martes, 28 de octubre de 2014

La dolorosa historia de los kurdos




Los milicianos peshmerga, combatientes kurdos armados que colaboran con Estados Unidos
Combatientes pesmergha: los que no tienen miedo a la muerte ni la provocan irresponsablemente

LA LARGA LUCHA DEL PUEBLO KURDO


Los kurdos de Stalingrado


          Página 12”, Buenos Aires
      Octubre 27, 2014
      Por Guillermo Levy *

El pueblo kurdo es hoy el pueblo más numeroso del mundo de los que fueron relegados de la posibilidad de conseguir una soberanía nacional unificada y viable.

Este pueblo, que habita en su gran mayoría en Turquía, en el norte de Siria, y en Irak e Irán (con un enorme exilio europeo, cerca de un millón en Alemania) había logrado un reconocimiento de su independencia en 1920, luego de la Primera Guerra Mundial. Pero luego, en el intento de contener a Turquía, que recién terminaba su tarea genocida contra el pueblo armenio, en el marco del miedo de las potencias europeas y de los EE.UU. de que se pasaran del lado soviético, los kurdos son traicionados en el Tratado de Lausanna en 1923. El pueblo queda disgregado en varios estados hasta el día de hoy, en que ha pasado casi un siglo de luchas para conquistar su independencia.

Hoy los kurdos, siempre olvidados cuando fueron masacrados por los turcos, decenas de miles desde fines de los años setenta, o por el ejército de Saddam Hussein hace poco más de veinte años, son recuperados y visibilizados por los medios internacionales como los defensores de Occidente y de la democracia frente al avance, aparentemente imparable hasta hoy, de los islamistas del ISIS.

Hoy en Kobani, ciudad kurda de Siria cercana a Turquía, se pelea casa por casa, como en aquella Stalingrado del otoño-invierno de 1942, donde se jugaba no sólo el destino de la Unión Soviética sino el destino de la humanidad. La Unión Soviética, enemiga máxima del Occidente capitalista, por unos años se había vuelto aliada frente al común enemigo nazi del que ellos, fundamentalmente, nos salvaron pagando con más de 20 millones de muertos (1)
.

Los kurdos, que defienden su patria en soledad, son sacados hoy del ostracismo y de la indiferencia para ser puestos por la prensa internacional como una de las últimas fronteras antes del avance arrollador de los islamistas decapitadores, ahora enemigos y hace no mucho no tanto.

Sin embargo, a pesar de ser enunciados como el bastión de la humanidad, los kurdos sólo tienen armas livianas y el valor de sus hombres y mujeres, entre las cuales está Arin Mirkán, una adolescente que se inmoló contra siete milicianos islámicos.

Arin no se inmoló por fanatismo religioso esperando un cielo glorificador, sino porque decidió, seguramente, en medio de un combate desigual, que su vida biológica valía menos que la posibilidad de llenarse de explosivos y hacerlos estallar en medio de una columna del Ejército Islámico.

Los que EE.UU. ayuda con la continuidad de su política torpe e imperial mediante bombardeos que se muestran inútiles, paradójicamente, sólo tienen armas livianas. Sin embargo, los nuevos cortadores de cabezas enemigos de la humanidad, que rápidamente reemplazaron a Irán en el podio del mal que antes había desplazado a Al Qaida, no fabrican las armas que usan, sino que las tienen por millares a partir de los millones de armas que EE.UU. y países europeos regaron en la zona en el marco de su geopolítica, sin dejar de realizar inmensos negocios para los que las comerciaron, fabricaron y para los que vendieron negocios de sus agencias de seguridad durante diez años de guerra.

El ISIS tiene armas pesadas que los norteamericanos regaron por Irak y que fueron capturando en la medida en que ocuparon las principales ciudades iraquíes de las que huían los soldados, mercenarios que formaron los EE.UU. después de destruir el régimen de Saddam: Mosul, Samarra, Tikrit y hoy están a muy pocos kilómetros de Bagdad.
También el ISIS tiene armas de otro aliado de Occidente, por ejemplo Croacia, que vía una monarquía absoluta del Golfo, aliada también del mundo libre, Arabia Saudita, le hizo llegar a algunos de los grupos de la oposición siria de la que el ISIS era y es parte. Hoy sin duda, la parte más fuerte.

También tienen armas chinas y rusas de las que capturaron en las zonas de Siria que ocuparon y la ayuda por acción u omisión inestimable de la gran potencia OTAN de la región: Turquía. Hoy, los turcos que siempre ayudaron a la oposición siria no dejan pasar milicianos kurdos para ayudar a sus hermanos en Kobani ni prestan ayuda humanitaria en su frontera con Siria y juegan por lo menos a la caída del régimen sirio, mientras contemplan cómo sus eternos enemigos kurdos se desangran.

En este juego de tremendas hipocresías, los kurdos tienen su propio Stalingrado, pero sin aviones ni tanques ni refuerzos, defendiendo casa por casa su ciudad y su país nunca delimitado ni logrado. Lo defienden también con mujeres que se inmolan, como aquellas rusas que se tiraban con explosivos debajo de los tanques alemanes, en una geografía tan diferente pero no tan lejos de donde se pelean los kurdos hoy.
Los nuevos enemigos del Occidente libre y democrático avanzan con las armas que Occidente y sus mercaderes regaron por la región; los kurdos, en sus enclaves, resisten en soledad tratando de evitar el genocidio y el exilio que seguramente les esperen si caen. 

Aunque todos los medios internacionales lloren por su heroísmo, nada de eso, hasta ahora, parece ayudarles mucho.

* Docente de Sociología, UBA, e investigador de la Untref.

(1) N.de la Redacción.  Esta interpretación pro-soviética del desarrollo de la IIa. Guerra Mundial, ignora el pacto Molotov-Von Ribbentrop y corre exclusivamente por cuenta del autor del artículo.

sábado, 25 de octubre de 2014

Abu Bakr Al Bagdadi, el asesino corrupto que lucra con el Islam







El “Califato” del terror

De AKFAR/Ideas No. 43, Madrid, Otoño 2015
Par JEAN-PIERRE FILIU
Catedrático de Ciencias Políticas (UNIVERSITE DE PARIS X)
 
En nombre de un “islam verdadero” con vocación totalitaria, Al Bagdadi ha implantado en la frontera sirio-iraquí un “Yihadistán” bien dotado de armas, petróleo y fondos.


El 29 de junio de 2014, el primer día del mes de Ramadán, la ciudad iraquí de Mosul fue el escenario de un hecho espectacular y cuidadosamente escenificado: Abu Bakr al Baghdadi, el jefe del Estado Islámico de Irak y el Levante (conocido con el acrónimo EIIL en español y como Da’esh en árabe) salió de una clandestinidad casi absoluta (solo se conocían dos fotos de él, cuya autenticidad se discutía) y se dirigió a sus seguidores para proclamar el restablecimiento del califato bajo su autoridad. El “califa Ibrahim” añadió que su organización se llamaría a partir de entonces Estado Islámico.

Esta declaración fue la culminación de una década de conflicto más o menos larvado en el seno de Al Qaeda, que supuso la victoria póstuma de Abu Musab al Zarqawi, el dirigente jordano de la rama iraquí de la organización, al que mataron en junio de 2006, sobre Osama bin Laden, el fundador saudí de Al Qaeda en agosto de 1988 y su líder hasta su muerte en mayo de 2011. Al Zarqawi reprochaba a Bin Laden que no otorgase una prioridad absoluta a la implantación yihadista en Oriente Medio, que se marginase en los confines de Afganistán y Pakistán y que se perdiese en un terrorismo más publicitario que eficaz.

La invasión estadounidense de Irak en marzo de 2003 abrió las puertas de este país a los discípulos de Al Zarqawi, a los que se les unieron pronto los nostálgicos del régimen depuesto de Sadam Husein. Estos antiguos oficiales del partido Baaz aportaron a Al Zarqawi sus redes clandestinas, sus zulos de armas y su experiencia militar. Estados Unidos, por su parte, al negarse a admitir la existencia de una resistencia realmente nacional a su ocupación, agrandó la figura de Al Zarqawi atribuyéndole la mayoría de los ataques anti-estadounidenses.

El creciente poder de Al Zarqawi obligó a Bin Laden a nombrarlo jefe de la rama local de Al Qaeda en noviembre de 2004. Pero el fundador de Al Qaeda, y más todavía su adjunto egipcio, Ayman al Zawahiri, no perdían la esperanza de retomar el control de la “filial” iraquí. Cuando mataron a Al Zarqawi en un bombardeo estadounidense, en junio de 2006, Al Zawahiri envió a Irak a un comisario político de nacionalidad egipcia, Abu Hamza al Muhayer.

Esta imposición de la dirección central fue rechazada por la rama iraquí de Al Qaeda y tuvieron que pasar muchos meses antes de llegar al extraño compromiso de una dirección bicéfala: Abu Hamza al Muhayer se convertía en el jefe de un Estado Islámico, mientras que Abu Omar al Bagdadi, el nombre de guerra de un antiguo general baazista, era proclamado “califa”. El objetivo de este ostentoso golpe de Estado era colocar al líder yihadista en la línea de descendencia del califato abasí de Bagdad, derrocado en 1258 por las invasiones mongoles.

En la propaganda yihadista, “los judíos y los cruzados” (sic) son los equivalentes contemporáneos de los enemigos acérrimos del islam suní que eran entonces los mongoles. El hecho de que la población chií de Irak se mostrase, como en 1258, más favorable al derrocamiento del poder suní fue utilizado por Al Qaeda para justificar una campaña terrorista contra los chiíes sin precedentes.

Esta ola de atentados derivó en 2006 en una verdadera guerra civil entre suníes y chiíes de Irak, en la que estos últimos, mayoritarios en el país, resultaron vencedores. Tras esta victoria militar, que la minoría suní considera una derrota histórica, se produjo el nombramiento como primer ministro de Nuri al Maliki, uno de los líderes chiíes más intolerantes. Al Qaeda retrocedía en todas partes, y los comandos de su “Estado Islámico” eran el objetivo de las milicias suníes progubernamentales, llamadas Sahwa (Despertar), financiadas y armadas por EE UU.

En abril de 2010, una incursión iraquí-estadounidense provocó la eliminación de Abu Hamza al Muhayer y de Abu Omar al Bagdadi. Fue este último quien tomó las riendas del Estado Islámico, no sin haber meditado sobre los errores de sus predecesores. Puso fin a la dirección bicéfala y dejó de mencionar en público un eventual “califato”. También realizó purgas sangrientas entre las filas yihadistas para mantener solo a los fieles cuya lealtad era indiscutible.

 

La complicidad de Siria e Irán

Abu Bakr al Bagdadi consiguió autonomía con respecto a la dirección central de Al Qaeda. Cuando mataron a Bin Laden en 2011 y Al Zawahiri tomó su relevo, Al Bagdadi se negó a jurar lealtad al nuevo “emir” (comandante) de Al Qaeda porque pretendía convertir su “Estado islámico en Irak” en el eje central del movimiento yihadista mundial. Y a este respecto podía contar con dos aliados inimaginables: Bashar al Assad en Siria y Nuri al Maliki en Irak.

En efecto, el dictador sirio se enfrenta desde marzo de 2011 a una revuelta popular sin precedentes, que optó por la no violencia como arma estratégica. Ahora bien, la propaganda del déspota repite sin cesar que esta aspiración revolucionaria no es más que el fruto de un enorme complot internacional contra Siria y que su régimen es el único baluarte contra el “terrorismo” y Al Qaeda.

Los servicios secretos sirios trabajaron durante años con las diferentes organizaciones de la guerrilla anti-estadounidense en Irak, que iban y venían a lo largo de los 600 kilómetros de la frontera muy porosa entre los dos países. El régimen de Al Assad consideraba que esta guerra por interposición era un medio de debilitar a EE UU en Irak, en caso de que se hubiesen visto tentados de desestabilizar también a la vecina Siria. Pero sobre todo, los oficiales afectados encontraban en estos oscuros tratos una forma rápida de enriquecimiento personal.

Es decir, el aparato represivo sirio tenía viejas relaciones con las redes del “Estado Islámico”. Al Assad liberó oportunamente a unos yihadistas encarcelados (mientras sus servicios se ensañaban con la oposición no violenta), y todo con el fin de favorecer la escalada de violencia armada, e incluso las provocaciones terroristas, y alejar así a la población de la tentación revolucionaria. En la escena internacional, la Rusia de Vladimir Putin repetía constantemente que Al Assad era un “baluarte contra Al Qaeda”.

Del otro lado de la frontera sirio-iraquí, Al Maliki se comportaba cada vez más como un autócrata sectario. No contento con enemistarse con sus aliados kurdos y suníes, llegó a hacer que las milicias Sahwa, que fueron determinantes en la lucha contra Al Qaeda, se volviesen contra él. Al Bagdadi, oculto en una estricta clandestinidad, manejaba hábilmente sus peones en la escena siria e iraquí, apoyando a unos y a otros en función de las oportunidades.

En abril de 2013, Al Bagdadi proclamó el Estado Islámico en Irak y el Levante en torno a la ciudad siria de Raqqa, en el valle del Éufrates. Sus partidarios impusieron su visión totalitaria y alejada de la “ley islámica” con una violencia extrema. Paralelamente, el aumento del descontento suní contra el régimen de Al Maliki permitió a Al Bagdadi volver a asentarse en la provincia iraquí de Anbar, al oeste del país.

El jefe yihadista, que es utilizado como contrapunto por Al Assad y Al Maliki para desacreditar a su oposición, se aprovechó de su complicidad pasiva o activa para implantarse efectivamente en el Este de Siria y en el Oeste de Irak. El monstruo al que así animaban estaba listo para volverse contra los aprendices de brujo de Damasco y de Bagdad. La oposición siria, en cambio, inicia en enero de 2014 su “segunda revolución” contra “el Estado Islámico” y logra expulsarlo de Alepo y de su región interior.

Al Bagdadi sigue jugando en los dos tableros de Siria y de Irak. Sus sargentos reclutadores aprovechan la rabia impotente provocada por las matanzas en Siria para engrosar las filas de sus “voluntarios” internacionales, que se vuelven más fácilmente contra la población siria porque son ajenos a la cultura y al idioma del país. En nombre de un “islam verdadero” con vocación totalitaria, Al Bagdadi dispone de miles de militantes y de simpatizantes venidos del mundo entero, especialmente de Europa.

Pero lo peor estaba aun por llegar, esta vez en Irak donde, el 10 de junio de 2014, el “Estado Islámico” se apoderó de Mosul, la capital del Norte, antes de realizar un avance fulgurante hasta las puertas de Bagdad. El ejército de Al Maliki, corrupto y desmotivado, simplemente se hundió ante la ofensiva yihadista. Al Bagdadi contó con la ayuda de los nostálgicos de Sadam Husein, así como con el cambio de bando de las principales tribus que formaban el núcleo de la Sahwa.

Es un auténtico desastre estratégico que da lugar al establecimiento, a caballo entre la frontera sirio-iraquí, de un Yihadistán que cuenta con numerosas armas y con mucho petróleo y muchos fondos (se calcula que el “tesoro de guerra” de Al Bagdadi asciende a más de 1.000 millones de dólares, de los que la mitad provienen de los bancos de Mosul). Sin embargo, la aparición de tal amenaza no consigue romper el statu quo devastador que sigue existiendo en Damasco, en beneficio de Al Assad, y en Bagdad, en beneficio de Al Maliki. Los dos dictadores prefieren sumir a su país, primero en una guerra civil, y luego en el horror yihadista, para no ceder nada de su poder.

La proclamación del “califato” por parte de Al Bagdadi ha sido tratada a menudo con desprecio por los analistas occidentales. Sin embargo, se trata de un desarrollo importante del formalismo yihadista: incluso Bin Laden afirmaba actuar solo como respuesta a una agresión, y justificó los atentados del 11-S en nombre de un “yihad defensivo”; el “califa Ibrahim” puede, por el contrario, declarar un “yihad ofensivo”, es decir una ola de atentados de gran magnitud. No existe ninguna razón para que no lo haga.

Abu Bakr al Bagdadi se ha convertido en el hombre más peligroso del mundo y hará todo lo posible por superar a Bin Laden en la escalada terrorista. Nadie podrá decir que le cogió por sorpresa.
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N. de la Redacción

Este texto, particularmente bien informado en muchos aspectos, padece sin embargo de una carencia importante en lo referente a la naturaleza de la relación de convoca a los llamados “yihadistas”, líderes y combatientesm a esta aventura demencial y asesina. 

En primer lugar le falta mucho a este asalariado de Arabia Saudita y de Iran, Abu Bakr al Bagdadi, para poder ser calificado como “el mas peligroso del mundo“. Su peligrosidad, innegable, es la misma que la de los narcotraficantes colombianos o mexicanos, su importancia política es insignificante e imaginarlo como un líder totalitario es como confundir Al Capone con Stalin. El segundo tuvo contactos (catastróficos) con la historia, el primero nació y murió en el horizonte policial de la crónica roja.

Las tropas integrantes de estos grupos “islamistas“ son, en muy buena proporción, bandas  de delincuentes de múltiples nacionalidades, más o menos acostumbrados a lidiar con la policía y los jueces, que han optado por abandonar sus países de origen para escapar de la justicia. Ladrones, asaltantes, violadores de niños u mujeres, drogadictos y criminales de larga data, acusados de todo tipo de delitos encontraron, en una supuesta “conversión” al Islam, una forma particularmente cobardo de escapar de sus condiciones de marginales sociales y de perseguidos por las diferentes justicias de los países occidentales o musulmanes. Hoy constituyen, en sentido estricto, mucho mas un conjunto de grupos de mercenarios totalmente carentes de ética y desprovistos de cualquier tipo de valor religioso, moral o político, que un improbable “Ejército Islámico” por más que exhiban videos de patética grandilocuencia para espantar ancianitas solitarias y reclutar, al mismo tiempo, cuando fracasado pasmado circula por el mundo contemporáneo. 
El solo interés de estas tropas es la apropiación de riquezas o el cobro de ingentes salarios pagos por el entorno de estos nuevos “Califas“ de pacotilla surgidos a la sombra del robo de petróleo, de gaz, del saqueo de invalorables monumentos históricos que están destruyendo incontrolablemente, para vender sus partes, y de los ingentes aportes financieros de Arabia Saudi, de los Estados del Golfo, de Qatar, de Turquía (que debería ser inmediatamente suspendida en su condicion de integrante de la OTAN hasta que no reconquiste un Presidente y un gobierno no comprometido con las bandas de delincuentes que mantiene en sus fronteras), de Bachar el Assad, etc.


J.B.S.