Galería de antimodernos e irracionales
Juan José Sebrelli
Pro Luis Fernando Moreno Claros
13 OCT 2007, El País de Madrid
El argentino Juan José Sebrelli desmonta a
algunos de los iconos de la filosofía contemporánea europea. Desde
Heidegger, cuya filosofía, sepultada en Alemania tras la guerra, fue
rescatada por los intelectuales franceses en los años cincuenta, hasta
el antropólogo Lévi-Strauss, iniciador de la moda de denostar la
civilización occidental, pasando por Bataille, Lacan o Foucault, todos
son acusados de alejarse de los ideales humanistas.
El filósofo argentino Juan José Sebrelli (1930) propone en El olvido de la razón
un vistazo retrospectivo a algunos de los personajes e iconos de la
filosofía contemporánea europea para llamar la atención sobre su
irracionalismo y antimodernidad. Los representantes más conspicuos de la
denominada "posmodernidad" -alemanes y franceses, sobre todo- tendieron
a alejarse de los ideales humanistas, universalistas y racionales
típicos de la Ilustración para propalar teorías a menudo imbuidas del
más hondo oscurantismo, despreciadoras del progreso humano, descreídas
de la ética y el buen actuar responsable de los individuos, pesimistas a
ultranza y favorables a ominosos determinismos.
“EL OLVIDO DE LA RAZÓN. Un recorrido crítico por la filosofía contemporánea”
Juan José SebrelliDebate. Barcelona, 2007
438 páginas. 20,90 euros
Arthur Schopenhauer, con su descubrimiento de la voluntad irracional
como dominadora del mundo y la razón cual instrumento esclavo y
secundario en el ser humano, y Nietzsche, con su relativismo moral y el
esteticismo, la inexistencia de la verdad objetiva y las quimeras sobre
el superhombre, fueron los iniciadores de corrientes de pensamiento
dominantes en el siglo XX y que han tenido variados adeptos. También
Dostoievski y Freud, a pesar de no ser filósofos, fueron esenciales en
la propagación del antirracionalismo; así, el ruso, con sus novelas
metafísicas, cautivó con argumentos sobre el sinsentido de la vida y el
nihilismo, mientras que el padre del psicoanálisis, aunque animado por
intenciones científicas y racionales en apariencia, fundó una extensa
escuela de acólitos, charlatanes y seudocientíficos cuyos desvaríos
llegan a nuestros días. Por ellos el psicoanálisis ha terminado siendo
cualquier cosa menos una terapia de curación y sí una peligrosa
lanzadera de patrañas. Sebrelli arremete contra sus más conspicuos
representantes, desde el iluminado Jung hasta el estrambótico Lacan, sin
olvidarse de la ambigua Anna Freud ni de su amiga la princesa Marie
Bonaparte, enemigas acérrimas de la liberación de la mujer.
Con contundencia desmitifica...
Sebrelli la filosofía de Heidegger -en realidad, su idiolecto
enrevesado dice poca cosa de sustancia- y profundiza en sus evidentes
conexiones con el nazismo: el pensador del olvido del ser fue un nazi
teórico, desencantado al no haber tenido más protagonismo en la
construcción del Reich ideal. La filosofía de Heidegger,
sepultada en Alemania tras la guerra, fue rescatada por el esnobismo
intelectual francés en los cincuenta. Y tras Heidegger o a la par que él
llegaron los estructuralistas franceses: el antropólogo y etnólogo
Lévi-Strauss inició la moda de denostar la civilización occidental: todo
es malo y está podrido en Occidente; a cambio, deben preservarse otras
culturas vírgenes de las que tanto aprender; se trata de sociedades
primitivas sin historia, "colectivos" sin sujeto, con sus mitos y
símbolos poetizadores de la realidad, tan válidos como nuestros
más celebrados sistemas de pensamiento. De Strauss proviene asimismo la
idea posmoderna de la negación de la evolución histórica, según la cual
carece de sentido el hecho de que cada generación trabaje y prepare el
futuro de las venideras: "Me es indiferente que el hombre mejore o no",
afirmaba.
Antihumanismo, antiuniversalismo, pesimismo cultural,
relativismo moral, todo ello generado por el denominado
"estructuralismo", alcanzará estadios inauditos con el
"posestructuralismo" de Georges Bataille. Éste, defensor de Sade como
transgresor y liberador de instintos, se dejó fascinar por las figuras
de Hitler y Mussolini, por asesinos y locos; y, junto al surrealista
André Breton, proclamó que la locura clínica no era "enfermedad" sino un
modo de rebelión del individuo contra la sociedad represora. Deleuze,
Althusser, Derrida, la French Theory colándose en las
universidades norteamericanas y la obsesión por lo "políticamente
correcto" y el multiculturalismo como consecuencias son objeto asimismo
de la aversión de Sebrelli; lo mismo que la endiablada obra de Lacan y
su vida de gurú cínico, propugnando a gritos que se enviase a sus
pacientes al asilo pues su psicoanálisis no curaba. También hay un
apartado muy crítico dedicado a Michael Foucault, el acusador de que la
Ilustración reprime y que la locura es una forma de plenitud.
Todos estos pensadores, seudoescritores semidementes, fueron figuras
sacralizadas a lo largo del siglo XX que contaron con fanáticos
seguidores. Sebrelli nos los muestra hoy como antaño lo haría un
orgulloso director de circo con su cabina de los horrores: el lector los
mira deprisa, con vergüenza y preguntándose: "¿Será verdad todo
esto?". No es extraño que ante semejante galería de monstruos, el
pasado y el presente muestren tintes intelectuales tan caóticos.
Ya el sagaz Heinrich Heine...
anotó un pensamiento profético: "Los conceptos filosóficos
alimentados en el silencio del estudio de un académico pueden destruir
toda una civilización". El pensamiento, la filosofía dominante en una
época determinada nunca son inocentes ni ajenos a los avatares
políticos; ¿será capaz nuestro tiempo de retornar a una manera de pensar
certera y adecuada a las exigencias de nuestra sociedad? Sebrelli
dedica unas cuantas páginas al final de su libro a insuflar esperanza en
este sentido: hay otros pensadores de verdad "alternativos" con
respecto a los propugnadores de sinrazón; son quienes aún no han
descreído de los ideales por los que se afanaba la Ilustración:
libertad, autonomía, igualdad, fe en el progreso y en el futuro de una
Humanidad que será capaz de vivir en paz algún día y no precisamente
gracias a su dependencia de utopías ni ideologías que voceen la
"salvación".
Link original: http://elpais.com/diario/2007/10/13/babelia/1192231029_850215.html