domingo, 26 de junio de 2011

¿ES POSIBLE UN MUNDO “MULTIPOLAR”?

¿ES POSIBLE UN MUNDO “MULTIPOLAR”?
(1era. Parte)


I.- Los especialistas en relaciones internacionales acostumbran ensayar con bastante recurrencia la búsqueda de modelos o bosquejos de la configuración que podría adoptar el mundo y la escena internacionales en un futuro más o menos mediato.
Sin ir muy lejos, para no retrotraernos a autores clásicos como Carl Schmitt, en cuanto la Guerra Fría comenzó a dar señales de agotamiento, florecieron diversas propuestas que intentaban bosquejar la arquitectura del mundo que la sobreviría. Tanto Fukuyama como Huntington (más concretamente éste último porque el primero involucraba argumentos de corte historicista teóricamente más ambiciosos), son ejemplos relativamente actuales de esos intentos “premonitorios” de los internacionalistas. Del “mundo bipolar” al “mundo unipolar”, aderezado de un más bien fugaz “mundo plano”, fueron innumerables las metáforas utilizadas  para intentar transmitir ideas sobre la estructura del mundo internacional del futuro inmediato. En el mismo sentido, la invención de “los BRICs” por Jim O´Neil, en el año 2001, presintiéndoles como “nuevos actores” de la escena internacional, pertenece también a una forma similar, aunque parcial, de ensayo prospectivo sobre la arquitectura internacional futura.
Aunque en muy pocos casos estas proyecciones futuristas descansan sobre un herramental teórico sustantivo y, por lo general, no fueron sino “descripciones imaginarias” de hipotéticos cursos históricos más o menos ingeniosamente presentados, su utilización no resulta del todo arbitraria. Tienen un poco la función de la “construcción de escenarios” que, en muchas áreas, permite especular con alguna sistematicidad sobre “modelos” eventuales.
Como anuncia nuestro título, este editorial pretende esquemáticamente adentrarse en estas apuestas imaginarias sobre posibles morfologías de la escena internacional de alguna década futura.
II.- En la actualidad, y en medio de la gran crisis que está golpeando con insistencia desde el año 2008 a las economías más desarrolladas y, por consiguiente, en buena medida a los centros de poder que teníamos catalogados como “grandes potencias”, no puede dejar de hacerse la pregunta: ¿ hasta cuándo los tres grandes centros de poder económico y financiero (y parcialmente militar) de inicios del siglo XXI, seguirán siendo efectivamente eso? En otras palabras, ¿por cuánto tiempo más los EE.UU., la Unión Europea y el Japón, seguirán siendo los pilares principales de la arquitectura internacional de nuestra época? Han pasado cinco años desde que la crisis hipotecaria, financiera y económica norteamericana  golpeó de manera distinta, pero sistemática, a los principales “jugadores” de las Ligas Mayores y la tentación natural es preguntarse hasta cuándo podrán mantenerse en ellas.
Los EE.UU., parecen haber equilibrado su caída, pero no la han dejado atrás claramente; Europa se encuentra en plena lucha por conservar algunos principios de unidad sobre los que, en gran medida, descansa su fuerza y, Japón, que ya sufría para mantenerse en el pelotón de punta, además de soportar la crisis económica que a todos ellos aqueja, no logra evaluar la magnitud de su catástrofe nuclear.
Durante este período de crisis y debilitamiento de nuestros tres grandes “jugadores”, un número importante de países del mundo parecen sacar provecho de la crisis y llevan alineando unos cuantos años de fuerte crecimiento económico sostenido y de afirmación de sus respectivos poderes políticos y militares regionales. Esto no es sorprendente si recordamos algunos desempeños de la economía mundial entre la Primera Guerra y el fin de la Guerra de Corea.
Pero no es exacto correlacionar la crisis de los países más poderosos con el fortalecimiento de un grupo de países emergentes que aparecen acumulando fuerzas consistentemente. El discurso sobre los “nuevos tigres asiáticos”  aparece en los años 90 (entonces eran Hong Kong, Taiwán, Singapur y Corea del Sur) por lo que el empuje de nuevas economías emergentes es bastante anterior al estallido de la crisis mencionada  y la “invención” de los BRICs, a su vez, data de 2001, por lo que más allá de la pertinencia o no de la selección de esos 4 países y su agrupamiento en algún tipo de ”unidad”, no es menos cierto que su fortalecimiento comienza también antes de la crisis de las potencias “establecidas”.
Pero también parece ser cierto es que el estallido de la crisis ha favorecido y probablemente acelerado el fortalecimiento de estos candidatos a jugar entre los grandes de este mundo. Es evidente que el sólo crecimiento de China puede explicar parte del proceso. Pero no solamente la China es ya más del 9% del PIB mundial; los otros 3 Brics juntos llegan al 8% y países como México (que O´Neil “candidateó” al BRIC en enero de este año), Turquía, Indonesia o Corea del Sur  no están muy lejos de los guarismos de Rusia. Nada de esto es muy novedoso, está en la prensa diaria y, en buena medida, la instauración del G 20 es un primer gesto de institucionalización de la nueva situación.
El escenario se torna intrigante si proyectamos estas dos tendencias 5 o 10 años para adelante, manteniendo la circunstancia actual incambiada: es decir estancamiento y recesión en el mundo desarrollado y fuertes tasas de crecimiento en estos nuevos challengers emergentes.
Nadie podrá sensatamente pensar que los EE.UU., la U.E. o Japón dejarán de ocupar un lugar en las Ligas Mayores pero sí es posible pensar, en este ejercicio imaginario, que la cola para ingresar a dichas Ligas se irá haciendo cada vez más larga y que muchos de los que, hasta ahora, estaban dispuestos a pagar la entrada para ver el partido desde la tribuna, estarán queriendo entrar a la cancha y comenzar a jugar los partidos. La disyuntiva que aparece es la siguiente: o bien jugarán los partidos con los grandes de las Ligas Mayores, o bien comenzarán a jugarlos, entre ellos, en una Liga a parte.
Obviamente, si sacamos las consecuencias políticas de esta imaginaria y algo arbitraria proyección, el mund0 que se dibuja no es un mundo sencillo, no es un mundo seguro y no es un mundo pacífico. La metáfora a la que se ha recurrido hasta ahora para tratar de bosquejar el diseño sistémico futuro que es la de un mundo “multipolar”. Sin embargo esta figura es, en nuestra opinión, radicalmente inadecuada.
III.- La idea de un mundo ”multipolar” resulta inadecuada porque supone, de manera implícita, que los poderes relativos de los distintos actores del mundo internacional se despliegan (y, por ende se puede comparar entre sí) en una misma escala de poder que se concretiza en una suerte de espacio ”plano“, único y relativamente homogéneo en el que evolucionarían todos los poderes de todos los actores. Y lo más probable es que, en este imaginario futuro que estamos delineando, esta suposición no sea la adecuada. Expliquemos.
Mientras echábamos mano a la idea de un mundo unipolar, el problema de la configuración del espacio internacional al que nos referimos no se plantea. Hay un centro de poder y poco importa donde se sitúan los otros actores y sus respectivos poderes: esa superpotencia es, en última instancia, la ”ordenadora” de las conductas políticas de todos los actores y es la que establece, por su propia preponderancia, el tipo de espacio y las modalidades de configuración en los que se concreta su supremacía.
Pero ya cuando intentamos utilizar la metáfora del mundo ”bipolar”, la cuestión de cómo y dónde está definida y se concreta efectivamente la capacidad de poder de los dos  polos comienza a complicarse. Tomemos como ejemplo el dispositivo ”bipolar” de la Guerra Fría. El supuesto que tenía era que los EE.UU. y la URSS, eran dos polos ideológicos y, en términos de poderío militar, eran dos polos que poseían un armamento nuclear más o menos equivalente. Dejando de lado lo ideológico (que no es relevante aquí), la característica de la ”bipolaridad” de aquel mundo se verificaba fundamentalmente en el plano de la capacidad nuclear de cada uno de los polos. Toda la discusión sobre el desarme y la retórica SALT giró en torno a una contabilidad de cabezas nucleares y lanzadores operacionales disponibles por los contendientes. Pero pronto se reveló, por ejemplo, que las modalidades geográficas del despliegue de la capacidad nuclear de cada contrincante era una variable al menos tan importante como el número de ingenios nucleares. Por algo la crisis de los misiles se resuelve con el retiro ostensible de los misiles rusos a desplegarse en Cuba y con el desmantelamiento, discreto y casi no publicitado, del armamento norteamericano instalado en Turquía que el presidente Kennedy declaró ”obsoleto”. Por lo mismo, la mayor dispersión geográfica del armamento nuclear norteamericanos (gracias a la mayor disponibilidad de bombarderos estratégicos y submarinos) siempre favoreció al polo de los EE.UU.
En resumen la aceptada ”bipolaridad” de la Guerra Fría estaba concebida como una bipolaridad relativa a la ideología y sobretodo al armamento nuclear y a las modalidades geográficas de su despliegue y era, en esa configuración del espacio internacional, que adquiría sentido la llamada ”bipolaridad”. Pero nadie se preguntaba si el mundo de la Guerra Fría era económicamente bipolar, si era demográficamente bipolar, si era tecnológicamente bipolar o si era, por ejemplo, financieramente o religiosamente bipolar.  La respuesta seguramente sería que no, que sólo era ideológica y militarmente (o más precisamente, nuclearmente) bipolar.   (sigue...)