Aunque la opinión mundial sólo tiene noticias esporádicas de Kirguistán desde que éste logró el estatuto de país independiente, luego del colapso de la ex URSS a principio de los años 9o, fue en realidad, en marzo del año 2005, cuando con la “revolución de los tulipanes” que expulsó del poder a Askar Asayev, que el nombre del país comenzó a tornarse familiar para los no especialistas en la política del Asia Central (1). El presidente Asayev, acusado en aquellos años de conducta antidemocrática, de perseguir a la oposición, de corrupción y de nepotismo, fue derrocado y el primer presidente de la novel república hubo de refugiarse en Kazajstán, y luego en Moscú, ante una revuelta en la que el mundo vio cómo, un esfuerzo serio por establecer y consolidar el tímido camino democrático que se insinúo al inicio del período independentista, se había frustrado.
Desgraciadamente, Askar Asayev fue reemplazado por Kurmanbek Bakiyev que, a partir del año 2005, tomó las riendas del país para retornar, casi inmediatamente, a modalidades de ejercicio del poder tan poco democráticas como las de su predecesor. Incapaz de restablecer la estabilidad política en el país y en permanente disputa con el Parlamento, Bakiyev, políticamente bastante cercano a la poderosa Rusia, terminó por seguir el camino de su antecesor. En el mes de abril próximo pasado, nuevas revueltas culminaron con la huída del presidente Bakiyev que hubo de dejar el país, esta vez para refugiarse en Bielorusia posiblemente sólo de paso hacia Moscú.
El análisis político pormenorizado de este complejo proceso que cubre una década de fracasos democráticos en Kirguistán no es posible realizarlo aquí. No es el objetivo de este editorial ni, por otra parte, sería una empresa realista. Un país que autoriza la presencia simultánea de bases militares rusas y norteamericanas connota una complejidad geopolítica que invita sobretodo a la prudencia. No solamente no poseemos información política de la calidad y la actualidad necesarias como para emprender esa tarea. En realidad, más genéricamente, no estamos en condiciones de comprender a cabalidad cual es el tipo de relación política y el peso real de la antigua metrópoli rusa sobre la vida institucional de estas nuevas repúblicas y cuales son en la actualidad las relaciones internacionales de ese país con otras potencias.
Pero, más allá de que dejemos de lado la aspiración de comprender pormenorizadamente esta tumultuosa década de la historia reciente de Kirguistán, lo que nos llega por la prenda internacional constituye, inevitablemente, un tema pertinente y ello es lo que sí nos ocupa. La renuncia forzada del ex presidente Bakiyev y su reemplazo por la hoy popular Roza Otunbayeva, su antigua canciller, intentó llevarse a cabo de manera ordenada pero, en las 2 últimas semanas, la violencia se ha desatado de manera generalizada, particularmente en la parte sur del país. Ciudades como Osh y Jalalabad, de cultura predominantemente uzbeca han sido testigo de verdaderas masacres y la Cruz Roja Internacional declara textualmente, con fecha 17 de junio, “Kyrgyzstan, crisis is inmense”
Resulta de interés relevar dos elementos llamativos que se repiten en la información relativa a esta desmesurada ola de violencia desatada en Kirguistán y a la grave crisis humanitaria que se está denunciando.
Por un lado, buena parte de la prensa habla de “enfrentamientos étnicos” entre la mayoría kirguis y la minoría usbeka que ocupa preferentemente el sur del país. Mientras las Naciones Unidas sostienen que ya hay una suma de 400.000 desplazados y unos 40.000 refugiados en el territorio del vecino Uzbekistán, más de un analista entiende que ni los enfrentamientos ni sus dimensiones resultan consistentes por lo poco se conoce sobre la realidad política y cultural del país. En efecto, aunque en el pasado hay antecedentes de choques étnicos entre ambas comunidades (en particular, en 1999, hubo 300 muertos en torno a una disputa por tierras en el fértil valle de Fergana) no es menos cierto que ambos, tanto kirguises (52.4% de la población) como uzbecos (13% de aquella) son religiosamente musulmanes, hablan dialectos turcomanos muy similares y las mayores diferencias culturales que se conocen radican en que los primeros resultan ser predominantemente de origen nómada mientras que los segundos siempre constituyeron comunidades agrícolas claramente sedentarias. Por otra parte, existe una amplia minoría de origen ruso (aproximativamente el 22% de la población) que no participaría espontáneamente de una polarización social como la que se está registrando si sus orígenes fueran exclusivamente de naturaleza étnica.
Las dudas sobre las razones de estos desmesurados estallidos de violencia étnica se multiplican porque, otras fuentes en principio bien informadas, las adjudican, en cambio, a causas muy distintas. Algunas hablan directamente de que los grupos aliados con el ex-presidente Bakiyev están en la raíz del caos desatado en los últimos días. Pero otras agregan que, además de ello, los aliados de Bakiyev han sellado un pacto con los grandes traficantes de droga y con el crimen organizado sobre la base de que, ambos, convergen en el interés en que el nuevo gobierno no logre afianzarse. Y “afianzarse” quiere decir algo muy concreto: significa que no se pueda llevar adelante el referéndum constitucional previsto para el día 27 de junio a partir del cual se definirá el rumbo del futuro régimen.
En resumidas cuentas, y más allá de la discusión sobre las razones sustantivas de los dolorosos acontecimientos en marcha en Kirguistán (razones que, por otra parte seguramente están relativamente interconectadas y no se excluyen entre sí), lo cierto es que tanto las Naciones Unidas como la Cruz Roja Internacional nos alertan sobre la aparición de una crisis humanitaria de grandes dimensiones que parece haberse gestado en relativamente poco tiempo. Precisamente por ello, porque los acontecimientos parece degradarse rápidamente y la población refugiada y desplazada crece rápidamente, correspondería esperar que la comunidad internacional le otorgue al problema en curso la atención que sus dimensiones requieren. Y la prensa internacional…también.
(1).- “LETRAS INTERNACIONALES” ofreció información sobre este país solamente en tres ocasiones durante el último año. Véanse los Nos. 65 y 70 (de fechas 25 de junio y 30 de Julio de 2009) y el último número 91, de la semana anterior, que ya informa del tema de este Editorial en la Sección “Noticias de la Semana”.