, por mínima que sea, sobre el  incalificable funcionamiento del sistema político brasileño. El mecanismo utilizado fue la jubilación de dos integrantes del STF como herramienta para echar por tierra las sentencias ya emitidas.

En otros términos, fueron sustituidos dos de los magistrados que habían participado en la mencionada sentencia y dos nuevos jueces, Teori Zavaski y Roberto Barroso, tomaron el lugar de aquellos que se acogieron a la jubilación por haber llegado a la edad legal máxima de 75 años.

Esta vez Dilma y Lula no se equivocaron: nombraron dos jueces verdaderamente “confiables”. Como si el conjunto del proceso, y las sentencias que de éste se derivaron, no hubiesen sido decisiones legítimas del Órgano STF, los dos nuevos jueces recientemente integrados entendieron que las penas aplicadas por el organismo en el pasado a los encauzados eran demasiado pesadas y que ellos dos entendían, ahora, que, de haber sido integrantes del STF cuando este se expidió, su voto hubiese sido diferente al voto que, en su momento, pronunciaron los jueces actuantes.

Y han sido estos dos nuevos jueces recientemente designados los que han defendido con el mayor énfasis –(y, cabría agregar, sin el mayor escrúpulo)-que se les conceda a esos condenados el “beneficio” de una revisión del proceso. Para que el lector no se pierda: de lo que estamos hablando es de que dos nuevos integrantes del STF, que no lo integraban cuando éste oportunamente se pronunció, oponen “ex-post” lo que no puede ser más que su opinión personal puesto que no eran integrantes del órgano cuando éste se expidió.

Que tengan una opinión personal divergente de la de sus predecesores ello no constituye algo sorprendente ni irregular. Lo que escapa a nuestro entendimiento es que el STF  se avenga a reconsiderar las penas aplicadas (y probablemente, como veremos, el conjunto del juicio).

No somos juristas y no conocemos en profundidad el ordenamiento jurídico brasileño pero no se nos podrá convencer que la iniciativa de los nuevos jueces recientemente integrados pueda primar sobre la decisión previa tomada por el Supremo Tribunal Federal.

El tecnicismo jurídico utilizado por estos dos “nuevos” jueces, a quienes se han sumando prestamente tres más de los antiguos integrantes del STF, reivindican la vigencia de un artículo del antiguo reglamento del Supremo Tribunal Federal que establecía la validez de un mecanismo llamado “embargo infringente” por medio del cual se podía solicitar una revisión del juicio cuando los condenados cuentan con cuatro de los votos a favor y que los otros 7 integrantes del Tribunal votaron en contra o se abstuvieran.

Ante este planteo de los dos nuevos jueces recién nombrados, más los tres antiguos integrantes (se cuenta con un total de cinco miembros del Tribunal que están a favor de la revisión del “Mensalão”) se han elevado las voces de cinco  de los integrantes del STF que estuvieron en contra de la validez de “embargo infringente”, alegando que el mencionado reglamento está derogado y que fue sustituido por la nueva Constitución de 1988 que regula de nueva cuenta el conjunto de los procedimientos que rigen la jurisprudencia del Supremo Tribunal Federal. No sorprenderá a nadie que el juez Joaquim Barboza forme parte de aquellos que no sostienen la revisión del proceso. En otros términos, el STF estaba ante “un empate” y sólo faltaba emitirse un último voto.

El detalle que no queda claro es porque razón uno de los integrantes del Tribunal, el juez Celso de Mello, no había hecho explícito su voto hasta el día de ayer.  Es obvio que era el “voto del desempate” pero generalmente, al menos en las tradiciones jurídicas que conocemos, las votaciones de esta trascendencia se basan, al menos por principio,  en la igualdad de condiciones de los votantes, pero, evidentemente estos detalles no son de recibo en la cultura jurídica brasileña.

En todo caso, sea cual fuese la razón, el juez Celso de Mello, que la prensa llama “o decano da corte” se expresó, ¡oh sorpresa! a favor de la revisión del proceso. La votación queda, por lo tanto, 6 a 5 a favor de la revisión del juicio del “Mensalão”.  “Le “Mensalão” est mort, Vive le “Mensalão”.

A partir de este momento, y aunque el gobierno nunca lo reconocerá ante la opinión pública, todo el proceso comenzará de nuevo pero ahora para “limpiar” a los antiguos condenados del PT y sus partidos afines. Brillantes amaneceres se insinúan no sólo para esos 12 condenados a prisión más significativos políticamente.  En realidad todos los involucrados en el esquema de corrupción más grande de la historia del Brasil tienen, ahora, la posibilidad de rehabilitarse.

En el nuevo contexto creado, quizás, también para los demás, aquellos “peones” menos conocidos y con penas menores, podrán solicitar la reconsideración de sus condenas. No es necesario ser jurista para darse cuenta que sus abogados respectivos podrían también solicitar la revisión de sus penas. En ese caso, el juicio podría prolongarse largamente. Eso si, siempre que la izquierda siga en el poder, porque si no gana el PT, el  “decano da corte” va a llegar a la edad legal de jubilación y toda esta fantochada podría empezar de vuelta ante el ingreso de un nuevo juez que, seguramente, de haber sido integrante de STF, hubiese votado diferente que Celso de Mello.
 

domingo, 22 de septiembre de 2013

ARGENTINA: Las elecciones se aproximan.




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El pueblo también puede equivocarse

Por Pablo Mendelevich, LA NACION de Buenos Aires.
Septiembre 22, 2013


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En los años setenta era común escuchar que "el pueblo nunca se equivoca". Esa sentencia casi formaba parte de la liturgia peronista. Pero con el tiempo cayó en desuso, no tanto debido a que alguien revisó la historia para hacer la verificación y advirtió algunos baches. Más bien fue por el creciente reparto de los peronistas en opciones políticas diversas, antagónicas entre sí, según adhirieran, rechazaran (o abandonaran) el kirchnerismo gobernante. El peronismo siempre se asimiló, en términos excluyentes, con el concepto de pueblo. Al haber pueblo oficialista y pueblo opositor fue imperativo abandonar la tesis de la infalibilidad de las masas. En verdad casi desapareció del discurso político, también, la palabra pueblo. Le cedió el asiento a un sujeto de resonancia más lustrosa, aunque parecido nivel de ambigüedad: "la gente".

Véase que muchas veces la Presidenta prefiere hablar de gente, ya no de pueblo. Ahora que Canal 7 y Radio Nacional le dieron, por fin, la oportunidad de explicar sus ideas sin la prisa que le impone la cadena nacional ni la fatiga de tener que tipear cincuenta tuits seguidos, Cristina Kirchner pudo explayarse sobre su teoría de que a la gente la engañan. "No hace falta ser muy inteligente -dijo- para darse cuenta (de) que hay un mundo de construcción mediática que crea determinadas imágenes que la gente cree, pero no porque es tonta" sino por "los monopolios mediáticos", que son un fenómeno mundial.

El martes pasado, al inaugurar obras en la empresa SanCor, profundizó sus conclusiones. Explicó que a la gente le lavan la cabeza. Y no a cualquier gente, sino a "los sectores que más oportunidad de instrucción y educación han tenido". Esa ventaja "muchas veces no les permite tener una propia mirada sobre las cosas, entonces tienen la mirada que otros le meten todos los días, como el pájaro carpintero, acá adentro (la Presidenta se señaló la cabeza). Sería bueno que cada argentino pudiera mirar por sí mismo sin que nadie le lave la cabecita todos los días desde un aparato de caja boba". Mediante una elipsis que no vale la pena detallar se entendió que aludía a Cablevisión y al CEO del Grupo Clarín, Héctor Magnetto (en el mismo discurso se autoelogió por hacer una gran inversión en vagones y su única referencia al déficit ferroviario consistió en denostar a quienes incendian los trenes nuevos que el Gobierno les da).

Dado que en la Argentina nos hallamos en un entretiempo electoral de once semanas y que en las primarias el Gobierno obtuvo bastantes menos votos de los que esperaba, es difícil considerar la teoría presidencial del pájaro carpintero como si hubiera sido enunciada un día cualquiera en un seminario de la Universidad Erasmus de Rotterdam. Parece faltar poco para que la Presidenta diga que perdió las elecciones porque a "la gente" le lavaron la cabeza. Sin embargo, oración semejante difícilmente salga de la boca de Cristina Kirchner, porque ella nunca conjuga el verbo perder en primera persona.

Descubrir ahora, en temporada de derrotas, que hay malvados que le lavan la cabeza al pueblo resulta quizá tan sorprendente como aquella aseveración de que el pueblo nunca se equivoca, de cuando el peronismo arrasaba en las urnas tras 17 años de proscripción. Increíble, pero cierto: no sólo el pueblo puede equivocarse, también los gobernantes que el pueblo elige.

Link Original: http://www.lanacion.com.ar/1621852-el-pueblo-tambien-puede-equivocarse

DE QUÉ MANERA LA EDUCACIÓN PÚBLICA PUEDE ESTAR PEOR QUE EN NUESTRO PAÍS



Del Blog “EL MINUTARIO” de
Guillermo Sheridan
REVISTA ”LETRAS LIBRES”

Entre Gordillo y Gordiano

Septiembre 18, 2013.
México, D.F.






El encarcelamiento hace meses de la maestra Gordillo, lideresa del SNTE, ¿en qué medida se hizo para impedir que paralizara al país, como lo hacen hoy sus disidentes de la CNTE? El gobierno ya no podía controlar a una ciudadana particular, enfermizamente ambiciosa y revestida de un poder descomunal que privatizó un sindicato –con 1.4 millones de miembros cuyas familias le agregaban otros tres millones de votantes (y activistas) en promedio– y tenía injerencia en la distribución del presupuesto más gordo del país.

Alguna vez ya escribí sobre el dilema de que cuatro millones de votos pudiesen ser dictados por una sola persona. Avería la democracia, demuestra que no todos los votos valen igual y, por tanto, que no todos somos iguales ante la ley. Como a otros líderes sindicales sempiternos, el poder político la convertía en un sujeto con un enorme poder subastable, acomodaticio, chantajeante y canjeable. Pero Gordillo operaba sobre la más inexpugnable (y costosa) de las coartadas: la educación.

Y bueno, la enviaron a la cárcel, etcétera. Pero es evidente que si bien se acabó la jefa Gordillo, no se deshizo el nudo gordiano: sus adversarios de la CNTE no emplean su poder (hasta donde sé) para delirios versallescos, pero tampoco lo emplean en favor de la educación ni lo ejercen con desinterés político: el plan sucinto de la CNTE –ya lo ha dicho algún líder– es “desmantelar el neoliberalismo”, glorioso y desigual combate que se libra guillotinando a la educación de los estados más atrasados del país en el cadalso del Distrito Federal.

Recuerdo un artículo en la revista The Atlantic al que me condujo un escrito de Carlos Puig. Joel Klein, titular de la oficina de educación en Nueva York, narraba sus esfuerzos por mejorar al sistema educativo local y su eventual renuncia por las presiones de los políticos y del sindicato de maestros. 

“Los políticos suelen hacer lo que exigen los sindicatos. Y lo que exigen es obvio: que su militancia esté contenta para que reelijan a los líderes. Y luego quieren más militantes para que crezca su poder, su dinero, y su influencia”. Klein termina evocando al famoso Albert Shanker, viejo líder del sindicato de maestros de Estados Unidos (UFT), quien alguna vez declaró con fascinante sinceridad: “Cuando los niños en edad escolar empiecen a pagar cuotas al sindicato, yo empezaré a representarlos y a luchar por sus intereses.” 
  
Estamos en las mismas, pero peor. El sindicalismo de izquierda ha imitado, lamentablemente, lo peor del corporativismo a la mexicana. Si los líderes de la SNTE ordenan a sus fieles cantar las glorias del presidente, los de la CNTE ordenan a los suyos bloquear Los Pinos. La consigna en ambos casos es obedecer para cobrar. Entre los compañeros líderes de los sindicatos alineados con el PRI y aquellos alineados con el PRD o con el MORENA de López Obrador habrá diferentes “ideales”, pero los modi operandi son los mismos: cargos vitalicios, piramidaciones de poder que recompensan el incondicional vasallaje con prebendas, pero nunca la competitividad pedagógica con ascensos. Los niños no pagan cuotas ni administran presupuestos ni liberan al planeta del capitalismo. 

No dudo que haya buenos maestros, dedicados y desinteresados. Y es porque no lo dudo que, precisamente, deploro que padezcan la sumisión al SNTE (y sus intereses sindicales) o a la CNTE (que agrega a los sindicales su plan político). Hay algunos profesores empeñados en sembrar educación en la niñez, pero temo que sean más los empeñados en sembrar votos, cosechar cargos sindicales para beneficio propio y el de sus amos. Tampoco dudo que el territorio de la CNTE haya buenos maestros y sé bien que las condiciones en que deben desempeñarse son generalmente adversas, pero dudo que la ideología y el activismo logren mejorarlas.

Mientras eso continúe –griten los maestros en favor de Peña Nieto o convoquen al pajarito de Hugo Chávez– la educación básica seguirá siendo una pesadilla diaria en vez de una certidumbre de futuro. ¿Hay salida? Alejandro Magno, cuenta la leyenda frigia, no deshizo el nudo de Gordias: lo desbarató a espadazos. Supongo que hay ahí una moraleja, pero no quiero verla.

Link Original: http://www.letraslibres.com/blogs/el-minutario/entre-gordillo-y-gordiano
Artículo oportunamente publicado en el diario “El Universal” de México.

sábado, 14 de septiembre de 2013

BRAZILIAN FAR-WEST





LOSING THE WAR LAND
From
PHOTOGRAPHERS BLOG - Reuters

Mato Grosso do Sul, Brazil 
By Lunae Parracho
September, 2013



Three-year-old Sandriely has a look of suffering. She was born in the roadside camp along the same highway where her brother was run over by a truck. Her grandmother Damiana Cavanha, one of the few women chiefs among the Guarani Indians, has lost, beside her grandson, five other family members: one aunt died of poisoning from pesticides used on the neighboring sugar cane plantation, and her husband and three of their children were hit and killed by passing vehicles.


Damiana, Sandriely, and 23 other Guarani Kaiowa Indians are living in a makeshift camp along the shoulder of highway BR-463 in Mato Grosso do Sul since 2009. They settled here after their last failed attempt to take back their ancestral land, called Tekohá Apika’y. (Tekohá is loosely translated as ancestral land, and Apika’y, the name of that specific plot, means “those who wait.”) That was four years ago when they were expelled from their land by gunmen who shot one of them.


A federal prosecutor visited the camp back then, and wrote in a report, “Children, youths, adults and the elderly are subjected to degrading conditions against human dignity. The situation experienced by them is analogous to a refugee camp. They are like foreigners in their own country.”


Four years later, nothing has changed in Tekohá Apika’y. The Indians continue living squeezed between the road and a sugar cane field which is part of the land they claim. Divided into eight huts, they do not have access to drinking water and depend on meager donations of food.


Their children show obvious signs of malnutrition. They live with the constant danger of trucks rumbling closely by them loaded with Brazil’s rich agricultural commodities, some of which were harvested from plantations on the very land they are claiming as ancestral.


I made two trips here, one in early August when Amnesty International’s Secretary General Salil Shetty visited. While I was photographing I heard him say, “I feel like I’m in a place where human rights don’t exist. This is really shameful for Brazil.”


Two weeks after that visit, a fire ravaged the camp, and I quickly returned. Three of the eight shacks were destroyed, and the Indians escaped just on time while their few belongings and food reserves burned. When I arrived I found the community desolate.


“The fire came to kill us, but we survived. Gunmen want to kill us, but we’re not leaving ,” sighed Chief Damiana as soon as she recognized me. Her strength is amazing. Even after so many personal losses, she remains decided.
“The seed of my ancestors is in this earth and I will not give it back,” she said.

 

The cause of the fire remains unknown but Damiana told me how, the night after, gunmen invaded the shacks and threatened to kill the Indians if they didn’t abandon the site. The federal prosecutor opened an investigation into the threats and the possible connection with a major security company already accused of working as a private army for large landholders against other Indian communities.
I went in search of Sandriely, the girl born on the roadside, and found her crying, still frightened, amid the ashes. Her eyes, glistening with tears, contrasted with the gray destruction all around, and I couldn’t avoid thinking of my own daughter Ana, about the same age. Sandriely stuck two sooty fingers inside her mouth while crying. “She’s hungry,” her grandmother said.



BLOOD FOR LAND

“We’re taking back our land with our own blood,” said Getulio Potyvera, a Guarani Kaiowa chief who has received death threats. I met Getulio in his home in the nearby city of Dourados at the beginning of August, as part of my first trip. He invited me to into his ogapeysu’y, a thatch roofed house of prayer. As he told it, there is a price on his head. His relatives denounced to the public prosecutor’s office that they were confronted several times by men who were looking for Getulio, offering money for information on his whereabouts.


On the same trip I toured other Tekohás, including one near Caarapo where Indians are fighting to regain Tekohá Pindo Roky. Native women pay a daily tribute at the grave of Denilson Barbosa, shot dead at the young age of 15 by rancher Orlandino Carneiro, last February. Carneiro confessed to the shooting and was arrested, but is now free on a plea of self-defense, while Barbosa’s family is being kept under a government program to protect witnesses and victims of crimes.


The main victims in the land war are the Guarani, with a population of more than 50,000 divided among the Kaiowa, Ñandeva, and Ava sub-groups. Confined to small areas of land or camped on roadsides, these Indians suffer a long, bitter struggle to return to their traditional territories.


At another plot called Tekohá Ita’y I watched Guarani Kaiowa children making and using a toy gun out of scrap metal. Last April, farmer Arnaldo Alves Ferreira, who was a former policeman, invaded the camp. Armed with a revolver and machete, Alves Ferreira shot at a group of Indians, grazing one in the head. After running out of ammunition, he started wrestling with them and died in the fight. Six Indians were arrested for murder. Out on bail with a self-defense plea, they report suffering other shooting attacks and threats from the farmer’s family, which continues to live on the land legally designated as Indian land.


“Most of the time we don’t have enough to eat, said Amarilda Carvalinda, a Guarani woman who lives near where the attack occurred. She lives in an improvised home with cloth walls, while waiting for the day the land is returned to them. Her daughter, Marilei Mboypotyrendyi, 9, had a sad face as she sat in an old armchair outside the shack.

Everything in recent Guarani history seems to have conspired to make them an extinct tribe in Brazil today, but they persist. United around their struggle, they preserve their native language and their religion, which they practice daily in rituals and collective prayers.


One night I witnessed and became an unexpected participant in a healing ritual called Jerokyete. A group of Ava Guarani Indians tried to heal 30-year-old Rosalino Kunumi of her ills. Suddenly the chanters had me sit in a chair next to chief Kunumi. One of them asked me my name, put his hands over my eyes and blew smoke on my face while muttering in Guarani. An elderly woman put her hand on my head and chest, and blew smoke on me and my camera. It’s hard to explain the feeling of being part of that moment with them.


I was also invited to attend an Aty Guasu, or Grand Assembly of the Guarani people, on a night of baptism called Mita Kara’í. Through prayers, children are protected from evil and disease. Discussions unfold in the Guarani language, and visitors like myself understand little of what is being said. But among what I did understand were the repeated words, “nhande kuera, nhande luta”, or “our people, our struggle.”


During these collective prayers, apart from asking for protection for Ke’grusuguasu, their Great God, they also said that many of their elders are aging and dying, and they want to return to their land while still alive to take back their Tehohás occupied by farmers.


“We can no longer wait,” was the final word of the Aty Guasu assembly.

In the past year, Brazil has witnessed a more than twofold increase in violence against native peoples, according to a report by CIMI (Missionary Council for Indigenous Peoples), linked to the Catholic Church. Just in Mato Grosso do Sul, 317 Indians were murdered in the past 10 years. The report also reveals that there were more than 200 attempted murders against Indians in the state during the same period, and, according to the Health Ministry, 470 Indians committed suicide.

Survival International calls the Guarani suicide rate “epidemic”, quoting Guarani tribe members as blaming it on the loss of land and freedom, and nostalgia for their lost way of life.





Last October a group of 170 Guarani Kaiowas wrote an open letter that was interpreted by the media as a threat of collective suicide. In the letter they said they would die together before being evicted from the Tekohá that they were fighting to keep.


LUNAE PARRACHO

Born in the southern Brazilian state of Rio Grande do Sul in 1983, Lunaé Parracho began working as a photojournalist with the Diário de Cuiabá daily at age 17. Three years later, he moved to Salvador, where he worked for six years for local agencies, corporate clients and celebrity magazines, then for the daily A Tarde, reporting the explosion of violence that drove that city to become one of the most violent in the country. As a freelance photographer since 2011 and a regular Reuters contributor since 2012, Lunae has been focusing on Brazilian social issues and under-reported stories.

viernes, 13 de septiembre de 2013

Is Putin´s strenght real?

Putin Plays Up Russian Strength

September 13, 2013.







Russian President Vladimir Putin is playing to several audiences as he tries to exploit the crisis in Syria and convince the Russian periphery that his country is stronger than it actually is. And he must do all this while managing Russia's domestic problems.

On Wednesday, Putin published an op-ed in The New York Times, in which he reflected on Russia's proposal to remove chemical weapons from Syria -- an article that came one day after Russian Foreign Minister Sergei Lavrov met with U.S. Secretary of State John Kerry. He also discussed Russia's intent to protect international law and the dangers of U.S. military intervention in Syria.
But it was Putin's parting words that grabbed the attention of the U.S. media. 
He explicitly criticized American exceptionalism, saying that it is "extremely dangerous to encourage people to see themselves as exceptional," adding that "we are all different" and that "we must not forget that God created us equal."
His intentions behind writing the op-ed were manifold. He wanted the American public and the American government to question President Barack Obama's motivations for intervening in Syria. Thus, he stoked the debate in the United States about what the country's international role should be. 

Moreover, Putin wanted to make the international community consider what its definition of global power is and how the United States should act in being one. In other words, he asked the international community if it viewed or accepted the United States as exceptional.

In recent years, Putin has attempted to redefine what it means to be a global power. The Russian leader knows his country can never compete with the United States economically, militarily or politically on a global scale. However, if he can alter what it means to be powerful, Russia could be seen as an alternative superpower to the United States.

We can see these efforts playing out in the Syria crisis. Russia is trying to be the country that negotiates a solution. And though it is unclear what that solution will be, Moscow wants the rest of the world to see it as more desirable than U.S.-led military intervention.

Russia hopes this new definition of global power will be noticed at home. As Stratfor has noted, Russia is attempting to increase its influence in its periphery -- mainly in Eastern Europe and the Caucasus. Several important decisions concerning these regions will soon be made, including decisions on the EU's Eastern Partnership memberships in November, and Russia wants to present itself as more influential than the West. As the economic and political crisis deepens in Europe, and with NATO going through an identity crisis, Moscow could benefit from being seen as a viable alternative to a weakened Brussels.

Putin is selling the same message domestically. Currently the Kremlin's political and social control of the country is starting to weaken, so now is the ideal time for the president to project an image of strength.

Indeed, there are some trends that Putin can no longer ignore. Over the past two days, Putin has met with his economic and financial teams in the Kremlin to look at the Russian economy through 2016. Put simply, the Russian economy is starting to weaken again, mostly because of reduced industrial output and a decline in investment and consumer spending. The president announced the Kremlin would cut the government's budget by at least 5 percent (starting this year) for the next three years. He also said that in 2014 the government will run a budget deficit.

Putin wants to show that his government can control a poor economic showing. Thus he is giving in to several demands made by the Russia people, including freezing price hikes on utilities and transportation, enacting stimulus plans, directing oil revenue injections into the budget and keeping budgets intact for programs like pensions and education grants. But all these responses cannot hide the fact that the Russian government has realized downward trends in industry and investment probably will continue for the foreseeable future.

Though the Russian media has reported on this negative trend over the past few months, Putin's announcement of the dire measures the Kremlin will now have to take has been mostly overshadowed inside of Russia by Moscow's other focus: Syria. The diversion will not last long because the effects of a weakening Russian economy are being felt across the country. Putin can make a strong show of Russia's re-emergence as a global power over the Syria issue, but ultimately it is still a bluff. Not only is Russia's ability to resolve the Syria crisis still in question, but also a foundational piece of Russia's power -- economic stability -- is starting to falter once again.


G-20 en San Petersburgo





UN G-20 TENSIONADO


En los últimos años se han sucedido un número significativo de reuniones del G-20 y ninguna de ellas pudo se calificada de particularmente armoniosa. Nada de sorprendente hay en ello, en última instancia, las reuniones internacionales de este tipo se justifican por la existencia de conflictos reales y, muchas veces, altamente significativos. Aunque hay un público siempre listo para criticar estas convocatorias -(sea porque las asimilan tontamente a una forma de “inacción“ política, sea porque entienden, en código populista, que son “gastos“ que los ciudadanos no deben pagar)-, lo cierto es que las reuniones internacionales, multi o bilaterales, forman parte de la fisiología normal de la vida política internacional, en su versión más civilizada, la diplomacia.

Dicho esto, no es menos cierto que la reunión del G-20 que acaba de concluir en San Petersburgo, donde concurrieron las 20 potencias más relevantes del planeta, más un número muy grande de países “invitados” y de instituciones altamente relevantes, no solamente fue relativamente tensa, en los hechos terminó con resultados muy pobres y fundamentalmente relacionados a temas secundarios de la agenda. Además, por la vía de los hechos, concluyó con la consolidación de una profunda división, aparentemente “tripartita”, entre los asistentes en lo que hace al problema medular que marca a fuego la actual coyuntura internacional: la crisis en Siria.

Aunque es cierto que los dos grandes líderes enfrentados, Barack Obama y Vladimir Putin, hicieron equilibrios laboriosos para sostener un clima de cordialidad mínima, no es menos cierto que un agudo periodista ruso dio en el clavo cuando dijo: “Este G-20 tuvo lugar porque lo salvó el Parlamento británico con su voto contra Cameron”: era obvio que Putin no hubiese podido recibir a Barack Obama y a las potencias occidentales ya en vías de lanzar el castigo contra Siria.

En todo caso el documento de clausura de la Conferencia aporta, en primer lugar, información sobre algunos vagos acuerdos en temas relativos a la importancia que los asistentes le dan al tema de retomar el crecimiento económico -(aún no claramente restablecido en las economías desarrolladas y cada vez más balbuceante en los países emergentes)-, insistiendo, mediante el recurso a una retórica ya más que desgastada, en la necesidad de crear empleos bien remunerados, productivos y de calidad, en especial para la población joven.

En segundo lugar, la declaración final tiene, sin embargo, un poco más de concreción en lo que hace a la voluntad de impulsar la coordinación internacional en el combate al fraude y a la evasión fiscal y una mención a comenzar a regular el sector bancario “gris”, lo que requerirá el montaje de un sistema internacional “automático”  (¿?) de intercambio de datos fiscales que debería estar operativo hacia finales del año 2015.

Que este punto haya sido tratado y aprobado en San Petersburgo, en Rusia, no deja de ser tragicómico. Todos sabemos que en todas partes “se cuecen habas”, y que se pueden encontrar irregularidades en todo tiempo y lugar, pero si hay un país que no respeta nada parecido a algún tipo de regulación financiera internacional, si hay una clase empresarial corrupta y filo mafiosa en el mundo que utiliza sistemáticamente el crimen organizado para fines empresariales, esa es la clase de los “nuevos ricos rusos”, criados a la sombra del poder, por ahora interminable, de la troika Putin, Medveded y Gazprom.

En consecuencia, de este segundo punto, sólo cabe esperar que la oligarquía rusa (y, más discretamente, los jerarcas del Partido “Comunista” chino y de muchos otros países emergentes) continúen sus conocidas andanzas mientras impulsan declaraciones “anticorrupción” cuyos efectos se aplican, casi exclusivamente, a los países menos poderosos.

En tercer lugar, se hizo referencia a algunos aspectos monetarios que también agitan la coyuntura. La previsible modificación de la política expansiva y de tasas de interés bajas de la Reserva Federal de los EE.UU., que está en buena medida detrás de la balbuceante salida de la recesión de muchas economías en la actualidad, preocupa a casi todos los ministros de Hacienda de las economías más significativas. En otros términos, mientras que, como veremos en el punto siguiente, en materia política y militar soberbios y principistas presidentes, celosos defensores de soberanías nacionales a veces muy poco dignas, entienden que los EE.UU. no deben auto-adjudicarse un papel de relieve en la toma de decisiones de la Comunidad Internacional, en materia financiera los ministros de economía de esos mismos países suplican que la previsible alza de tasas de interés que prepara el Reserva Federal les sea previamente comunicada y “calibrada con prudencia”, -(como si la decisión de subir su tasa de interés no fuese una decisión soberana de los EE.UU.)-, porque saben que, en muchos casos, cuando llegue ese momento, se acabará la fiesta y las posibilidades de jugar a ser potencias emergentes, salvo en uno o dos casos, pasarán a mejor vida.

Pero el ya mencionado bloqueo de la reunión se transformó en una verdadera fractura política en lo que concierne al tema álgido de la agenda: la guerra civil en Siria, el uso de armas químicas casi seguramente por parte del régimen de Bachar el-Assad y la voluntad abiertamente exhibida por los EE.UU. y Francia de proceder a una intervención punitiva en ese país por el uso de armas químicas y las masacres sistemáticas que el Assad lleva a cabo sobre su propia población.

Con el campo occidental, y con la necesidad urgente de castigar al régimen alauita, se alinearon, además de los dos mencionados, Arabia Saudita, Australia, Canadá, Corea del Sur, Italia, Japón, el Reino Unido, Turquía y España. A este grupo vino a agregarse, algo sorpresivamente y a último momento, Alemania, llevando a 12 el número de países que entiende que algo debe de hacerse y rápido.

Pero, aunque estos 12 países son altamente relevantes cada uno de por sí, y todavía más tomados en conjunto,  aún así este resultado para Barack Obama era un resultado más bien pobre porque, a su vez, Rusia y China, lograron también un bloque en una postura exactamente contraria.

Es obvio que Rusia y China, que tienen totalmente paralizado el funcionamiento del Consejo de Seguridad desde hace mas de dos años -(en última instancia, bñoquean el funcionamiento del único instrumento que puede introducir algún elemento de juridicidad en el terreno internacional)-, se apresuraron a construir inmediatamente una “coalición” contraria a todo castigo a Siria, con el apoyo de estados cuyas políticas exteriores, en su mayoría, recurren sistemáticamente al terrorismo, como Irán, y a los emergentes “segundones” de la firma “BRICS” (Brasil y Sudáfrica) que, convencidos de que sí importan internacionalmente,  no pierden oportunidad de aliarse con Irán algunos, con Zimbabwe otros, terminando así enrolados con las peores compañías y renegando de sus mejores tradiciones.

Es importante destacar que hubo en San Petersburgo una tercera posición, integrada por una decena de países que se aferraron a la muy respetable postura de abstenerse y no tomar partido en un tema cuya complejidad el lector conoce ampliamente, y ello respondiendo a una profusa diversidad de razones nacionales que no hacen al tema analizado en esta nota editorial.

En reunión posterior, llevada a cabo inmediatamente después de concluida la conferencia del G-20, el sábado 7, en Vilnius, Lituania, entre John Kerry y los Ministros de Asuntos Exteriores de los 28 países de la Unión Europea, algunos nuevos pasos se dieron en el sentido de hacer avanzar las diferentes propuestas que entienden que es necesario sancionar de alguna manera al régimen de Bachar el-Assad.

Hacia la tarde de ese mismo sábado, Catherine Ashton anunciaba un acuerdo generalizado entre todas las partes pero, expresado en términos tan meticulosamente medidos que su eficacia quedó parcialmente erosionada. Los EE.UU. y la UE acordaron que había “fuertes presunciones“ de que el utilizador de las armas químicas el 21 de agosto había sido el régimen sirio, que debería esperarse el informe final de los inspectores de las Naciones Unidas que concurrieron al lugar de los hechos y que, sobre esta base, recién se decidirían las características de la “fuerte respuesta” que la actitud del gobierno sirio eventualmente merecía. Es de hacer notar que en Lituania, además de Francia, Dinamarca reclamó abiertamente -(y por primera vez)- que se procediese a castigar militarmente a Siria. Aunque el resultado final de la reunión de Vilnius fue más bien proclive a la postura estadounidense, su efecto fue marginal y solamente confortó en algo al Presidente Hollande que hubo de sentirse algo menos solitario en el seno de la Unión Europea.

En paralelo, mientras la OTAN toma fuertes y activas medidas de defensa abierta de su principal socio en la región,  Turquía reclama, no solamente la intervención sino, también, el ataque directo al régimen de el-Assad y su derrocamiento. La OTAN, según las declaraciones de Rasmussen, sin alinearse con la posición turca, piensa que los ataques con armas químicas no pueden quedar impunes.

En resumen, la diplomacia he llegado a un “impasse” del que no parece poder desembarazarse fácilmente. Seguramente, Obama deberá emprender inmediatamente el laborioso camino de obtener la luz verde de su propio Congreso y quizás, durante ese forzado interludio, algo permita destrabar el bloqueo que se hereda de San Petersburgo.

En todo caso, algo de eso parece estar en marcha. En vísperas del cierre de nuestra edición, los EE.UU. procederán a un voto preparatorio, y esencialmente procedimental, en el Senado el día miércoles 11. Ante esta perspectiva, Moscú, en la madrugada del martes 10, propuso intentar de convencer al régimen de Bachar el-Assad de entregar la totalidad de su arsenal de armas químicas a la Comunidad internacional. Todo esto parece particularmente difuso y poco realizable en plazos razonables. Evidentemente, esta triste historia está lejos de ver el final.


 

FROM RUSSIA WITH LOVE



THE NEW YORK TIMES
Op-Ed Contributor 
A Plea for Caution From Russia

What Putin Has to Say to Americans About Syria

MOSCOW — RECENT events surrounding Syria have prompted me to speak directly to the American people and their political leaders. It is important to do so at a time of insufficient communication between our societies.

Relations between us have passed through different stages. We stood against each other during the cold war. But we were also allies once, and defeated the Nazis together. The universal international organization — the United Nations — was then established to prevent such devastation from ever happening again. 

The United Nations’ founders understood that decisions affecting war and peace should happen only by consensus, and with America’s consent the veto by Security Council permanent members was enshrined in the United Nations Charter. The profound wisdom of this has underpinned the stability of international relations for decades. 

No one wants the United Nations to suffer the fate of the League of Nations, which collapsed because it lacked real leverage. This is possible if influential countries bypass the United Nations and take military action without Security Council authorization. 

The potential strike by the United States against Syria, despite strong opposition from many countries and major political and religious leaders, including the pope, will result in more innocent victims and escalation, potentially spreading the conflict far beyond Syria’s borders. A strike would increase violence and unleash a new wave of terrorism. It could undermine multilateral efforts to resolve the Iranian nuclear problem and the Israeli-Palestinian conflict and further destabilize the Middle East and North Africa. It could throw the entire system of international law and order out of balance. 

Syria is not witnessing a battle for democracy, but an armed conflict between government and opposition in a multireligious country. There are few champions of democracy in Syria. But there are more than enough Qaeda fighters and extremists of all stripes battling the government. The United States State Department has designated Al Nusra Front and the Islamic State of Iraq and the Levant, fighting with the opposition, as terrorist organizations. This internal conflict, fueled by foreign weapons supplied to the opposition, is one of the bloodiest in the world. 

Mercenaries from Arab countries fighting there, and hundreds of militants from Western countries and even Russia, are an issue of our deep concern. Might they not return to our countries with experience acquired in Syria? After all, after fighting in Libya, extremists moved on to Mali. This threatens us all. 

From the outset, Russia has advocated peaceful dialogue enabling Syrians to develop a compromise plan for their own future. We are not protecting the Syrian government, but international law. We need to use the United Nations Security Council and believe that preserving law and order in today’s complex and turbulent world is one of the few ways to keep international relations from sliding into chaos. The law is still the law, and we must follow it whether we like it or not. Under current international law, force is permitted only in self-defense or by the decision of the Security Council. Anything else is unacceptable under the United Nations Charter and would constitute an act of aggression. 

No one doubts that poison gas was used in Syria. But there is every reason to believe it was used not by the Syrian Army, but by opposition forces, to provoke intervention by their powerful foreign patrons, who would be siding with the fundamentalists. Reports that militants are preparing another attack — this time against Israel — cannot be ignored. 

It is alarming that military intervention in internal conflicts in foreign countries has become commonplace for the United States. Is it in America’s long-term interest? I doubt it. Millions around the world increasingly see America not as a model of democracy but as relying solely on brute force, cobbling coalitions together under the slogan “you’re either with us or against us.” 

But force has proved ineffective and pointless. Afghanistan is reeling, and no one can say what will happen after international forces withdraw. Libya is divided into tribes and clans. In Iraq the civil war continues, with dozens killed each day. In the United States, many draw an analogy between Iraq and Syria, and ask why their government would want to repeat recent mistakes. 

No matter how targeted the strikes or how sophisticated the weapons, civilian casualties are inevitable, including the elderly and children, whom the strikes are meant to protect. 

The world reacts by asking: if you cannot count on international law, then you must find other ways to ensure your security. Thus a growing number of countries seek to acquire weapons of mass destruction. This is logical: if you have the bomb, no one will touch you. We are left with talk of the need to strengthen nonproliferation, when in reality this is being eroded.
We must stop using the language of force and return to the path of civilized diplomatic and political settlement.
A new opportunity to avoid military action has emerged in the past few days. The United States, Russia and all members of the international community must take advantage of the Syrian government’s willingness to place its chemical arsenal under international control for subsequent destruction. Judging by the statements of President Obama, the United States sees this as an alternative to military action. 

I welcome the president’s interest in continuing the dialogue with Russia on Syria. We must work together to keep this hope alive, as we agreed to at the Group of 8 meeting in Lough Erne in Northern Ireland in June, and steer the discussion back toward negotiations.
If we can avoid force against Syria, this will improve the atmosphere in international affairs and strengthen mutual trust. It will be our shared success and open the door to cooperation on other critical issues. 

My working and personal relationship with President Obama is marked by growing trust. I appreciate this. I carefully studied his address to the nation on Tuesday. And I would rather disagree with a case he made on American exceptionalism, stating that the United States’ policy is “what makes America different. It’s what makes us exceptional.” It is extremely dangerous to encourage people to see themselves as exceptional, whatever the motivation. There are big countries and small countries, rich and poor, those with long democratic traditions and those still finding their way to democracy. Their policies differ, too. We are all different, but when we ask for the Lord’s blessings, we must not forget that God created us equal. 

Vladimir V. Putin is the president of Russia.

Link: http://www.nytimes.com/2013/09/12/opinion/putin-plea-for-caution-from-russia-on-syria.html?hp&_r=1&

sábado, 7 de septiembre de 2013

More on Islamic Wars: why Saudi Arabia and Turkey are against Syria



What Saudi Arabia and Turkey Want in the Syria Conflict


September 6, 2013



As the debates continues over whether the United States will intervene in Syria, many observers have overlooked what Turkey and Saudi Arabia -- Washington's two main regional allies -- want from the Americans. Both countries want the United States to conduct a more comprehensive strike that weakens the regime, but their interests over the fate of Syria after the intervention differ greatly. Either way, Ankara's and Riyadh's behavior threatens to draw Washington into its third war in the Islamic world in 12 years.

On Thursday (Sept 5th) , Turkish media reported that the country deployed additional forces along its border with Syria ahead of expected U.S. miltary action. The previous day, U.S. Secretary of State John Kerry said that Arab countries had offered to pay for the cost of any military action against Damascus. Kerry added that there was international consensus involving "Saudi Arabia, the Emirates, Qataris, the Turks and the French" on the need to take action against Syria for its use of chemical weapons against its own people.

Kerry is right to place the Saudis and the Turks in the same broad category of those that support Washington's use of force against Damascus. But he ignores the fact that both Ankara and Riyadh want the United States to topple the Syrian regime. That, however, is where their agreement ends. Not only does Washington disagree with its two main allies on the scope of the mission, but all three disagree on how they want the conflict to play out.

Neither Washington nor Ankara wants to the regime to fall completely because they do not want transnational jihadists to assume power. In Turkey, the political elites have divergent views on how far they should go in pursing regime change south of the border. Certainly the Syrian civil war presents risks; the threat of Kurdish separatism is far greater if the Syrian regime collapses. But the conflict also presents the opportunity to expand Ankara's regional influence. The United States, however, wants to oust al Assad but not dismantle his regime entirely -- Washington is not interested in weakening Iran to the benefit of Sunni radicals.

The Saudis have a much more hawkish position. After two years of disappointment, Riyadh is pleased to see that Washington may finally exercise the military option. Ultimately, it wants Washington to destroy the Alawite government. Regime change would enable the Saudis to defend against the influence of Iran, their biggest enemy, and to undermine Tehran and its two pre-eminent allies, Iraq and Hezbollah.

Riyadh knows that the collapse of the al Assad regime will create a vacuum that will be exploited by transnational jihadists, but that is a negligible concern. From the Saudi point of view, it is a price worth paying if Riyadh can undermine Iranian regional influence. In fact, Saudi Arabia believes that jihadists are the only effective tools that can be used against the Iranians and their Arab Shia allies. 
  
The Saudi perspective is also informed by the assumption it will be spared any blowback from Syrian instability. Unlike Turkey, it does not share a border with Syria. Between its financial power and its being the only state to have actually defeated jihadists within its borders, Saudi Arabia is confident that it can manage whatever jihadist threat emerges in a post-al Assad Syria.

Ankara shares Riyadh's desire to weaken Iran -- Tehran stands between the Turks and their regional ascendance -- but it is not willing to go as far as the Saudis. Though both Saudi Arabia and Turkey will try to bolster their preferred rebel factions in pursuit of their respective goals, the decision on just how much damage to inflict on the regime still rests with the United States.