Violencia ciudadana
Luis Herrera-Lasso M.
México, D. F.
Octubre, 30 de 2015.
Octubre, 30 de 2015.
Hace
unos días, en la población de Ajalpan, Puebla, dos jóvenes que
realizaban entrevistas para una empresa encuestadora fueron linchados y
sus cuerpos quemados por habitantes del lugar. En 1968, un evento
similar, en la población de Canoa, en el mismo estado, causó conmoción.
El hecho fue tan extraordinario que la historia sirvió de guion para un
largometraje. Si ahora se hiciera una película por cada linchamiento de
los registrados en los últimos 22 meses, se llenaría la cartelera de las
salas cinematográficas del país.
De
acuerdo con la investigación realizada por reporteros del diario El
Universal, en los últimos 22 meses se registraron 24 linchamientos en el
país, más de uno por mes: seis en Chiapas, cinco en Puebla, cuatro en
Tabasco, cuatro en Oaxaca, tres en el estado de México y uno en Baja
California. ¿Qué nos está sucediendo? Tomemos el caso Ajalpan.
¿Qué
detona el linchamiento? El trágico evento podría parecer comedia.
Quizás al punto que alguien dijo que eran encuestadores, otro escuchó
“secuestradores”. Rápidamente corrió la voz y no tardo en juntarse la
turba. Y esto fue suficiente para encender a una población de muy corta
mecha.
¿Qué
hicieron las autoridades? Al juntarse la turba intervino la autoridad
local. Detuvieron a los acusados y los llevaron a la presidencia
municipal. Para completar la pesquisa los policías trajeron a la niña
que, según decir de algunos, habían intentado secuestrar. La niña no los
reconoció. Las autoridades Informaron a la turba que no había elementos
para presumir la comisión del delito del que se les acusaba.
¿Cómo
reaccionó la turba? La psicosis colectiva ya estaba en su punto.
Desoyeron el reporte de la autoridad y exigieron se les entregara a los
encuestadores. Los policías se negaron y entonces entraron por ellos. Y
de paso saquearon la presidencia municipal, robaron armas, computadoras y
hasta las chequeras del municipio. Quemaron documentos y varias
oficinas.
¿Por
qué los asesinaron? Lo que siguió sólo se puede explicar por un
fenómeno de histeria colectiva y de alta propensión a la violencia y a
la crueldad. Después de asesinarlos, quemaron los cuerpos de los dos
hermanos en una hoguera en la plaza principal. Espectáculo sólo
comparable a las ejecuciones públicas en los tiempos de la inquisición. 2
Y
mientras se quemaban los cuerpos, una valla de la policía antimotines
del estado presenciaba el espectáculo. Les avisaron tarde y llegaron
tarde. No pudieron evitar el crimen colectivo. La manifestación de la
violencia como enfermedad social alcanzó su máxima expresión.
El
evento muestra, por un lado, la presencia de energía negativa en un
grupo humano que a la menor provocación se desencadena y se traduce en
acciones de absoluta falta de respeto por la vida y la dignidad humana.
Refleja también la total ausencia de cultura de la legalidad y de
respeto por la autoridad y por el patrimonio público. En última
instancia, es muestra del trastorno psíquico de una población capaz de
consumar actos de violencia extrema a partir de rumores.
En
Ajalpan también se vio una fuerza pública municipal sin los recursos y
la capacidad para contener una turba y una fuerza pública estatal que
llega tarde. Difícil decir que fue primero, si la gallina o el huevo. El
modelo de seguridad pública no funcionó. Falló el municipio, el estado
no llegó y la ciudadanía, desconfiada y acostumbrada a la violencia,
hizo justicia por su propia mano, al margen de la autoridad, de la ley y
del respeto a la vida humana. Por lo pronto, y como sucedió con Canoa o
Iztapalapa, ahora Ajalpan quedará en el imaginario colectivo como un
lugar oscuro del que conviene mantenerse alejado.
lherrera@coppan.com
Octubre 30, 2015