EL DESOLADOR PANORAMA ELECTORAL MEXICANO
El 1o. de Julio próximo los mexicanos deberán de concurrir a las urnas para elegir, mediante elecciones generales, al nuevo Presidente de la República, a 128 senadores y a 500 diputados. Desde luego que, como toda elección presidencial en cualquier país, y además tratándose de elecciones generales, estamos ante un acontecimiento trascendente en la vida de México. No obstante es necesario señalar que, en este caso, el evento es particularmente trascendente y ello fundamentalmente por tres razones.
En primer lugar porque esta elección sería, strictu sensu, la tercer elección aceptablemente democrática en la historia de ese país. Recordemos que de 1929 (por poner una fecha algo arbitraria que simbolice el inicio de la hegemonía priísta, primero bajo la sigla de Partido Nacional Revolucionario (PNR), luego con la de Partido de la Revolución Mexicana (PRM), para finalizar con la de PRI) hasta el año 2000, México vivió una suerte de dictadura regida por el autoritarismo populista del partido hegemónico emergido de la Revolución iniciada en 1910. Si admitimos que la elección del presidente Fox, en el año 2000, fue la primera que ofreció garantías creíbles de haberse desarrollado regularmente en toda la historia del país, es necesario recordar, entonces, que en México la realización de elecciones limpias y el respeto por el voto popular es más una excepción que una regla. Razón poderosa para que estas elecciones sean esperadas a la vez con esperanza y aprensión ya que, en realidad estaremos esperando, nuevamente, una excepción y no una elección mexicana “típica”. Dicho esto corresponde señalar que, ya desde antes del triunfo de Fox en el año 2000, el sistema político mexicano comenzó a trabajar para construir un sistema electoral moderno y creíble y la tarea que el Instituto Federal Electoral (IFE) llevó adelante en más de una década constituye un modelo de construcción institucional absolutamente ejemplar. Nadie ha hecho tanto en tan poco tiempo para favorecer la instauración de verdaderos hábitos democráticos en México como el IFE y su tarea debería ser un modelo para muchos países de América Latina y, desde luego, aún más allá.
En segundo lugar, como es de público conocimiento, estas elecciones se van a llevar a cabo en el marco de una nueva circunstancia histórica: la omnipresencia del crimen organizado y su presumible pretensión de transformarse en un actor significativo en el acto electoral y/o en sus resultados. Nadie sabe (o por lo menos no tenemos noticia alguna de que alguien esté seriamente informado) cual habrá de ser la actitud de los diferentes actores que integran esa difusa entidad que nos hemos acostumbrado a llamar “el crimen organizado”. Pero tampoco nadie puede negar que todo ciudadano mexicano espera con ansiedad saber como habrá de operar este imprevisible y detestable actor de la escena política del país.
En tercer lugar, las elecciones generales del 1o. de julio se presentan como particularmente complejas porque las cuatro candidaturas a la Presidencia de la República muestran perfiles políticos, ideológicos y personales que no parecen ser convincentes para la ciudadanía mexicana. Un complejo (y todavía no bien explicado) concurso de circunstancias hizo que los posibles candidatos de mejor perfil, trayectoria más destacada y, si se quiere, “títulos políticos” más legítimos terminase siendo radiados de la competencia electoral. El caso más evidente fue la no postulación de Marcelo Ebrard Casaubon como candidato del PRD y su reemplazo por Andrés Manuel López Obrador, excandidato ya derrotado una vez, que fue incapaz de reconocer honestamente su derrota y que estuvo a punto de poner a México al borde de un severa crisis institucional.
Lo cierto es que hoy, todos nuestros interlocutores mexicanos, a quienes hemos interrogado sobre su opinión sobre los candidatos manifiestan una desoladora desorientación. No encontramos un sólo interlocutor genuinamente entusiasmado por la mas que difusas “virtudes” de los candidatos por lo que se vislumbra, al menos hasta ahora, una peligrosa convergencia en la opinión pública que se expresa en una recurrente pregunta ¿cómo hacemos para votar al menos malo?
Hace unos días, la Revista Nexos publicó tres perfiles de los tres principales candidatos que reflejan con detalle y cautela, en buena medida esta desolación electoral que estos candidatos transmiten. Ofrecemos a nuestros electores los respectivos links.
Ver Links de “presentación” de los tres principales candidatos a la Presidencia
En segundo lugar, como es de público conocimiento, estas elecciones se van a llevar a cabo en el marco de una nueva circunstancia histórica: la omnipresencia del crimen organizado y su presumible pretensión de transformarse en un actor significativo en el acto electoral y/o en sus resultados. Nadie sabe (o por lo menos no tenemos noticia alguna de que alguien esté seriamente informado) cual habrá de ser la actitud de los diferentes actores que integran esa difusa entidad que nos hemos acostumbrado a llamar “el crimen organizado”. Pero tampoco nadie puede negar que todo ciudadano mexicano espera con ansiedad saber como habrá de operar este imprevisible y detestable actor de la escena política del país.
En tercer lugar, las elecciones generales del 1o. de julio se presentan como particularmente complejas porque las cuatro candidaturas a la Presidencia de la República muestran perfiles políticos, ideológicos y personales que no parecen ser convincentes para la ciudadanía mexicana. Un complejo (y todavía no bien explicado) concurso de circunstancias hizo que los posibles candidatos de mejor perfil, trayectoria más destacada y, si se quiere, “títulos políticos” más legítimos terminase siendo radiados de la competencia electoral. El caso más evidente fue la no postulación de Marcelo Ebrard Casaubon como candidato del PRD y su reemplazo por Andrés Manuel López Obrador, excandidato ya derrotado una vez, que fue incapaz de reconocer honestamente su derrota y que estuvo a punto de poner a México al borde de un severa crisis institucional.
Lo cierto es que hoy, todos nuestros interlocutores mexicanos, a quienes hemos interrogado sobre su opinión sobre los candidatos manifiestan una desoladora desorientación. No encontramos un sólo interlocutor genuinamente entusiasmado por la mas que difusas “virtudes” de los candidatos por lo que se vislumbra, al menos hasta ahora, una peligrosa convergencia en la opinión pública que se expresa en una recurrente pregunta ¿cómo hacemos para votar al menos malo?
Hace unos días, la Revista Nexos publicó tres perfiles de los tres principales candidatos que reflejan con detalle y cautela, en buena medida esta desolación electoral que estos candidatos transmiten. Ofrecemos a nuestros electores los respectivos links.
Ver Links de “presentación” de los tres principales candidatos a la Presidencia