FUNDAMENTALISMOS y VIOLENCIA
“A toutes les époques, il s´est trouvé des gens pour
considérer qu´il y avait une seule appartenance
majeure, tellement supérieure aux autres
en toutes circonstances qu´on pouvait
légitimement l´appeler « l´identité ».
Pour les uns, la nation, pour d´autres
la religion ou la classe »
Amin Maalouf : « Les Identités meurtrières »
En el día de ayer, miércoles 19 de agosto, más de 95 personas murieron y cientos resultaron heridas en un ataque masivo con explosivos en el centro de Bagdad. El atentado terrorista es el más importante desde el mes de junio, cuando las fuerzas norteamericanas comenzaron a delegar parte de la seguridad en las tropas iraquíes. La prensa internacional interpreta el atentado como un nuevo desafío a los invasores norteamericanos y, por la fecha, como una forma de “recordar” el atentado que, 6 años atrás, arrasara a la misión de las Naciones Unidas en esa misma capital.
En días inmediatamente previos al evento de ayer, y en clara referencia a las elecciones a realizarse en Afganistán, los talibanes afganos realizaron una serie de ataques terroristas que causaron decenas de muertes en Kabul y otros centros poblados, a los efectos de amedrentar a la población e impedir que ésta concurra a votar. Dada la cercanía del acto electoral es altamente factible que este artículo no llegue a reseñar los últimos atentados que, muy probablemente, habrán de tener lugar en las próximas horas en ese país.
El 14 de agosto, milicianos del grupo Hamas -(hasta ese día, conjuntamente con Hizbollah, la fracción más radical y fundamentalista que se opone a la no tan moderada Autoridad Palestina, heredera de Al Fatah)- hubieron de invadir por la fuerza, en la Franja de Gaza, una mezquita que había sido tomada por el grupo de los “Guerreros de Dios” causado la muerte de 6 personas e hiriendo a más de una docena. Éstos serían seguidores de Abdel Latif Moussa, lugarteniente, a su vez, de Abu Noor al-Maqdisi. El grupo y estos personajes no son demasiado conocidos, al menos en estas latitudes, pero lo poco que se sabe es que su “programa” se opone al de Hamas por entender que este último grupo es demasiado “liberal” y que es necesario hacer reinar la “ley de Dios” en el territorio de Gaza.
Quien se apresurase a interpretar que esta sucesión de acontecimientos estrictamente demenciales pertenecen exclusivamente a acciones llevadas a cabo por grupos radicales islámicos, se equivocaría de manera rotunda.
Si seguimos solamente las recientes hazañas del grupo ETA, encontraremos que realizó tres atentados el día 10 de agosto en Palma de Mallorca, precedidos de atentados el 8 de agosto, el 30 de julio y el 19 de junio, respectivamente, para no remontarnos más lejos en el tiempo. Es pertinente señalar que ETA, es algo menos indiscriminada: trata de matar solamente policías y militares. Las bajas civiles que causa son daños colaterales.
ETA no tiene nada que ver con el Islam, no opera en un país privado de libertades, ni en una sociedad pobre: todo lo contrario. Opera en uno de los países más ricos del mundo, poseedor de una sociedad altamente liberal y políticamente dirigida por un gobierno socialista. Es más: España es un país que ha desarrollado una sorprendente institucionalidad, especialmente orientada a contemplar a las distintas autonomías que históricamente conformaron su unidad nacional.
En este breve resumen, hemos dejado de lado, conscientemente, la reseña de atentados realizados, en los últimos dos meses, en México, Pakistán, la India, Sudán y todo el continente africano, así como en extremo Oriente o en Norte o Latinoamérica. Aunque menos publicitados, seguramente guardan proporción con los que agitan al mundo islámico ya que por lo menos sabemos que, en México, hay anualmente un número de muertes igual o superior a las que se constatan en Irak
En realidad, en la actualidad internacional de hoy resulta prácticamente imposible reseñar con exactitud el número de atentados, más o menos indiscriminados, que se llevan a cabo diariamente en el mundo “en defensa” de algún elemento identitario. Y cuando decimos “identitario”, es necesario entender el término, tanto en su sentido fuerte o tradicional (referido a identidades religiosas, étnicas, lingüísticas, nacionales, ideológicas, tribales, etc.) como en un nuevo sentido que refiere a “identidades” de nuevo tipo como aquellas que generan las “maras”, las “familias mafiosas” de narcos, las sectas de todo tipo, la “narco-guerrilla”, etc.
La frase de Amin Maalouf, con la que iniciamos este editorial, corre el riesgo de no ser totalmente exacta para reflejar el mundo de hoy. Habría que modificarla y, trayéndola al presente, iniciarla diciendo: “Particularmente en nuestra época, se encuentra gente….”. Lo que parece haberse extendido de manera incontrolable es el proceso de reducción de los infinitos rasgos de pertenencia, que contiene y comporta toda la necesaria complejidad de las identidades individuales o grupales, a un solo rasgo, a una sola pertenencia predominante y exclusiva. Esa reducción de la identidad a un solo rasgo de pertenencia es la forma misma de “la deshumanización”.
Así, el joven afgano recién salido de la “madrasa” coránica dispuesto a sacrificar su vida en un atentado, es capaz de hacerlo, porque ha perdido sus rasgos de afgano, de hijo, de hermano, de amigo, y de hombre: él es “El Islam” y nada más. El campesino colombiano reclutado, quizás a la fuerza, por las FARC hace 30 años, que está dejando su vida en secuestros de personas inocentes, es capaz de hacerlo porque ya no es ni colombiano, ni campesino, ni esposo, ni hombre: él es “El Combatiente” y nada más. El migrante salvadoreño incorporado en su “mara” tampoco es más salvadoreño, hijo, esposo y padre de familia, trabajador carpintero u hombre: el es “La Mara” y nada más y, en su nombre, cometerá todos los crímenes y dejará su vida sin dudarlo. No creamos que los ejemplos pertenecen sólo a países lejanos. Hasta el hincha de fútbol que, en una refriega momentánea, es capaz de asesinar a un partidario de otro equipo, funciona como asesino sólo porque, siquiera momentáneamente, logra despojarse de todos sus rasgos humanos de pertenencia y transformarse, por un instante, en “El Hincha” y nada más.
Los ejemplos pueden ser más o menos felices, pero son infinitos. Como procesos aislados, individuales, o parcialmente grupales y relativamente momentáneos, siempre han existido. También procesos similares hubieron de verse, a gran escala, a la sombra de los grandes totalitarismos del siglo XX.
Pero las sociedades contemporáneas parecen comenzar a marcar una diferencia. La diferencia radica en que, en determinadas circunstancias políticas, sociales y culturales que tienden a hacerse cada vez más extendidas, estos procesos de esquematización de la identidad que conlleva el establecimiento de identidades unilaterales y la consecuente “deshumanización” de los individuos aparecen como cada vez más sistemáticos, generalizados, promovidos y voluntariamente organizados en las más diversas regiones del planeta. Una urgente reflexión sobre la cuestión de la violencia en las sociedades contemporáneas no puede ignorar esta dimensión de la cuestión.