Photo Rodrigo Bonilla Hastings
domingo, 29 de septiembre de 2013
jueves, 26 de septiembre de 2013
CONTINÚA EL ESCANDALO DEL “MENSALAO”
Juez Joaquim Barboza
“BRASIL: ESCÁNDALO SOBRE EL ESCÁNDALO”
|
El
Supremo Tribunal Federal (STF) del Brasil acaba de decidir, en el día
de ayer, que al menos 12 de los más de 25 políticos corruptos
condenados en el juicio más escandaloso de la historia política
brasileña (llamado “El Mensalão”) podían pasar un proceso de
“revisión” de algunas de las penas a las que ese mismo órgano supremo de
la Magistratura los había condenado en el mencionado juicio.
Con
esta decisión, incluso los personajes claves y responsables
principales del esquema de corrupción que construyó el presidente
durante su primer gobierno (el condenado José Dirceu, ex Ministro Jefe
de la Casa Civil de la Presidencia, el también condenado Delúbio Soares,
ex Tesorero del PT o el Presidente de la Cámara João Paulo
Cunha, también integrante del PT) darán un primer paso hacia la
impunidad. Por lo pronto los delitos por los que han sido condenados se
están tornando “excarcelables” a medida que el STF modifica (y
seguramente continuará modificando) los criterios jurídicos aplicados en
el juicio que culminó el año pasado. Aunque todavía es algo temprano
para entender la compleja trama urdida para cortocircuitar la
sentencia del STF (puesto que la decisión tiene apenas una semana de
tomada) todo hace pensar que el principio de la “cosa juzgada” es algo
que la justicia brasileña no toma en consideración.
Para
comprender este terrible desenlace, que acaba con todas las esperanzas
de aquellos ciudadanos brasileños que creyeron, durante un corto
tiempo, que la justicia de su país había conseguido una insólita
independencia frente a la omnipotencia de los políticos, es necesario
reconstruir al menos las grandes líneas de un intricado y barroco
camino especialmente construido para sortear una de las pocas decisiones
de la Justicia que se ha enfrentado a la clase política brasileña.
El
escándalo comenzó a ser expuesto al público por la prensa ya en el año
2005 y, luego de miles de interrogatorios, investigaciones,
confrontaciones de testigos, etc., con un legajo que supera los 40.00o
folios, el Supremo Tribunal Federal, condenó a más de 30 personas a
distintas penas, muchas de las cuales eran largas penas de prisión.
Además que de que el Mensalão
constituía una novedad y una esperanza, porque sometía, finalmente, a
algún político corrupto a la Justicia (en un país donde siempre se dijo
que sólo van presos los integrantes de “las 3 p” - (pobres,
prostitutas y “pretos”)-, el proceso era importante porque, en gran
medida, el STF que procedió a condenar a los integrantes de este
esquema de corrupción, había sido en parte designado durante el
gobierno del Presidente Lula e incluso Dilma Rousseff. Ello generó la
impresión en el público, y en la ciudadanía, que, efectivamente, el
Poder Judicial del Brasil comenzaba a comportarse como el Poder
Judicial de un país desarrollado, donde reinaba la Ley y el Estado de
Derecho, y no como una oficina jurisdiccional dependiente del Poder
Ejecutivo de una republiqueta. Especialmente importante en la
generación de esa sensación de cambio y transformación del perfil del
Poder Judicial, fue la actitud, particularmente digna y destacable, del
entonces Presidente del Tribunal, y relator del juicio, el Juez Joaquim
Barboza.
Acabado
el proceso y emitidas las sentencias, en cualquier país del mundo el
paso siguiente hubiese sido que, si estaban agotadas todas las
instancias que permitiesen interponer recursos, las sentencias fuesen
ejecutoriadas de acuerdo a lo ordenado por el máximo órgano del Poder
Judicial y que aquellos reos que hubiesen recibido penas de cárcel,
fuesen a la cárcel, y aquellos que hubiesen recibido otro tipo de
sanciones, cumpliesen con ellas. Hasta donde estamos informados,
ninguno de los condenados en el “Mensalão” ha cumplido ningún tipo
de pena hasta la fecha pero, si esto no es cierto, lo que sí es seguro
es que, de ahora en adelante, no habrá pena significativa alguna para
los supuestamente encauzados y que todas las actuaciones anteriores se
están transformando vertiginosamente en una triste puesta en escena.
El
mecanismo por el cual se echó por tierra todo el juicio resulta
difícil de entender para quien no tenga alguna información, por mínima
que sea, sobre el incalificable funcionamiento del sistema político
brasileño. El mecanismo utilizado fue la jubilación de dos integrantes del STF como herramienta para echar por tierra las sentencias ya emitidas.
En
otros términos, fueron sustituidos dos de los magistrados que habían
participado en la mencionada sentencia y dos nuevos jueces, Teori
Zavaski y Roberto Barroso, tomaron el lugar de aquellos que se
acogieron a la jubilación por haber llegado a la edad legal máxima de 75
años.
Esta
vez Dilma y Lula no se equivocaron: nombraron dos jueces
verdaderamente “confiables”. Como si el conjunto del proceso, y las
sentencias que de éste se derivaron, no hubiesen sido decisiones
legítimas del Órgano STF, los dos nuevos jueces recientemente integrados entendieron que las penas aplicadas por el organismo en el pasado a
los encauzados eran demasiado pesadas y que ellos dos entendían,
ahora, que, de haber sido integrantes del STF cuando este se expidió,
su voto hubiese sido diferente al voto que, en su momento, pronunciaron
los jueces actuantes.
Y
han sido estos dos nuevos jueces recientemente designados los que han
defendido con el mayor énfasis –(y, cabría agregar, sin el mayor
escrúpulo)-que se les conceda a esos condenados el “beneficio” de una
revisión del proceso. Para que el lector no se pierda: de lo que estamos
hablando es de que dos nuevos integrantes del STF, que no lo
integraban cuando éste oportunamente se pronunció, oponen “ex-post” lo que no puede ser más que su opinión personal puesto que no eran integrantes del órgano cuando éste se expidió.
Que
tengan una opinión personal divergente de la de sus predecesores ello
no constituye algo sorprendente ni irregular. Lo que escapa a nuestro
entendimiento es que el STF se avenga a reconsiderar las penas aplicadas (y probablemente, como veremos, el conjunto del juicio).
No
somos juristas y no conocemos en profundidad el ordenamiento jurídico
brasileño pero no se nos podrá convencer que la iniciativa de los
nuevos jueces recientemente integrados pueda primar sobre la decisión
previa tomada por el Supremo Tribunal Federal.
El
tecnicismo jurídico utilizado por estos dos “nuevos” jueces, a quienes
se han sumando prestamente tres más de los antiguos integrantes del
STF, reivindican la vigencia de un artículo del antiguo reglamento del
Supremo Tribunal Federal que establecía la validez de un mecanismo
llamado “embargo infringente” por medio del cual se podía
solicitar una revisión del juicio cuando los condenados cuentan con
cuatro de los votos a favor y que los otros 7 integrantes del Tribunal
votaron en contra o se abstuvieran.
Ante
este planteo de los dos nuevos jueces recién nombrados, más los tres
antiguos integrantes (se cuenta con un total de cinco miembros del
Tribunal que están a favor de la revisión del “Mensalão”) se han elevado las voces de cinco de los integrantes del STF que estuvieron en contra de la validez de “embargo infringente”,
alegando que el mencionado reglamento está derogado y que fue
sustituido por la nueva Constitución de 1988 que regula de nueva cuenta
el conjunto de los procedimientos que rigen la jurisprudencia del
Supremo Tribunal Federal. No sorprenderá a nadie que el juez Joaquim
Barboza forme parte de aquellos que no sostienen la revisión del proceso. En otros términos, el STF estaba ante “un empate” y sólo faltaba emitirse un último voto.
El
detalle que no queda claro es porque razón uno de los integrantes del
Tribunal, el juez Celso de Mello, no había hecho explícito su voto
hasta el día de ayer. Es obvio que era el “voto del desempate” pero
generalmente, al menos en las tradiciones jurídicas que conocemos, las
votaciones de esta trascendencia se basan, al menos por principio, en
la igualdad de condiciones de los votantes, pero, evidentemente estos
detalles no son de recibo en la cultura jurídica brasileña.
En
todo caso, sea cual fuese la razón, el juez Celso de Mello, que la
prensa llama “o decano da corte” se expresó, ¡oh sorpresa! a favor de
la revisión del proceso. La votación queda, por lo tanto, 6 a 5 a favor
de la revisión del juicio del “Mensalão”. “Le “Mensalão” est mort, Vive le “Mensalão”.
A
partir de este momento, y aunque el gobierno nunca lo reconocerá ante
la opinión pública, todo el proceso comenzará de nuevo pero ahora para
“limpiar” a los antiguos condenados del PT y sus partidos afines.
Brillantes amaneceres se insinúan no sólo para esos 12 condenados a
prisión más significativos políticamente. En realidad todos los
involucrados en el esquema de corrupción más grande de la historia del
Brasil tienen, ahora, la posibilidad de rehabilitarse.
En
el nuevo contexto creado, quizás, también para los demás, aquellos
“peones” menos conocidos y con penas menores, podrán solicitar la
reconsideración de sus condenas. No es necesario ser jurista para darse
cuenta que sus abogados respectivos podrían también solicitar la
revisión de sus penas. En ese caso, el juicio podría prolongarse
largamente. Eso si, siempre que la izquierda siga en el poder, porque si
no gana el PT, el “decano da corte” va a llegar a la edad legal de
jubilación y toda esta fantochada podría empezar de vuelta ante el
ingreso de un nuevo juez que, seguramente, de haber sido integrante de
STF, hubiese votado diferente que Celso de Mello.
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domingo, 22 de septiembre de 2013
ARGENTINA: Las elecciones se aproximan.
El pueblo también puede equivocarse
Por Pablo Mendelevich,
LA NACION de Buenos Aires.
Septiembre 22, 2013
Septiembre 22, 2013
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En los años setenta era común escuchar
que "el pueblo nunca se equivoca". Esa sentencia casi formaba parte de
la liturgia peronista. Pero con el tiempo cayó en desuso, no tanto
debido a que alguien revisó la historia para hacer la verificación y
advirtió algunos baches. Más bien fue por el creciente reparto de los
peronistas en opciones políticas diversas, antagónicas entre sí, según
adhirieran, rechazaran (o abandonaran) el kirchnerismo gobernante. El
peronismo siempre se asimiló, en términos excluyentes, con el concepto
de pueblo. Al haber pueblo oficialista y pueblo opositor fue imperativo
abandonar la tesis de la infalibilidad de las masas. En verdad casi
desapareció del discurso político, también, la palabra pueblo. Le cedió
el asiento a un sujeto de resonancia más lustrosa, aunque parecido nivel
de ambigüedad: "la gente".
Véase que muchas veces la Presidenta prefiere hablar de
gente, ya no de pueblo. Ahora que Canal 7 y Radio Nacional le dieron,
por fin, la oportunidad de explicar sus ideas sin la prisa que le impone
la cadena nacional ni la fatiga de tener que tipear cincuenta tuits
seguidos, Cristina Kirchner pudo explayarse sobre su teoría de que a la
gente la engañan. "No hace falta ser muy inteligente -dijo- para darse
cuenta (de) que hay un mundo de construcción mediática que crea
determinadas imágenes que la gente cree, pero no porque es tonta" sino
por "los monopolios mediáticos", que son un fenómeno mundial.
El martes pasado, al inaugurar obras en la empresa
SanCor, profundizó sus conclusiones. Explicó que a la gente le lavan la
cabeza. Y no a cualquier gente, sino a "los sectores que más oportunidad
de instrucción y educación han tenido". Esa ventaja "muchas veces no
les permite tener una propia mirada sobre las cosas, entonces tienen la
mirada que otros le meten todos los días, como el pájaro carpintero, acá
adentro (la Presidenta se señaló la cabeza). Sería bueno que cada
argentino pudiera mirar por sí mismo sin que nadie le lave la cabecita
todos los días desde un aparato de caja boba". Mediante una elipsis que
no vale la pena detallar se entendió que aludía a Cablevisión y al CEO
del Grupo Clarín, Héctor Magnetto (en el mismo discurso se autoelogió
por hacer una gran inversión en vagones y su única referencia al déficit
ferroviario consistió en denostar a quienes incendian los trenes nuevos
que el Gobierno les da).
Dado que en la Argentina nos hallamos en un entretiempo
electoral de once semanas y que en las primarias el Gobierno obtuvo
bastantes menos votos de los que esperaba, es difícil considerar la
teoría presidencial del pájaro carpintero como si hubiera sido enunciada
un día cualquiera en un seminario de la Universidad Erasmus de
Rotterdam. Parece faltar poco para que la Presidenta diga que perdió las
elecciones porque a "la gente" le lavaron la cabeza. Sin embargo,
oración semejante difícilmente salga de la boca de Cristina Kirchner,
porque ella nunca conjuga el verbo perder en primera persona.
Descubrir ahora, en temporada de derrotas, que hay
malvados que le lavan la cabeza al pueblo resulta quizá tan sorprendente
como aquella aseveración de que el pueblo nunca se equivoca, de cuando
el peronismo arrasaba en las urnas tras 17 años de proscripción.
Increíble, pero cierto: no sólo el pueblo puede equivocarse, también los
gobernantes que el pueblo elige.
Link Original: http://www.lanacion.com.ar/1621852-el-pueblo-tambien-puede-equivocarse
Link Original: http://www.lanacion.com.ar/1621852-el-pueblo-tambien-puede-equivocarse
DE QUÉ MANERA LA EDUCACIÓN PÚBLICA PUEDE ESTAR PEOR QUE EN NUESTRO PAÍS
Del Blog “EL MINUTARIO” de
Guillermo Sheridan
REVISTA ”LETRAS LIBRES”
Entre Gordillo y Gordiano
México, D.F.
El
encarcelamiento hace meses de la maestra Gordillo, lideresa del SNTE,
¿en qué medida se hizo para impedir que paralizara al país, como lo
hacen hoy sus disidentes de la CNTE? El gobierno ya no podía controlar a
una ciudadana particular, enfermizamente ambiciosa y revestida de un
poder descomunal que privatizó un sindicato –con 1.4 millones de
miembros cuyas familias le agregaban otros tres millones de votantes (y
activistas) en promedio– y tenía injerencia en la distribución del
presupuesto más gordo del país.
Alguna vez ya escribí sobre el
dilema de que cuatro millones de votos pudiesen ser dictados por una
sola persona. Avería la democracia, demuestra que no todos los votos
valen igual y, por tanto, que no todos somos iguales ante la ley. Como a
otros líderes sindicales sempiternos, el poder político la convertía en
un sujeto con un enorme poder subastable, acomodaticio, chantajeante y
canjeable. Pero Gordillo operaba sobre la más inexpugnable (y costosa)
de las coartadas: la educación.
Y bueno, la enviaron a la cárcel,
etcétera. Pero es evidente que si bien se acabó la jefa Gordillo, no se
deshizo el nudo gordiano: sus adversarios de la CNTE no emplean su poder
(hasta donde sé) para delirios versallescos, pero tampoco lo emplean en
favor de la educación ni lo ejercen con desinterés político: el plan
sucinto de la CNTE –ya lo ha dicho algún líder– es “desmantelar el
neoliberalismo”, glorioso y desigual combate que se libra guillotinando a
la educación de los estados más atrasados del país en el cadalso del
Distrito Federal.
Recuerdo un artículo en la revista The Atlantic
al que me condujo un escrito de Carlos Puig. Joel Klein, titular de la
oficina de educación en Nueva York, narraba sus esfuerzos por mejorar al
sistema educativo local y su eventual renuncia por las presiones de los
políticos y del sindicato de maestros.
“Los políticos suelen hacer lo
que exigen los sindicatos. Y lo que exigen es obvio: que su militancia
esté contenta para que reelijan a los líderes. Y luego quieren más
militantes para que crezca su poder, su dinero, y su influencia”. Klein
termina evocando al famoso Albert Shanker, viejo líder del sindicato de
maestros de Estados Unidos (UFT), quien alguna vez declaró con
fascinante sinceridad: “Cuando los niños en edad escolar empiecen a
pagar cuotas al sindicato, yo empezaré a representarlos y a luchar por
sus intereses.”
Estamos en las mismas, pero peor. El
sindicalismo de izquierda ha imitado, lamentablemente, lo peor del
corporativismo a la mexicana. Si los líderes de la SNTE ordenan a sus
fieles cantar las glorias del presidente, los de la CNTE ordenan a los
suyos bloquear Los Pinos. La consigna en ambos casos es obedecer para
cobrar. Entre los compañeros líderes de los sindicatos alineados con el
PRI y aquellos alineados con el PRD o con el MORENA de López Obrador
habrá diferentes “ideales”, pero los modi operandi son los
mismos: cargos vitalicios, piramidaciones de poder que recompensan el
incondicional vasallaje con prebendas, pero nunca la competitividad
pedagógica con ascensos. Los niños no pagan cuotas ni administran
presupuestos ni liberan al planeta del capitalismo.
No dudo que
haya buenos maestros, dedicados y desinteresados. Y es porque no lo dudo
que, precisamente, deploro que padezcan la sumisión al SNTE (y sus
intereses sindicales) o a la CNTE (que agrega a los sindicales su plan
político). Hay algunos profesores empeñados en sembrar educación en la
niñez, pero temo que sean más los empeñados en sembrar votos, cosechar
cargos sindicales para beneficio propio y el de sus amos. Tampoco dudo
que el territorio de la CNTE haya buenos maestros y sé bien que las
condiciones en que deben desempeñarse son generalmente adversas, pero
dudo que la ideología y el activismo logren mejorarlas.
Link Original: http://www.letraslibres.com/blogs/el-minutario/entre-gordillo-y-gordiano
Artículo oportunamente publicado en el diario “El Universal” de México.
sábado, 14 de septiembre de 2013
BRAZILIAN FAR-WEST
LOSING THE WAR LAND
From
PHOTOGRAPHERS BLOG - Reuters
Mato Grosso do Sul, Brazil
By Lunae Parracho
September, 2013
Three-year-old Sandriely has a look of suffering. She was
born in the roadside camp along the same highway where her brother was
run over by a truck. Her grandmother Damiana Cavanha, one of the few
women chiefs among the Guarani Indians, has lost, beside her grandson,
five other family members: one aunt died of poisoning from pesticides
used on the neighboring sugar cane plantation, and her husband and three
of their children were hit and killed by passing vehicles.
Damiana, Sandriely, and 23 other Guarani Kaiowa Indians are
living in a makeshift camp along the shoulder of highway BR-463 in Mato
Grosso do Sul since 2009. They settled here after their last failed
attempt to take back their ancestral land, called Tekohá Apika’y.
(Tekohá is loosely translated as ancestral land, and Apika’y, the name
of that specific plot, means “those who wait.”) That was four years ago
when they were expelled from their land by gunmen who shot one of them.
A federal prosecutor visited the camp back then, and wrote
in a report, “Children, youths, adults and the elderly are subjected to
degrading conditions against human dignity. The situation experienced by
them is analogous to a refugee camp. They are like foreigners in their
own country.”
Four years later, nothing has changed in Tekohá Apika’y.
The Indians continue living squeezed between the road and a sugar cane
field which is part of the land they claim. Divided into eight huts,
they do not have access to drinking water and depend on meager donations
of food.
Their children show obvious signs of malnutrition. They
live with the constant danger of trucks rumbling closely by them loaded
with Brazil’s rich agricultural commodities, some of which were
harvested from plantations on the very land they are claiming as
ancestral.
I made two trips here, one in early August when Amnesty
International’s Secretary General Salil Shetty visited. While I was
photographing I heard him say, “I feel like I’m in a place where human
rights don’t exist. This is really shameful for Brazil.”
Two weeks after that visit, a fire ravaged the camp, and I
quickly returned. Three of the eight shacks were destroyed, and the
Indians escaped just on time while their few belongings and food
reserves burned. When I arrived I found the community desolate.
“The fire came to kill us, but we survived. Gunmen want to
kill us, but we’re not leaving ,” sighed Chief Damiana as soon as she
recognized me. Her strength is amazing. Even after so many personal
losses, she remains decided.
“The seed of my ancestors is in this earth and I will not give it back,” she said.
The cause of the fire remains unknown but Damiana told me
how, the night after, gunmen invaded the shacks and threatened to kill
the Indians if they didn’t abandon the site. The federal prosecutor
opened an investigation into the threats and the possible connection
with a major security company already accused of working as a private
army for large landholders against other Indian communities.
I went in search of Sandriely, the girl born on the roadside, and
found her crying, still frightened, amid the ashes. Her eyes, glistening
with tears, contrasted with the gray destruction all around, and I
couldn’t avoid thinking of my own daughter Ana, about the same age.
Sandriely stuck two sooty fingers inside her mouth while crying. “She’s
hungry,” her grandmother said.
BLOOD FOR LAND
“We’re taking back our land with our own blood,” said
Getulio Potyvera, a Guarani Kaiowa chief who has received death threats.
I met Getulio in his home in the nearby city of Dourados at the
beginning of August, as part of my first trip. He invited me to into his
ogapeysu’y, a thatch roofed house of prayer. As he told it, there is a
price on his head. His relatives denounced to the public prosecutor’s
office that they were confronted several times by men who were looking
for Getulio, offering money for information on his whereabouts.
On the same trip I toured other Tekohás, including one near
Caarapo where Indians are fighting to regain Tekohá Pindo Roky. Native
women pay a daily tribute at the grave of Denilson Barbosa, shot dead at
the young age of 15 by rancher Orlandino Carneiro, last February.
Carneiro confessed to the shooting and was arrested, but is now free on a
plea of self-defense, while Barbosa’s family is being kept under a
government program to protect witnesses and victims of crimes.
The main victims in the land war are the Guarani, with a
population of more than 50,000 divided among the Kaiowa, Ñandeva, and
Ava sub-groups. Confined to small areas of land or camped on roadsides,
these Indians suffer a long, bitter struggle to return to their
traditional territories.
At another plot called Tekohá Ita’y I watched Guarani
Kaiowa children making and using a toy gun out of scrap metal. Last
April, farmer Arnaldo Alves Ferreira, who was a former policeman,
invaded the camp. Armed with a revolver and machete, Alves Ferreira shot
at a group of Indians, grazing one in the head. After running out of
ammunition, he started wrestling with them and died in the fight. Six
Indians were arrested for murder. Out on bail with a self-defense plea,
they report suffering other shooting attacks and threats from the
farmer’s family, which continues to live on the land legally designated
as Indian land.
“Most of the time we don’t have enough to eat, said
Amarilda Carvalinda, a Guarani woman who lives near where the attack
occurred. She lives in an improvised home with cloth walls, while
waiting for the day the land is returned to them. Her daughter, Marilei
Mboypotyrendyi, 9, had a sad face as she sat in an old armchair outside
the shack.
Everything in recent Guarani history seems to have
conspired to make them an extinct tribe in Brazil today, but they
persist. United around their struggle, they preserve their native
language and their religion, which they practice daily in rituals and
collective prayers.
One night I witnessed and became an unexpected participant
in a healing ritual called Jerokyete. A group of Ava Guarani Indians
tried to heal 30-year-old Rosalino Kunumi of her ills. Suddenly the
chanters had me sit in a chair next to chief Kunumi. One of them asked
me my name, put his hands over my eyes and blew smoke on my face while
muttering in Guarani. An elderly woman put her hand on my head and
chest, and blew smoke on me and my camera. It’s hard to explain the
feeling of being part of that moment with them.
I was also invited to attend an Aty Guasu, or Grand
Assembly of the Guarani people, on a night of baptism called Mita
Kara’í. Through prayers, children are protected from evil and disease.
Discussions unfold in the Guarani language, and visitors like myself
understand little of what is being said. But among what I did understand
were the repeated words, “nhande kuera, nhande luta”, or “our people,
our struggle.”
During these collective prayers, apart from asking for
protection for Ke’grusuguasu, their Great God, they also said that many
of their elders are aging and dying, and they want to return to their
land while still alive to take back their Tehohás occupied by farmers.
“We can no longer wait,” was the final word of the Aty Guasu assembly.
In the past year, Brazil has witnessed a more than twofold
increase in violence against native peoples, according to a report by
CIMI (Missionary Council for Indigenous Peoples), linked to the Catholic
Church. Just in Mato Grosso do Sul, 317 Indians were murdered in the
past 10 years. The report also reveals that there were more than 200
attempted murders against Indians in the state during the same period,
and, according to the Health Ministry, 470 Indians committed suicide.
Survival International calls the Guarani suicide rate
“epidemic”, quoting Guarani tribe members as blaming it on the loss of
land and freedom, and nostalgia for their lost way of life.
Last October a group of 170 Guarani Kaiowas wrote an open letter that
was interpreted by the media as a threat of collective suicide. In the
letter they said they would die together before being evicted from the
Tekohá that they were fighting to keep.
LUNAE PARRACHO
Born in the southern Brazilian state
of Rio Grande do Sul in 1983, Lunaé Parracho began working as a
photojournalist with the Diário de Cuiabá daily at age 17. Three years
later, he moved to Salvador, where he worked for six years for local
agencies, corporate clients and celebrity magazines, then for the daily A
Tarde, reporting the explosion of violence that drove that city to
become one of the most violent in the country. As a freelance
photographer since 2011 and a regular Reuters contributor since 2012,
Lunae has been focusing on Brazilian social issues and under-reported
stories.
viernes, 13 de septiembre de 2013
Is Putin´s strenght real?
Putin Plays Up Russian Strength
September 13, 2013.
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G-20 en San Petersburgo
UN G-20 TENSIONADO
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En
los últimos años se han sucedido un número significativo de reuniones
del G-20 y ninguna de ellas pudo se calificada de particularmente
armoniosa. Nada de sorprendente hay en ello, en última instancia, las
reuniones internacionales de este tipo se justifican por la existencia
de conflictos reales y, muchas veces, altamente significativos. Aunque
hay un público siempre listo para criticar estas convocatorias -(sea
porque las asimilan tontamente a una forma de “inacción“ política, sea
porque entienden, en código populista, que son “gastos“ que los
ciudadanos no deben pagar)-, lo cierto es que las reuniones
internacionales, multi o bilaterales, forman parte de la fisiología
normal de la vida política internacional, en su versión más civilizada,
la diplomacia.
Dicho
esto, no es menos cierto que la reunión del G-20 que acaba de concluir
en San Petersburgo, donde concurrieron las 20 potencias más relevantes
del planeta, más un número muy grande de países “invitados” y de
instituciones altamente relevantes, no solamente fue relativamente
tensa, en los hechos terminó con resultados muy pobres y
fundamentalmente relacionados a temas secundarios de la agenda. Además,
por la vía de los hechos, concluyó con la consolidación de una profunda
división, aparentemente “tripartita”, entre los asistentes en lo que
hace al problema medular que marca a fuego la actual coyuntura
internacional: la crisis en Siria.
Aunque
es cierto que los dos grandes líderes enfrentados, Barack Obama y
Vladimir Putin, hicieron equilibrios laboriosos para sostener un clima
de cordialidad mínima, no es menos cierto que un agudo periodista ruso
dio en el clavo cuando dijo: “Este G-20 tuvo lugar porque lo salvó el Parlamento británico con su voto contra Cameron”:
era obvio que Putin no hubiese podido recibir a Barack Obama y a las
potencias occidentales ya en vías de lanzar el castigo contra Siria.
En
todo caso el documento de clausura de la Conferencia aporta, en primer
lugar, información sobre algunos vagos acuerdos en temas relativos a
la importancia que los asistentes le dan al tema de retomar el
crecimiento económico -(aún no claramente restablecido en las economías
desarrolladas y cada vez más balbuceante en los países emergentes)-,
insistiendo, mediante el recurso a una retórica ya más que desgastada,
en la necesidad de crear empleos bien remunerados, productivos y de
calidad, en especial para la población joven.
En
segundo lugar, la declaración final tiene, sin embargo, un poco más de
concreción en lo que hace a la voluntad de impulsar la coordinación
internacional en el combate al fraude y a la evasión fiscal y una
mención a comenzar a regular el sector bancario “gris”, lo que requerirá el montaje de un sistema internacional “automático” (¿?) de intercambio de datos fiscales que debería estar operativo hacia finales del año 2015.
Que
este punto haya sido tratado y aprobado en San Petersburgo, en Rusia,
no deja de ser tragicómico. Todos sabemos que en todas partes “se
cuecen habas”, y que se pueden encontrar irregularidades en todo tiempo
y lugar, pero si hay un país que no respeta nada parecido a algún tipo
de regulación financiera internacional, si hay una clase empresarial
corrupta y filo mafiosa en el mundo que utiliza sistemáticamente el
crimen organizado para fines empresariales, esa es la clase de los
“nuevos ricos rusos”, criados a la sombra del poder, por ahora
interminable, de la troika Putin, Medveded y Gazprom.
En
consecuencia, de este segundo punto, sólo cabe esperar que la
oligarquía rusa (y, más discretamente, los jerarcas del Partido
“Comunista” chino y de muchos otros países emergentes) continúen sus
conocidas andanzas mientras impulsan declaraciones “anticorrupción”
cuyos efectos se aplican, casi exclusivamente, a los países menos
poderosos.
En
tercer lugar, se hizo referencia a algunos aspectos monetarios que
también agitan la coyuntura. La previsible modificación de la política
expansiva y de tasas de interés bajas de la Reserva Federal de los
EE.UU., que está en buena medida detrás de la balbuceante salida de la
recesión de muchas economías en la actualidad, preocupa a casi todos los
ministros de Hacienda de las economías más significativas. En otros
términos, mientras que, como veremos en el punto siguiente, en materia
política y militar soberbios y principistas presidentes, celosos
defensores de soberanías nacionales a veces muy poco dignas, entienden
que los EE.UU. no deben auto-adjudicarse un papel de relieve en la toma
de decisiones de la Comunidad Internacional, en materia financiera los
ministros de economía de esos mismos países suplican que la previsible
alza de tasas de interés que prepara el Reserva Federal les sea
previamente comunicada y “calibrada con prudencia”, -(como si
la decisión de subir su tasa de interés no fuese una decisión soberana
de los EE.UU.)-, porque saben que, en muchos casos, cuando llegue ese
momento, se acabará la fiesta y las posibilidades de jugar a ser
potencias emergentes, salvo en uno o dos casos, pasarán a mejor vida.
Pero el ya mencionado bloqueo de la reunión se transformó en una verdadera fractura política
en lo que concierne al tema álgido de la agenda: la guerra civil en
Siria, el uso de armas químicas casi seguramente por parte del régimen
de Bachar el-Assad y la voluntad abiertamente exhibida por los EE.UU. y
Francia de proceder a una intervención punitiva en ese país por el uso
de armas químicas y las masacres sistemáticas que el Assad lleva a
cabo sobre su propia población.
Con
el campo occidental, y con la necesidad urgente de castigar al régimen
alauita, se alinearon, además de los dos mencionados, Arabia Saudita,
Australia, Canadá, Corea del Sur, Italia, Japón, el Reino Unido,
Turquía y España. A este grupo vino a agregarse, algo sorpresivamente y
a último momento, Alemania, llevando a 12 el número de países que
entiende que algo debe de hacerse y rápido.
Pero,
aunque estos 12 países son altamente relevantes cada uno de por sí, y
todavía más tomados en conjunto, aún así este resultado para Barack
Obama era un resultado más bien pobre porque, a su vez, Rusia y China,
lograron también un bloque en una postura exactamente contraria.
Es
obvio que Rusia y China, que tienen totalmente paralizado el
funcionamiento del Consejo de Seguridad desde hace mas de dos años -(en
última instancia, bñoquean el funcionamiento del único instrumento que
puede introducir algún elemento de juridicidad en el terreno
internacional)-, se apresuraron a construir inmediatamente una
“coalición” contraria a todo castigo a Siria, con el apoyo de estados
cuyas políticas exteriores, en su mayoría, recurren sistemáticamente al
terrorismo, como Irán, y a los emergentes “segundones” de la firma
“BRICS” (Brasil y Sudáfrica) que, convencidos de que sí importan
internacionalmente, no pierden oportunidad de aliarse con Irán
algunos, con Zimbabwe otros, terminando así enrolados con las peores
compañías y renegando de sus mejores tradiciones.
Es
importante destacar que hubo en San Petersburgo una tercera posición,
integrada por una decena de países que se aferraron a la muy respetable
postura de abstenerse y no tomar partido en un tema cuya complejidad
el lector conoce ampliamente, y ello respondiendo a una profusa
diversidad de razones nacionales que no hacen al tema analizado en esta
nota editorial.
En
reunión posterior, llevada a cabo inmediatamente después de concluida
la conferencia del G-20, el sábado 7, en Vilnius, Lituania, entre John
Kerry y los Ministros de Asuntos Exteriores de los 28 países de la
Unión Europea, algunos nuevos pasos se dieron en el sentido de hacer
avanzar las diferentes propuestas que entienden que es necesario
sancionar de alguna manera al régimen de Bachar el-Assad.
Hacia
la tarde de ese mismo sábado, Catherine Ashton anunciaba un acuerdo
generalizado entre todas las partes pero, expresado en términos tan
meticulosamente medidos que su eficacia quedó parcialmente erosionada.
Los EE.UU. y la UE acordaron que había “fuertes presunciones“ de que el
utilizador de las armas químicas el 21 de agosto había sido el régimen
sirio, que debería esperarse el informe final de los inspectores de
las Naciones Unidas que concurrieron al lugar de los hechos y que,
sobre esta base, recién se decidirían las características de la “fuerte
respuesta” que la actitud del gobierno sirio eventualmente merecía. Es
de hacer notar que en Lituania, además de Francia, Dinamarca reclamó
abiertamente -(y por primera vez)- que se procediese a castigar
militarmente a Siria. Aunque el resultado final de la reunión de
Vilnius fue más bien proclive a la postura estadounidense, su efecto
fue marginal y solamente confortó en algo al Presidente Hollande que
hubo de sentirse algo menos solitario en el seno de la Unión Europea.
En paralelo, mientras la OTAN
toma fuertes y activas medidas de defensa abierta de su principal
socio en la región, Turquía reclama, no solamente la intervención
sino, también, el ataque directo al régimen de el-Assad y su
derrocamiento. La OTAN, según las declaraciones de Rasmussen, sin
alinearse con la posición turca, piensa que los ataques con armas
químicas no pueden quedar impunes.
En
resumen, la diplomacia he llegado a un “impasse” del que no parece
poder desembarazarse fácilmente. Seguramente, Obama deberá emprender
inmediatamente el laborioso camino de obtener la luz verde de su propio
Congreso y quizás, durante ese forzado interludio, algo permita
destrabar el bloqueo que se hereda de San Petersburgo.
En
todo caso, algo de eso parece estar en marcha. En vísperas del cierre
de nuestra edición, los EE.UU. procederán a un voto preparatorio, y
esencialmente procedimental, en el Senado el día miércoles 11. Ante
esta perspectiva, Moscú, en la madrugada del martes 10, propuso
intentar de convencer al régimen de Bachar el-Assad de entregar la
totalidad de su arsenal de armas químicas a la Comunidad internacional.
Todo esto parece particularmente difuso y poco realizable en plazos
razonables. Evidentemente, esta triste historia está lejos de ver el
final.
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FROM RUSSIA WITH LOVE
THE NEW YORK TIMES
Op-Ed Contributor
A Plea for Caution From Russia
What Putin Has to Say to Americans About Syria
By VLADIMIR V. PUTIN
September 11, 2013
MOSCOW — RECENT events surrounding Syria have prompted me to speak
directly to the American people and their political leaders. It is
important to do so at a time of insufficient communication between our
societies.
Relations between us have passed through different
stages. We stood against each other during the cold war. But we were
also allies once, and defeated the Nazis together. The universal
international organization — the United Nations — was then established
to prevent such devastation from ever happening again.
The United Nations’ founders understood that decisions affecting war and
peace should happen only by consensus, and with America’s consent the
veto by Security Council permanent members was enshrined in the United
Nations Charter. The profound wisdom of this has underpinned the
stability of international relations for decades.
No one wants the United Nations to suffer the fate of the League of
Nations, which collapsed because it lacked real leverage. This is
possible if influential countries bypass the United Nations and take
military action without Security Council authorization.
The potential strike by the United States against Syria, despite strong
opposition from many countries and major political and religious
leaders, including the pope, will result in more innocent victims and
escalation, potentially spreading the conflict far beyond Syria’s
borders. A strike would increase violence and unleash a new wave of
terrorism. It could undermine multilateral efforts to resolve the
Iranian nuclear problem and the Israeli-Palestinian conflict and further
destabilize the Middle East and North Africa. It could throw the entire
system of international law and order out of balance.
Syria is not witnessing a battle for democracy, but an armed conflict
between government and opposition in a multireligious country. There are
few champions of democracy in Syria.
But there are more than enough Qaeda fighters and extremists of all
stripes battling the government. The United States State Department has
designated Al Nusra Front and the Islamic State of Iraq and the Levant,
fighting with the opposition, as terrorist organizations. This internal
conflict, fueled by foreign weapons supplied to the opposition, is one
of the bloodiest in the world.
Mercenaries from Arab countries fighting there, and hundreds of
militants from Western countries and even Russia, are an issue of our
deep concern. Might they not return to our countries with experience
acquired in Syria? After all, after fighting in Libya, extremists moved
on to Mali. This threatens us all.
From the outset, Russia
has advocated peaceful dialogue enabling Syrians to develop a
compromise plan for their own future. We are not protecting the Syrian
government, but international law. We need to use the United Nations
Security Council and believe that preserving law and order in today’s
complex and turbulent world is one of the few ways to keep international
relations from sliding into chaos. The law is still the law, and we
must follow it whether we like it or not. Under current international
law, force is permitted only in self-defense or by the decision of the
Security Council. Anything else is unacceptable under the United Nations
Charter and would constitute an act of aggression.
No one doubts that poison gas was used in Syria. But there is every
reason to believe it was used not by the Syrian Army, but by opposition
forces, to provoke intervention by their powerful foreign patrons, who
would be siding with the fundamentalists. Reports that militants are
preparing another attack — this time against Israel — cannot be ignored.
It is alarming that military intervention in internal conflicts in
foreign countries has become commonplace for the United States. Is it in
America’s long-term interest? I doubt it. Millions around the world
increasingly see America not as a model of democracy but as relying
solely on brute force, cobbling coalitions together under the slogan
“you’re either with us or against us.”
But force has proved ineffective and pointless. Afghanistan is reeling,
and no one can say what will happen after international forces withdraw.
Libya is divided into tribes and clans. In Iraq the civil war
continues, with dozens killed each day. In the United States, many draw
an analogy between Iraq and Syria, and ask why their government would
want to repeat recent mistakes.
No matter how targeted the strikes or how sophisticated the weapons,
civilian casualties are inevitable, including the elderly and children,
whom the strikes are meant to protect.
The world reacts by asking: if you cannot count on international law,
then you must find other ways to ensure your security. Thus a growing
number of countries seek to acquire weapons of mass destruction. This is
logical: if you have the bomb, no one will touch you. We are left with
talk of the need to strengthen nonproliferation, when in reality this is
being eroded.
We must stop using the language of force and return to the path of civilized diplomatic and political settlement.
A new opportunity to avoid military action has emerged in the past few
days. The United States, Russia and all members of the international
community must take advantage of the Syrian government’s willingness to
place its chemical arsenal under international control for subsequent
destruction. Judging by the statements of President Obama, the United States sees this as an alternative to military action.
I welcome the president’s interest in continuing the dialogue with
Russia on Syria. We must work together to keep this hope alive, as we
agreed to at the Group of 8 meeting in Lough Erne in Northern Ireland in
June, and steer the discussion back toward negotiations.
If we can avoid force against Syria, this will improve the atmosphere in
international affairs and strengthen mutual trust. It will be our
shared success and open the door to cooperation on other critical
issues.
My working and personal relationship with President Obama is marked by
growing trust. I appreciate this. I carefully studied his address to the
nation on Tuesday. And I would rather disagree with a case he made on
American exceptionalism, stating that the United States’ policy is “what
makes America different. It’s what makes us exceptional.” It is
extremely dangerous to encourage people to see themselves as
exceptional, whatever the motivation. There are big countries and small
countries, rich and poor, those with long democratic traditions and
those still finding their way to democracy. Their policies differ, too.
We are all different, but when we ask for the Lord’s blessings, we must
not forget that God created us equal.
Vladimir V. Putin is the president of Russia.
Link: http://www.nytimes.com/2013/09/12/opinion/putin-plea-for-caution-from-russia-on-syria.html?hp&_r=1&
miércoles, 11 de septiembre de 2013
sábado, 7 de septiembre de 2013
More on Islamic Wars: why Saudi Arabia and Turkey are against Syria
What Saudi Arabia and Turkey Want in the Syria Conflict
September 6, 2013
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