México: del uso y abuso del subsidio
Hay una viejísima disputa que atraviesa el campo de la economía donde se han enfrentado, y se enfrentan, diversas escuelas, teorías y prácticas de gestión macro-económica. Nada más lejos de nuestra intención que incursionar en el tema de fondo. Pero la experiencia (y los años, que suelen ir de la mano, aunque no siempre) nos han enseñado que no hay economía alguna que no utilice, abierta o encubiertamente, consciente o inconscientemente, algún tipo de subsidio y que dichos subsidios a veces puedan ser herramientas útiles y valiosas, otras veces verdaderas aberraciones y herramientas particularmente destructoras de riqueza.
Ante la proximidad de las elecciones presidenciales en México, una persona amiga hubo de enviarme la dirección del blog del Sr. Gabriel Quadri en el que se hace explícito el pavoroso panorama del uso y abuso de los subsidios en ese país de América Latina. Es más, ya uno de los candidatos más importantes, y que se presenta como “de izquierda” para la próxima contienda electoral, Andrés Manuel López Obrador, acaba de pronunciarse por un abrupto incremento de los subsidios sin nada que se parezca a un aumento, siquiera aproximado de la carga tributaria.
Más allá de los aspectos políticos partidarios del abordaje de la temática que discurren por debajo de los textos del blog de Cuadri, ciudadano mexicano al fin, el lector no mexicano no dejará de quedar literalmente anonadado por la dimensión de los subsidios que pone en juego día a día la economía mexicana de hoy (Ver ”Subsidios: exigir a los candidatos pronunciarse”) y, más aún, por la desaforada propuesta del candidato “progresista” que Cuadri describe más abajo (Ver “El Programa económico de la izquierda”) donde la utilización de los subsidios es llevada al paroxismo por no decir, directamente, a la locura.
Desde luego que ambos artículos, que son esencialmente de divulgación, no contienen toda la información cuantitativa que se requeriría para evaluar la verdadera dimensión del problema ni poseen la precisión que deberían de poseer para cubrir muchos aspectos de la vasta realidad de una economía del tamaño de la mexicana, pero, al menos, la virtud que ha de tener la lectura de las dos entradas de este blog de Gabriel Cuadro es que el lector descubrirá que, en la materia, siempre hay un ejemplo peor que el que uno consideraba absolutamente catastrófico.
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Por Gabriel Quadri
Fuente:
”VERDE EN SERIO”, el blog de Gabriel Quadri.
www.gabrielquadri.blogspot.com
No debe
permitirse a los candidatos transitar al día de la elección con un discurso vacuo.
Los ciudadanos hemos permitido que se nos trate como párvulos que reaccionan
sólo ante estímulos visuales, percepciones subjetivas sobre la personalidad de
candidatos, simbologías mercadotécnicas, y frases prefabricadas en torno a
lugares comunes. Nuestra aversión al conflicto es casi genética; como lo
ha señalado recientemente Joaquín Villalobos en su brillante ensayo publicado
por Nexos. Pero el conflicto y la confrontación abierta son indispensables, en
el marco de la ley, tanto para derrotar al crimen organizado como para avanzar
con ideas tangibles hacia una democracia con resultados. Exijamos a los
candidatos confrontar ideas, y entrar al debate público con argumentaciones
coherentes. Sobre todo, en uno de los temas torales de la agenda nacional,
donde se anudan definiciones sobre política fiscal, energética, de distribución
del ingreso, urbana, ambiental y climática, y aún de competitividad, empleo,
inversión y desarrollo económico. Se trata de los subsidios a los
energéticos.
Ya un
candidato se ha pronunciado enfáticamente por mantener y acrecentar todos los
subsidios, aunque no le cuadre la aritmética del gasto público y la
recaudación... Allá él, pero es un avance. Tal vez eso le haga ganar la
elección, junto con sus otras propuestas sugerentes (por decir lo menos) de
construir refinerías que perderían dinero, hacer un sólo gran monopolio en
petróleo y electricidad, construir trenes "bala", eliminar el IETU,
y resucitar Luz y Fuerza para entregarla al SME.
Al pronunciarse sobre los subsidios, los candidatos deberán
ensamblar una narrativa integrada, que seguramente complicaría sus estrategias
de campaña, pero que sería indispensable para la funcionalidad adulta de
nuestra democracia. Tendrían que advertirnos que somos el único país de la OCDE
que subsidia los combustibles automotrices, y que en América, por ello nos
equiparamos a Venezuela y a Ecuador. Deberán hablar de su monstruoso volumen,
que entre gasolinas y diesel, y electricidad supera en promedio 250 mil
millones de pesos, lo que representa casi el 7% del gasto público y supera el
1.5% del PIB. También, de su obsceno costo de oportunidad; ya que estos
subsidios rebasan en 20% al gasto total en educación;
superan a los presupuestos combinados para salud, defensa, seguridad, y ciencia
y tecnología; significan casi cinco veces el presupuesto de medio ambiente y
agua; y, sobrepasan a los presupuestos conjuntos de comunicaciones y
transportes, desarrollo social, marina, y procuración de justicia. Deberán
decir que de mantenerse, en diez años el gobierno se verá imposibilitado de
pagar las pensiones (como lo ha señalado Carlos Urzúa, director
de la Escuela de Graduados en Administración Pública y Política Pública
del ITESM). Tendrían que revelar su injusto impacto social, en la medida en
que, especialmente los subsidios a los combustibles automotrices, son
apropiados en su gran mayoría por los deciles más altos de ingreso. De hecho,
deberán reconocer que cada narco-camioneta SUV de ocho cilindros (como
las que seguramente utilizan) recibe un subsidio mensual promedio de 1,840
pesos, mientras que una familia muy pobre de cuatro integrantes recibe al mes
apenas 1,480 pesos del Programa Oportunidades, de acuerdo a la misma fuente.
Hablarían de los perversos efectos ambientales y climáticos de los subsidios,
que al promover el derroche y la ineficiencia energética son el principal motor
que hace crecer a las emisiones de gases de efecto invernadero. Nos harán ver
la lógica obtusa de los subsidios en un país cuyas reservas probadas de
petróleo disminuyen, y que en algunos años se convertirá en importador neto de
crudo. Ya sobre este aceitado carril argumentativo, les pediremos que se
pronuncien sobre qué hacer con los recursos liberados, y también, que opinen
sobre un carbon tax a los combustibles automotrices, que llevaría sus
precios a niveles como los que se observan en Brasil, en Perú y en países
Europeos (lo cual recaudaría unos 600 mil millones de pesos). Esperaríamos que
entonces, propusieran bajar el ISR a empresas y personas físicas (digamos al 15
-20% máximo), y aumentar considerablemente el gasto en sectores estratégicos
para combatir la pobreza, y para la competitividad y el desarrollo económico
sostenible del país. ¿O vamos a escuchar sólo ñoñerías engoladas los próximos
meses?
www.gabrielquadri.blogspot.com
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El programa económico de la izquierda
Por Gabriel Quadri
Fuente:
”VERDE EN SERIO”, el blog de Gabriel Quadri.
www.gabrielquadri.blogspot.com
Sólo
uno de los precandidatos presidenciales ha tenido la audacia de
revelar políticas y proyectos específicos que emprendería en caso de
llegar a la presidencia de la República. Debemos agradecérselo; es el
candidato de la izquierda. Su programa económico consiste
en: a) aumentar los subsidios a los combustibles automotrices e
industriales, al igual que a la electricidad; b) mantener la prohibición
de inversión privada en PEMEX, y fusionarla con CFE en un solo
monopolio estatal; c) construir cinco nuevas refinerías; d) construir al
menos dos trenes "bala" (entenderíamos que son trenes de alta
velocidad al estilo TGV o AVE, ya que el precandidato de la izquierda ha
revelado que irían a "300 kilómetros por hora"); e) eliminar el IETU;
y, d) no crear nuevos impuestos. De cualquier forma, y aunque no pueda
tomarse demasiado en serio, es loable que inaugure en las campañas
políticas la expresión de contenidos tangibles.
El
subsidio a las gasolinas y al diesel fue de 165 mil millones de pesos
en 2011. Entonces, suponiendo que duplica el subsidio para reducir los
precios de la gasolina y el diesel, digamos, a seis pesos por litro en
promedio, y que el nivel internacional de precios se mantiene
constante, durante su gobierno se destinarían unos 330 mil millones de
pesos anuales a ese fin. Los subsidios a la electricidad montan
aproximadamente 100 mil millones de pesos anuales. Supongamos que serían
aumentados al doble, para que valga la pena, lo que ascendería a 200
mil millones de pesos anuales. Todo lo anterior, sin contabilizar los
subsidios al gas natural que ha prometido a la industria.
Las
refinerías cuestan alrededor de 10 mil millones de dólares cada una, o
130 mil millones de pesos. Como todo el mundo sabe, en la actualidad las
refinerías no son rentables u operan con márgenes estrechísimos (el
negocio es la extracción del petróleo). Por tanto, en cierta forma,
podría considerarse un subsidio adicional. En total, los recursos
asignados a las refinerías ascenderían a 650 mil millones de pesos, que
anualizados en seis años resultan en 108 mil millones de pesos.
Por
su parte, uno de los trenes "bala" iría de Palenque a Cancún (!) y se
extendería por 742 kilómetros (evidentemente no sería rentable, y por lo
tanto también podría considerarse su costo como un subsidio) e
implicaría un gasto de aproximadamente 11 mil millones de dólares, o
sea, 143 mil millones de pesos, de acuerdo a los costos estimados de
inversión por kilómetro en trenes de alta velocidad en Japón, Francia,
Alemania y España (unos 15 millones de dólares por kilómetro). El otro
tren "bala" iría del centro al norte del país recorriendo al menos
2,500 kilómetros y tendría un costo de 37 mil millones de dólares,
equivalentes a 487 mil millones de pesos. El costo anualizado de ambos
sería de 105 mil millones de pesos.
En
materia fiscal, la eliminación del IETU significaría que las arcas
públicas quedarían privadas de unos 60 mil millones de pesos anuales,
que no serían compensados por otro impuesto en virtud de la promesa de
no crear nuevos gravámenes. Tenemos entonces que el costo de la nueva política económica de la izquierda,
incluyendo todos los subsidios prometidos, las cinco refinerías, los
dos trenes "bala", y la eliminación del IETU, equivaldría a la cifra
cabalística de un poco más de 800 mil millones de pesos anuales, o el
22% del gasto público total referido a 2012.
Como
fuentes de financiamiento para su programa económico el candidato de la
izquierda propone reducir los salarios de los funcionarios y empleados
públicos a la mitad, medidas espartanas de austeridad, y la
eliminación de la corrupción y de privilegios fiscales - no ha dicho a
cuáles se refiere, ni cómo piensa abolirlos. Él calcula (no sabemos
cómo) que le generarían los 800 mil millones de pesos necesarios.
Habría que considerar también otros costos de este programa, como la
depauperación del capital humano y físico del gobierno así como de sus
capacidades operativas (como ocurrió en el GDF), consecuencias
regresivas sobre la distribución del ingreso, e implicaciones que se
anticipan desastrosas en materia de sustentabilidad y medio ambiente, y
sobre la competitividad del país. Esperemos que dicen los otros
contendientes.
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