NUEVA DERROTA DEL KIRCHNERISMO EN BUENOS AIRES
La anunciada rotunda derrota -(anunciada, desde luego, por las encuestadoras serias y no por aquellas al servicio del régimen)- de Daniel Filmus, el candidato de Cristina Kirchner en las elecciones del domingo pasado, 10 de julio de 2011, no debería alumbrar ningún tipo de ilusiones sobre el futuro político de la Argentina.
Son múltiples y variadas las señales de que el gobierno nacional ya ha entrado en ese inexorable camino que recorren, más tarde o más temprano, todos los gobiernos autoritarios: avanzar ciegamente hacia su debacle final sin hacer el menor caso ni a la razón, ni a la evidencia, ni al sentido común.
A.- Antes de la realización del acto electoral ya resultaba evidente que, con la excepción de dos empresas encuestadoras (“Poliarquía” y ”Management and Fit”) que pronosticaban un triunfo por amplio margen del Pro de Mauricio Macri, las demás empresas de ese ramo le estaban haciendo “los deberes“ al gobierno nacional al dejar entrever que podía haber alguna chance para el oficialismo. Por obsecuentes, por miedo a las represalias de la presidenta o por corrupción, proyectaban resultados que no eran creíbles. La ciudad de Buenos Aires tiene una larga historia de desconfianza hacia el peronismo y, en un contexto local y nacional como el que acompañara la elección -(una situación económica inflacionaria, falta de gas, escasez de combustible y el más inverosímil strip-tease de la corrupción oficialista, en el reciente escándalo de la estafa organizada por las ”Madres de la Plaza de Mayo”)- no había una sola razón para esperar una buena votación del oficialismo.
B.- Para una mirada externa a la vida política argentina, como la nuestra, el triunfador, Mauricio Macri, no aparece como capaz ni de convencer, ni menos de entusiasmar, realmente a ninguna ciudadanía, ni con su gestión ni con su discurso. Su ideología se nos aparece como una insulsa derecha enigmática y su gobierno parece haberse limitado a gerenciar una difusa sensatez. Es más, su pulcritud en temas financieros se percibe apenas más confiable que la del gobierno federal. Pero los Kirchner dieron todos los pasos necesarios para que ese carácter anodino del lider del Pro -(¿Pro qué?) apareciese como ”preferible” al patoteo político sistemático que acostumbra el gobierno nacional. La persecusión personal gratuita a la que fuese sometido Macri por el régimen, mediante la instrumentalización del eterno juez mandadero, Norberto Oyarbide, agregado al hostigamiento permanente del gobierno nacional al de la ciudad en todos los frentes -(el tema de la seguridad en la Capital Federal y la disputa en torno a la puesta en operación de una fuerza policial dependiente de la ciudad capital son paradigmáticos)- evidentemente terminó convenciendo a casi el 50% de los porteños que era mejor Macri que Cristina. Y esto es importante de subrayar porque revela la raigambre profundamente autoritaria del régimen: todo parece indicar que la votación no fue ”pro” Macri no fue “contra“ Filmus: fue contra el regimen kirchnerista en la medida en que la presidenta se encargó cuidadosamente de recortar toda posibilidad de que su candidato tuviese alguna posibilidad de ”marcar perfil” propio.
C.- Consumada la derrota, y ante la evidencia de que la segunda vuelta será un puro trámite (a menos que ya esté en marcha algún procedimiento fraudulento para aplicar el 31 de julio y fraguar algún resultado medio presentable para el oficialismo), la presidenta ni siquiera dudó. Decidió en la misma noche del domingo, ”manu militari”, contra la opinión de varios de sus partidarios y sin la menor consulta siquiera al candidato, que éste habría de correr contra Macri en la segunda vuelta a cualquier precio.
Todavía la debacle de Cristina Kirchner está muy fresca como para intentar sacar muchas conclusiones. Pero una cosa es segura: todo lo que decida en el futuro tendrá una sola brújula, reafirmar compulsivamente su poder personal a toda costa. Hasta que la lógica implacable del autoritarismo, de la que es madre e hija, la lleve a trasponer esa frontera, hoy indiscernible, que la hunda definitivamente en su catástrofe final.
Y habrá sido en vano, porque como los huevos de la serpiente siempre empollan en la Argentina, todo volverá a recomenzar...
© Javier Bonilla Saus
© Javier Bonilla Saus