¿ES POSIBLE UN MUNDO “MULTIPOLAR”?
(2da. Parte)
(2da. Parte)
IV.- Retornemos entonces, ”back to the future”, y reconsideremos la primera parte de este trabajo. Como vimos, y en consonancia con lo que una gran parte de los analistas ”especializados” sostiene, estamos en un escenario en el que las que fueron en las últimas décadas las economías más poderosas del mundo internacional están en crisis y hay un número importante de países de cierto porte, cuyas economías vienen creciendo desde hace tiempo y que, al abrigo de la crisis financiera y recesiva que aqueja a las antiguas economías dominantes, han acelerado todavía más su crecimiento.
Aunque nadie ha olvidado la supervivencia, seguramente muy atenuada pero no por ello no vigente, de la bipolaridad nuclear de la Guerra Fría (los 2 arsenales nucleares más importantes siguen siendo los de los contendientes del período 1950-1990), la arquitectura del escenario internacional actual en el que se conciben los actores que lo habitan y sus ”poderes” tienden a pensarse en base a un criterio de potencialidad económica.
Tanto el relato de los ”nuevos tigres asiáticos” como el de los BRICs se asienta conceptualmente, en “una contabilidad“ de PBIs y, sobretodo, de tendencias de tasas de crecimiento de dichos PBIs, complementada esa idea de potencialidad económica, con la referencia al tamaño de los países y su escala demográfica. Es fundamentalmente en base a este tipo de criterio que se ha venido construyendo la idea de un posible mundo ”multipolar”. Pero ¿qué relevancia explicativa puede tener este tipo de aproximación para pretender descifrar el perfil de la arquitectura internacional futura? ¿En qué términos es que se pretende fundamentar una supuesta ”multipolaridad” del mundo internacional futuro? ¿En la idea de que un alto porcentaje del PIB mundial del año 2025, en lugar de dividirse entre tres grandes países/bloques, como era el caso a inicios del siglo XXI, habrá de hacerse entre 7, 8 o 10 grandes países/bloques? De lo que se trata es de la descripción de un cambio en la distribución de la producción de la riqueza pero en modo alguno estamos ante algún tipo de propuesta explicativa de la estructura de la distribución del poder político del mundo internacional en la fecha señalada.
En nuestra opinión, la capacidad explicativa de la propuesta ”multipolar” resulta ser todavía menor que la que tenía la caracterización de un mundo ”bipolar” durante la Guerra Fría. Aquella forma de explicar la escena internacional, aunque desconocía una infinidad de espacios en los que algunos actores y tipos de poder podían ser altamente significativos, por lo menos, al estar de alguna manera apegada al viejo realismo tan querido del discurso internacional, construía un mundo ”bipolar” sobre la base del sencillo y duro criterio de la fuerza nuclear.
V.- Planteemos, a mero título de provocación intelectual, un ejemplo tan hipotético como improbable. Imaginemos que, en el año 2025, por alguna combinación de acontecimientos hoy no imaginables, el 70%% del PIB mundial se distribuye de manera aproximativamente igualitaria entre EE.UU., EU, Japón, China, India, Rusia, Brasil y Turquía. ¿Qué nos permite considerar a esos ocho actores como ocho polos de poder en la arquitectura medular de la escena internacional, al punto de manera de poder configurar estrictamente un ”mundo multipolar”?
En realidad un estudiante de economía sabe que esos PBIs no son equivalentes ni otorgan a sus productores la misma ”potencialidad” económica. El PBI de EE.UU. seguirá siendo la medida de una producción esencialmente destinada al mercado interno, como, en parte, también lo será el de Europa. Los PBIs de China, Brasil y Turquía, en cambio, serán el reflejo de una producción que continuará más bien orientada al mercado mundial. Con la diferencia, además, de que el PBI del Brasil será un PBI generado en buena medida por la exportación de “commodities” mientras que el de China será el resultado de la exportación masiva de productos manufacturados. Por otra parte, el PBI de EE.UU., Japón y Europa resultarán de una producción con altos componentes de tecnología e innovación en el uso racional de nuevas energías mientras que el de la India y Turquía será el efecto de una producción basada en la utilización intensiva de mano de obra, y, por su lado, el PBI ruso descansará sobre la exportación de energía y la disponibilidad de combustibles fósiles abundantes.
¿Es posible sostener que estos ocho PBIs aproximadamente equivalentes ”habilitan” ocho centros de poder en el mundo político internacional relativamente similares que nos permitan hablar de un mundo ”multipolar”? Las solas diferencias cualitativas en la constitución de cada modelo productivo, más allá de que sus ”out-puts” sean parecidos, hacen que la capacidad de traducción política de esos ”out-puts” será altamente diferencial en términos de ”poder internacional“. Y eso parece ser sostenible aún manteniéndonos en el único terreno de la ”potencialidad económica”.
Pero toda definición de un polo de poder, como vimos, también tiene que ver con el poderío militar. Todo hace pensar que, en el año 2025, aunque todos los países elegidos, incluido el Japón, sean ya potencias nucleares, los EE.UU. seguirán siendo un polo mayor de poder en términos de capacidad nuclear, seguido por Rusia, Europa y China. Y, muy difícilmente, Brasil y Turquía califiquen como potencias nucleares realmente operacionales. O sea que en este “plano” (para nada menor) de la definición de la arquitectura del poder mundial, nuestra propuesta octogonal no tiene andamiento.
Nuestro mundo “multipolar”, además, se complica singularmente si consideramos el poderío demográfico relativo de nuestras múltiples superpotencias. Si la China, y una cada vez más joven India, serán dueñas y señoras del terreno demográfico, el Japón y Europa serán, muy probablemente, potencias envejecidas e inexorablemente debilitadas por su escaso dinamismo poblacional.
La continuación del razonamiento es obvia. Las fortalezas de un mundo dominado por muchos polos habrán de distribuirse en formas y terrenos de poder internacional muy distintos. El efecto de esa diversidad es que la escena internacional queda fragmentada en “sub-escenarios” en los que predominan diferentes centros de poder y, por consiguiente, la idea misma de “polos”, de “potencias” internacionales, queda cuestionada.
Si bien es posible encontrar una lógica en el concepto de “unipolaridad”, puesto que la supremacía del polo dominante define el espacio de poder en el que se expresa su capacidad de potencia preeminente, esto no es posible si ampliamos mucho el número de polos”. El concepto de mundo “bipolar” sirvió de paradigma razonablemente explicativo, en su momento, porque los dos polos enfrentados definieron la arena de la bipolaridad exclusivamente en términos de poderío nuclear (y secundariamente ideológico). Pero más allá de una configuración “bipolar”, más allá de un mundo internacional “binario”, la operación de imaginar la arquitectura política internacional en términos de “polaridades” es inviable porque no es conceptualmente coherente.
VI.- ¿Cómo imaginar entonces un mundo habitado por una serie relativamente amplia de actores de primera línea pero que obtienen y realizan su poderío en formas, actividades y terrenos distintos del escenario internacional? Muy esquemáticamente las respuestas imaginables son sólo dos. La primera respuesta es que la previsible conflictividad de ese mundo internacional “obliga” a proceder a un “proceso de selección” y, luego de múltiples conflictos, se vuelve a una arquitectura mucho menos plural donde pueda restablecerse un escenario “unipolar”, “bipolar” o, eventualmente, “tripolar”. La segunda respuesta, mucho más difícil de imaginar, es que la arena internacional se conforme de manera no “multipolar” sino “plurireticular”. Que, algunas “redes” (alianzas de hecho), de geometría variable, agrupen la dominación de algunas potencias en determinadas áreas del mundo internacional mientras otras “redes”, diferentemente compuestas, lo hagan sobre áreas o actividades internacionales diferentes. Este segundo escenario, no solamente resulta más difícil de imaginar: es infinitamente más difícil de gestionar y su conflictividad puede ser desmesuradamente alta. Eso así porque, en el fondo, esta arquitectura conlleva el cuestionamiento de la existencia de UN MUNDO internacional.