¿Cómo y dónde se generan valores en el Uruguay actual?
Confesaré que la pregunta planteada en la columna me desconcertó. Dudé entre dos lecturas de la interrogación que comporta. O bien hay quien que cree que los valores en el Uruguay tienen un proceso y lugar de producción específico, procedimental e institucionalmente localizable, o bien hay quien piensa que ”hay un déficit” de valores en nuestro país y hace la pregunta porque está intentando identificar la manera de enfrentar dicha carencia.
Cualquiera sea la interpretación, la pregunta desconoce la mecánica del funcionamiento cultural de toda sociedad e, independientemente de la respuesta que demos a la pregunta, ella será válida para Uruguay y para muchas sociedades contemporáneas.
En el primer sentido, la respuesta es que al igual que la cultura, las creencias ”del sentido común”, las ideas políticas, religiosas o las prácticas sociales más cotidianas, ”los valores” se generan en el ámbito de los lenguajes sociales. Es una ingenuidad sociológica creer que existe ”forma” y “lugar“, institucionales, públicos o privados, medios de comunicación, formación o relacionamiento entre individuos, donde esté operando la generación de ese conjunto discursivo llamado “los valores“ de un país. Es en el tejido lingüístico de la sociedad y, más precisamente, en el entrelazamiento entre la actividad simbólica y la proyección imaginaria que ella autoriza, donde se producen todos los efectos de sentido que hacen comprensible la vida social y el mundo exterior para sus habitantes. Y, por ende, “los valores“, aquellos significados que son identificados como ”buenos”, ”positivos”, ”aceptables” o “deseables” (lo que no quiere decir que lo sean) se constituyen en ”valores” más o menos compartidos entre sectores amplios de la sociedad mientras que otros, menos prestigiosos, funcionan como ”valores” pero en sectores más restringidos.
Si la pregunta, en cambio, se plantea porque se cree que ”se perdieron los valores” y es necesario salir a identificar la forma y el lugar adecuados para “recuperarlos“, estamos ante una ingenuidad histórica y, lo que es peor, ante una fantasía. Lo sucedido en el último medio siglo en Uruguay y en muchas sociedades occidentales es que un conjunto de construcciones simbólicas e imaginarias que fueron consideradas como ”valores positivos” durante un largo período histórico (grosso modo hasta mediados del siglo XX) han sido reemplazados por nuevos “valores” orientadores de nuevas conductas.
Esos nuevos ”valores” pueden gustar o no, pueden ser útiles o dañinos para la sociedad, pero lo cierto es que están allí porque ella los produce y no porque haya un “vacío de valores”.
Para quienes los valores reinantes en las sociedades contemporáneas no nos resultan adecuados, nos queda lo más importante: la libertad de regular nuestras conductas siguiendo una ética autónoma que nos resulte satisfactoria. En última instancia, ningún ”valor social” está por encima de nuestra libertad individual.
Javier Bonilla Saus
Universidad ORT Uruguay
29/04/2011
SEMANARIO ”VOCES”
Montevideo