martes, 9 de julio de 2013

OPERA PARA TIEMPOS MODERNOS




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Ópera para tiempos modernos





¿Es vigente la ópera? La idea de sentarse más de dos horas a presenciar este género resulta poco atractivo para un gran número de audiencias. Si la música clásica es difícil, la ópera definitivamente es un gusto adquirido. Las transmisiones televisadas y traducidas llegan tarde; sin embargo, los versos de la ópera aún reflejan, en estos tiempos modernos, una buena parte de nuestra problemática condición. 

Frecuentemente vulgarizadas en comerciales o algunas películas, la música clásica y la ópera se han convertido en ruido blanco. Cuando el público en general quiere tomar este género de música “en serio”,  hace una descripción cursi que raya en lo ridículo. Recuerdo esa línea de Cortázar en “Las ménades”: “Parece que en vez de una orquesta son como susurros de voces de duendes”.
Los medios de comunicación masiva, a menudo con buena intención, tratan de tomar el papel de intermediario entre la ópera y el usuario. Hay ejemplos maravillosos de un acercamiento bien logrado: Elmer Fudd cantó “Kill da wabbit, kill da wabbit” con la música de “La cabalgata de las valquirias” de Wagner y Bugs Bunny bajó disfrazado de Brunilda en el maravilloso cortometraje “What’s opera, doc?” (1957).

En “The Longest Daycare”, Maggie Simpson lamenta la muerte de una mariposa con la música de fondo de “Vesti la giubba” de Pagliacci, recurrente en Los Simpsons.  Sin duda, el clímax del corto se disfruta mucho más con el verso de Leoncavallo en la mente. Pagliacci narra la tragedia de Canio, dueño de una pequeña compañía teatral ambulante, que descubre la infidelidad de su joven esposa. A pesar del gran dolor, Canio debe salir a interpretar su papel de payaso, y es consciente de que su rol no sólo lo despoja de su hombría sino que además lo obliga a reír de su desgracia. “Ríe, payaso, sobre tu amor destrozado, ríe del dolor que te envenena el corazón” es quizá la línea más cautivadora de toda la obra y es a través de ella que se inmortaliza el dolor del desengaño.

El uso de Bizet y Donizetti en la película Matchpoint de Woody Allen es sumamente afortunado porque Allen comprende la intención de los versos en "Mi par d'udir ancora” y en “Una furtiva lágrima”: más que amor, se habla de la obsesión que hay en la conquista del deseado.  Cuando Chris Wilton recorre el Tate Modern en busca de la ausente Nola, podemos sentir también nuestro corazón palpitar con el piano y la voz de Caruso: “i palpiti, i palpiti sentir, confondere i miei coi suoi sospir”.  En “Agitata da due venti”, el aria de Constanza en la ópera seria Griselda de Vivaldi, la hija del rey de Sicilia se debate entre contraer un matrimonio impuesto o elegir al hombre que ama: “por el deber y por el amor está invadido este corazón, no resiste y parece rendirse”. Constanza también se compara con una embarcación agitada por “dos vientos” que se prepara para el naufragio, definitivamente, no es un dilema divino sino humano.

Actualmente, un aria sirve para representar dos polos completamente diferentes: lo divino y lo absurdo.  Entre los abusos se encuentran los comerciales de comida italiana que parecen estar obligados a tener de fondo “La donna è mobile”, vinculando de por vida Rigoletto de Verdi al proceso de cocción de una pizza. También está el clásico uso de “O mio babbino caro” para describir momentos llenos de gloria o romanticismo al más puro estilo Hallmark, los cuales quiero suponer, ignoran aquella posibilidad trágica de aventarse al río Arno desde el Puente Viejo.

Si a la música clásica se le dedican pocos “gigas” en el iPod, la ópera está perdida. Siendo un placer que se cultiva, siempre he pensado que hay que superar varias barreras, desde la disposición del cuerpo a escuchar y permanecer atento, pasando por su poca difusión (al menos en nuestro país) y finalmente, el cerco del idioma.  Al igual que las posibilidades que mueren con las lenguas que se extinguen, no son sólo versos y melodías lo que se pierde con el olvido de la ópera, sino formas de concebir la vida: ¿qué sería del amor sin la Dalila de Saint-Saëns o de la ira sin la Reina de la Noche de Mozart?

Afortunadamente, hay esfuerzos notables por parte de las casas discográficas y las productoras para resaltar la vigencia de este arte: la escenografía moderna de La Traviata que interpretaron Rolando Villazón y Anna Netrebko robó miradas en el Festival de Salzburgo, mientras que la portada del último disco de Cecilia Bartoli, “Norma”, asemeja la portada de un cómic de Frank Miller. La cultura hipster podrá identificarse con el vestuario de la representación de La Bohéme con Piotr Beczala, también en el Festival de Salzburgo en el 2012.

En la ópera está preservado el sentir humano, es un retrato nuestro en espera de ser redescubierto, cada oído joven que se conmueve con la desgracia de Canio o de la ninfa es una afirmación del pensamiento de Píndaro: “Cuando la ciudad que celebro haya muerto, cuando los hombres a quienes canto se hayan desvanecido en el olvido, mis palabras perdurarán”.