jueves, 2 de junio de 2011

LA ARGENTINA EN PERSPECTIVA ELECTORAL

LA ARGENTINA EN PERSPECTIVA ELECTORAL

La Republica Argentina comienza a ver su vida política naturalmente inundada por una actividad cuya característica fundamental es el apabullante telón de fondo electoral que envuelve la escena. Ello es más que explicable. Faltan escasos 27 días para que se presenten las candidaturas que competirán en las primarias abiertas de los partidos políticos, el 14 de agosto se llevarán a cabo dichas primarias y, el 23 de octubre, es la fecha para la primera vuelta de las elecciones propiamente dichas.
Si el segundo gobierno K tuvo, hasta ahora, una gestión que mantiene una continuidad coherente con la gestión autoritaria y populista del difunto Néstor Kirchner, la entrada en la zona de turbulencia del período pre-electoral, con una Cristina “enviudada” y algo sola al mando de “La Empresa” con fines políticos, financieros, de promoción personal y de proyección mediática que es el gobierno argentino, ha sido razonablemente ”normal”.
La presidenta hace que gobierna cuando, en realidad, pasa su tiempo consiguiendo apoyos espurios, silenciando gente, expulsando aliados poco confiables, presionando jueces, comprando o vendiendo votos sindicales, mientras que, otra buena parte del gobierno, se dedica alegremente a la corrupción, a divertirse en la farándula, cuando no está ocupada en ocultar sus nexos con las maletas ilegales de 800.000 dólares, con los vuelos a Madrid de aviones ambulancia cargados de droga, con la explosión del patrimonio personal de la pareja presidencial, con la estafa de los medicamentos de la salud pública, con la bolsa de Felisa, con el vaciamiento de la Fundación de las “demokráticas” Madres de la Plaza de Mayo, con un asunto llamado “Skanska“ o bien con el que lleva el nombre ”Papel Prensa”, para no nombrar más que los escándalos que nos vienen espontáneamente a la memoria.
“La Empresa” se dispone, pues, a abordar la instancia electoral y, ante la mirada atónita del mundo, lo hace con cierta tranquilidad a pesar de lo que le han costado al país y a sus ciudadanos los años K y “la revolución nacional y popular“. Y si alguien duda de este costo, que compare donde se encuentran hoy las economías brasileña y mexicana y donde ha quedado la de argentina.
En realidad quienes seguramente estamos equivocados somos nosotros, aquellos que, por ser observadores externos, no terminamos de entender. La historia política argentina, su gestión económica y social del país, de 1945 en adelante, salvo unos pocos períodos selectos, ha sido siempre algo muy parecido a lo sucedido en el último período y casi nunca el electorado argentino sancionó a los responsables. En este caso, hay quien piensa que el episodio histórico de los K es quizás el peor de esta larga y desoladora historia porque no ven ningún caso que enfrente tan poca crítica o resistencia de parte de una ciudadanía que aparece como esencialmente ”resignada”.
La reiteración de esta historia parece encaminarse ahora hacia una nueva etapa. Y, prueba de ello, es que lo que cabría designar como ”oposición” encuentra enormes dificultades para estructurar algo parecido a una alternativa plausible al populismo K.
El primer problema es intentar distinguir donde termina el gobierno y donde comienza lo que sería la oposición. Nombres como Francisco de Narváez, Macri o Julio Cobos, ¿en qué campo terminarán jugando? Algunos son peronistas pero no kirchneristas (¿hasta cuando?), otros eran radicales pero ocupan posiciones claves en el gobierno, otros no se sabe siquiera como se ubican en el espectro político y con respecto a la polaridad gobierno/oposición.
Un segundo problema atañe a las batallas internas de una eventual oposición. En cualquier caso, a pesar de todo hay una suerte de ”polo de atracción” para aquellos argentinos sensatos, que debería poder establecer una alternativa de oposición creíble: la adición de una alicaída UCR (que tiene dificultades internas en reconocer el liderazgo a Ricardo Alfonsín junior) a un ”socialismo” (¿?) dirigido por un señor Hermes Binner que tiene sentados sus reales en Santa Fé. Aunque, desde luego, todavía estamos en plena pirotecnia previa y hay tiempo para piruetas de último momento, estos dos actores claves de un eventual polo de oposición ”progresista“ al kirchnerismo, por ahora se insultan mutuamente con singular alegría. Una táctica particularmente pedagógica para con un electorado que debería ser convencido de no acompañar con su voto a la patota kirchnerista.
Pero, en tercer lugar,  todavía queda por aclarar cual es y será el papel exacto que cumplirán actores relativamente importantes en los inevitables alineamientos que la instancia electoral no dejará de generar. Así, por ejemplo, destaca la actitud de Elisa Carrió (personaje particularmente folklórico que, en su ya larga carrera política, siempre se opuso por definición a todo) y que, como era previsible, se enfrenta enérgicamente a la posibilidad de que la UCR y el ”socialismo” osasen conformar efectivamente un polo de oposición en la que su Coalición Cívica ”...de ninguna manera…” participará.
Otra incógnita mayor es la postura que adoptarán dos personajes que cultivan por lo general la ambigüedad más absoluta. El ex presidente Duhalde, muy debilitado por el peronismo kirchnerista, ha salido a la caza de eventuales aliados para intentar una nueva carrera presidencial o, por lo menos, intentar simularlo, a fin de obtener alguna tajada. Para ello, ha elegido comenzar conversaciones con ”Pro”, es decir, Mauricio Macri, una suerte de ”yuppie” relativamente exitoso que logró hacerse elegir, en 2007, Jefe del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires pero que no ha tenido suerte en sus intentos de adquirir ”vuelo nacional”. Quizás Duhalde logre convencerlo de sumar fuerzas. Faltaría, desde luego, definir ”para qué” deberían ser sumados sus electorados.
En resumen, la incapacidad de la oposición (o de todo lo que no está en el corazón mismo del poder K) en articular hasta ahora algún dispositivo opositor que pueda hacer converger el electorado que no comulga con la irresponsabilidad y corrupción gubernamental no puede ser endilgada alegremente a las características psicológicas de algunos de estos líderes. En realidad, cabe más bien hacer la hipótesis que la desorganización política e ideológica de esta supuesta oposición no es otra cosa que el efecto directo de la aplastante hegemonía del agobiante relato gubernamental kirchnerista.