viernes, 26 de julio de 2019

DE LA NATURALEZA POLITICA DEL FRENTE AMPLIO


I.- Nuestro estimado colega Oscar Bottinelli publica en la página de ”Análisis” de ”El Observador” de Montevideo, el domingo 23 de enero 2011, una nota que lleva como título ”EL FA COMO PARTIDO O COALICION”. Su intención fundamental es convencer a los lectores de que el Frente Amplio es ”un partido político a la uruguaya”.
Como suele ser el caso, Bottinelli  lleva a cabo una serie de consideraciones que resultan en grandes líneas compartibles porque él es, por formación y profesión, un agudo observador de la realidad política nacional. Asi, por ejemplo, nos informa que ”El Frente Amplio tiene una conformación particular, producto además de la existencia de dos grandes visiones -dificilmente compatibles- en cuanto a arquitectura política”.  No queda muy claro, al inicio del artículo, cuales son las dos grandes visiones ”difícilmente compatibles”, pero más adelante se hace explícito que una visión es la que percibe al Frente Amplio como ”un partido político” y, otra, sería la que lo percibe como “la llamada coalición de izquierda”.
Bottinelli se pronuncia claramente por la calificación del Frente como un partido político. Nadie puede cuestionar la pertinencia (lo que  no quiere decir la exactitud) de esta afirmación porque es evidente que una enorme cantidad de uruguayos perciben, con razón o sin ella, al Frente Amplio como si fuese, efectivamente, un partido político. Y tiene nuevamente razón Bottinelli cuando afirma que nuestros conciudadanos lo perciben, más precisamente, como ”un partido a la uruguaya”.”Partido a la uruguaya, porque la arquitectura normal de un partido político uruguayo es el de una entidad política con identidad propia, con valores propios y diferenciados, pero compuesto por corrientes que cubren un abanico muy amplio y hasta contradictorio en cuanto a modelos de sociedad y de país, y en cuanto a concepciones ideológicas.”
Bottinelli se extiende en una serie de reflexiones, también atinadas, sobre las características de los partidos políticos tradicionales de nuestro país que, desde siempre, tuvieron la cualidad de conformar, a la vez, grandes identidades políticas muy claramente definidas y articular sectores y corrientes internas que, sobre determinados temas, podían tener grandes diferencias filosóficas, ideológicas, etc.  Habiendo sido así desde tiempo inmemoriales los partidos tradicionales uruguayos, ¿porqué no sería el Frente Amplio una simple ”nueva versión” de nuestros viejos partidos ”catch all a la uruguaya”?
II.- Sin embargo algo le molesta al autor cuando pretende hacer explícito el argumento del paralelismo entre la historia de diversidad interna de los partidos tradicionales y la sorprendente amalgama de posiciones políticas que se cobijan en este supuesto nuevo partido de izquierda. Para el autor, ”Desde que se constituyó en 1971...” se trata de un ”...Frente Amplio (que) alberga corrientes diferentes: socialdemócratas, marxistas, marxistasleninistas, de izquierdas libertarias, revolucionarias sin ideología definida...”. Y Bottinelli es discreto porque la enumeración será evidentemente mucho más larga y contradictorias cuando ensayemos, algo más exhaustivamente, calificar todas y cada una de las fracciones del Frente Amplio y sus variedades ideológicas. Y eso que le  molesta queda claro rápidamente porque, en la frase siguiente, Bottinelli nos dice después de la enumeración mencionada: ”Quizás la distancia ideológica (dentro del F.A.) pudiera ser mayor que la habida en los partidos tradicionales“: aunque ”no necesariamente”, corrige rápidamente Bottinelli, si pensamos en el Partido Colorado y el Partido Nacional de 1930. Es decir, en buen castellano, si pensamos en las diferencias que se crearon dentro de los partidos tradicionales en la conyuntura del golpe de estado de Terra en 1933. O sea Bottinelli tiene que ir a buscar uno de los momentos  del siglo XX de crisis partidaria más intensa dentro de los partidos tradicionales para encontrar contradicciones internas relativamente parecidas a las que existen, desde 1971 hasta la fecha, en el entrevero ideológico que ha sido, es y será el Frente Amplio.
En realidad sólo hasta aquí nos interesa el artículo de Bottinelli. Como hemos señalado en artículos anteriores de este Blog, en nuestro país la agenda política ha sido fagocitada por el Frente Amplio y, como lógica consecuencia, nuestro estimado colega escribe el artículo para la interna del Frente. Ël está empeñado en desarticular el discurso de aquellos frenteamplistas que pretenden que el Frente sea una alianza o una coalición y no un partido. Y suponemos que lo hace porque los frenteamplistas partidarios de esta visión ”federal” del F.A. no solamente le están haciendo la vida imposible al presidente: están en una patética dinámica de fagocitosis sectorial, de disputa por espacios, por influencia, por recursos financieros, etc. etc., que Bottinelli parece no compartir.
III.- Nada de eso nos interesa directamente a nosotros, con la sola excepción de un tema: creemos, a diferencia de Bottinelli, que el Frente Amplio nunca fue un partido político y probablemente nunca lo sea. El propio Bottinelli, para designar al Frente, tiene que utilizar la triste y peligrosa expresión: ”una fuerza política” que se repite ominosamente en nuestro lenguaje político cotidiano desde hace casi una década.
Nos parece evidente que el argumento de que ”las distancias” ideológicas de los sectores existentes dentro de los partidos tradicionales pudieron llegar a ser, en determinados momentos tan amplias como las que ostenta el Frente Amplio desde su fundación, es totalmente irrelevante. Es más, aunque alguien demostrase que las diferencias ideológicas dentro del Partido Colorado o del Partido Nacional hubiesen sido tan o mas amplias que las que ostenta el Frente Amplio desde su nacimiento, en nada cambia el hecho que los partidos tradicionales constituyen identidades históricas y culturales, pre-ideológicas, que mediante la generación de liderazgos partidarios, funcionaron y funcionan como imaginarios aglutinadores de voluntades políticas desde hace casi 170 años. Así ha sido: los blancos ”se viven” como blancos, independientemente del candidato que voten, y los colorados ”se viven” como colorados más allá de sus opciones electorales coyunturales. En el Frente Amplio, más allá de una epopeya antidictatorial  (cada vez más voluntariamente distorsionada con respecto al transcurso efectivo de los acontecimientos a los efectos de poder ser monopolizada por él mismo  Frente) hay muy poca identidad sólidamente construída porque hay muy poca historia padecida y construída en común. 
Esencialmente, además de historias prestadas de viejos partidos de izquierda que dejaron de ser tales hace décadas en todo el mundo políticamente desarrollado, la única "identidad frenteamplista" ha sido la construída en décadas de empeño para destruir los elementos republicanos y liberales que el país posee y que constituyen un capital institucional que, aunque claramente insuficiente para resolver todos sus problemas,  sólo pueden ser la base de cualquier Uruguay futuro. El Frente Amplio es la coagulación electoral y política de aquella compulsiva postura intelectual que, a partir de los años 45, decidió desdeñar. por hastío o por tiliguería, un régimen democrático y una cultural política que, en aquel entonces y hasta bien entrados los años 60 (Cf. "La Poliarquía", Dahl , Robert, p. 221), calificó entre las únicas 26 democracias poliárquicas del planeta. Por ello, lo que interesa cuando uno se pregunta con Bottinelli ¿cual es la naturaleza política del Frente Amplio? no solamente es posible elegir el camino de evaluar esa naturaleza en términos de toda la distancia ideológica y filosófica que separa a sus disparejos grupos integrantes. En realidad es importante, también, evaluar esa naturaleza política aquilatando en qué términos y en torno a qué puntos esa desmadejada cuadrilla de grupos ha decidido y logrado convivir como una unidad política. O sea, en otros términos, cuales son los reales puntos de coincidencia de este supuesto partido político ”de izquierda”.
IV.- Analicemos entonces, la inquietud de nuestro autor desde ambas perspectivas. 
1).- Primero, y siguiendo su razonamiento, vale la pena revisar brevemente los distintos perfiles ideológicos de los principales grupos que integran la organización hoy en el poder y aquilatar sus distancias ideológicas. 
- a) El Frente Amplio tiene en su seno, en primer lugar, un mayoritario MPP cuyo difuso rumbo ideológico proviene de un guevarismo foquista, tan actual como el estalinismo comunista, y que se reduce a un relato, entre literario y marketinero, de epopeyas  "militares" pasadas que esconden derrotas históricas ilevantables;
- b) Un Partido Comunista que es (y, para peor, lo es cada vez más) una triste caricatura del más ramplón de los estalinismos que hasta utiliza, desembozadamente, "correa de transmisión sindical", como lo requería el comunismo de los años 30. Es decir un Partido comunista que, en esencia, termina siendo pre-krushoviano.
- c) Un Partido Socialista que, allá por 1967-68, claudicó ante el populismo "trabalhista" de un Brizola  refugiado en Uruguay y ante el "nacionalismo revolucionario" de Vivian Trías, luego de renegar de todo el ideario de la IIa. Internacional, y expulsar a su insigne fundador, Don Emilio Frugoni. Su relación ideológica sustantiva con los partidos social-demócratas actuales constituye una incógnita puesto que, sistemáticamente controlado por un arcaismo visceral, está más cerca de Castro y de Chávez que del PSOE, del laborismo inglès, o de cualquier de los otros congéneres europeos de ese perfil. 
- d) Una Vertiente Artiguista, que funge como la prolongación más ostensible de aquella supuesta "conciencia crítica" de 1945, y que recoge las veleidades "progresistas" de intelectuales, funcionarios,  pequeños empresarios, propietarios "acomodados" y de clase media que, en una suerte de "gauche caviar" vernácula, permanece ideológicamente atada al catálogo ideológico del 68 parisino: feminismo, ambientalismo, espontaneidad "vital",  "naturalismo", libertad ante las opciones de género, énfasis en la política cultural, etc. todo salpimentado de una discreta dosis de displicencia posmoderna,
- e) En realidad, como corriente política "actual", históricamente vigente y poseedora de un discurso efectivamente "contemporáneo", dentro de esta extraña amalgama sólo puede distinguirse a Asamblea Uruguay que ensaya, sin demasiada elegancia, mantener posturas social-demócratas. Se podrá estar de acuerdo o no, pero, más allá de las permanentes concesiones que debe de hacerle al resto del Frente (por ejemplo no comprometer para gasto corriente el astronómico crecimiento de la recaudación), nadie puede negar que la mayoría de sus posturas resultarían aceptables para las democracias liberales políticamente desarrolladas.
- f) Un ”Nuevo Espacio” cuyos lejanos orígenes batllistas y batallistas sólo son legibles en el recurso sistemático al uso electoral de distintas versiones  del número 99 y cierta ”moderación” genérica (excepto en el tema violación de los derechos humanos por la dictadura) que, conjuntamente con Asamblea Uruguay y Alianza Progresista, les viene de su antigua relación con ambos partidos tradicionales.
- g) Una Alianza Progresista, también originada en escisiones de partidos tradicionales, cuya razón de ser hubo de ser esencialmente potenciar la candidatura a la vice presidencia de un Nin Novoa, personaje funcional para acompañar la candidatura de Tabaré Vázquez y, al mismo tiempo, recoger los restos del viejo progresismo católico que parece haberse difuminado en un ”progresismo” a secas.
- h) Por último conviene recordar al CAP-Libertad y a Claveles Rojos que son esencialmente dos etiquetas de utilidad táctica para la diversificación y el crecimiento del mayoritario MPP del presidente Mujica.
Es también cierto que, como veremos, precisamente en la medida en que estamos ante un formato político no partidario, hay un sinnúmero de grupos, fracciones, sectores y facciones sindicales, líderes locales y barriales, etc, que, aunque carecen de representación parlamentaria forman parte de esta compleja realidad política que dice llamarse Frente Amplio. Su operativa política se asienta en una nebulosa de prácticas ”pre-ciudadanas” que se organizan en diferentes registros de la lógica corporativa y de defensa de intereses grupales y particulares.
2).- Pero si nos vamos a plantear con rigor la pregunta sobre la naturaleza política del Frente Amplio, la pregunta decisiva no es la que interroga "sobre las discrepancias internas" de los grupos intergrantes de esa entidad. La pregunta clave es, como dijimos, ¿que es lo que lleva a tanta y tan diversa gente a estar juntos en el seno de eso que se autodenomina Frente Amplio ? 
Y las respuestas a esta pregunta son múltiples. La más obvia y superficial es, evidentemente, una reacción de rechazo electoral a las opciones ofrecidas en las últimas elecciones por los partidos tradicionales. Pero no es difícil advertir que la emergencia del Frente Amplio no es un fenómeno electoral. La segunda respuesta, también muy poco convincente, es que la emergencia de este ”partido de izquierda a la uruguaya” tiene alguna relación de causalidad con los 13 años de dictadura y autoritarismo militar………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………….
V.- En nuestra opinión Bottinelli se equivoca en discutir si el Frente Amplio es "un partido político a la uruguaya" o "una coalición de izquierda". Y se equivoca por partida doble. En primer lugar la institución  cuya naturaleza politica debe ser investigada es el "Encuentro Progresista" y no es el Frente Amplio ya que, por más que se juegue publicitariamente con la denominación "FA-Encuentro Progresista", el conglomerado más amplio, abarcativo y decisivo es electoral, parlamentaria, políticamente e  ideológicamente el "Encuentro Progresista". Inteligentemente, en su artículo Bottinelli no lo toma en cuenta porque nadie puede siquiera iniciar la argumentación que el Encuentro Progresista tenga algo que ver con "un partido político a la uruguaya”: su inorganicidad partidaria es demasiado obvia.
Pero, en segundo lugar, Bottinelli se equivoca en la elección de los términos que pretende oponer (partido político vs coalición) y entre los que se propone terciar. Desde las propias dudas que nuestro autor manifiesta en su pretendida comparación con la diversidad interna que, con altibajos, siempre acompañó la historia de los partidos tradicionales, hasta el breve análisis que hemos realizado hasta aquí, donde resaltamos no solamente la desproporcionada diversidad ideológica del Encuentro Progresista, sino más bien la existencia, por sobre cualquier consideración filosófica o programática, de la construcción de una  "Voluntad" y una "Fuerza" políticas destinadas a desmontar, para siempre y por las más diversas y heterogéneas razones, la herencia republicana y liberal (y por ende "maldita") que construyó nuestra, si se quiere cojitranca, pero democracia liberal al fin. Esa clarísima e irresistible convergencia, desde los más diversos puntos cardinales del planisferio político hacia un ”moto” central y decisivo que funciona como  el más eficaz aglutinador de las mayores divergencias políticas e ideológicas imaginables indica que el Encuentro Progresista es, ”genéticamente”, si es que la expresión cabe en política, "Un Movimiento".
 


jueves, 25 de julio de 2019

LA CRISIS DE LA DEMOCRACIA LIBERAL, EL AUGE DE EXTREMA DERECHA Y EL “REVIVAL” DE UN MEDIOEVALISMO ANTI-ISLÁMICO

vox reconquista

EL PAIS DE MADRID
Guillermo ALTARES
24 de julio 2019

La rabiosa actualidad de la Edad Media

La ultraderecha busca en el pasado remoto justificación para sus políticas actuales




La Edad Media se ha convertido en un asunto de intenso debate político. No todo el periodo histórico, claro, nadie discute sobre Excálibur o los caballeros de la Mesa Redonda. Lo que está sobre la mesa es el momento de las invasiones musulmanas, una época de intensos cambios políticos en una Europa cuyas fronteras se estaban forjando.

En los últimos tiempos la ultraderecha nacionalista ha convertido en una especie de tótem sagrado aquellos siglos oscuros —se llaman así por la notable ausencia de documentos desde la caída del Imperio Romano hasta más o menos el año 1000, cuando la economía y la administración comenzaron a recuperarse—. 

La visión actual sobre ese periodo tiene mucho que ver con el presente y muy poco con un pasado del que se desconoce casi todo. Y resulta sorprendente la seguridad con la que describen aquella época los apologetas de ese momento supuestamente mítico de defensa de la cristiandad frente a la invasión islámica. 

Distintos movimientos de ultraderecha se agarran ahora a esos relatos para decir que el fenómeno invasor se está repitiendo en la actualidad. Ni ocurrió entonces, ni tampoco está ocurriendo ahora. 

Y, desde luego, lo que pasó no fue tal como lo cuentan: se trata de unos siglos en los que, básicamente, todo el mundo invadía a todo el mundo.

Este es un debate que aparece en algunos casos como farsa, por ejemplo, cuando se retiró recientemente una estatua de Abderramán III en Cadrete (nombre árabe), Aragón, como primera medida de un Ayuntamiento gobernado por Vox. Pero en otras ocasiones emerge como tragedia: el asesino que ametralló en marzo a 50 personas en dos mezquitas de Nueva Zelanda hace unos meses estaba obsesionado con héroes míticos medievales de la lucha contra el islam, —desde el español don Pelayo hasta el serbio Milos Obilic—, y escribió sus nombres en los cargadores con los que perpetró la matanza.

“No solo en España, sino en toda Europa, la historia de la Edad Media se ha convertido en un foco de debate cada vez más intenso”, explica Maribel Fierro, profesora de investigación del CSIC y experta en Al Andalus. “La idea de la recuperación de una presunta identidad inmutable de los pueblos ha vuelto a resurgir. Los periodos que reivindican son momentos en los que se produjeron batallas contra los musulmanes. Su idea, totalmente infundada, es que el islam es el enemigo de Europa”.
 
 
Las batallas que aparecen una y otra vez en ese imaginario son Poitiers en 732, Covadonga en 722 (o 718, 737 o 754, según las diferentes versiones), Kosovo en 1389 o, mucho más tarde, Viena en 1683. Las dos primeras fueron enfrentamientos con las tropas árabes y bereberes procedentes del norte de África y de la península Arábiga; las segundas, contras los turcos. 

El problema que plantean Poitiers, Covadonga y Kosovo es que se trata de acontecimientos en los que la historia se mezcla con el mito y sobre los que los especialistas tienen pocos datos, dispersos, tardíos y dudosos. De ninguna de estas batallas se conserva el relato de un testigo contemporáneo. Todos estos mitos fueron además reinterpretados en los siglos XIX y XX cuando se produjo la explosión de los Estados nacionales en Europa y se convirtieron en relatos fundacionales.

Las primeras versiones de la batalla de Covadonga, con la que empezó la llamada Reconquista, proceden de la Crónica de Alfonso III, en torno al año 900, aunque ese relato no se populariza hasta el siglo XIII. Lo mismo puede decirse de la batalla de Kosovo, el gran mito nacional serbio, explotado hasta la saciedad por el nacionalismo balcánico. En realidad, como explica el historiador Noel Malcolm en Kosovo. A Short History, se ignora casi todo sobre aquel combate, ni siquiera está claro quién ganó: la tradición señala que los serbios perdieron su Estado ante los turcos y construyeron su nacionalismo sobre la nostalgia y la derrota. Con todo, el caballero Milos Obilic, que según la leyenda mató al sultán Murad, es venerado casi de forma religiosa y formaba parte del averiado universo mental del asesino de Christchurch en Nueva Zelanda.

Sobre la batalla de Poitiers, en la que Carlos Martel derrotó presuntamente a los musulmanes impidiendo su avance hacia el norte, escribió un ensayo muy interesante el medievalista de la Universidad de St. Andrews James T. Palmer. La historia falsa que impulsó al acusado de la matanza de Christchurch, se titulaba un artículo que publicó en The Washington Post. En él explica cómo la interpretación de aquel enfrentamiento ha ido cambiando: para Edward Gibbon, en el siglo XVIII, simbolizaba la pérdida de la herencia de Grecia y Roma; para Jules Michelet, en el XIX, apenas revestía importancia porque el problema estaba en las invasiones germánicas del norte; según Steve Bannon, uno de los ideólogos del pensamiento ultraderechista actual, exasesor de la Casa Blanca, aquella batalla representa una invitación a defender a Occidente frente al islam. “No había nuevas fuentes históricas, sino una nueva agenda”, escribe Palmer. 

“Al reclamar el legado de Carlos Martel, el asesino de Christchurch abusa de la historia para justificar la violencia. Se basa en la forma en que ese acontecimiento aparece descrito en muchos libros y webs, así que no se trata solo de un problema de ignorancia. Lo que tenemos que entender y combatir es cómo momentos históricos como Poitiers han cobrado un significado a través de la política”.

Tras esa visión nacionalista del medievo se esconden varios presupuestos contradictorios con la investigación científica contemporánea. Primero, que los habitantes de Europa en el siglo XXI somos los herederos de quienes habitaron este mismo lugar hace siglos. Esta afirmación ignora que las unidades políticas son completamente diferentes, por no hablar de las migraciones y mezclas que marcan la historia. Segundo, que pueden establecerse paralelismos entre sociedades de hace siglos y las actuales, soslayando las abismales diferencias que las separan en multitud de asuntos, desde la esclavitud hasta la tecnología. Y, por último, que, incluso si se admite esa herencia, esta no tiene por qué condicionar el presente.

“Esa movilización reivindicando el pasado está siempre vincu­lada a pulsiones del presente, a la necesidad de ciertas comunidades, ideologías o proyectos políticos de encontrar su justificación”, explica Eduardo Manzano Moreno, investigador del CSIC, experto en Al Andalus, que acaba de publicar La corte del Califa. “La simple regla de mayor o menor cercanía respecto de ese pasado no siempre funciona: los romanos o los mongoles pudieron hacer todo tipo de masacres y a nadie le importa, pero en el caso de los musulmanes, el discurso conservador intenta plantar la idea de una similitud exacta entre lo ocurrido en la Edad Media y el presente, algo que también alimentan los propios radicales islámicos”.

El historiador Jean-Paul Demoule ha estudiado el asunto en su libro Les dix millénaires oubliés qui ont fait l’histoire (Los diez milenios olvidados que hicieron la historia), y explica cómo los nacionalismos que estallan después de la I Guerra Mundial explotan la idea de un pueblo que se conserva inmutable a lo largo de los siglos, sumergiéndose incluso en la prehistoria. “Hubo que garantizar a cada uno de esos Estados un pasado glorioso, que se remonta al confín de los tiempos y que garantiza la existencia de la nación a lo largo de la eternidad”, escribe el profesor de la Sorbona. Su ensayo acaba con una pregunta: “¿No es mucho más interesante la historia cuando los seres humanos la escogen que cuando la padecen?”.
LINK ORIGINAL  https://elpais.com/elpais/2019/07/19/ideas/1563535022_261422.html

jueves, 18 de julio de 2019

TRUMP Y EL REVIVAL DEL RACISMO


 

 

 EL RACISMO EN LOS ESTADOS UNIDOS

 

 

Resultado de imagen para FOTOS MANUEL SUAREZ MIER




Aquelarre Económico

Por
José Manuel Suárez-Mier[1]
Excélsior 
CDMX, 18 de julio de 2019

La aparición de Trump en la escena política de EU con sus continuas pulsiones racistas ha obligado a revisar la discriminación que ha existido desde su fundación, y que revive una y otra vez a pesar de que se pensó que esa lacra fatal había sido superada al fin con Barack Obama en la presidencia.

Sus tuits recientes, conminando a 4 congresistas de diversos orígenes foráneos y tonos de pigmentación, pero nacidas o nacionalizadas en EU, a que “se larguen a sus países de origen” si no están contentas, son la última adición a sus muchas insolencias racistas, que inauguró insultando a los mexicanos.

En la historia de EU hay un buen número de pasajes racistas:
·      La importación masiva de esclavos negros durante casi dos siglos contrasta con la frase inicial de la Declaración de Independencia de Jefferson: “all men are created equal,” cuando tal definición se limitaba a los hombres blancos propietarios de bienes raíces.
·      74 años pasaron entre la fundación de EU y la liberación de los esclavos, que ocurrió en plena Guerra Civil para destrozar la economía de los sublevados.
·      En la Reconstrucción prevaleció la regla de “iguales pero separados” y persistió una fuerte exclusión de los negros, sobre todo en el Sur.
·      En el umbral del siglo XX los avances en integrar a la sociedad como parte de una agenda progresista, son seguidos siempre de reveses. Cuando estalla la inmigración europea a niveles de 9% de la población, vs 3% un siglo después surge el nativismo contra, sobre todo, católicos y judíos. 
·      El nativismo se exacerba al fin de la 1ª Guerra Mundial con la consolidación de EU como la gran potencia global, y sus lideres son la élite protestante, de origen anglosajón que propone el tratamiento “científico” para preservar la pureza de raza, y que llevó a las primeras leyes antinmigrantes de 1924.[2]
·      Surge con ímpetu la eugenesia, “ciencia que mejora la calidad de la población” mediante el control de su reproducción para elevar la probabilidad de rasgos hereditarios deseables. El área fue desarrollada primero por Francis Galton, como el método idóneo para elevar la calidad de la raza humana. Los nazis se basaron es estos trabajos para sustentar sus teorías raciales, que culminaron con la “solución final,” el exterminio de los judíos.
·      120 mil ciudadanos de EU de origen japonés, y en menor medida de raíz alemana e italiana fueron a campos de “internación” en la 2ª Guerra Mundial.
·      El movimiento negro para alcanzar la igualdad racial culminó en los años 1960s con la adopción, y efectiva aplicación de leyes contra la discriminación, y desde entonces se dieron avances que parecían irreversibles para extirpar la abominable discriminación de género y contra las minorías.

Ahora con Trump, y sin nadie que lo denuncie en el partido de Abrahán Lincoln que acabó la esclavitud, hoy tomado como rehén por los neo-nativistas, EU ha regresado a su más negro pasado racista.


[1] El autor es consultor en economía y finanzas internacionales en Washington DC y ha sido catedrático en universidades de México y EE.UU. Correo:
[2] Ver el gran libro de Daniel Okrent The Guarded Gate, historia de la intolerancia y la eugenesia.