jueves, 11 de agosto de 2011

UNA CAMPAÑA DEPLORABLE

 

































UNA CAMPAÑA DEPLORABLE 

Motivos laborales nos obligaron a pasar cuatro días, la semana pasada, en la ciudad de Buenos Aires. Nuestra estadía coincidió por lo tanto con parte del último tramo de la campaña previa a las elecciones ”internas” que se celebrarán este domingo 14 de agosto en ese país.

Un primer comentario debe ser realizado en referencia a lo que podríamos llamar ”la peculiaridad” de esta campaña. Lo inédito de los comicios del próximo domingo es que el electorado argentino no está acostumbrado a la realización de elecciones ”primarias”.  Estas elecciones, simultáneas y obligatorias, establecidas en la última reforma, en principio no definen prácticamente nada (porque el sistema electoral no ha todavía realmente digerido la idea de que las primarias deben de tener un carácter efectivamente competitivo hacia la interna de los partidos) y, además  han generado un alto nivel de desorientación en el electorado.
En efecto, éste se pregunta para qué es que tiene que ir a votar si, en un altísimo número de casos, el ”pre-candidato“ del domingo que viene es ya el ”candidato” que competirá en las elecciones de octubre. Éste es perfectamente conocido de todos y, es más, ya está desplegando (ilegalmente) su campaña publicitaria para dichos comicios. Varios comentaristas nos mencionaron que, más que elecciones primarias, lo que se celebraría el domingo 14 sería una suerte de “encuesta previa“ a la elección definitiva, encuesta montada por el gobierno para aparecer como la fuerza predominante a nivel nacional y generar así, desde ahora hasta octubre, esa dinámica política “exitista“ que tan gratificante resulta siempre a la espesa líbido kirchnerista.

Un segundo elemento a destacar es que, con distintos grados de objetividad técnica, un número importante de candidatos y operadores partidarios señalan que las modalidades organizativas previstas para estas ”primarias” resultan ser altamente complejas, onerosas y, seguramente, tanto las autoridades encargadas de la organización como el electorado tendrán dificultades operativas durante el evento comicial y posterior escrutinio. ”La Nación” del 7 de agosto publica un agudo artículo, titulado ”Guía para la jungla de las primarias”, que retoma el tema en tono jocoso. Pero lo cierto es que no ha habido campañas de explicación adecuadas a la ciudadanía de cómo proceder con el nuevo tipo de boleta, no hay evaluaciones afinadas de cual habrá de ser la reacción de los electores ni mucho menos de cuantos ciudadanos efectivamente acudirán a votar. En otros términos, el acto electoral del próximo domingo se caracteriza por los rasgos de siempre: una mezcla de improvisación, oportunismo oficialista y falta total de institucionalidad que terminan funcionando a favor del ”caballo del comisario”.

En tercer lugar es necesario resaltar que, una vez más (porque aquí no hay novedades de tipo alguno), la campaña a la que asistimos, tanto por la televisión como por la prensa escrita, se caracteriza por el fuerte acento destructivo, ”borderline“ y anti-sistémico de los relatos periodísticos que acompañan la campaña electoral. 

En paralelo con los clásicos slogans que se orientan a presentar las virtudes de los candidatos, se ha desatado una desaforada campaña de “denuncias“, “acusaciones“, utilizaciones inexactas e inmorales sobre eventos del pasado político del país que, desde ya, no anuncia nada bueno para el futuro de la Argentina.

Como preanunciásemos en recientes editoriales pasados, no vimos en toda la campaña un planteo consistente relacionado con los problemas sustantivos del país. Salvo alguna mención lateral a la cada vez más incontrolable inflación o a la inseguridad ciudadana, no escuchamos un solo mensaje electoral que mencionase el insólito proceso de desvalorización que está sufriendo el peso argentino o que se interrogase sobre la incapacidad del país para atraer capital extranjero cuando todos los países emergentes del planeta están más bien agobiados por una cada vez más incómoda (por su difícil manejo) concurrencia masiva de recursos de los mercados internacionales.

Pero lo que sorprende de la campaña a la que asistimos no solamente son las ”carencias” de los relatos en lo que hace a los temas mas sustantivos: lo que puede llegar a dejar anonadado al espectador extranjero es la creatividad y la vehemencia en el escarnio, la sigilosidad en la descalificación y, casi seguramente, la gratuidad en la acusación y la contundencia en la denuncia sobre hechos deformados o imaginarios. Para el observador extranjero, hay temas sobre los que resulta difícil tener algo parecido a “certezas” cuando todos los análisis de los medios se le aparecen como políticamente intencionados y, más aun, (porque, hasta cierto punto, esto es natural que suceda en períodos preelectorales) abiertamente ”partidizados”. Es necesario dejar en claro que lo anterior se refiere a todos los actores presentes en la campaña: oficialismo kirchnerista, peronistas no oficialistas, radicales y todos los demás sectores medianamente significativos en contienda.

Unos pocos ejemplos de este pertinaz recurso a denostarse sistemáticamente entre todos los competidores: a) un ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación denunciado por ser el propietario de seis departamentos en los que se ejercería la prostitución, b) más de 10.000 personas que ocupan concertadamente tierras en Jujuy como manera de desacreditar la autoridad del Gobernador de la Provincia, c) la exministra de Salud del gobierno, Graciela Ocaña, declarando que la presidente le ordenó explícitamente no investigar en la estafa de la mafia de los medicamentos, d) el archivo, no se sabe decidido por quien, en la Unidad de Información Financiera, de más de mil posibles casos de lavado de dinero, e) una orden de la cuñada de la presidenta, Alicia Kirchner, para volver sobre el ya resuelto caso de los hermanos Noble que, aunque su ADN probó que nada tienen que ver con ningún pequeño desaparecido durante la dictadura, ahora el kirchnerismo pretende ensayar la acusación de que su adopción es ilegal, f) la justicia condenando al Gobierno por haber manipulado la pauta oficial de la publicidad electoral, g) la ”juventud” kircherista (llamada ”la Cámpora”) amenazando con slogans del tipo ”Si la tocan a Cristina que quilombo se va a armar…”, y podríamos seguir enumerando así, casi hasta la náusea. 

En realidad, a nadie importa (salvo a las víctimas directas de este juego que ven sus reputaciones, patrimonios y vidas exhibidas cuando no arruinadas) todo este chapoteo de fangal. Lo único cierto es que esta peculiar ”estructura discursiva“ de la actualidad preelectoral argentina constituye la manifestación perfecta de una sociedad no solamente escindida y aquejada por serios conflictos: es la muestra de una comunidad que ha perdido los más elementales reflejos de cohesión social, política y cultural. Nadie cree en nadie, nada es verdad ni nada es mentira, toda convicción sincera parece estar ausente y, al mejor estilo de Discépolo, no queda en pie ninguna institución o referente que genere confianza, solidaridad, respeto o fidelidad algunos.

Si la campaña tiene este perfil, y si hasta ahora los gobiernos kirchneristas han actuado de manera abiertamente autoritaria, bordeando, cuando no rompiendo abiertamente, el orden jurídico y el estado de derecho, el futuro gobierno que se avecina no tendrá más remedio que gobernar acentuando estos oscuros rasgos que lo caracterizaron desde el inicio. Aunque el oficialismo kirchnerista viene de sufrir algunas derrotas de importancia (en las elecciones provinciales de Capital Federal, en Santa Fé y, hace dos días, en Córdoba) también tuvo algunos éxitos (de las últimas elecciones realizadas ha logrado ganar una media docena) y tendrá seguramente otros futuros. Esto es lo que lo mantiene confiado en que cuenta todavía, de acuerdo a las encuestas, con un capital de votos importante a nivel nacional. Después de este domingo podrá presentarse, muy probablemente, como la fuerza política más significativa del país. En otras palabras, el futuro de la Argentina parece presentarse más kirchnerista que nunca: muchos argentinos, saben ya que eso tiene enormes costos para ellos y para el país.