jueves, 26 de julio de 2012

RECORDANDO SARAJEVO Y SREBRENICA



RECORDANDO SARAJEVO Y SREBRENICA  



La opinión pública mundial medianamente informada tiene seguramente presente que el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoeslavia, (TPIY), continúa trabajando en La Haya. Sin embargo resulta difícil para los medios mantener la atención en un acontecimiento de este tipo donde los aspectos judiciales terminan por empujar a segundo plano los elementos políticos, por más que, el funcionamiento del Tribunal, resulte ser uno de los acontecimientos más relevantes después de la IIa. Guerra Mundial en lo que hace al desarrollo del derecho internacional.

Pero aunque la actividad del Tribunal se refiera a un conflicto que duró 10 años (1991-2001), en el corazón mismo de los Balcanes, en el que cayeron más de un centenar de miles de hombres mujeres y niños, y donde destacan particularmente los 12.000 bosnios asesinados en Sarajevo y sus otros 8 o 9.000 compatriotas fusilados a mansalva por órdenes directas del Gral. Mladic en Srebrenica, la actividad del Tribunal no parece ser de interés para el gran público. Es precisamente por ello que es necesario recordar que el TPIY está trabajando a pleno.

Aunque el Tribunal ya ha completado el tratamiento de más de 50 casos, los que más llaman la atención son los de los personajes más conocidos. Es el caso del General Ratko Mladic, el de Radovan Karadzic, el del líder del Partido Radical de Serbia, Vojislav Seselj, el de Ramush Haradinaj ( ex primer ministro kosovar, que tiene la peculiaridad de tratarse de un acusado por crímenes en Kosovo y que no es de extracción serbia o serbio’bosnia), el de Zdravko Tolimir, que trabajase a las órdenes de Mladic y el de Goran Hadzic, antiguo presidente de los Serbios de Croacia. Conviene recordar que, en marzo del 2006,  falleció Slobodan Milosevic sin que el Tribunal pudiese expedirse sobre su caso. Muchos de ellos lograron escapar de la justicia durante muchos años pero todos los arriba mencionados enfrentan acusaciones de asesinatos masivos, crímenes de guerra, genocidio, crímenes contra la Humanidad, etc. y los fiscales requieren algunos centenares de años de prisión, si hacemos la suma de todos ellos.

Es obvio que los dos primeros son las principales figuras del transcurrir cotidiano del TPIY. Tanto Karadzic como Mladic han asumido una defensa más política que jurídica e intentan defender una postura de inocencia que no resiste el menor análisis. Las pruebas contra ellos son abrumadoras al punto que los documentos que, se presume, son acusadores de las actividades de Radko Mladic, suman 170.000 piezas documentales. Ello evidentemente no siempre es fácil de manejar de manera regular y previsible y el Tribunal ha sido acusado de “demoras”.

Si bien es cierto que el Tribunal tuvo en el pasado demoras con consecuencias irremediables, como, por ejemplo, que Milosevic no llegó a ser formalmente condenado por demoras burocráticas y, en algún sentido, la muerte le permitió escapar de la condena, no es menos cierto que las actividades del Tribunal tienen también cierta ejemplaridad y es muy probable que, de terminar bien sus actividades hacia el año 2014, su actividad pase a ser un ejemplo de funcionamiento de una justicia supranacional respetable y que, incluso, sirva de ejemplo.

Hoy es posible avanzar esta opinión moderadamente optimista porque una de las precauciones que tomó el TPIY, desde el inicio de sus actividades, fue tomar en cuenta que, dadas las características del conflicto, era seguro que existían presumibles culpables entre los tres grupos étnicos que habían participado en la guerra y que, por lo mismo, iba a ser posible convocar testigos que perteneciesen, también, a todos los grupos en disputa.

Cuando se cierren las actas de la desmesurada tarea de la que este Tribunal tuvo que hacer frente, seguramente saldrán a la luz algunos elementos altamente conmovedores. Es el caso del testimonio, del 20 de julio de este año, del teniente holandés Eelco Koster, que estaba al frente de los cascos azules del III Batallón de ese país. Conjuntamente con el teniente coronel Rutten, el 13 de julio de 1995 advirtieron algunos cadáveres de hombres bosnios, civiles, recientemente ejecutados en una zona despoblada pero cercana al campamento de los soldados de Naciones Unidas. Fotografiaron la escena pero el rollo fotográfico se estropeó durante el revelado. Las fotos perdidas eran la prueba que el Gral. Mladic (que ya había dado la orden de retirar de Srebrenica a todos los hombres de más de 70 años y a los niños menores de 16), estaba comenzando a ejecutar el genocidio de Srebrenica.

De esta reciente declaración, como de muchas otras concurrentes, surge claramente que los soldados holandeses estaban perfectamente al tanto de que el ejército serbio-bosnio estaba llevando a cabo una operación cuyas características no eran difíciles de adivinar. En 1995, esas tropas ya no eran en nada parecidas a un ejército: eran una vasta banda de asesinos mas especializados en ejecutar civiles que en enfrentar directamente tropas enemigas realmente militares. Muchas veces el genocidio se desata precisamente cuando los que se dicen militares, dejan de serlo realmente y se transforman en verdaderos asesinos y cobardes que se especializan en ejecutar civiles.

 Aunque era cierto que los Cascos Azules holandeses no tenían potestades reglamentarias para enfrentarse a las tropas de Mladic, y que solicitaron ayuda a la OTAN ante la sospecha de la matanza que estaba en marcha, tampoco ellos estuvieron a la altura de las circunstancias. Y poco tiempo después, el gobierno holandés renunció en bloque y aceptó la responsabilidad política de lo ocurrido.

No menos representativo del horror desplegado en el conflicto fue el testimonio de Elvedin Pasic, un joven campesino bosnio musulmán del poblado de Hrvacani donde convivía con muchachos de las otras etnias. De acuerdo a su declaración, sin que mediase violencia alguna de parte de ningún integrante del pueblo, un día cualquiera el ejército de Mladic inició el bombardeo y la destrucción de todo el pueblo. Luego de una larga huída que los llevó hasta territorio croata, donde aparentemente fueron acogidos y donde logró juntarse con parte de su familia, las fuerzas de Mladic  reaparecieron en el pueblo croata en búsqueda de bosnios donde ejecutaron aproximadamente unos 150 civiles. Ello determinó una nueva huida que terminó en Turquía porque fueron informados que su pueblo natal ya no existía y que la región había sido anexada a Serbia.

Todo este recordatorio no lo ofrecemos por simple homenaje a las víctimas de aquella pasada locura. Lo hacemos porque sobran las indicaciones de que dicha locura no es algo que haya realmente pasado y concluido .

Los rastros de la guerra, que algunos imaginaban superados no han desaparecido. Hace apenas un mes, Tomislav Nikolij, el recientemente electo presidente de Serbia, declaró que no había existido genocidio alguno en Srebrenica. En todo caso concedía que algunos serbios debían ser juzgados por la muerte de algunos bosnios “…pero no un genocidio…!”

Las autoridades de la Unión Europea, y la Comunidad Internacional, recibieron la declaración como un balde de agua fría porque estaban empezando a creer que Belgrado parecía haber entendido las evidencias. Serbia no tiene futuro alguno en la comunidad de naciones si no reconoce elementos que son incontrovertibles. En Srebrenica se han encontrado 5.917 cadáveres a la fecha, la enorme mayoría con las manos atadas en la espalda y tiros en la nuca. Dos mil mas permanecen desaparecidos. Es por ello que el funcionamiento y adecuada terminación del Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoeslavia, son piezas fundamentales en la posibilidad de una paz futura en los Balcanes.