“A los catalanes”
La propuesta que hace Junts pel Sí, esa extraña coalición unida solo por el rechazo a España, puede ser el comienzo de la verdadera “vía muerta” para Cataluña. Rompiendo la legalidad, nadie que tenga la obligación de cumplir la ley va a negociar nada
El PAIS de Madrid
Agosto 30, 2015
Hace casi dos décadas que salí de la presidencia del
Gobierno de España. No tengo responsabilidades institucionales ni de
partido. He recuperado la sencilla condición de ciudadano, aunque en
todo momento comprometido con nuestro destino común. Por ese compromiso
con España, espacio público que compartimos durante siglos, me dirijo a
los ciudadanos de Cataluña para que no se dejen arrastrar a una aventura
ilegal e irresponsable que pone en peligro la convivencia entre los
catalanes y entre estos y los demás españoles.
Siempre he sentido gratitud por vuestro apoyo permanente y
mayoritario para la tarea de gobierno. Siempre, incluso cuando este
apoyo era declinante en el resto de España. Y gracias a esta sintonía he
podido representaros con orgullo, como a todos los españoles, en
Europa, en América Latina y en el mundo. Con vuestra confianza hemos
progresado juntos, durante muchos años, superando la pesada herencia de
la dictadura, consolidando las libertades, sentando las bases de la
sociedad del bienestar y reconociendo, como nunca antes en la historia,
la identidad de Cataluña y su derecho al autogobierno.
He creído y creo que estamos mucho mejor juntos que
enfrentados: reconociendo la diversidad como una riqueza compartida y no
como un motivo de fractura entre nosotros. Para mí, España dejaría de
serlo sin Cataluña, y Cataluña tampoco sería lo que es separada y
aislada.
La idea de “desconectar” de España, como propone Artur Mas,
en un extraño y disparatado frente de rechazo y ruptura de la legalidad,
tendría unas consecuencias que deben conocer todos:
— Desconectarían de una parte sustancial de la sociedad
catalana, fracturándola dramáticamente. Ya se siente esa fractura en la
convivencia, y se empiezan a oír voces de rechazo a los que no tienen
“pedigrí” catalán. Esos ciudadanos catalanes se sienten hoy agobiados
porque se está limitando su libertad para expresar su repudio a esta
aventura, porque le niegan o coartan su identidad —catalana y española—
que viven como una riqueza propia y no como una contradicción.
— Desconectarían del resto de España, rompiendo la
Constitución, y por ello el Estatuto que garantiza el autogobierno, y la
convivencia secular en este espacio público que compartimos. En el
límite de la locura, empiezan a ofrecer ciudadanía catalana a los
aragoneses, valencianos, baleares y franceses del sur. Hemos pasado
épocas de represión de las diferencias, de los sentimientos de
pertenencia, de la lengua, pero desde hace casi cuatro décadas, con la
vuelta de Tarradellas, entramos en una nueva etapa de reconocimiento de
la diversidad y de construcción del autogobierno más completo jamás
habido en Cataluña.
— Desconectarían de Europa, aislando a Cataluña en una
aventura sin propósito ni ventaja para nadie. ¿Imaginan un Consejo
Europeo de 150 o 200 miembros en la ya difícil gobernanza de la Unión?
Porque ese sería el resultado de la descomposición de la estructura de
los 28 Estados nación que conforman la UE. ¿Imaginan al Estado francés
cediendo parte de su territorio para satisfacer este nuevo irredentismo?
Nadie serio se prestará a ello en Europa y, menos que nadie, España,
que tanto luchó por incorporarse y participar en la construcción
europea, tal como es, con su diversidad y, por cierto, con el máximo
apoyo de Cataluña.
— Desconectarían de la dimensión iberoamericana (que tanto
valor y trascendencia tiene para todos) y especialmente de Cataluña
porque este vínculo se hace a través de España como Estado nación y de
la lengua que compartimos con 500 millones de personas —el castellano—,
como saben muy bien los mayores editores en esta lengua, que están en
Barcelona.
Naturalmente afirman lo contrario: “Solo queremos
desconectar de España”. ¿De qué España? ¿La que excluye también Aragón,
Valencia y Baleares? Los responsables de la propuesta saben que lo que
les estoy diciendo es la verdad, si se cumpliera ese “des-propósito”. En
realidad tratan de llevaros, ciudadanos de Cataluña, a la verdadera
“vía muerta” de la que habla Mas, en un extraño “acto fallido”.
Vivimos en la sociedad más conectada de la historia. La
revolución tecnológica significa “conexión”, “interconexión”, todo lo
contrario a “desconexión”. Cada día es mayor la interdependencia entre
todos nosotros: españoles de todas las identidades, europeos de la Unión
entre 28 Estados nación, latinoamericanos de más de 20 países, por no
hablar de nuestros vecinos del sur o del resto del mundo. Pregunten a
sus empresas, las que crean riqueza y empleo por esta desconexión.
La propuesta que hace esa extraña coalición unida solo por
el rechazo a España, sea cual sea el resultado de la falseada contienda
electoral, puede ser el comienzo de la verdadera “vía muerta”. ¿Cómo es
posible que se quiera llevar al pueblo catalán al aislamiento, a una
especie de Albania del siglo XXI? El señor Mas engaña a los
independentistas y a los que han creído que el derecho a decidir sobre
el espacio público que compartimos como Estado nación se puede
fraccionar arbitraria e ilegalmente, o que ese es el camino para
negociar con más fuerza. Comete el mismo error que Tsipras en Grecia,
pero fuera de la ley y con resultados más graves.
¿Qué pasó cuando se propuso a los griegos una consulta para
rechazar la oferta de la Unión Europea y “negociar con más fuerza”?
Después de que más del 60% de los griegos lo creyeran, Tsipras aceptó
condiciones mucho peores que las que habían rechazado en referéndum, con
el argumento, que sabían de antemano, de que no tenían otra salida.
¿Sabían que no había otra salida y engañaron a los ciudadanos?
Pueden creerme. No conseguirán, rompiendo la legalidad,
sentar a una mesa de negociación a nadie que tenga el deber de
respetarla y hacerla cumplir. Ningún responsable puede permitir una
política de hechos consumados, y menos rompiendo la legalidad, porque
invitaría a otros a aventuras en sentido contrario. Todos arriesgaríamos
lo ya conseguido y la posibilidad de avanzar con diálogo y reformas.
Eso es lo que necesitamos: reformas pactadas que garanticen
los hechos diferenciales sin romper ni la igualdad básica de la
ciudadanía ni la soberanía de todos para decidir nuestro futuro común.
No necesitamos más liquidacionistas en nuestra historia que propongan
romper la convivencia y las reglas de juego con planteamientos
falsamente democráticos.
Si la reforma de la ley electoral catalana no ha podido
aprobarse porque no se da la mayoría cualificada prevista en el
Estatuto, ¿cómo se puede plantear en serio la liquidación del mismo
Estatuto y de la Constitución en que se legitima, si se obtiene un
diputado más en esa lista única de rechazo? ¿Cómo el presidente de la
Generalitat va en el cuarto puesto, como si necesitara una guardia
pretoriana para violentar la ley?
Es lo más parecido a la aventura alemana o italiana de los
años treinta del siglo pasado. Pero nos cuesta expresarlo así por
respeto a la tradición de convivencia de Cataluña. El señor Mas sabe
que, desde el momento mismo que incumple su obligación como presidente
de la Generalitat y como primer representante del Estado en Cataluña,
está violando su promesa de cumplir y hacer cumplir LA LEY. Se coloca
fuera de la legalidad, renuncia a representar a todos los catalanes y
pierde la legitimidad democrática en el ejercicio de sus funciones.
No estoy de acuerdo con el inmovilismo del Gobierno de la
nación, cerrado al diálogo y a la reforma, ni con los recursos
innecesarios ante el Tribunal Constitucional. Pero esta convicción, que
estrecha el margen de maniobra de los que desearíamos avanzar por la vía
del entendimiento, no me puede llevar a una posición de equidistancia
entre los que se atienen a la ley y los que tratan de romperla.
No creo que España se vaya a romper, porque sé que eso no va
a ocurrir, sea cual sea el resultado electoral. Creo que el desgarro en
la convivencia que provoca esta aventura afectará a nuestro futuro y al
de nuestros hijos y trato de contribuir a evitarlo. Sé que en el
enfrentamiento perderemos todos. En el entendimiento podemos seguir
avanzando y resolviendo nuestros problemas.