jueves, 4 de junio de 2009

OBAMA ANTE EL ISLAM


El presidente Barack Obama partió de Washington, el martes 2, en una gira relámpago por Arabia Saudita y El Cairo en la que, más allá de una breve estadía en Europa, espera establecer algunas bases firmes para el mejoramiento de las relaciones entre los EE.UU y los países musulmanes.

Conviene recordar que ésta no es la primera vez que Obama toma contacto con esa vasta entidad que es el mundo islámico: ya estuvo una vez, luego del G- 20, en Turquía y en Irak. Pero, en realidad, ese primer contacto no es un antecedente válido. Turquía es un aliado de los EE.UU en el seno de la OTAN y la visita de Irak fue, sobre todo, la visita a un país ocupado por el ejército del país del visitante.

El espíritu de esta gira es claramente otro: ahora Obama dice que pretende dirigirse “al Islam” para llevar a cabo un acercamiento de posiciones respectivas que se han endurecido más allá de lo recomendable. La gira tiene, esencialmente, dos etapas.

La primera, en Arabia Saudita, debería estar desarrollándose sin demasiados contratiempos. Allí la agenda es relativamente clara: Obama presionará para obtener más flexibilidad de parte de los "players" árabes en el conflicto arabe-israelí; se hablará muy probablemente de Irán y, con toda seguridad, del precio del barril de petróleo. Al menos en el primer punto, todo hace pensar que la respuesta saudí será: los árabes ya hemos mostrado mucha flexibilidad, no hay espacio político para más concesiones -(como lo demostraría el crecimiento de grupos como Hamas y Hizbollah)- por lo que la pelota está en la cancha de Israel.

En realidad es el día jueves cuando se pone en juego la pieza central de esta operación de política internacional: el discurso que Barack Obama pronunciará en la Universidad de El Cairo en el que pretende dirigirse “al Islam". O, para ser más precisos: "He will discuss how the United States and Muslim communities around the world can bridge some of the differences that have divided them" fueron las palabras textuales utilizadas por Robert Gibbs, el Secretario de Prensa de la Casa Blanca, para esbozar las grandes líneas de lo habrá de ser el tan esperado discurso.

En nuestra opinión es precisamente alli donde reside el primero de los dos grandes desafíos de su iniciativa: en concreto ¿a quien se va a dirigir Obama? ¿Quién ostenta la representación del "Islam"? ¿Arabia Saudita, Hamas, el ex régimen baasista de Bagdad, Indonesia o Bangladesh?

Es precisamente en esta indefinición del interlocutor -(por general que sea, todo discurso va dirigido a un interlocutor, implícito o explicito)-, esta imprecisión sobre el destinatario del mensaje, donde radica uno de los principales riesgos de la operación que intentará Obama en el día de mañana. Esta indefinición del interlocutor no puede no haber sido advertida por la Casa Blanca. Así que todo indica que es un riesgo calculado que toma Obama: los costos que puede tener el hecho de que cualquier régimen, país, o autoridad religiosa musulmanes se sientan aludidos, deben de estar compensados por alguna ventaja o beneficio. Sabemos, además, que Obama y su equipo son capaces de manejar los medios de comunicación con eficacia.
En el terreno de las hipótesis -(ya que el discurso recién se conocerá mañana)-, una imaginable es que Obama está apostando a una suerte de "bonapartismo" de nivel internacional. En otros términos, dirigirse, vía medios de comunicación, lo más directamente posible, a cientos y cientos de millones de musulmanes sin tomar en cuenta a las autoridades políticas que los representan y que, con bastante claridad, no han ayudado mucho en esta cuestión de las tensiones generadas, particularmente, por el gobierno Bush, de un lado y el terrorismo islámico del otro.

De ser cierta esta hipótesis, Obama está apostando a que el hombre y la mujer común de El Cairo, Teherán, Bagdad, Ankara o Islamabad, adviertan que él es alguien que, de buena fé, viene a presentarse como muy diferente a Bush y que representa un país "no- agresivo" para ese ciudadano común y que, además, hasta por su nombre, es un poco como ellos.

Por ingenuo que esto pueda parecer, en las últimas 48 horas se sucedieron dos eventos que parecen ser consistentes con esta hipótesis. Al-Qaeda, que no se caracteriza por su locuacidad y que cultiva el silencio y el secretismo como armas políticas, salió por dos veces a la palestra. Primero se pronunció Ayman Al-Zawahiri, "el número dos" de Al-Qaeda, desde un sitio de internet en Egipto y, luego, a través de la cadena Al-Jazira de Qatar, se difundió una grabación de audio del propio Osama Bin Laden. Para el laconismo de estos terroristas, parecen ser demasiadas palabras, y todas ellas destinadas a mandar un solo mensaje: "no le crean, Obama es igual a Bush". Todo parece indicar que alguna cuerda sensible hizo vibrar el Presidente Obama al esgrimir su difuso y aparentemente ingenuo discurso dirigido a "las comunidades musulmanas del mundo". En los hechos, el terrorismo islámico se alimenta del sencillo malestar popular contra los EE.UU. Si Obama logra mejorar la imagen de su país, la cantera donde Al Qaeda y sus adláteres se alimentan, comenzará a secarse.

Pero queda un segundo desafío que conviene señalar antes de que veamos cómo se desempeña Obama en este delicado trance. Cuando salió de Washington, entre sus muchas declaraciones, destaca la siguiente: "La democracia, el estado de derecho, la libertad de expresión, la libertad religiosa no son solamente principios occidentales que pueden ser extendidos a esos países (musulmanes), yo pienso que son, más bien, principios universales de los cuales ellos pueden agarrarse y pueden afirmarlos como parte integrante de su identidad nacional".

Esta declaración plantea, en su formulación misma una serie de problemas que no son fáciles de sortear. Si algo caracteriza a muchos de los países islámicos involucrados en un permanente enfrentamiento con los EE.UU. y con otros países de Occidente, es precisamente que nunca lograron procesar históricamente lo que la frase pretende expresar.

En su gran mayoría, los países “problemáticos” del mundo musulmán -(y algunos no problemáticos también)- son países que fracasaron, total o parcialmente, en su proceso de secularización. Mientras que la identidad nacional que invoca Obama esté constituida de manera más religiosa que política, mientras tengamos confundidas en una sola persona o institución, el poder religioso y el poder político -(y este segundo, severamente ontrolado por el primero)- el llamado contenido en esa frase de Obama es ininteligible.

Es precisamente porque la secularización de la política y de la sociedad ha fracasado más o menos generalizadamente en el mundo islámico, que la posibilidad de pensar la identidad nacional en base a conceptos universales, como lo hace Occidente, es una empresa imposible. Que se nos disculpe la afirmación siguiente: imaginar que algunos regímenes musulmanes -(Afganistán, Irán)- acepten el dispositivo político democrático liberal aludido en la frase de Obama, es como querer convencer a los Templarios y a su jefe, Balduino I, transformado en rey de Jerusalén, el 18 de Julio de 1100, que debía pensar liberal y democráticamente y poner a discusión el control del Santo Sepulcro obtenido, unos años antes, por su hermano Godofredo de Bouillon.

Más allá de lo que algunos pretendieron caracterizar, caricaturalmente y no sin cierta superficialidad, como un “choque de civilizaciones”, no es eso lo que está en juego. Aunque así lo plantéen los terroristas islámicos, la cuestión no es entre Occidente y el Islam. La verdadera cuestión es cómo organizar una sociedad internacional donde convivan estrechamente, por obra y gracia de la globalización, sociedades seculares y sociedades no secularizadas.

Y esa cuestión, no se arregla en una gira.