La actual crisis económico-financiera que azota a las mayores economías del mundo, está dejándonos, en Latinoamérica, varias lecciones interesantes sobre el desempeño de nuestras economías ante el fenómeno. Es que, por primera vez en muchas décadas, el desempeño en esta coyuntura de los distintos países de América Latina dista mucho de presentar la homogeneidad que había caracterizado en las crisis anteriores.
En esta crisis estamos viendo, y en algunos países sufriendo, cómo el manejo serio y responsable de las finanzas se transforma en el diferenciador determinante entre dos escenarios bastante diferentes: la caída libre de la economía y el aumento vertical del desempleo versus una caída más moderada y un Estado con respaldo financiero y recursos sólidos para enfrentar el tsunami financiero actual.
En crisis anteriores, desde México hacia el Sur, prácticamente todos los países de la región nos veíamos enfrentados a problemas idénticos o similares, con pocas alternativas de diferenciarnos de nuestros vecinos y viéndonos arrastrados a alguna modalidad de descalabro de nuestras economías.
Esta última crisis está mostrándonos que nos es lo mismo estar en Chile que en Venezuela, ni en Argentina que en Brasil. Nos reafirma, además, que esta situación de diferenciación el la capacidad de respuesta a la crisis no es casual. Ante todo deja claro que no es producto de ninguna manipulación imperialista para sacudir nuestros cimientos económicos y, lo que es más importante, nos ayuda a comprender cuan significativo y determinante es el manejo responsable de los recursos propios en tiempos de bonanzas.
Y es que mientras los precios de los "commodities" volaban por los aires en los mercados internacionales, países como Argentina, Ecuador y Venezuela incorporaron a su gasto corriente los ingresos excepcionales que los precios de la soja y el petróleo, entre otros, les proporcionaba a su economía. Todo esto, sin realizar las reformas necesarias que garantizaran que, en momentos de vacas flacas, los recursos estarían presentes para poder pasar lo mejor posible este mal momento que, como toda economía es cíclica, tarde o temprano iba a llegar.
Resulta muy gráfica de esta situación que se ha planteado con el despilfarro de los ingresos conseguidos en al bonanza de la pre-crisis, la frase del ex ministro venezolano de petróleo y cofundador de la OPEP, Juan Pablo Pérez Alfonso, que en los años 70 señaló que: “…dentro de diez años, dentro de veinte años, ya lo verán: el petróleo nos llevará a la ruina”. Y eso es lo que está pasando aceleradamente con la economía venezolana.
Sobre la situación a la que refiere esta frase podemos hacer una sencilla modificación y, además de referirinos al petróleo, incluir muchas otras materias primas. Tal vez con la excepción del cobre, pero ello no por el cobre en sí mismo que es una "commodity" más. Más bien porque el manejo que se ha hecho de los recursos provenientes de la comercialización de este recurso difiere del que se ha realizado con los que provienen de las otras "commodities".
Como siempre, el caso chileno deja al descubierto que, en Latinoamérica, somos países cada vez menos parecidos y que cada vez más, por suerte, hay algunos países que manejan con racionalidad y responsabilidad los recursos que no le pertenecen ni a un líder, ni a un partido, ni siquiera a una generación, sino a todo un pueblo.
Por último, y por otra parte, hay que señalar que el caso de México ha sido bien distinto. Su clase empresarial, y sin duda el gobierno, han sido responsables de "descansarse" sobre la comodidad que representa tener tan cerca al principal mercado del . En dicha situación, todos los actores optaron por la facilidad, lo que llevó a que dicho país destinara el 80 % de sus exportaciones al mercado interno de los Estados Unidos. Una vez estallada la crisis, lo que redujo abruptamente el nivel de compra de dicho mercado, México se encontró con su sector exportador prácticamente paralizado.
Grave error que nosotros, desde nuestro pequeño Uruguay, ya vivimos cuando, hacia finales de la década de los años 90, destinábamos el 60 % de nuestras exportaciones a nuestros “socios” del Mercosur que, crisis mediante y devaluaciones inconsultas de sus propias monedas, nos dejaron en poco tiempo fuera de aquellos mercados donde colocábamos una parte muy significativa de nuestras exportaciones.
Sin duda esta crisis nos deja a todos los latinoamericanos muchas lecciones, de las cuales debemos tomar debida nota, porque en términos históricos, esta crisis es solamente un acontecimiento más de los tantos que el futuro nos depara.