jueves, 24 de octubre de 2013

“AMAZÔNIA: O NOVO FAROESTE”






Hace algunos años que nos hemos venido ocupando de una serie de graves acontecimientos que se están desarrollando en la Amazonía.  Si bien es cierto que, tanto la región como los temas que estos acontecimientos convocan son altamente mediáticos, creemos que es posible ofrecer un abordaje, sensato y crítico, sobre el tema de fondo que se encuentra dentro de esta “agitación” mediática en torno a la Amazonía.

En primer lugar es necesario que se nos entienda bien: no nos mueve ninguna particular inquietud “ambientalista” o “indigenista” en el sentido en que estos términos suelen ser utilizados cotidianamente. En otras palabras, no nos caracterizamos por proclamar actitudes “proteccionistas” o “conservacionistas” como las que suelen ocultarse detrás de tantas defensas del statu quo que los discursos “progresistas” suelen declinar.  No estamos realmente convencidos que la selva amazónica sea “el pulmón del planeta” (metáfora de dudosa pertinencia), ni que el mantenimiento de las condiciones “originales” de vida de comunidades indígenas con tasas de mortalidad infantil escalofriantes deban ser escrupulosamente “respetadas”.

Pero al mismo tiempo, dado que la historia pasa para todas las culturas (lo que siempre implica cambios) también creemos que puede pasar de distintas formas por ellas. Por ello nos parece que, en el caso que nos ocupa, hay procesos de transformación que no están transcurriendo por los derroteros adecuados y que los mismos procesos históricos podían realizarse mediante otros métodos. Hasta ahora, que estén desapareciendo, tanto por vía pacífica como a sangre y fuego, la selva amazónica, las tierras indígenas así como un alto porcentaje de sus ocupantes mayoritariamente aborígenes, parece ser un problema evidentemente menor para los últimos gobiernos de turno del Brasil.  Son pocas las fuentes oficiales que señalan alguna preocupación o que insistan en que algo debería pasar de manera diferente. Hay no obstante algunas.

Es necesario ser explícitos: lo que está sucediendo desde hace aproximativamente una década, no es realmente novedoso.  Desde el boom del caucho, entre los años 1870 y 1910, y  hasta los primeros años de este siglo, “la civilización” presionó sobre estos vastos espacios casi vírgenes y sobre estas poblaciones culturalmente “atrasadas” para la mirada de una civilización altamente mezquina en la consideración de las diferencias culturales.

Pero si esto fue así desde hace tiempo, lo que ha cambiado radicalmente es la intensidad de la presión, la violencia de la intervención de los agentes públicos y privados, locales y federales sobre distintas partes de la Amazonía y el vertiginoso proceso de destrucción que se incrementa cada vez más sobre el territorio y la población amazónicos. A los ya clásicos “garimpeiros”, instalados por largo tiempo, han venido a instalarse centenares de empresas madereras que proceden a aserrar la selva, luego aparecen los ganaderos que, en etapa inmediatamente posterior, disponen su ganado por millares para terminar con toda traza selvática sobre el suelo. Una vez cumplida esta etapa, la agricultura de caña, o mayormente de soja transgénica, viene a culminar el proceso.

Para el lector bien informado, creemos que no es necesario aportar pruebas sobre estos trágicos acontecimientos: si siguen la prensa brasileña y la internacional sabrán que hace años llueven denuncias sobre este proceso. Hace escasos día el Procurador de la República en Rondonia, Reginaldo Trindade, acusó en la Comisión de Agricultura del Senado al gobierno de “no tener vergüenza”, de ser “opresor” y “omiso” al dejar morir sistemáticamente indígenas en aquel estado.

“El gobierno se ha tornado sordo a los clamores. Los (indígenas) “cintas largas” no existen, resisten. Si el gobierno del Brasil no tiene más vergüenza en su cara, no tardará el barril de pólvora en explotar nuevamente y muchos morirán”.

Semejante discurso no puede esconder sus raíces ostensiblemente populistas pero, casi simultáneamente, voces de acentos muy disímiles se hacían oír para señalar problemas muy similares. El Coronel Eduardo Villas, Comandante Militar de la zona de la Amazonía señalaba recientemente en un amplio reportaje en la Folha de Sao Paulo:

“La Amazonía todavía no está integrada al resto del país, es como una colonia (…). Lo que sucede es que, en pleno siglo 21, el país todavía no completó su expansión interna. Tenemos la mitad de nuestro territorio ocupado e integrado a la dinámica de la sociedad. La Amazonía, como no está integrada al país, no hay conocimiento de su realidad en el Sur, de su potencial (…). [La Amazonía] (…) no es analizada, interpretada, estudiada y comprendida en una visión centrada en la propia Amazonía.  Eso nos ubica en una posición periférica. (…). La población, principalmente en el interior, no tiene las necesidades básicas atendidas. En gran parte no hay ninguna presencia del gobierno (…). En algunas regiones, las Fuerzas Armadas son la única presencia(…)”.  (Trad. JBS).

No creo que se pueda ser más claro sobre lo que está sucediendo si trascendemos las manifestaciones anecdóticas del proceso histórico que analizamos. Desde el punto de vista del proceso de construcción del Estado, hay, grosso modo, dos tipos de países en el Sur del continente americano. Por un lado están los países que por una peculiar adición o combinación de características históricas, (dimensiones geográficas mayores o menores, densidad demográfica más o menos alta, diferencias de accesibilidad de distintas regiones, largo o corto pasado cultural, modernización temprana o más tardía, algunos procesos bélicos peculiares, etc.), procedieron en distintos momentos históricos,  a favorecer el proceso de “cerramiento” y consolidación de su espacio nacional que arriba se reclama. En otros términos: a la determinación precisa de cuál era la forma exacta de ese elemento fundamental de la constitución de un Estado moderno que es el territorio y, por extensión, a la definición exacta de cual es “su población”.

Este grupo de países logró, en un tiempo prudencial, lo que toda modernidad política exige: el control efectivo y más o menos centralizado de su territorio y población.

Pero, por otro lado, es posible advertir, aun hoy, que hay un número significativo de países del subcontinente que no ha terminado de llevar a buen puerto este proceso de definición y consolidación del Estado y, el Brasil, y particularmente la Amazonía, son precisamente el centro de ese “espacio de indefinición etática”.

Lo que comienza a suceder, desde la última década, es precisamente que el Brasil inicia el proceso de apropiación e integración al espacio nacional de la Amazonía que, más o menos conscientemente, reclama el Comandante Villas en la entrevista citada. Ya no es posible que el Brasil deje ese inmenso territorio “en barbecho” porque la demanda internacional de “commodities”, fundamentalmente agrícolas, tiene un dinamismo tal que ha tornado en una operación rentable llevar adelante un laborioso y costoso proceso de “colonización del Far West”.

Además de las razones que provienen del mercado internacional hay procesos políticos internos (que también se vinculan con el proceso anterior) que son los que están impulsando los desarrollos históricos tan cuestionados por la prensa internacional. Es que detrás de este empuje sobre la Amazonía hay un gran cambio político interno de fondo que se procesa luego del gobierno de Fernando Henrique Cardoso y durante los gobiernos del PT. Podría decirse que ha surgido un nuevo grupo de importancia (o ha accedido a) en la cúpula del poder económico de ese país al que podríamos llamar el “grupo maderero-ganadero-sojero” o, como se dice en la terminología política cotidiana del Brasil, “os ruralistas”.

En el Brasil, previo a Lula, siempre el eje del poder económico, social y político del país podía ser resumido en la Federación de Industrias del Estado de San Pablo (FIESP), mas algunos sectores importantes del agro en los estados del Sur y una larga lista de otros grupos secundarios, más o menos importantes, pero esencialmente alineados con los intereses de la FIESP. Hoy el grupo “ruralista”, sin haber desplazado a la FIESP, tiene el poder suficiente como para modificar toda la legislación tradicional que regulaba la apropiación de tierras y de ello se está sirviendo para acometer la tarea de integración de manera particularmente compulsiva de la Amazonía al Estado nacional.

La irreversibilidad de este proceso ya está más que demostrada por la historia (EE.UU., Argentina, Australia, diversos países africanos así como del Asia Central), pero lo que NO es irreversible es que indefectiblemente ese proceso deba  llevarse a cabo a sangre y fuego como se llevó a cabo en el siglo XIX.  La historia pasa para todas las culturas, como decíamos más arriba, por lo que también pasa para los países “civilizados”. Deberíamos esperar que la integración del espacio y de las poblaciones de la Amazonía se lleve a cabo sin la exterminación de las culturas autóctonas (mediante su exterminio o su encerramiento en “reservas”) y sin la destrucción del hábitat  amazónico.

El Brasil siempre se ha considerado a sí mismo como “el país del futuro”.  Que logre llevar a buen puerto este desafío histórico, integrando la Amazonía al espacio nacional de manera novedosa y respetuosa, tanto de medio ambiente como de los derechos humanos de los indígenas, será quizás una de sus pruebas más decisivas. Si sólo repite lo hecho por otros países anteriormente, sólo será un gran país, un poco más desarrollado. Si logra hacer lo mismo de manera éticamente defendible pasará a ser, efectivamente, un país excepcional.



* Ver Información complementaria :