viernes, 26 de julio de 2019

DE LA NATURALEZA POLITICA DEL FRENTE AMPLIO


I.- Nuestro estimado colega Oscar Bottinelli publica en la página de ”Análisis” de ”El Observador” de Montevideo, el domingo 23 de enero 2011, una nota que lleva como título ”EL FA COMO PARTIDO O COALICION”. Su intención fundamental es convencer a los lectores de que el Frente Amplio es ”un partido político a la uruguaya”.
Como suele ser el caso, Bottinelli  lleva a cabo una serie de consideraciones que resultan en grandes líneas compartibles porque él es, por formación y profesión, un agudo observador de la realidad política nacional. Asi, por ejemplo, nos informa que ”El Frente Amplio tiene una conformación particular, producto además de la existencia de dos grandes visiones -dificilmente compatibles- en cuanto a arquitectura política”.  No queda muy claro, al inicio del artículo, cuales son las dos grandes visiones ”difícilmente compatibles”, pero más adelante se hace explícito que una visión es la que percibe al Frente Amplio como ”un partido político” y, otra, sería la que lo percibe como “la llamada coalición de izquierda”.
Bottinelli se pronuncia claramente por la calificación del Frente como un partido político. Nadie puede cuestionar la pertinencia (lo que  no quiere decir la exactitud) de esta afirmación porque es evidente que una enorme cantidad de uruguayos perciben, con razón o sin ella, al Frente Amplio como si fuese, efectivamente, un partido político. Y tiene nuevamente razón Bottinelli cuando afirma que nuestros conciudadanos lo perciben, más precisamente, como ”un partido a la uruguaya”.”Partido a la uruguaya, porque la arquitectura normal de un partido político uruguayo es el de una entidad política con identidad propia, con valores propios y diferenciados, pero compuesto por corrientes que cubren un abanico muy amplio y hasta contradictorio en cuanto a modelos de sociedad y de país, y en cuanto a concepciones ideológicas.”
Bottinelli se extiende en una serie de reflexiones, también atinadas, sobre las características de los partidos políticos tradicionales de nuestro país que, desde siempre, tuvieron la cualidad de conformar, a la vez, grandes identidades políticas muy claramente definidas y articular sectores y corrientes internas que, sobre determinados temas, podían tener grandes diferencias filosóficas, ideológicas, etc.  Habiendo sido así desde tiempo inmemoriales los partidos tradicionales uruguayos, ¿porqué no sería el Frente Amplio una simple ”nueva versión” de nuestros viejos partidos ”catch all a la uruguaya”?
II.- Sin embargo algo le molesta al autor cuando pretende hacer explícito el argumento del paralelismo entre la historia de diversidad interna de los partidos tradicionales y la sorprendente amalgama de posiciones políticas que se cobijan en este supuesto nuevo partido de izquierda. Para el autor, ”Desde que se constituyó en 1971...” se trata de un ”...Frente Amplio (que) alberga corrientes diferentes: socialdemócratas, marxistas, marxistasleninistas, de izquierdas libertarias, revolucionarias sin ideología definida...”. Y Bottinelli es discreto porque la enumeración será evidentemente mucho más larga y contradictorias cuando ensayemos, algo más exhaustivamente, calificar todas y cada una de las fracciones del Frente Amplio y sus variedades ideológicas. Y eso que le  molesta queda claro rápidamente porque, en la frase siguiente, Bottinelli nos dice después de la enumeración mencionada: ”Quizás la distancia ideológica (dentro del F.A.) pudiera ser mayor que la habida en los partidos tradicionales“: aunque ”no necesariamente”, corrige rápidamente Bottinelli, si pensamos en el Partido Colorado y el Partido Nacional de 1930. Es decir, en buen castellano, si pensamos en las diferencias que se crearon dentro de los partidos tradicionales en la conyuntura del golpe de estado de Terra en 1933. O sea Bottinelli tiene que ir a buscar uno de los momentos  del siglo XX de crisis partidaria más intensa dentro de los partidos tradicionales para encontrar contradicciones internas relativamente parecidas a las que existen, desde 1971 hasta la fecha, en el entrevero ideológico que ha sido, es y será el Frente Amplio.
En realidad sólo hasta aquí nos interesa el artículo de Bottinelli. Como hemos señalado en artículos anteriores de este Blog, en nuestro país la agenda política ha sido fagocitada por el Frente Amplio y, como lógica consecuencia, nuestro estimado colega escribe el artículo para la interna del Frente. Ël está empeñado en desarticular el discurso de aquellos frenteamplistas que pretenden que el Frente sea una alianza o una coalición y no un partido. Y suponemos que lo hace porque los frenteamplistas partidarios de esta visión ”federal” del F.A. no solamente le están haciendo la vida imposible al presidente: están en una patética dinámica de fagocitosis sectorial, de disputa por espacios, por influencia, por recursos financieros, etc. etc., que Bottinelli parece no compartir.
III.- Nada de eso nos interesa directamente a nosotros, con la sola excepción de un tema: creemos, a diferencia de Bottinelli, que el Frente Amplio nunca fue un partido político y probablemente nunca lo sea. El propio Bottinelli, para designar al Frente, tiene que utilizar la triste y peligrosa expresión: ”una fuerza política” que se repite ominosamente en nuestro lenguaje político cotidiano desde hace casi una década.
Nos parece evidente que el argumento de que ”las distancias” ideológicas de los sectores existentes dentro de los partidos tradicionales pudieron llegar a ser, en determinados momentos tan amplias como las que ostenta el Frente Amplio desde su fundación, es totalmente irrelevante. Es más, aunque alguien demostrase que las diferencias ideológicas dentro del Partido Colorado o del Partido Nacional hubiesen sido tan o mas amplias que las que ostenta el Frente Amplio desde su nacimiento, en nada cambia el hecho que los partidos tradicionales constituyen identidades históricas y culturales, pre-ideológicas, que mediante la generación de liderazgos partidarios, funcionaron y funcionan como imaginarios aglutinadores de voluntades políticas desde hace casi 170 años. Así ha sido: los blancos ”se viven” como blancos, independientemente del candidato que voten, y los colorados ”se viven” como colorados más allá de sus opciones electorales coyunturales. En el Frente Amplio, más allá de una epopeya antidictatorial  (cada vez más voluntariamente distorsionada con respecto al transcurso efectivo de los acontecimientos a los efectos de poder ser monopolizada por él mismo  Frente) hay muy poca identidad sólidamente construída porque hay muy poca historia padecida y construída en común. 
Esencialmente, además de historias prestadas de viejos partidos de izquierda que dejaron de ser tales hace décadas en todo el mundo políticamente desarrollado, la única "identidad frenteamplista" ha sido la construída en décadas de empeño para destruir los elementos republicanos y liberales que el país posee y que constituyen un capital institucional que, aunque claramente insuficiente para resolver todos sus problemas,  sólo pueden ser la base de cualquier Uruguay futuro. El Frente Amplio es la coagulación electoral y política de aquella compulsiva postura intelectual que, a partir de los años 45, decidió desdeñar. por hastío o por tiliguería, un régimen democrático y una cultural política que, en aquel entonces y hasta bien entrados los años 60 (Cf. "La Poliarquía", Dahl , Robert, p. 221), calificó entre las únicas 26 democracias poliárquicas del planeta. Por ello, lo que interesa cuando uno se pregunta con Bottinelli ¿cual es la naturaleza política del Frente Amplio? no solamente es posible elegir el camino de evaluar esa naturaleza en términos de toda la distancia ideológica y filosófica que separa a sus disparejos grupos integrantes. En realidad es importante, también, evaluar esa naturaleza política aquilatando en qué términos y en torno a qué puntos esa desmadejada cuadrilla de grupos ha decidido y logrado convivir como una unidad política. O sea, en otros términos, cuales son los reales puntos de coincidencia de este supuesto partido político ”de izquierda”.
IV.- Analicemos entonces, la inquietud de nuestro autor desde ambas perspectivas. 
1).- Primero, y siguiendo su razonamiento, vale la pena revisar brevemente los distintos perfiles ideológicos de los principales grupos que integran la organización hoy en el poder y aquilatar sus distancias ideológicas. 
- a) El Frente Amplio tiene en su seno, en primer lugar, un mayoritario MPP cuyo difuso rumbo ideológico proviene de un guevarismo foquista, tan actual como el estalinismo comunista, y que se reduce a un relato, entre literario y marketinero, de epopeyas  "militares" pasadas que esconden derrotas históricas ilevantables;
- b) Un Partido Comunista que es (y, para peor, lo es cada vez más) una triste caricatura del más ramplón de los estalinismos que hasta utiliza, desembozadamente, "correa de transmisión sindical", como lo requería el comunismo de los años 30. Es decir un Partido comunista que, en esencia, termina siendo pre-krushoviano.
- c) Un Partido Socialista que, allá por 1967-68, claudicó ante el populismo "trabalhista" de un Brizola  refugiado en Uruguay y ante el "nacionalismo revolucionario" de Vivian Trías, luego de renegar de todo el ideario de la IIa. Internacional, y expulsar a su insigne fundador, Don Emilio Frugoni. Su relación ideológica sustantiva con los partidos social-demócratas actuales constituye una incógnita puesto que, sistemáticamente controlado por un arcaismo visceral, está más cerca de Castro y de Chávez que del PSOE, del laborismo inglès, o de cualquier de los otros congéneres europeos de ese perfil. 
- d) Una Vertiente Artiguista, que funge como la prolongación más ostensible de aquella supuesta "conciencia crítica" de 1945, y que recoge las veleidades "progresistas" de intelectuales, funcionarios,  pequeños empresarios, propietarios "acomodados" y de clase media que, en una suerte de "gauche caviar" vernácula, permanece ideológicamente atada al catálogo ideológico del 68 parisino: feminismo, ambientalismo, espontaneidad "vital",  "naturalismo", libertad ante las opciones de género, énfasis en la política cultural, etc. todo salpimentado de una discreta dosis de displicencia posmoderna,
- e) En realidad, como corriente política "actual", históricamente vigente y poseedora de un discurso efectivamente "contemporáneo", dentro de esta extraña amalgama sólo puede distinguirse a Asamblea Uruguay que ensaya, sin demasiada elegancia, mantener posturas social-demócratas. Se podrá estar de acuerdo o no, pero, más allá de las permanentes concesiones que debe de hacerle al resto del Frente (por ejemplo no comprometer para gasto corriente el astronómico crecimiento de la recaudación), nadie puede negar que la mayoría de sus posturas resultarían aceptables para las democracias liberales políticamente desarrolladas.
- f) Un ”Nuevo Espacio” cuyos lejanos orígenes batllistas y batallistas sólo son legibles en el recurso sistemático al uso electoral de distintas versiones  del número 99 y cierta ”moderación” genérica (excepto en el tema violación de los derechos humanos por la dictadura) que, conjuntamente con Asamblea Uruguay y Alianza Progresista, les viene de su antigua relación con ambos partidos tradicionales.
- g) Una Alianza Progresista, también originada en escisiones de partidos tradicionales, cuya razón de ser hubo de ser esencialmente potenciar la candidatura a la vice presidencia de un Nin Novoa, personaje funcional para acompañar la candidatura de Tabaré Vázquez y, al mismo tiempo, recoger los restos del viejo progresismo católico que parece haberse difuminado en un ”progresismo” a secas.
- h) Por último conviene recordar al CAP-Libertad y a Claveles Rojos que son esencialmente dos etiquetas de utilidad táctica para la diversificación y el crecimiento del mayoritario MPP del presidente Mujica.
Es también cierto que, como veremos, precisamente en la medida en que estamos ante un formato político no partidario, hay un sinnúmero de grupos, fracciones, sectores y facciones sindicales, líderes locales y barriales, etc, que, aunque carecen de representación parlamentaria forman parte de esta compleja realidad política que dice llamarse Frente Amplio. Su operativa política se asienta en una nebulosa de prácticas ”pre-ciudadanas” que se organizan en diferentes registros de la lógica corporativa y de defensa de intereses grupales y particulares.
2).- Pero si nos vamos a plantear con rigor la pregunta sobre la naturaleza política del Frente Amplio, la pregunta decisiva no es la que interroga "sobre las discrepancias internas" de los grupos intergrantes de esa entidad. La pregunta clave es, como dijimos, ¿que es lo que lleva a tanta y tan diversa gente a estar juntos en el seno de eso que se autodenomina Frente Amplio ? 
Y las respuestas a esta pregunta son múltiples. La más obvia y superficial es, evidentemente, una reacción de rechazo electoral a las opciones ofrecidas en las últimas elecciones por los partidos tradicionales. Pero no es difícil advertir que la emergencia del Frente Amplio no es un fenómeno electoral. La segunda respuesta, también muy poco convincente, es que la emergencia de este ”partido de izquierda a la uruguaya” tiene alguna relación de causalidad con los 13 años de dictadura y autoritarismo militar………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………….
V.- En nuestra opinión Bottinelli se equivoca en discutir si el Frente Amplio es "un partido político a la uruguaya" o "una coalición de izquierda". Y se equivoca por partida doble. En primer lugar la institución  cuya naturaleza politica debe ser investigada es el "Encuentro Progresista" y no es el Frente Amplio ya que, por más que se juegue publicitariamente con la denominación "FA-Encuentro Progresista", el conglomerado más amplio, abarcativo y decisivo es electoral, parlamentaria, políticamente e  ideológicamente el "Encuentro Progresista". Inteligentemente, en su artículo Bottinelli no lo toma en cuenta porque nadie puede siquiera iniciar la argumentación que el Encuentro Progresista tenga algo que ver con "un partido político a la uruguaya”: su inorganicidad partidaria es demasiado obvia.
Pero, en segundo lugar, Bottinelli se equivoca en la elección de los términos que pretende oponer (partido político vs coalición) y entre los que se propone terciar. Desde las propias dudas que nuestro autor manifiesta en su pretendida comparación con la diversidad interna que, con altibajos, siempre acompañó la historia de los partidos tradicionales, hasta el breve análisis que hemos realizado hasta aquí, donde resaltamos no solamente la desproporcionada diversidad ideológica del Encuentro Progresista, sino más bien la existencia, por sobre cualquier consideración filosófica o programática, de la construcción de una  "Voluntad" y una "Fuerza" políticas destinadas a desmontar, para siempre y por las más diversas y heterogéneas razones, la herencia republicana y liberal (y por ende "maldita") que construyó nuestra, si se quiere cojitranca, pero democracia liberal al fin. Esa clarísima e irresistible convergencia, desde los más diversos puntos cardinales del planisferio político hacia un ”moto” central y decisivo que funciona como  el más eficaz aglutinador de las mayores divergencias políticas e ideológicas imaginables indica que el Encuentro Progresista es, ”genéticamente”, si es que la expresión cabe en política, "Un Movimiento".