jueves, 3 de mayo de 2012

FRANCIA: ¿HACIA UNA INEVITABLE CRISIS POLÍTICA?

FRANCIA : ¿ HACIA UNA INEVITABLE CRISIS POLÍTICA?


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                                                                                                                         (Photo AFP)


A muy pocos días de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales francesas, quizás ya comiencen a verse claros los peligros de la conformación que está tomando la arena política luego de la primera vuelta de votaciones llevada a cabo el 22 de abril, durante el período inmediatamente posterior y en el debate del día 2 de mayo.

Todavía no tenemos una medición de los efectos directos de ese debate sobre las posiciones del electorado (escribimos esta nota a pocas horas del momento de su conclusión), pero algunas características del escenario político futuro de Francia ya han quedado relativamente perfiladas como resultado de factores que, en buena medida, resultan ser ya de muy difícil variación.

En primer lugar, es necesario un párrafo introductorio para mencionar el trasfondo de crisis económica en el que se desarrolla el drama político electoral francés. Aunque no haya que subirse al tremendismo que cultivan los economistas de este lado del Atlántico Norte (¿quizás como manera de disimular el estado calamitoso de la economía de los EE.UU.?), es evidente que la crisis europea es la mayor crisis que ha enfrentado ese continente desde la Segunda Guerra, o desde 1929, según quiera uno privilegiar, más o menos, los aspectos productivos o financieros de la crisis.

En el seno de dicha crisis, Francia se encuentra ubicada en una posición "intermedia" que, por "intermedia" que sea, no le garantiza estabilidad alguna en el corto plazo. Francia no tiene los problemas de deuda ni los problemas de falta de competitividad de los países "asistidos" (Irlanda, Grecia o Portugal), ni ha sido golpeada, como España, por una combinación complicada del estallido de una burbuja mezclado con medidas  impuestas por la austeridad "Merkozy" sobre Europa. Pero la recesión está allí omnipresente (por más que, técnicamente, Sarkozy tenga razón en negarlo), el desempleo se disparó al 10%, y, con seguridad, más austeridad terminará por poner al país en una situación parecida a la de la desvencijada Italia. Francia tiene, además, un handicap particular: el invento socialista de "las 35 horas" que, aunque hasta ahora pudo disimularlo con algunas medidas fiscales que aliviaron su costo extra, no es seguro que no aparezca finalmente como un obstáculo más en el momento de intentar salir de la crisis.

En otras palabras, en Europa hoy sólo está relativamente cómoda Alemania porque, de manera un tanto peculiar, el euro le sirve como "moneda barata" para el desempeño de su economía real en la medida en que impulsa sus exportaciones. En otros términos: si el euro es una moneda “sobrevaluada” en relación al desempeño real de la economía griega, a la inversa, el euro es una moneda “subvaluada” en relación al desempeño real de la economía alemana. El resultado era previsible: el euro hundió a la economía griega y, por eso mismo, potencia la capacidad exportadora de la economía alemana. De paso queda explicado el desenfrenado entusiasmo de Merkel por el "statuo quo", siempre que sea garantizador del euro, de la austeridad ajena y de las ventajas que Alemania saca de dicha situación. Los conocedores de historia saben que Alemania no ha dudado en destrozar a Europa al menos tres veces en 150 años. Nada dice que no vuelva a repetirlo, por vías más financieras y económicas que bélicas, en un futuro inmediato.

Es, entonces, con este trasfondo que debemos leer la fuerte transformación del panorama electoral y político de Francia. En una pequeña parte, estas elecciones están marcadas por la ya mencionada crisis económica general de Europa. Pero, en muy buena medida, las elecciones están determinadas por el desarrollo de la situación política interna. ¿Y cual es el punto medular de lo que parece transformarse en un rasgo crítico de la política francesa? Sencillamente que, después de la primera vuelta, el 23 de abril, la arena política Francia amaneció políticamente bi-polarizada y ello como hacía mucho tiempo no lo estaba.

En la extrema derecha y en la extrema izquierda emergieron dos personajes que pueden ser considerados los dos grandes ganadores de esa elección. En la extrema derecha, Marine Le Pen, heredera de la larga lucha de su padre, se quedó con el 18% de los sufragios. En la extrema izquierda, un desconocido neo-estalinista de pacotilla, con un discurso populista digno de país sudamericano, recogió, insólitamente, 11% de los votos.

El gran perdedor es el centro. El MoDem de Bayrou hubo de conformarse con un escueto 9% de los votos emitidos configurándose, entonces, una situación en más de un sentido novedosa. Los dos grandes partidos del esquema político francés, el PS y la UMP de Sarkozy (28,63% y 27.1 %, respectivamente), que ocupan el centro izquierda y el centro derecha del espectro político, obtienen “scores” escuetos. En resumen el centro pierde en todas sus versiones por lo que, hoy, aún los 2 grandes partidos, son electoralmente rehenes de los votos de las posiciones extremas tanto de derecha como de izquierda.

Para que esta situación de polarización se configurara hubieron de confluir una serie de variables, acontecimientos, errores, malosentendidos, actos amorales e inmorales y dosis masivas de inhabilidad política cometidos por una serie importante de actores. En ese vasto grupo de actores descollan, por su torpeza, el presidente Nicolas Sarkozy y el ex Director Gerente del FMI, Dominique Strauss-Kahn. Es decir quienes eran las cabezas visibles de los dos grandes partidos que constituían el corazón del sistema político francés.

Nicolas Sarzoy todavía está por entender algunos de los requisitos elementales que la cultura política y el electorado popular franceses exigen de su presidente. No nos extenderemos al respecto. En este mismo blog, hace escasos días publicamos, bajo el título "Sarkozy ne comprend pas", un magnífico artículo de "The New Yorker" (http://jbonillasaus.blogspot.com/2012_04_01_archive.html)   donde la incompetencia cultural del pequeño presidente queda magníficamente retratada.

Luego de la semi-derrota de la primera vuelta, hoy está de moda reiterar lo que es evidente para cualquier observador mínimamente conocedor de Francia: nunca un presidente fue menos querido que Sarkozy bajo la Va. República. Pero no menos responsable de esta insólita polarización es el Partido Socialista. O, para ser más exactos, quien era su jefe, su dueño y su líder: Dominique Strauss-Kahn. Tampoco vamos a abundar sobre el increìble proceso de autodestrucción personal que ese personaje llevó adelante y que arrastró con él buena parte de las chances de su partido. Ya lo hicimos en su momento (http://jbonillasaus.blogspot.com/2011/05/ante-la-acusacion-dominique-strauss.html), pero un hombre político que posea alguna estatura de estadista, directamente, no tiene el derecho a tirar por la borda las chances y el capital político de un gran partido, dejando de lado las connotaciones morales que todo su enchastre tiene, y que no son menores.

En otras palabras,  si los 2 grandes partidos de Francia hoy dependen, para ganar en la segunda vuelta, de los votos de una ultra nacionalista filo-nazi y de los de un payasesco neo estalinista, ello no es una casualidad. El presidentillo nunca estuvo a la altura, no sólamente de lo que prometió en 2007 (eso no sería nada ya que es bastante común en todas partes que haya una gran distancia entre promesas electorales y realizaciones posteriores): no supo siquiera entender cual es la cultura republicana en Francia. Al mismo tiempo, el gran economista, el Director Gerente del FMI y la gran esperanza de la social-democracia francesa y europea no pudo resistir la tentación de “s´encanailler” con mucamas y prostitutas de cuarta. Los defectos de ambos personajes son muy humanos y como tales deben ser entendidos (habrá, incluso, quien, además, entienda que pueden ser perdonados). Pero términos políticos tienen un inconveniente mayor: tornan imposible ocupar la presidencia de Francia.

Con este panorama, donde reina una injustificada polarización en la ciudadanía y en la sociedad francesa, corresponde esperar los resultados del domingo que, casi seguramente, favorecerán al modesto candidato socialista François Hollande que ha sabido moverse con discreción, cierta eficacia y el realismo de presentarse como un candidato de relevo ante la imperdonable falencia de la “Star” Strauss-Kahn. Desgraciadamente esta historia no termina el próximo domingo: en realidad la historia de la crisis política en Francia se abrirá, inexorablemente, el 6 de mayo, sea quien sea el ganador.

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