La rebelión populista golpea a la élite republicana en Estados Unidos
El ‘establishment’ ve peligrar su dominio en el Congreso de EE UU y en la campaña para las presidenciales de 2016
Marc Bassets Washington 12 OCT 2015 -
El Partido Republicano
llega transformado al final de la presidencia de Barack Obama. Es un
partido más derechista e imprevisible. La fracción radical, que ha
bloqueado las iniciativas del presidente demócrata, se vuelve contra los
jefes del partido. Las dificultades para encontrar a un speaker —el
presidente de la Cámara de Representantes— reflejan las divisiones. En
la campaña para suceder a Obama en las presidenciales de 2016, los
aspirantes sin experiencia política y contrarios al establishment
encabezan los sondeos del campo republicanos.
En su principal bastión de poder, el Congreso, el Partido Republicano carece de líder. El 25 de septiembre, John Boehner
anunció que abandonaba el cargo de presidente de la Cámara de
Representantes, el segundo, tras el vicepresidente, en la línea de
sucesión del presidente de EE UU. Boehner se declaró harto de los
“falsos profetas” de la derecha del grupo parlamentario.
Quien
debía sustituir a Boehner era Kevin McCarthy, el líder de la mayoría en
la Cámara de Representantes. El jueves, por sorpresa, McCarthy anunció
que renunciaba al cargo. Tampoco se veía con fuerzas de domesticar a la
cuarentena de congresistas más conservadores.
Al historiador Geoffey Kabaservice, autor de Rule and ruin (Lidera y arruina), un ensayo sobre el declive de los republicanos moderados, los rebeldes le recuerdan a Barry Goldwater, el senador por Arizona que fue el candidato republicano a las elecciones presidenciales de 1964.
Las promesas frustradas de la derecha
Hace
unos años, tres miembros de la Cámara de Representantes escribieron un
manifiesto. Se hacían llamar los young guns. Literamente, las pistolas
jóvenes: las promesas del partido.
Uno
era Eric Cantor, que perdió en 2014 en su feudo de Virginia ante un
candidato afín al Tea Party. El segundo era el californiano Kevin
McCarthy, favorito para el cargo de speaker o presidente de la Cámara,
hasta que hace unos días renunció. El tercero era Paul Ryan, de
Wisconsin, cabeza pensante de la nueva derecha, y candidato frustrado a
la vicepresidencia de EE UU en 2012. Tras la renuncia de McCarthy,
aumenta la presión para que el speaker sea Ryan.
En
el proceso para la nominación a las presidenciales de 2016, el plantel
republicano cuenta con talentos acreditados, desde el veterano Jeb Bush a
la promesa latina, el senador Marco Rubio. También ellos afrontan el
hartazgo para con los políticos tradicionales que agita el Capitolio y
la campaña para la Casa Blanca.
“El
extremismo en la defensa de la libertad no es ningún vicio”, decía
Goldwater. “Y déjenme recordarles”, añadía, “que la moderación en la
persecución de la justicia no es ninguna virtud”. La libertad y la
justicia consistían en una oposición rotunda a la expansión de los
poderes del Estado federal, y en una defensa a ultranza del libre
mercado. El radicalismo de Goldwater se volvió contra los republicanos.
Permitió a su rival, el demócrata Lyndon B. Johnson, lograr una de las
victorias más amplias en unas presidenciales. Con el Congreso a favor,
Johnson pudo aprobar leyes progresistas como la sanidad gratuita para
los más pobres y los mayores de 65 años.
La revuelta actual tiene sus orígenes más próximos en el Tea Party,
el movimiento populista que, tras la elección de Obama en 2008,
resucitó al decaído Partido Republicano con una oposición virulenta al
Obamacare —el nombre coloquial por el que se conoce la reforma sanitaria
de 2010— y al intervencionismo económico de la Administración Obama. El
origen más inmediato, según Kabaservice, son las legislativas de 2014,
en las que el Partido Republicano se hizo con el control del Senado y la
Cámara de Representantes.
“Hay
un segmento de la base republicana que está muy enfadado”, dice
Kabaservice. “Creían que las elecciones de 2014 representaban el repudio
de Obama y que, como los republicanos tenían el control del Congreso,
repudiarían el Obamacare y otras innovaciones de Obama. Simplemente no
entienden por qué sucede esto. Y han concluido que han sido traicionados
por los líderes del Congreso y por los rinos, que es el término que usan para referirse a cualquiera que tenga interés en gobernar”.
Focos de la rebelión
Rino
es el acrónimo inglés de “republicanos sólo de nombre”. El enemigo no
es sólo Obama sino Boehner y sus aliados en el establishment. Los
rebeldes se encuadran en foros como el Freedom Caucus, o Grupo de la
Libertad, hostil a cualquier concesión a los demócratas y a las élites
de su partido. Son una minoría sin voluntad para construir consensos,
pero capaz de forzar medidas extremas, como el cierre de la
Administración federal por falta de presupuesto o la suspensión de pagos
si el Congreso impide elevar el techo legal de endeudamiento.
La
campaña para la nominación del Partido Republicano a las presidenciales
de noviembre de 2016 es un mundo distinto al del Capitolio, pero las
fracturas son similares. Faltan tres meses y medio para que arranque el
proceso de primarias y caucus
(asambleas electivas) que decidirán al nominado, pero hoy el magnate
Donald Trump, el neurocirujano Ben Carson y la exdirectiva de
Hewlett-Packard Carly Fiorina son los favoritos. Los tres, con un mensaje antipolítico.
Que
uno de los tres sea el nominado no es seguro. Y es probable que, pese a
las turbulencias, el Partido Republicano siga manteniendo el control
del Congreso. Aunque así sea, queda la polarización, la crispación, la
parálisis. También este es el legado de los años de Obama.