ANGELA, LOS LIBERALES Y LOS PIRATAS |
Las elecciones regionales del domingo pasado en Mecklemburgo-Pomerania Occidental, así como las locales para la ciudad de Berlín, concluyeron con una nueva derrota para Angela Merkel. Son ya media docena de elecciones regionales perdidas por la CDU, el partido de la canciller y sus aliados, lo que, inevitablemente, requiere de algún tipo de análisis ya que la reiteración de resultados está claramente marcando una tendencia. Quizás lo primero que debe señalarse es que las encuestas muestran con sistematicidad que la imagen de la Canciller, aunque debilitada, siempre es mejor que la de su propio gobierno. Esto, en realidad, reenvía a otra tendencia que está vinculada a la pérdida sistemática de las elecciones mencionadas. Si se miran un poco más de cerca los resultados, lo que se aprecia es que si bien CDU no vota bien en ninguno de los comicios, el que sufre casi siempre un resultado desastroso es el socio de coalición: el partido liberal demócrata o FDP. O sea que, más allá de los problemas de imagen y gestión que pudiese tener la Canciller como jefe del gobierno (que los tiene), hay una primera constatación incuestionable: electoralmente, es el partido liberal el que está haciendo de “lastre” en una coalición donde la CDU, hasta ahora, viene “salvando la cara” y que, “grosso modo”, se mantiene con un 30% de los votos. En segundo lugar es importante señalar que, desde la oposición, hay algunas novedades pero no es posible distinguir si el gran partido históricamente enfrentado a la CDU, el partido social-demócrata (SPD), está generando entusiasmos importantes o, simplemente, lo que ha sucedido es un voto castigo a la coalición de gobierno. Su votación ha subido algunos puntos pero no tanto como el Partido Verde (Die Grünen) que, particularmente en esta última elección, ha logrado una muy buena votación pero no se percibe un “clima de oposición” que anuncie un fortalecimiento notable del SPD. Lo realmente novedoso, pero que no sabemos hasta donde es significativo, es el resonante éxito que ha tenido el “Partido Pirata” en las elecciones locales de Berlín. Los “piratas” aparecieron, como partido, en septiembre de 2006, en buena medida copiando la propuesta de los “piratas” suecos, que tienen como “programa político” el uso irrestricto y gratuito de Internet. En las elecciones federales del 2009 lograron aproximadamente el 3.5% de los votos y, ahora, una vez ampliado un poco el “programa” a temas algo más universales aunque siempre algo detonantes, están logrando casi el 9% en Berlín. Todo parece indicar que, la rápida emergencia de estos pequeños partidos que traen a la agenda política temas muy peculiares y focalizados, que suelen ser de gran actualidad para las clases medias de los países desarrollados son, sobretodo, síntomas de deficiencias en el funcionamiento de los grandes partidos y del sistema de partidos en su conjunto. El gran antecesor de este fenómeno fue el Partido Radical italiano de los años 70 y, la verdad sea dicha, algunas décadas después de su auge, fue posible constatar que el sistema de partidos en Italia colapsaba. Desde luego que no hay relación de causalidad que pueda, ni que deba, establecerse entre el auge del partido Radical y el colapso de los partidos tradicionales italianos, pero también es cierto que la emergencia de toda forma de “free lancers”, “extra-partidarios”, “outsiders”, “indignados”, etc. debe de ser leída, en buena medida, como “un síntoma” de problemas en el funcionamiento del sistema de partidos. En resumen, en el frente electoral la ciudadanía alemana está manifestando su malhumor para con el partido liberal y, en parte, con la CDU, mientras que no se entusiasma demasiado con el SPD. En otros términos: quizás se pueda concluir que los grandes partidos no pasan por su mejor momento y hay señales de que el electorado está a la búsqueda de “outsiders”. Pero lo que corresponde analizar, más allá de la actividad electoral propiamente dicha y sus guarismos, es la situación política y social de Alemania que está “por debajo” de estos resultados electorales. Y en ese sentido es importante recordar que, a pesar del enorme peso de la crisis económica y financiera global, Alemania está pasando por una circunstancia económica más bien favorable. ¿Qué es entonces lo que está erosionando el perfil y la popularidad del gobierno? En primer lugar, la ciudadanía alemana es perfectamente consciente que la coalición de centro derecha CDU/FDP, no está funcionando bien. Y, más allá de análisis más finos que deberán hacerse en otro contexto, todo parece indicar que los alemanes ven más bien al partido liberal demócrata como “el responsable” de este malestar. Y esto se entiende, aunque con cierta dificultad, porque hay muchas contradicciones en juego, si analizamos como ha procesado Alemania la crisis del euro y la crisis de Europa que viene inexorablemente vinculada. El SPD, los Verdes, y en general toda “la oposición” del país, entienden que Angela Merkel no ha sido suficientemente defensora de Europa desde que estalló la crisis griega. Así, los socialdemócratas, los verdes, etc. son claramente favorables a la emisión de “euro-bonos” como forma de enfrentar los ataques de los mercados a los países más endeudados del área y se han alineado con la posición del Banco Central Europeo que clama por la designación de UNA autoridad económica (llámese Ministro de Economía o como sea) para Europa. Los liberales del FDP están totalmente en contra de esta posición por lo que Angela Mekel se ve obligada a un papel de equilibrista algo complejo. Lo que resulta llamativo es la contradicción flagrante que manifiesta la población alemana en torno a esta cuestión de cuánto debe comprometerse Alemania con el salvataje de otros países de la zona euro o, lo que es lo mismo, con el euro y Europa. En efecto, cuando los alemanes son consultados directamente sobre si Alemania debe ayudar a Grecia, Irlanda o Portugal, las respuestas son francamente negativas. Pero los mismos ciudadanos, cuando van a las elecciones, votan precisamente por aquellos partidos que tienen las posiciones más pro-europeas y que, en última instancia, están claramente proclives al salvataje. Por lo tanto mientras el centro izquierda y la izquierda le reclaman a la canciller su poco compromiso con Europa, una parte de la derecha, que además es su aliada en la coalición, le reprocha el ser demasiado europeísta y, todo eso, sobre un fondo “de opinión” pública contrario a la ayuda a los países “dilapidadores”. Esta curiosa situación puede tener un desenlace a fin de mes. En efecto, el Fondo de Solidaridad aprobado en Bruselas el 21 de julio por los Jefes de Estado, debe ser ratificado por el Bundestag y lo será sólo porque la oposición votará a favor del Fondo. Los votos de la coalición de gobierno no son suficientes porque lo sorprendente es que una buena parte de los liberales, integrantes de ella, votará en contra. Para las tradiciones de los regímenes parlamentarios, cabe recordar que en ese marco institucional, cuando el gobierno en ejercicio requiere de los votos de la oposición para aprobar una ley porque sus votos no son suficientes, el gobierno, o cae, o queda sumamente debilitado porque la oposición puede requerir un llamado a elecciones dado que la mayoría acaba de mostrarse incapaz de ejercer autónomamente el gobierno. Todavía queda mucho tiempo para negociar políticamente, aunque también es cierto que los tiempos en el frente financiero se están acortando rápidamente y la señal política de Alemania en la materia es absolutamente crucial. Nadie puede predecir lo que pasará luego de ese voto estratégico en el Bundestad: lo único que parece seguro es que, con sus declaraciones contra el desarrollo de la energía nuclear y con los resultados positivos en materia de empleo, Angela Merkel ya parece posicionarse para cambiar de socios en el gobierno futuro donde ella pretende seguir estando. El SPD y los Verdes están muy atentos a eso. |