sábado, 30 de enero de 2016

¿“Demora” o total incomprensión ? Verguenza !


 Ni pechos ni genitales: tapan estatuas clásicas en Roma por visita de presidente de Irán





NOTA DEL BLOG - In Memoriam Denis Diderot y barón Thiry d´Holbach

En una rápida lectura, es dificil no estar de acuerdo en la mayoria de las cosas que Aguinis denuncia en el articulo siguiente. Pero más difícil aún es conformarse con la idea de que hay una simpre “demora” en Occidente en comprender la amenaza fundamentalista.
Hace algo menos de dos días, el gobierno italiano y. (desde luego, cuando no!) el Vaticano, le infringieron a la cultura occidental una infame humillación que los fundamentalistas islamicos todavía festejan.
Escondieron, para que el señor Hasan Rouhani “no se molestase”, los desnudos femeninos en los museos italianos que este personaje visitó. No mucho mejor estuvo Francia que, ante “el problema” de que hubiese vino en la cena protocolar, y el insigne invitado, nuevamente “se molestase”, el gobierno transformó ignominiosamente la cena en un “goûter”.
Por enésima vez, en estas marginales pero altamente sintomáticas concesiones, Occidente demuestra que ha perdido filosóficamente el rumbo de manera alarmante. “Ocultamos” nuestra cultura, nuestro arte y nuestro valores ante el Sátrapa que dirige una teocracia totalitaria siniestra. Escudados en la patética excusa del protocolo renegamos abiertamente de nuestros valores porque, habiendo aceptado, de motu propio y desde hace ya mucho tiempo, que era más “progresista” el “multiculturalismo” que la defensa de una cultura moderna racionalista, que era más “progresista” el relativismo cultural que el universalismo racionalista que Occidente construyó en la Ilustración, que era mas “popular” una patota religiosa, sindical, corporativa o sectorial que una ciudadanía integrada por individuos racionale: ante esta debacle ética qué importancia tiene el horror al que acabamos de asistir en este viaje “europeo” del Sr. Rouhani !
Que sepamos nunca se molestó la delicada “alma” del Sr. Rouhani -(como tampoco se molestó autoridad alguna de la Satrapía Saudi)-, al ordenar la ejecución de mujeres a pedradas, la muerte de hombres que tuvieron el coraje de reclamar derechos elementales, ni le tembló la mano para financiar a los terroristas de Hizbollah y Hamas -(como tampoco les tiembla la mano a los Saudies para financiar a ISIS y sucursales)-, y los ejemplos de Siria, Africa central o el Magreb señalan que los fundamentalistas no sólo no ocultan sus propios “valores”: están propagandeando abiertamente su barbarie por que tienen como objetivo destruir la civilización occidental. Y están siendo eficaces en el convencimiento de jóvenes europeos con su propaganda. Igual procedieron Hitler, Stalin, Mussolini, Pol Pot, etc.
Ante esta inadmisible atropellada, Occidente “esconde” aquello que pueda “molestar” a los financiadores y comanditarios de la barbarie fundamentalista.
El Papa, Hollande, Renzi o Valls, ¿ interrogaron a Rouhani sobre la violación sistemática de los Derechos Humanos en Irán? ¿Le señalaron la “molestia” cultural, ética y política de Occidente por los centenares de miles de asesinatos iraníes llevados a cabo en ese país desde 1979 hasta la fecha? ¿Le recordaron que hay otros cientos de miles de iraníes “pensantes” que huyeron y huyen cotidianamente de su país y que seguramente seguirán huyendo por el horror fundamentalistacotidiano al que se ven sometidos? ¿Le dijeron a Rouhani que Irán y Arabia Saudita (y tantos otros) están financiando (y a veces realizando) el exterminio, en primer lugar, de cientos de miles de musulmanes que mueren “como moscas” -(esa es, mas o menos, la importancia del individuo en el mundo islámico)- en atentados, ataques, operaciones suicidas demenciales, etc.? Permítasenos dudar.
Hasta ahora, la Modernidad Occidental es la única propuesta cultural que desde el siglo XVIII, y particularmente desde 1789 en adelante, proclamó y se preocupó por los Derechos del Hombre y del individuo desde una perspectiva radicalmente universal. Nadie nos convencerá de apartarnos de esa ancla fundamental de nuestra civilización. Menos que nadie las objeciones de religión alguna porque el Occidente Moderno hubo de construirse contra la opresión de la Iglesia Católica y la de las Iglesias Reformadas. Desde luego que no faltará, además, la crítica, sistemática, de “la izquierda regresiva” que ha inundado la agenda, desde la instauración de la Posmodernidad, con relatos cuya intención es “cuestionar a Occidente” -(sea desde “el Volk”, sea desde “Le Quartier Latin”, sea desde Cuba, sea desde el “jet-set”)-  y estar siempre dispuesta a proclamar la superioridad moral de Maduro sobre Obama, la superioridad cultural de los hotentotes ante el Renacentismo o la razón “social” del Chapo Guzmán sobre las autoridades legítimas.
Desgraciadamente, no solo hay demora: hay un inadmisible renunciamiento en la defensa de nuestra ética y de nuestra cultura.
Por último, como ilustra en su anécdota y conocida mención de manera inicial Marcos Aguinis, el problema no es un problema que ataña solamente a los judíos ni es un problema de Israel como termina insistiendo Aguinis: el problema no es de ninguna religión, ni “colectividad”, ni “creencia”. El problema es de la Humanidad.

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Prédicas de odio y de muerte

La demora de Occidente para entender la magnitud de la amenaza fundamentalista alienta el avance de los fanáticos, cuyo mensaje se propala al amparo de instituciones educativas, mezquitas y medios de comunicación
LA NACION







Se atribuyó a Bertolt Brecht un poema que en realidad compuso el pastor protestante Martin Niemöller: "Vinieron por los judíos,/ pero como yo no lo era, no me importó./ Vinieron por los comunistas,/ pero como yo no lo era, no me importó./ Vinieron por los curas,/ pero como yo no lo era, no me importó./ Por último vinieron por mí, y ya fue tarde".







En enero de 2011 publiqué en este diario un texto titulado "El cristianismo, objeto de persecución", en el que describí la agresión contra una iglesia copta de Alejandría que dejó varias decenas de heridos y muertos. También denuncié las incontables agresiones que se venían cometiendo contra instituciones y creyentes cristianos desde el océano Índico hasta el Atlántico.



Mientras, las Naciones Unidas, donde están representados los gobiernos que rigen países en los que gusta hacer correr la sangre de los "infieles", nada decían ni hacían. En todo el Medio Oriente disminuye de forma continua la cantidad de cristianos, mientras aumenta en Occidente la de musulmanes, muchos de ellos cargados de odio a la civilización occidental. En Arabia Saudita está prohibido construir la más modesta de las iglesias o exhibir una cruz. Tampoco se permite exhibir símbolos cristianos en la Franja de Gaza. Mediante artilugios electorales, la Autoridad Palestina desplazó al intendente cristiano de Belén. En Paquistán rige la ley contra el delito de "blasfemia", un término vago que puede endilgarse por una mínima reflexión sobre el Corán. Dos jóvenes cristianos de la ciudad de Ahwali iban a ser quemados vivos por causa de semejante atrevimiento.

Los medios de comunicación comenzaron a difundir imágenes de decapitaciones y crucifixiones realizadas por el terrorismo islámico. Manifiesto mi tristeza por el largo tiempo que les llevó animarse. Las desproporcionadas represalias inhibían a fotógrafos y corresponsales. Incluso perdura el miedo a reconocer que estamos en otra guerra mundial, como manifestó el papa Francisco. Este mismo papa, hace pocos días, fue explícito durante su visita a la Sinagoga de Roma. Dijo sin medias tintas que es inaceptable practicar la violencia en nombre de la religión. Que lo haya manifestado en ese lugar era un claro mensaje a la sistemática prédica del odio y de la muerte que se realiza desde incontables instituciones y mezquitas.



Imanes y líderes islámicos llaman a la "guerra santa contra judíos y cruzados". Lo hacen de forma abierta, insistente. Empezaron con los judíos -como en las palabras de Martin Niemöller-, ahora siguen con los cristianos. Su objetivo es una utopía arcaica: islamizar el planeta. Su espíritu vive en el siglo VII, cuando semejante delirio era creíble.

Un error difundido es que el único malo de la película se llama ISIS o Estado Islámico. No es cierto. Su inevitable derrota no significará el fin del terrorismo. El Medio Oriente es un caos de enfrentamientos con muchos protagonistas. Liquidar a uno de ellos no significará acceder a la paz.



Se pueden discutir de forma interminable causas y efectos, antagonismos o armonías, pero el fuego que alimenta el terrorismo actual se nutre de algo más profundo que una demanda de territorio o la competencia por el poder. El alucinante terrorismo de nuestro tiempo es producto de una educación fijada en los aspectos belicosos del islam, no en sus mensajes llenos de amor y solidaridad. Multitudes enormes se arrojan al abismo cuando son hipnotizadas con el anzuelo tanático. Esto lo sabía muy bien Joseph Goebbels. Lo practicó el nazifascismo. Lo practicaron el estalinismo y el maoísmo. Y ahora lo practica el islamismo fundamentalista.

Durante mucho tiempo se toleró -y hasta se celebró- la deslegitimación del Estado de Israel. En lugar de reconocerse sus méritos extraordinarios por mantener incólume la democracia y el pluralismo pese a ser hostigado y calumniado sin pausa por un mar de países hostiles, se permitió que creciera una nueva forma del milenario antisemitismo bajo el ropaje del antiisraelismo o antisionismo. Muchos ingenuos caen en la trampa. Del mismo modo funcionó la milenaria acusación de deicidio, el envenenamiento de los pozos de agua, Los Protocolos de los Sabios de Sión, Mein Kampf y demás infundios machacados siglo tras siglo.

La lista de ataques contra la civilización y los derechos humanos que realizan los terroristas islámicos ingresa en el rubro de las pesadillas. No sólo mata, humilla y oprime, sino que se deleita en destruir los monumentos históricos. Y la mayor parte de la humanidad, en vez de combatir esta epidemia como se debe -de modo franco, coherente, sistemático-, prefiere la negación, la espera, la excusa. En vez de confiar en Churchill, nuestro mundo prefiere a Chamberlain.

Es imposible condensar en un artículo todo lo que ya se conoce sobre la prédica del odio y el elogio de la muerte que fogonea al terrorismo islámico. Aleja las posibilidades de negociaciones serias e impide la convivencia.

Citaré sólo algunos ejemplos vinculados con el uso distorsionado de la llamada "causa palestina". Un entusiasta video oficial de Al-Fatah, organización que sostiene a la Autoridad Palestina, canta que a los israelíes "se los debe encerrar, hundirlos en un mar de sangre y matarlos como sea". Palestinian Media Watch reporta que en la educación palestina primaria se elogia la violencia y se glorifica a los terroristas. Los niños participan en procesiones con armas de juguete e imitación de cinturones suicidas, sin que el gobierno palestino manifieste en ningún momento su desaprobación.

Rajoub, líder de Al-Fatah, afirmó que los terroristas que asesinan civiles israelíes son héroes. Abbas Zaki, por su parte, agrega que "Alá ama a los jóvenes palestinos que matan israelíes; piedras y cuchillos son nuestra resistencia pasiva. Ellos eligen el martirio, marchan por su propia voluntad en el iluminado sendero que lleva al paraíso". En la TV palestina oficial se transmiten narraciones que demonizan a los judíos. Una reciente se titula: "La traición ha sido inherente a los judíos desde los tiempos de Moisés". La custodia presidencial de Mahmoud Abbas emitió este comunicado: "Rieguen el olivo con vuestra sangre". El secretario general de Al-Fatah añadió: "Veneren la sangre de los mártires". Mártires son quienes asesinan, para luego acceder al paraíso.

El resultado de la permanente enseñanza en favor del odio y de la matanza de judíos puede verse en un informe de Palestinian Media Watch, según el cual dos tercios de la población están en favor de los asesinatos, el martirio y demás instrumentos del terrorismo islámico. También estimula el rechazo a negociaciones de paz con Israel y los encuentros entre ambas comunidades. Mientras, en el mundo no se escuchan reproches contra la Autoridad Palestina por semejante conducta.

El colmo ocurre cuando padres y madres manifiestan su alegría porque su hijo muere tras asesinar judíos. Un joven palestino de 16 años mató en la localidad de Otniel a una mujer embarazada delante de sus hijos y luego se realizaron manifestaciones de regocijo.

Basta con molestarse en investigar un poco y aparecerán las fuentes del horror que ahora se expande. El odio y el elogio de la muerte alimentan a las diversas organizaciones que hacen pedazos a comunidades enteras. Los líderes políticos y religiosos vinculados con el fundamentalismo islámico son responsables. Elogian el martirio. Dicen que está bien matar y está bien hacerse matar. Su alienación no les permite concentrarse en la frase que encabeza cada una de las suras del Corán referidas a Alá como el clemente, el misericordioso. No enseñan a practicar esas virtudes, sino las contrarias. Estos maestros del mal deberían ser estigmatizados por cada musulmán lúcido y valiente. Es su turno, antes de que también vengan por ellos... y sea tarde.