domingo, 4 de diciembre de 2011

PRIMAVERA CON CLIMA INESTABLE

 
ISSN: 1688 - 4302

PRIMAVERA CON CLIMA INESTABLE

Hace exactamente un año, día más día menos, se ponía en marcha una serie de movilizaciones que terminarían en levantamientos destinados a sacudir el panorama geopolítico del Medio Oriente y Norte de África.
Con alguna estrechez imaginativa, la prensa internacional pronto echó mano a la metáfora  de “la primavera” para aludir a una vaga sensación de “renovación” o “renacimiento”, en países que estaban sometidos, desde hacía décadas, a una climatología política “polar” que los mantenía “congelados” en el autoritarismo. Y, efectivamente, el año 2011 iba a traer una serie de movimientos políticos importantes en países como Túnez, Egipto, Libia, Marruecos, Siria y Yemen para no mencionar más que los más obvios.
En Túnez, el país pionero de estas movilizaciones, el gobierno del ex presidente Ben Alí demoró muy poco en colapsar. En buena medida, la movilización tunecina marcó algunas pautas para otras movilizaciones que pudieron desarrollarse en condiciones más o menos similares. Sus actores más visibles fueron jóvenes, desocupados en general, culturalmente occidentalizados al punto que la utilización de las TIC´s, vía Facebook, Twitter, etc., formó parte del folklore militante de los sublevados tunecinos. Es necesario recordar al lector que Túnez, gran centro turístico del Mediterráneo, es uno de los países menos tradicionales y más “modernos” del Mahgreb.
¿Qué ha pasado en Túnez y en otros países semejantes? Aunque menos de un año es un período irrisorio para definir algún tipo de tendencia en una coyuntura tan decisiva como la que nos ocupa, es posible al menos “constatar” lo sucedido.
En el primer país, el 23 de octubre se realizaron las elecciones para elegir la Asamblea Constituyente. Los resultados de dichas elecciones fueron ligeramente sorpresivos. Se esperaba un triunfo claro de la izquierda y una aparición significativa del partido islamista Ennahda. En los hechos, Ennahda fue el partido más votado seguido por los dos partidos de Izquierda, Ettakatol y el Partido Congreso por la República. Estos tres “ganadores” de las elecciones constituyentes, anunciaron la semana pasada un acuerdo de principio para conformar una coalición. Esta coalición habría acordado que Mustapha Ben Jaafar, líder del Ettakatol, será el Presidente de la Asamblea Constituyente, Moncef Marzuki, líder del Congreso por la República asumirá la Presidencia de la República y el islamista Hamadi Jebali habrá de desempeñarse como Jefe del futuro gobierno.
En todo caso, en menos de un año un esbozo de institucionalización se insinúa y ahora falta evaluar las capacidades reales de operar de la coalición que se anuncia. Es de destacar que la presencia ganadora del partido islámico, en un país como Túnez, es altamente significativa.
En Egipto, mientras escribimos este editorial, se están realizando las primeras elecciones legislativas posteriores a la era Mubarak. Recordando que estas elecciones legislativas se llevan a cabo en tres fases sucesivas, y que el proceso durará hasta mediados de enero, la prensa internacional señala que la votación se está llevando a cabo desde el día de ayer en la más absoluta calma. El número de votantes es sorprendentemente alto y, en particular, el de mujeres que han concurrido a hacerlo por primera vez.
A pesar de las violencias recientes, de las demoras para iniciar las elecciones y del ambiguo papel de las Fuerzas Armadas ante la perspectiva de un nacimiento de verdaderos partidos políticos, el proceso parece haber comenzado en orden. La presencia permanente del partido islamista de los Hermanos Musulmanes es sistemáticamente destacada, al menos en  El Cairo, aunque, al mismo tiempo, en la plaza Tahrir, están instalados los más “tunecinos” de la sublevación egipcia. Los jóvenes “occidentalizados”, que pelearon ostensiblemente por su idea de una democracia a la vez musulmana y moderna, intentan mantener la vitalidad y visibilidad que tuvieron en los primeros momentos del levantamiento. Se han dividido en dos grupos: aquellos que están dispuestos a votar por algunas de las opciones de izquierda y aquellos que se han cansado de “esperar” las elecciones y acaban de pronunciarse por la abstención.
En cualquier caso no tienen tarea fácil porque no solamente deben enfrentar el creciente éxito de los Hermanos Musulmanes: también deben salir al cruce de los “fululs”; es decir, los ex-integrantes del partido de Mubarak, el Partido Nacional Democrático, que han salido a ocupar las calles y a hacerse presentes en el acto electoral. Aunque su influencia puede haber disminuido considerablemente, el aparato político del régimen caído era una poderosa máquina clientelística que es muy probable que conserve una influencia poderosa en el interior del país. En todo caso su única cara visible, el nuevo partido Ittihad, figuraba quinto en la última encuesta pre-electoral de la semana pasada.
En cualquier caso, es necesario recordar que Egipto no es Túnez. Entre muchísimas diferencias resaltan dos que deben ser permanentemente recordadas. Primero, el partido islamista tiene una antigüedad y un arraigo muy superior al que tiene su versión tunecina, por más que en Egipto fuese salvajemente perseguido por décadas. La segunda diferencia es que, en Egipto, “el decisor en última instancia” continúan siendo las Fuerzas Armadas.
En Marruecos, un país donde el proceso hubo de ser mucho más discreto (ya que la institución de la monarquía, y el todavía sólido prestigio de la dinastía descendiente de Al Sharif, funcionaron como sistemas de contención y amortiguamiento de las demandas populares) los cambios parecen acontecer ordenadamente. El viernes pasado, y a propuesta del Rey, se realizaron elecciones legislativas para instrumentar un nuevo Parlamento dotado de más poderes y dirigido por una suerte de Primer Ministro con cierta autoridad política propia y autónoma del Monarca.
Nueva sorpresa, el partido islamista moderado, Partido de la Justicia y del Desarrollo (PJD), se alzó con 107 escaños de los 395 en disputa y como el ganador claro de la elección ya que multiplica por más de dos su representación en el formato legislativo anterior. En el día de hoy, el Rey Hassan VI nombrará primer ministro a Abdelila Benkiran, el jefe del PJD que deberá establecer algún tipo de coalición, probablemente con liberales e izquierdistas.
Los tres casos reseñados tienen algunos rasgos comunes que pueden ser señalados a condición de no caer en la permanente tentación de hacer, de esas aparentes similitudes, el “principio de una “tendencia” siempre bienvenida en los análisis políticos apresurados.
Pero es cierto que los tres casos mencionados parecen comenzar a encaminarse hacia la construcción de formas institucionales menos autoritarias, formalmente más democráticas y, menos claramente, más liberales. El problema de la eventual “liberalización” de los procesos en marcha radica en que, en todos, los casos los triunfadores son partidos islámicos que por muy democráticos que sean sus triunfos, “democrático” no es sinónimo de “liberal”. Si bien los islamistas triunfantes son claramente moderados, esos islamismos no dejan de plantear serios problemas en relación al respeto a los derechos individuales y, particularmente, en relación al respeto a la libertad de creencias y cultos y a las libertades de las mujeres.
No es posible, desgraciadamente, mencionar avances institucionales sustantivos en los otros tres casos mencionados. En el caso de Libia, que fuese ya tratado oportunamente en “Letras Internacionales” (Ver No.135 de 1/9/11), la sublevación degeneró en una guerra civil que prácticamente acaba de concluir. Adelantar algo consistente con respecto al futuro formato institucional resulta ser particularmente difícil en virtud de perfil claramente arcaico de las modalidades de organización política de ese país.
Por su parte, en Yemen (Ver “Letras Internacionales” No. 141 de 20/10/11) tampoco es posible discernir un rumbo claro. El presidente Abdalá Saleh ha firmado su renuncia y un acuerdo para transferir el poder establecido por el Consejo de Cooperación del Golfo, ante el soberano saudí en Riad.
Aunque en Sanáa, las manifestaciones de júbilo no se hicieron esperar, en realidad no son claras las razones para alegrarse de algo.  La salida de Saleh es consecuencia del deterioro de los apoyos tribales del ex-presidente combinado con las presiones internacionales lideradas por Arabia Saudita. Aunque igualmente es necesario señalar que, si abandona efectivamente del poder, sería el cuarto presidente cuyo retiro puede vincularse más o menos directamente a los movimientos que aquí nos ocupan. El acuerdo prevé formar inmediatamente un gobierno de acuerdo nacional para el período que iría de la renuncia de Saleh hasta las elecciones, a realizarse el 21 de febrero. En resumen, todavía no está claro cuales habrán de ser los derroteros de Yemen
Y, para terminar, el país donde la situación no hace sino agravarse día a día es Siria. El país está sancionado, incluso por la Liga Árabe, desde el domingo pasado 22 de noviembre. Con la excepción de Líbano e Irán, la mayoría de los países de la Comunidad internacional (incluso los más proclives a defender al régimen baasista) han tenido que ir concediendo que la imposibilidad de detener la represión y la incapacidad política de Bachar el Assad para encontrar una salida razonable a un régimen herido de muerte están llevando la coyuntura política a un impasse sangriento.
Como se podrá apreciar, en el año transcurrido muchos acontecimientos han marcado el devenir político de estos países (y de algunos más) pero, más allá de la evidente importancia de lo acontecido, resulta difícil sacar algún tipo de conclusión general o sustantivo que nos permita adelantar algo en la compresión de los difíciles momentos futuros que se avecinan en la región.