PREPARATIVOS DE UN NUEVO GOBIERNO - 10 de diciembre.
Tal como adelantásemos en el mensaje inicial de esta serie de artículos agrupados bajo el nombre de "Politeia en la comarca", el domingo 29 de noviembre la fórmula Mujica-Astori resultó triunfadora en la segunda vuelta de las elecciones nacionales, tanto a nivel parlamentario donde ya había obtenido una ajustada mayoría parlamentaria como en el "ballotage" destinado a elegir presidente y vicepresidente de la República.
Ya han pasado casi dos semanas desde ese momento trascendente para la vida del país y corresponde hacer algunas precisiones, por ahora meramente tentativas, sobre cómo se va perfilando el proceso de preparación del nuevo gobierno, sus principales mensajes políticos y su relacionamiento con los demás actores políticos y de la sociedad civil.
En líneas generales el gobierno electo ha transcurrido por caminos previsibles. Ha hablado inmediatamente de llamar a la oposición a algún tipo de participación en el gobierno. Que ésta podría integrar el gabinete, los entes autonomos en sus diversas modalidades, los órganos de contralor, etc. El presidente y el vice presidente electos, no se sabe con qué real convicción, han dejado correr la especie, más allá de que todos los ciudadanos uruguayos (algunos aprobatoria, otros críticamente) somos conscientes que tanto las bases electorales como la filosofía política del partido triunfador, el Frente Amplio, no son proclives a compartir nada. Reina en esa formación politica la convicción que “ellos son diferentes“, son portadores naturales “del cambio“ y que han sido llamados por la historia a transformar el pais ”de una buena vez para siempre”. Aunque 15 años de gestión en la Intendencia de Montevideo demuestran todo lo contrario, nadie parece advertir realmente que esta auto-imagen del Frente Amplio se ha instalado en medio país y poco importa que Montevideo sea un basural, que las calles estén en ruinas, que, en parte debido a la deficiente señalización, los accidentes sean una de las principales causas de muerte entre los jóvenes, que el transporte sea un desastre y que, desde la gestión del entonces Intendente Tabaré Vázquez, los sindicatos municipales abusen sistemáticamente de su posición de ”ejemplos” de la política salarial del gobierno progresista.
Ni en vistas de las prácticas y resultados del gobierno de Tabaré Vázquez, ni de la historia anterior de las gestiones municipales, ni de la conducta política del Frente Amplio -por lo menos de 1971 en adelante- cabe esperar nada demasiado especial. Retórica populista, ”izquierdismo” más o menos acentuado en los diferentes grupos que integran esta variopinta agrupación (o ”fuerza” política como han comenzado autodesignarse ahora fuera de toda tradición republicana y liberal), ”progresismo” que no atina a proyectar nada sustantivo hacia el futuro que no sea distribución clientelística.
En semejante ambiente, es muy poco probable que el nuevo gobierno, independientemente del sentir de las máximas autoridades electas, pueda avanzar hacia una arquitectura gubernamental en la que los otros partidos detenten posiciones de alguna relevancia que permitan ejercer cierto contralor sobre la gestión. Ya comienza a circular el rumor de un posible gabinete en el que se ha aguzado una puntillosa alquimia sectorial a los efectos de intentar dejar satisfechos a los distintos grupos frentistas la que, de hecho, tornará imposible la presencia de ministro alguno que provenga de la oposición.
Más bien la puntillosa repartija se insinúa entre los diferentes grupos del F.A. que comienza a manifestar un incremento de las tensiones internas en la medida en que el presidente electo no tiene la “centralidad“ en la ”fuerza política” que tenía el anterior presidente.
Pero es todavía muy temprano para analizar seriamente la situación política nacional. Será necesario esperar al menos hasta que termine la previsible (y siempre bienvenida) ”luna de miel” que suelen usufructuar los gobiernos recientemente electos con casi todas partes del mundo salvo en el Uruguay cuando el Frente Amplio era oposición. Nos reencontraremos pues en esta sección en algunos meses cuando las intenciones del nuevo gobierno sean más claramente discernibles. Hasta entonces.
En líneas generales el gobierno electo ha transcurrido por caminos previsibles. Ha hablado inmediatamente de llamar a la oposición a algún tipo de participación en el gobierno. Que ésta podría integrar el gabinete, los entes autonomos en sus diversas modalidades, los órganos de contralor, etc. El presidente y el vice presidente electos, no se sabe con qué real convicción, han dejado correr la especie, más allá de que todos los ciudadanos uruguayos (algunos aprobatoria, otros críticamente) somos conscientes que tanto las bases electorales como la filosofía política del partido triunfador, el Frente Amplio, no son proclives a compartir nada. Reina en esa formación politica la convicción que “ellos son diferentes“, son portadores naturales “del cambio“ y que han sido llamados por la historia a transformar el pais ”de una buena vez para siempre”. Aunque 15 años de gestión en la Intendencia de Montevideo demuestran todo lo contrario, nadie parece advertir realmente que esta auto-imagen del Frente Amplio se ha instalado en medio país y poco importa que Montevideo sea un basural, que las calles estén en ruinas, que, en parte debido a la deficiente señalización, los accidentes sean una de las principales causas de muerte entre los jóvenes, que el transporte sea un desastre y que, desde la gestión del entonces Intendente Tabaré Vázquez, los sindicatos municipales abusen sistemáticamente de su posición de ”ejemplos” de la política salarial del gobierno progresista.
Ni en vistas de las prácticas y resultados del gobierno de Tabaré Vázquez, ni de la historia anterior de las gestiones municipales, ni de la conducta política del Frente Amplio -por lo menos de 1971 en adelante- cabe esperar nada demasiado especial. Retórica populista, ”izquierdismo” más o menos acentuado en los diferentes grupos que integran esta variopinta agrupación (o ”fuerza” política como han comenzado autodesignarse ahora fuera de toda tradición republicana y liberal), ”progresismo” que no atina a proyectar nada sustantivo hacia el futuro que no sea distribución clientelística.
En semejante ambiente, es muy poco probable que el nuevo gobierno, independientemente del sentir de las máximas autoridades electas, pueda avanzar hacia una arquitectura gubernamental en la que los otros partidos detenten posiciones de alguna relevancia que permitan ejercer cierto contralor sobre la gestión. Ya comienza a circular el rumor de un posible gabinete en el que se ha aguzado una puntillosa alquimia sectorial a los efectos de intentar dejar satisfechos a los distintos grupos frentistas la que, de hecho, tornará imposible la presencia de ministro alguno que provenga de la oposición.
Más bien la puntillosa repartija se insinúa entre los diferentes grupos del F.A. que comienza a manifestar un incremento de las tensiones internas en la medida en que el presidente electo no tiene la “centralidad“ en la ”fuerza política” que tenía el anterior presidente.
Pero es todavía muy temprano para analizar seriamente la situación política nacional. Será necesario esperar al menos hasta que termine la previsible (y siempre bienvenida) ”luna de miel” que suelen usufructuar los gobiernos recientemente electos con casi todas partes del mundo salvo en el Uruguay cuando el Frente Amplio era oposición. Nos reencontraremos pues en esta sección en algunos meses cuando las intenciones del nuevo gobierno sean más claramente discernibles. Hasta entonces.