Esta vez, Europa está de verdad al borde del precipicio
La gestión
de la crisis por Alemania amenaza con repetir las tensiones del pasado siglo
Por
Niall Ferguson y Nouriel Roubini, 10 de Junio 2012 para “EL PAIS de MADRID”
Markus
Schreiber (Ap)
¿Queda un
minuto para la medianoche en Europa?
Nos tememos
que la política del Gobierno alemán de hacer algo que sirve ya de poco y llega
demasiado tarde corre el riesgo de provocar precisamente una repetición de la
crisis de mitad del siglo XX que la integración europea pretendía evitar.
Nos resulta
extraordinario que sea Alemania, precisamente, la que parezca no haber
aprendido de la historia. Obsesionada con la inexistente amenaza de la inflación,
da la impresión de que la Alemania actual otorga más importancia al año 1923
(el año de la hiperinflación) que a 1933 (el año en que murió la democracia). A
los alemanes no les vendría mal recordar que una crisis bancaria europea
ocurrida dos años antes de 1933 contribuyó de forma directa a la descomposición
de la democracia, no solo en su propio país, sino en todo el continente.
Llevamos más
de tres años advirtiendo de que Europa continental necesitaba limpiar los
lamentables balances de sus bancos. No hicieron prácticamente nada. Mientras
tanto, desde hace dos años se está extendiendo un pánico silencioso entre los
bancos de la periferia de la eurozona: se han reducido los servicios
financieros transfronterizos, interbancarios y generales, y se han sustituido
por financiación del BCE; y el dinero inteligente —grandes depósitos no
asegurados de personas con altos ingresos— ha abandonado las costas de Grecia y
otros bancos mediterráneos.
Pero ahora
el público está perdiendo la confianza, y el pánico puede extenderse a depósitos
sin asegurar más pequeños. Si Grecia saliera del euro, se produciría una
congelación de depósitos, y los depósitos en euros se convertirían en nuevos
dracmas: por tanto, un euro en un banco griego no equivale a un euro en un
banco alemán. Los griegos han retirado más de 700 millones de euros de sus
bancos en el último mes.
Más
preocupante es que el mes pasado también hubo un aumento de las retiradas de
dinero de algunos bancos españoles. La torpe operación de rescate de Bankia
llevada a cabo por el Gobierno solo ha servido para incrementar la inquietud de
la población. En una visita reciente a Barcelona, a uno de nosotros le
preguntaron varias veces si era seguro tener dinero en un banco español. Este
tipo de proceso puede ser explosivo. Lo que hoy es una tranquila visita al
banco puede convertirse en una carrera de sálvese quien pueda. Si se produjera
la salida de Grecia, las personas racionales se preguntarían: ¿quién va a
continuación?
Como se
debatió en una reunión del Nicolas Berggruen Institute celebrada la semana
pasada en Roma, la forma de salir de esta crisis parece clara. Resulta extraordinario que sea Alemania la que parezca no
haber aprendido de la historia.
En primer
lugar, es preciso establecer un programa de recapitalización —mediante acciones
preferentes sin derecho a voto— de los bancos de la eurozona, tanto en la
periferia como en el centro, directa a través del Instrumento Europeo de
Estabilidad Financiera (IEEF) y su sucesor, el Mecanismo de Estabilidad
Financiera (MEE).
La
estrategia actual de recapitalizar los bancos a base de que los Estados pidan
prestado a los mercados nacionales de bonos —o al IEEF— ha resultado desastrosa
en Irlanda y Grecia: ha provocado una explosión de deuda pública y ha hecho que
el Estado fuera todavía más insolvente, al tiempo que los bancos se convierten
en un riesgo mayor en la medida en que más parte de la deuda pública está en
sus manos.
Segundo,
para evitar el pánico en los bancos de la eurozona —un fenómeno seguro en el
caso de salida de Grecia y muy probable en cualquier caso— es necesario crear
un sistema europeo de garantía de depósitos.
Con el fin
de reducir el riesgo subjetivo (además del riesgo del precio de las acciones y
el riesgo crediticio asumidos por los contribuyentes de la eurozona), también habría
que tomar otras medidas:
1. El
programa de garantía de depósitos debe financiarse con los gravámenes bancarios
apropiados: podría ser un impuesto de transacciones financieras o, mejor aún,
un impuesto sobre todos los pasivos bancarios.
2. Es
necesario poner en práctica un programa de resolución bancaria en el que los
acreedores no asegurados —tanto mayoritarios como minoritarios— sean los
primeros que paguen, antes de recurrir al dinero de los contribuyentes para
cubrir las pérdidas de un banco.
3. Deben
tomarse medidas para limitar el tamaño de los bancos con el fin de evitar el
problema de las entidades demasiado grandes para caer.
4. También
somos partidarios de un sistema de supervisión y regulación para toda la UE.
Un
euro en un banco griego no equivale a un euro en un banco alemán
Es cierto
que el fondo europeo de garantía de depósitos no funcionará si existe el riesgo
continuo de que un país se salga de la eurozona. Garantizar los depósitos en
euros sería muy caro, porque el país en cuestión necesitaría convertir toda la
deuda a una nueva moneda nacional, que enseguida se depreciaría respecto al
euro. Por otra parte, si el seguro de depósito solo tiene validez mientras el
país no abandone el euro, será incapaz de impedir un pánico bancario. Por consiguiente,
es necesario tomar más medidas para reducir las probabilidades de que se
produzcan abandonos de la eurozona.
Hay que
acelerar las reformas estructurales que estimulan el crecimiento de la
productividad. Entre las políticas que pueden conseguirlo están una mayor
flexibilización monetaria por parte del BCE, un euro más débil, algún estímulo
fiscal en el núcleo duro, más gasto en infraestructuras que reduzcan los
cuellos de botella y faciliten el abastecimiento en la periferia (a ser
posible, con una regla de oro para las inversiones públicas) e incrementos
salariales por encima de la productividad en el centro para impulsar los
ingresos y el consumo.
Por último,
dado el volumen insostenible de las deudas públicas y los costes de
endeudamiento de varios Estados miembros, no vemos alternativa posible a algún
tipo de mutualización de la deuda.
En la
actualidad existen varias propuestas de eurobonos. Entre ellas, la que
preferimos es la de un Fondo Europeo de Redención que hace el Consejo Alemán de
Asesores Económicos, no porque sea la mejor, sino porque es la única capaz de
aliviar la inquietud alemana sobre la perspectiva de asumir un riesgo
crediticio excesivo.
El FER es un
programa provisional que no derivará en un sistema de eurobonos permanentes. Cuenta
con los avales suficientes y la antigüedad adecuada, además de tener unas
condiciones muy firmes. El principal peligro es que cualquier propuesta que sea
aceptable para Alemania supondría tal pérdida de soberanía fiscal para los
Estados que sería inaceptable para a periferia de la eurozona, en especial
Italia y España.
Ceder parte
de la soberanía es inevitable. Sin embargo, existe una diferencia entre
federalismo y neocolonialismo, como nos dijo un veterano político en la reunión
del NBI en Roma. Dado el volumen insostenible de las
deudas, no vemos alternativa posible a algún tipo de mutualización.
Hasta hace
poco, la postura de Alemania sobre estas propuestas ha sido siempre negativa.
Es comprensible la preocupación alemana sobre el riesgo subjetivo. Será difícil
de justificar el hecho de que se ha arriesgado el dinero de los alemanes si en
la periferia no se llevan a cabo unas reformas sustanciales. Pero es inevitable
que esas reformas tarden aún cierto tiempo.
La reforma
estructural del mercado de trabajo alemán no fue precisamente un éxito de la
noche a la mañana. Por el contrario, la crisis bancaria europea es un riesgo
financiero que podría dispararse en cuestión de días.
Los alemanes
deben comprender que la recapitalización bancaria, el seguro europeo de depósitos
y la mutualización de la deuda no son opcionales. Son medidas esenciales para
evitar una desintegración irreversible de la unión monetaria europea. Si todavía
no están convencidos, deben entender que los costes de la ruptura de la eurozona
serían astronómicos, para Alemania tanto como para el resto del mundo.
Al fin y al
cabo, la prosperidad actual de Alemania es en gran parte una consecuencia de la
unión monetaria. El euro ha dado a los exportadores alemanes un tipo de cambio
mucho más competitivo que el viejo marco. Y el resto de la eurozona sigue
siendo el destino del 42% de las exportaciones alemanas. Sumir a la mitad de
ese mercado en una depresión no puede ser beneficioso para Alemania.
A la hora de
la verdad, como reconoció la canciller Merkel la semana pasada, la unión
monetaria siempre tuvo implícita en ella una mayor integración en una unión
fiscal y política.
Pero antes
de que Europa piense en dar este paso histórico, debe demostrar que ha
aprendido las lecciones del pasado. La UE se creó para no repetir los desastres
de los años treinta. Ya es hora de que los dirigentes europeos —y en especial
los alemanes— sean conscientes de que están peligrosamente cerca de caer en
ello.
Niall Ferguson es catedrático de la Universidad de Harvard; su último libro es Civilización: Occidente y el resto. Nouriel Roubini
es catedrático en la Universidad de Nueva York y presidente de Roubini
Global Economics. Ambos son miembros del Consejo para el Futuro de
Europa del Nicolas Berggruen Institute.
Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.
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