jueves, 8 de julio de 2010

POLONIA: "Un triunfo comprometedor"


El fin de semana pasado se llevó a cabo la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Polonia. Como recordará el lector, estas elecciones tuvieron un origen particularmente trágico. La muerte en un accidente aéreo cerca de la ciudad de Smolensk, durante el pasado mes de abril, del entonces presidente en ejercicio, Lech Kaczynski y de más de 90 personas integrantes del gobierno, dejó a Polonia privada de su Jefe de Estado.
Los resultados electorales del domingo favorecieron claramente al candidato Bronislaw Komorowski que ocupaba “ad interim” la presidencia desde la desaparición del antiguo presidente y que, conjuntamente con su partido de corte liberal, “Plataforma Cívica”, controla el Poder Legislativo y el gabinete. Komorowski obtuvo algo menos del 53% de los votos y su contrincante, el hermano del difunto presidente, Jaroslaw Kaczynski, consiguió algo menos del 48%, logrando una votación que los observadores locales calificaron de sorprendentemente buena ya que su partido, “Ley y Justicia”, no aparecía bien perfilado en las encuestas previas.

El triunfo de Komorowski es, en muchos sentidos, una buena noticia. Desde el frente “europeizante” el nuevo presidente es considerado como un fuerte partidario del fortalecimiento de las políticas europeas y su éxito es particularmente bienvenido en vísperas de que a Polonia le toque ocupar, el año que viene, la presidencia de la Unión. Es más, Komorowski ve con buenos ojos la integración de Polonia a la zona euro y la desaparición de la moneda polaca, el “zloty” que, algo paradójicamente, se fortaleció inmediatamente ante el anuncio de su triunfo electoral. Aunque Bronislaw Komorowski no tiene, en lo individual, la personalidad más adecuada para lo que teóricamente se le requiere a un presidente de Polonia, no por ello deja de encarnar, particularmente desde la campaña electoral del año 2007, una imagen de “modernizador” y de “occidentalizante” que lo perfilan y distinguen claramente.
También desde algunos sectores empresariales el nuevo presidente es bienvenido. Aunque el hecho no sea demasiado conocido por estas latitudes, la economía polaca parece ser de las pocas economías europeas (si no es que la única) que goza de algo parecido a una muy buena salud. Aunque arrastra una deuda relativamente voluminosa, la economía polaca creció durante algunos años a tasas cercanas al 5% anual y siguió creciendo al 1.7% durante el año 2009, a pesar de que el gobierno tomó, justo a tiempo y antes de la crisis europea, algunas medidas de disciplina fiscal. La conjunción de una devaluación de “zloty” (posibilidad que estuvo abierta porque Polonia no integraba la zona euro), un relativamente amplio mercado interno en expansión y un bajo endeudamiento del país en divisas y monedas fuertes, permite entender esta “excepción” en el contexto de la crisis de la Unión Europea. Y aunque el mérito de esta situación no pertenece a Komorowski, en buena medida la ciudadanía lo adjudica globalmente a todo su partido y al primer ministro y jefe de gobierno, Donald Tuck.
Pero no todas las perspectivas son luminosas al día siguiente de esta elección. Hay por lo menos dos aspectos se constituyen en verdaderos desafíos, si no es que en amenazas, para la nueva situación en la que queda el gobierno.
Por un lado la distribución de los votos entre ambos candidatos demostró que la oposición de derecha resultó ser más fuerte de lo previsible. Es más, esa derecha nucleada por Kaczynski y “Ley y Justicia” se manifiesta fuertemente en los sectores rurales y campesinos del este del país. Es decir hay una “Polonia profunda” que no mira hacia Europa, que no entiende o no pretende acceder a la modernización y que se aferra más o menos conscientemente al “statu quo” ante la perspectiva del cambio. Conocemos en América Latina muchos ejemplos parecidos. No en vano Lech Walesa, en su momento, advirtió que el voto por Kaczynski era peligroso: esa “Polonia profunda” llegó a obtener casi al 48% de los votos emitidos.
Pero el desafío mayor radica en la situación que el triunfo del nuevo presidente deja al partido de gobierno. En efecto, el programa que “Plataforma Cívica” desplegó para las elecciones del 2007 era un ambicioso proyecto de reformas del sistema de salud, de sistema de pensiones (que impacta en el campesinado), así como un fuerte empuje a la desburocratización del aparato estatal y otras propuestas bastante audaces. Cuando se formó el gobierno del primer ministro Donald Tuck, y algunas de estas reformas comenzaron a ser impulsadas desde el parlamento, el entonces presidente Lech Kaczynski hizo un uso sistemático del veto presidencial que el peculiar sistema semiparlamentario polaco le otorga. Esos vetos presidenciales aplicados por el partido de derecha fueron la excusa para que las reformas no avanzasen y, al mismo tiempo, hicieron del presidente de entonces el “chivo expiatorio” del impasse político en el que encalló el país ante el incumplimiento de las reformas prometidas por “Plataforma Cívica”.
Pero ahora, “Plataforma Cívica” controla el parlamento, el gabinete y la presidencia de la República. Ya no debería haber vetos presidenciales ni obstáculos para poner en práctica las reformas prometidas. Ello significa que, con poco tiempo (porque las elecciones parlamentarias se llevarán a cabo el año que viene), el partido mayoritario tiene que decidirse a afrontar no solamente al 48% del electorado que se le manifestó en contra: tendrá que cargar con el enorme fastidio y malhumor que, de realizarse, este tipo de reformas siempre desata en la ciudadanía en general.
El tiempo dirá hasta adonde irá esta nueva configuración mayoritaria del gobierno en su celo modernizado y cuan sincero era éste, pero todo hace pensar que debería avanzar con pies de plomo si no quiere que sus reformas terminen empantanadas y que, además, en las próximas elecciones, Polonia vuelva a votar mayoritariamente a la derecha.