EL ENIGMA POLÍTICO DE SIRIA |
El domingo 2 de octubre, después de muy laboriosas (y a veces violentas) discusiones, la oposición siria consiguió anunciar, en Estambul, la formación del “Consejo Nacional Sirio” que estaría representando a todas las corrientes políticas que, en la actualidad, se enfrentan al régimen de Bachar el Asad. El acontecimiento tiene importancia porque la comunidad internacional, durante meses, tuvo la sensación que no era posible contar con la interlocución de una oposición seria al régimen. Este anuncio significaría que, en el mencionado consejo, estarían aprontándose a convivir los liberales, los Hermanos Musulmanes (el grupo islamista más perseguido por el régimen hasta que, en el mes de marzo, la llamada ”primavera árabe“ cambiase radicalmente las reglas del juego), el partido kurdo y el asirio. Además están presentes en el nuevo organismo los llamados ”Comités locales de Coordinación” que son quienes parecen estar “más cerca del terreno“ y quienes están en contacto con los grupos que, efectivamente, están soportando la represión masiva del régimen. Más allá de la enumeración taxativa de todos los integrantes del reciente consejo, lo que la publicitación de este organismo parece indicar es que ha habido un acuerdo entre la diplomacia turca, los EE.UU. y al menos una parte de las distintas corrientes sirias. Así, parecería que, un poco como sucedió en determinado momento con Saddam Hussein en Irak, el viejo relato ”baasista“ logró que convergieran contra él corrientes tan disímiles como los islamistas, los nacionalistas y los liberales. De cualquier manera, sobran las evidencias de que, si bien el nacimiento de este consejo es un paso en la organización de la oposición, su integración no cubre totalmente el espectro político de ella. De cualquier manera, quien hiciere el anuncio a la prensa, y leyese el comunicado que anuncia el nacimiento de este nuevo órgano anti Bachar el Asad, fue Burhan Ghaliune que es un conocido universitario emigrado a Francia desde tiempo ha. Ghaliune anunció igualmente que, en fechas no lejanas, el Consejo elegirá un Comité Ejecutivo y su Presidente. El tono de la declaración del nuevo Consejo llama la atención por dos cosas. Primero, el tono abiertamente “pacifista“, que sorprende un poco cuando se toma en consideración la violencia de la represión ejercida por el régimen. Segundo, la preocupación, implícita y explícitamente expresada, por no aparecer ante la población y ante la Comunidad Internacional como un organismo dispuesto a recibir el apoyo de los países occidentales con los brazos abiertos y de manera incondicional. Por el contrario, el llamado que la declaración hace al mundo pone el acento en que se rechazará cualquier “intervención extranjera que comprometa la soberanía de Siria“; señala que el derecho internacional debe ser la base del apoyo que la oposición siria reciba y que el nuevo Consejo es el único interlocutor válido para la Comunidad Internacional. Sin quitarle la importancia que el anuncio de esta ”unidad” tiene, por el momento los analistas manifiestan un cierto escepticismo en lo referente a la capacidad del Consejo para operar en el interior del país. En parte por ello, en la Comunidad Internacional, nadie habla por ahora de ”reconocer” o ”tomar nota oficialmente” inmediatamente de la formación de este consejo. Seguramente las cancillerías se tomarán algún tiempo para dar ese paso. Aunque desde el mismo domingo hubo manifestaciones de alegría en varias ciudades de Siria por la creación de CNS, todavía falta tiempo para que la novedad pueda impactar realmente en el interior de Siria donde la situación se deteriora rápidamente. En el momento de redactar este editorial, las Naciones Unidas manejan la cifra de 2.780 muertos desde mediados de marzo, momento en el que comenzó el alzamiento contra el régimen. Pero hay aspectos cualitativos de los combates que no han salido abiertamente a la prensa. En un país de mayoría sunita, con minorías cristiana, alauita (forma heterodoxa de la corriente chiíta), etc., empiezan a constatarse enfrentamientos inter-comunitarios que se agregan a los combates entre pro y anti-gubernamentales. Ya comienzan a obtenerse informaciones de asesinatos en los barrios, en el seno de hospitales o centros educativos, por ejemplo, donde lo que acontece son venganzas entre individuos de distintos grupos religiosos que están haciendo estallar la convivencia en la vida cotidiana. Para comenzar a entender, al menos parte, de todo lo que diferencia la situación de Siria de las de Túnez, Egipto, por un lado, y de la de Libia, por el otro, es necesario bosquejar algunos elementos específicos del primer país que están siendo definitorios para el curso de los acontecimientos. En primer lugar, tanto en Túnez como en Egipto, los presidentes de los respectivos países estaban al frente de un aparato de estado relativamente complejo, con ciertos visos de sofisticación en algunos sectores y ello en el seno de sociedades fuertemente expuestas (más no fuese vía el turismo) a la influencia occidental. Además, y particularmente en el caso de Egipto, aunque el dato sigue siendo cierto para Túnez, en el seno de ese aparato de Estado, las Fuerzas Armadas ocupaban un lugar importante y disfrutaban de una autonomía relativa significativa con respecto al poder político. Eso permitió que, en realidad, las FF.AA. fuesen la “garantía” de un proceso de tránsito político relativamente controlado. Ese no fue el caso de Libia (donde las Fuerzas Armadas nunca estuvieron estrechamente vinculadas a Gadafi que desconfío sistemáticamente de ellas) y, tampoco, es el caso de Siria. Aquí, la familia Asad y allegados, la minoría alauita y el Partido Baas logran controlar estrechamente a las Fuerzas Armadas, al menos por el momento. En esta situación, lo que está sucediendo de hecho es que los integrantes de las FF.AA. que no pertenecen a ese “centro de poder”, están desertando paulatinamente pero, la institución como tal, permanece totalmente leal al gobierno de Bachar el Asad e impermeable a todo tipo de cuestionamiento al régimen. Todo parece indicar que lo que el régimen llama ”terroristas”, ”salafistas”, o simplemente ”delincuentes”, son una masa creciente de rebeldes que ya no son los mismos ”jóvenes“ convocados vía Internet, o las redes sociales, del mes de marzo. Muchos de ellos están todavía allí enfrentando a las FF.AA. pero ahora, a lado de estos jóvenes, han aparecido algunos no tan jóvenes. La mayoría son soldados desertores del ejército pero también hay milicianos de origen poco claro pero que, el hecho que cada uno de ellos cargue con un arma que cuesta U$ 2.000 cada una, indica que no están allí por casualidad. Este cambio “sociológico”, en realidad, es el resultado de un cambio político relevante: Siria pasó, quizás en el último mes y medio, de una situación de protestas, desafío al statu quo y malestar social, a algo que comienza a parecerse, rápidamente, a una guerra civil. Otro elemento importante que debe ser señalado es que en los casos de Túnez y Egipto, la centralización histórica de esos países controlados por dos grandes capitales, El Cairo y Túnez, hizo que la disputa política central y decisiva se llevase a cabo, precisamente, en esas ciudades. Frente a ello, Siria es un país bastante menos centralizado, donde las realidades políticas locales tienen un peso significativo y donde Damasco, por importante que sea, no tiene el peso interno que tiene El Cairo en Egipto. Eso determina que hay una multiplicidad de escenarios de enfrentamiento y no un solo “frente”. Si consideramos conjuntamente el hecho que las Fuerzas Armadas pierden efectivos pero no están dispuestas a abandonar al régimen y que, además, parecen abrirse cada vez más lugares de enfrentamientos, el diagnóstico es más que alarmante, en el futuro inmediato, para la seguridad de la población. Sea cual fuese el derrotero de los acontecimientos futuros, la incógnita parece descansar no tanto en el predecible y bestial Bachar el Asad; la incógnita está en la capacidad política de la oposición que sólo parece haber dado el primer paso para transformarse, a la vez, en una real amenaza para el régimen y en un socio creíble para la Comunidad internacional. Los pasos siguientes serán decisivos. |