EL MULTIPLE ASESINO MOHAMED MERAH
Francia: elecciones con trasfondo racista
Como es sabido,
el primer turno de las próximas elecciones franceses se llevará a cabo el 22
del mes que viene y, cuando la campaña electoral estaba comenzando a “calentar”
realmente, una serie de asesinatos de corte racista irrumpieron de manera
impredecible generando un verdadero cortocircuito en las estrategias de campaña
de los candidatos.
El asunto
estalla con la aparición de un personaje “poco
probable”, como quizás lo denominaría Jorge Luis Borges, Mohamed Merah, que
se transformó en la “vedette” de Francia y de parte de Europa, desplazando totalmente
a los candidatos a la presidencia de Francia del foco de atención del público.
Un ciudadano
francés, de origen argelino, con antecedentes de criminalidad común, además de sendos
viajes a Pakistán y Afganistán y reivindicando una suerte de formación
“autodidacta” de “djihadista espontáneo” decidió ejecutar fríamente a 3 niños y
a un profesor judíos y a otros tantos soldados del ejército francés pero, en este
caso, de origen árabe. Luego de filmar insólitamente toda esta masacre, logró
atrincherarse en su hogar y resistió con sorprendente eficacia varios intentos
de la policía de detenerlo con vida.
El razonamiento
del asesino no es demasiado claro. El racismo de su crimen se perfila en las
muertes de las víctimas judías: son asesinatos claramente racistas. Pero ¿qué
raza es la atacada en la muerte de los soldados franceses asesinados, de origen
presumiblemente árabe? ¿Se presume que fueron ejecutados por ser “árabes que cooperan con el enemigo” o
simplemente por franceses? En cualquier caso algún elemento político hay en
juego porque la filmación fue enviada a la sucursal parisina de la cadena de
televisión Al Jazeera que,
impecablemente, se abstuvo
de toda emisión y comunico el caso a la policía
A pesar de
estas ambiguedades, el tema del racismo quedó instalado en la agenda de la
campaña, y los candidatos no han sabido decodificar este racismo que apunta
desordenadamente un poco para cualquier lado.
La tentación generalizada
de los candidatos fue “achicar” los destrozos causados por el imprevisible y
horrendo episodio en sus estrategias de campaña, abandonar el tema y/o
empujarlo disimuladamente hacia la fácil imaginería de que se trata de la
acción de un simple pero peligroso chiflado islamista. La cuestión es que la
operación no es tan sencilla.
En primer
lugar, el final del asesino, acribillado a tiros, tuvo más el sabor de una
derrota policial que el de un paso sensato dado por la Justicia.
Secundariamente, la muerte del asesino, dejó prácticamente sin pistas
sustantivas a las autoridades para decidir si estaba ante un terrorista
islámico aislado (ahora comienza a utilizarse, no sin cierta frivolidad, la
expresión “lobo solitario”) o si algunas de sus previas fanfarronadas relativas
a hipotéticos contactos con Al Qaeda eran algo más que eso.
En todo caso
los servicios de seguridad de Francia no salen bien parados del incidente. Los
EE.UU. le tenían el acceso a su territorio vedado a Mohamed Merah y la propia
Francia tenía todos los elementos como para haberlo vigilado como a alguien
altamente peligroso. En algún sentido esta ineficiencia se le endosa al
gobierno que, aún después del desastre, de haber manejado bien la situación,
hubiese podido salir como un ”triunfador”.
La gran perdedora
es, sin lugar a dudas, la extrema derecha. Ante el horror de los asesinatos,
Marine Le Pen, que ha asociado su imagen al racismo anti-árabe, pero a quien no
le sirve en este momento el racismo antisemita, no encuentra el tono adecuando
para su discurso.
Quien, hay que
reconocerlo, salió casi limpio, “in extremis”, fue el presidente/candidato
Sarkozy. No hay que olvidar que hace escasas semanas amenazaba con la
barbaridad de retirarse del acuerdo de Schengen si Europa no endurecía la
política contra la emigración y, hace algo más de un año, ordenaba una
persecusión implacable de unos pocos miles de gitanos que eran expulsados sin
misericordia de Francia. En realidad Sarkozy estaba pronto para ser acusado de
ser un permanente agitador de la cuestión de la emigración y de un tratamiento
radicalmente antiliberal del tema.
El problema es
que su contendiente socialista, François Hollande, no tuvo el nervio suficiente
como para pegar con la dureza que la situación creada le permitía. Si bien
salió bien parado del aprieto, no pudo (o no quiso) encerrar a Sarkozy en un “débat sécuritaire” en el que el
presidente habría perdido unas cuantas plumas aunque eso hubiese enojado a
algún verde o socialista “evangélico” que, de cualquier manera, hubiese
terminado por votar al PS. La extrema izquierda, por su parte, navega en su
tradicional irrelevancia discursiva y el MoDem, el partido centrista por
antonomasia en Francia, no parece haber variado su desempeño.
En resumen,
aunque no sea han dispersado todos los efectos electorales de esta explosión de
violencia y racismo que nadie esperaba, los desempeños electorales no han
variado demasiado con la excepción de la extrema derecha. Sarkozy sigue
subiendo mientras que Hollande no parece reaccionar con la vehemencia que
debería, la extrema izquierda y el centro están estancados en el entorno del 10
% y todo indica que, si Hollande hace algún esfuerzo mínimamente imaginativo,
debería ganar la segunda vuelta.
Lo que, en realidad, no es mucho
mérito contra el Presidente más impopular de toda la historia de la Va.
República.