EL HORROR DE GUANTÁNAMO
El lunes 25 de mayo se conocieron, en París, las declaraciones del primer prisionero liberado por los EE.UU. de la base de Guantánamo. Diez días antes, Lakhdar Boumedienne, ciudadano argelino, fue desembarcado de un avión de la fuerza aérea norteamericana en territorio francés, luego de un viaje de nueve horas, atado de pies y manos y vigilado por grupos de 4 guardias armados que se turnaban cada dos horas. Como Boumedienne había sido detenido en Sarajevo, en el 2001, por las autoridades de Bosnia, y recordaba que en el viaje de ida hacia Cuba, en enero del 2002, no le habían permitido ir al baño, en este segundo viaje tomó precauciones: ni comió ni bebió nada antes de su partida.
De cualquier manera estaba algo acostumbrado a esta frugalidad forzosa ya que pesa solamente 58 kilos. Durante los siete años y siete meses que fue retenido en Guantánamo, Boumedienne fue uno de los, por lo menos, 210 detenidos -(76 reconoció el ejército norteamericano)- que se declararon en huelga de hambre como protesta por los arrestos ilimitados en el tiempo y totalmente ilegales. De cualquier manera, la huelga de hambre no era un recurso muy eficaz dado el régimen carcelario al que estaban sometidos: "Despertar a las 5 de la mañana para el rezo matutino. Luego vuelta a la celda. A las 6, los guardias venían por ti y te llevaban a una sala. Te sentaban en una silla, atado de pies y manos, y te alimentaban a la fuerza mediante entubamiento por las fosas nasales”. Boumedienne aguantó dos años el “tratamiento”.
Fuera del régimen que se le aplicara cuando estaba en huelga de hambre, Boumedienne describe un trato durísimo, pero no hace alegaciones explícitas de haber sido torturado físicamente de manera directa. Declara haber estado la mayor parte del tiempo aislado en una celda de 2 metros cuadrados, donde nunca entraba la luz natural, ventilado con aire acondicionado permanentemente muy frío, autorizado a una sola salida diaria -(diurna o nocturna)- de menos de una hora y en absoluta soledad: en ningún momento se cruzaba con detenido alguno.
Boumedienne fue declarado inocente de las acusaciones de terrorismo que condujeron a su detención desde enero del 2002 hasta el viernes 15 de mayo 2009, cuando fue liberado en Francia. La orden del juez data del 20 de noviembre de 2008: por qué razones tuvo que esperar seis meses para ser liberado es una de esos cientos de preguntas cuyas respuestas se encuentran en las entrañas de la increíble y monstruosa maquinaria que el gobierno Bush, el ejército de los EE.UU., la morosidad de la Corte Suprema y el asentimiento distraído de una buena parte de la sociedad norteamericana, montaron como reacción a los terribles atentados del 11 de septiembre de 2001, con la ayuda, además, de otros gobiernos occidentales.
La sola recopilación de las informaciones divulgadas al mundo desde diciembre de 2001 hasta que Obama, el 21 de mayo de este año, propusiese una modificación de este horrendo sistema de detención, deja en claro la complicidad colectiva con la que contaba el gobierno Bush para llevar a cabo estas atrocidades.
El 28 de diciembre de 2001, Bush decreta la posibilidad de detención sin límite de tiempo ni acusación formal por parte de juez alguno, de todos los “combatientes ilegales” que fuesen detenidos en cualquier territorio que no fuese el norteamericano. Ya en los primeros días de enero de 2002, las imágenes difundidas de la llegada de los prisioneros, de rodillas, atados, con guantes, lentes opacos y cascos que les impedían oír, instalaron la sospecha que, lo que pasaría en Guantánamo, quedaría en las páginas más negras de la historia norteamericana. Como reacción a las primeras críticas, Bush decide que los combatientes talibanes podrán usufructuar de la protección a los prisioneros de guerra establecida en la Convención de Ginebra, pero no así los supuestos combatientes de Al-Qaeda. A fines de 2002, son unos 600 prisioneros los que están retenidos en Guantánamo. El 26 de noviembre de 2003, el Director General del Comité Internacional de la Cruz Roja denuncia la presencia de niños detenidos en Guantánamo.
La justicia norteamericana, la respetable Corte Suprema de los EE.UU., hace su aparición, por primera vez, el 28 de junio de 2005 -(es decir, mas de tres años y medio después que el ejecutivo inventase este régimen siniestro)-, y autoriza a los prisioneros a elevar protestas sobre su detención, pero no se pronuncia sobre la flagrante ilegalidad del estatuto de “combatiente ilegal” inventado por Bush ni sobre los procedimientos de detención utilizados. El 25 de mayo de 2006, Amnistía Internacional denuncia el desconocimiento total de los derechos de los prisioneros y sus defensores, el rigor de las condiciones de detención a las que están sometidos y utiliza, por primera vez, la expresión: “Guantánamo, un Goulag moderno”.
El 18 de noviembre de 2006 las Naciones Unidas deben cancelar una visita a Guantánamo, programada para el 6 de diciembre, en vista de que Washington declara que no autorizará a los emisarios de la ONU a hablar libremente con los prisioneros. Como resultado, el 15 de febrero de 2007, las Naciones Unidas exigen: “…el cierre de las instalaciones de detención de Guantánamo Bay sin demora alguna” y requiere que “…sean juzgados rápidamente todos los detenidos de Guantánamo…” o “….liberados inmediatamente”. El informe pide que se suspendan las “…técnicas especiales de interrogatorio…”. Oficialmente, los EE.UU. condenan el informe de las Naciones Unidas y declaran que sólo tiene como fuente meros “rumores”.
El 10 de junio del 2007, dos sauditas y un yemenita aparecen ahorcados en sus celdas: el Contraalmirante Harris, oficial responsable de la base, declara textualmente: “…no se trata de un acto de desesperación, sino que es un acto de guerra asimétrico contra nosotros…”. Varios medios de prensa ponen en duda la hipótesis del suicidio. El 13 de junio de 2007, el Parlamento Europeo solicita que: “…todo prisionero sea tratado conforme al derecho humanitario internacional…” y reclama, simultáneamente, el cierre de Guantánamo.
Recién a esta altura, en junio de 2007, las posiciones de la Corte Suprema y del Poder Ejecutivo norteamericano parecen comenzar a separarse y contradecirse. El 29 de junio, la Corte Suprema estima que los tribunales militares de excepción son inconstitucionales puesto que no fueron aprobados por el Congreso; el 17 de octubre del mismo año, Bush responde firmando el “Military Commissions Act” que suspende el “habeas corpus” para los extranjeros detenidos en prisiones norteamericanas. El 20 de febrero de 2008, nueva “reculada” de la Corte Suprema y declaración de que los extranjeros detenidos en Guantánamo no pueden recurrir ante el sistema judicial norteamericano, lo que equivale a decir que no tienen acceso a sistema judicial alguno. Finalmente, el 12 de junio de 2008, el Poder Judicial vuelve por sus fueros y emite, por fin, una sentencia digna y sensata en la que establece que Guantánamo cae dentro de la soberanía norteamericana por lo que todo lo que allí suceda, es apelable ante los tribunales de ese país.
Esta historia, evidentemente, hubo de ser una de las principales preocupaciones del candidato Barack Obama durante toda su campaña. Como ya no hay más lugar para el cuento, como ya no es posible la operación que, en su momento, ensayaran tanto parte de la población alemana -(alegando “desconocer” la existencia de los campos de exterminio)-, como la mayoría de los soviéticos, todos los partidos comunistas del mundo y sus diversos acólitos que, por su lado, también “ignoraban” las masacres bolcheviques, estalinistas y las de sus seguidores, el electo candidato, habiendo mencionado el tema en su campaña, decidió tomar al toro por los cuernos.
El jueves 21 de mayo, en el edificio de los Archivos Nacionales, en un tenso pero gran discurso, que tenía como telón de fondo cuatro páginas de la Constitución de 1787, Barack Obama presentó su propuesta para fijar un marco jurídico nuevo que cumpliese, a la vez, la función de tomar en consideración las características especiales de los combatientes irregulares de Al-Qaeda y la preservación de los derechos humanos de los detenidos. Con ese gesto el Presidente Obama estuvo a la altura del desafío que implica la dimensión monstruosa implícita en lo que significó y significa Guantánamo. Es más, seguramente, ese ha sido el momento más digno de todo su corto mandato.
Desgraciadamente, el partido Republicano -(pretendiendo defender lo indefendible)-, una buena parte del partido Demócrata y un vasto sector de las mayorías silenciosas de los Estados Unidos no estuvieron a la altura de su Presidente y, con ello, no hicieron más que equipararse, consciente o inconscientemente, a la ignominia del terrorismo que dicen combatir.
28/05/2009