lunes, 23 de abril de 2012

YPF ARGENTINA



LA VERGUENZA DE HABER SIDO Y EL DOLOR DE YA NO SER


Acabamos de asistir, azorados, al último capítulo de la todavía inconclusa obra (que sería un zainete si no tuviese consecuencias finales catastróficas garantizadas), que el kirchnerismo se empeña en poner en escena en la Argentina. Desde 2003 hasta el día de ayer, los esposos Kirchner han "nacionalizado" (que, en el vecino país, significa poner a disposición del Ejecutivo como poder del Estado, como la persona privada del presidente o como persona o grupo de personas privada(s) íntimamente ligada(s) a la presidencia) a:
Correo Argentino, Ferrocarril San Martín, Aguas Argentinas, parte de EDENOR, TRANSENER (que será asumida por ENARSA y ElectroIngeniería) , una primera parte de 15% de YPF-Repsol que será asumida por la familia Eskenazi, el conjunto del sistema privado de pensiones, Aerolíneas Argentinas, las reservas del Banco Central, una segunda parte de 10% de YPF-Repsol y, ahora, finalmente, mas del 50% de YPF-Repsol. Seguramente la lista es incompleta pero estos son las más significativas. Algunos llaman a estos procesos, procesos de "argentinización", lo que, en un cierto sentido, es una forma retórica de hacerle justicia a este tipo de toma de decisiones porque es un buen reflejo de los usos y costumbres y de la ética que reinan en el sistema político de ese país.

Se trata esencialmente de apropiarse de parte o del conjunto de  los recursos de empresas o reparticiones financieras de gran escala con dos objetivos fundamentales. Uno, apropiarse privadamente (de manera directa o a traves de testaferros como los Eskenazi, el Grupo Dolphin, ElectroIngeniería, etc.) de buena parte de esos recursos para fines personales y, el otro, utilizar otra parte de los recursos para "salir" de diferentes situaciones de "apretura financiera" simulando cumplir con obligaciones financieras del país que nunca fueron honradas por ningun gobierno Kirchner.

El proceso de este último descalabro causado por el kirchnerismo es de tal amplitud, tiene tantas razones previas y ramificaciones futuras, tantos implícitos, mentiras, escondrijos y, sobretodo, una dosis tan desmesurada de prepotencia política y de soberbia en la forma de proceder (para no entrar en el tema de “la legalidad“ del proceso) que seguramente quedará como un hito en la ineluctable caída de un régimen que sucumbirá, tarde o temprano, ahogado en su propia irracionalidad. De hecho, ya no cabe discutir si es ”nacionalización” o es “argentinización”: es una "expropiación" pura y simple, usando la fuerza del Estado para hacerse de una empresa que ese mismo Estado vendió a diversos particulares y de la cual se reapropia sin pagar un solo centavo, como acaba terminar confesando la presidencia, a través de distintos canales, a la opinión pública.


En primer lugar, cabe advertir al lector que estamos escribiendo de la Argentina. En cualquier país del mundo la expropiación lisa y llana de una empresa de ese porte hubiese hecho reflexionar a la ciudadanía y, un buen porcentaje de ella, se estaría interrogando sobre la validez de esta expropiación. En la Argentina, en cambio, la medida ha sido considerada como "magnìfica" por la población del país, sin generar otra cosa que entusiasmos. Ha sido aprobada con singular alegría por más de 60% de los argentinos y la popularidad de la presidente, que venía en picada, parece levantar rápidamente. Con esa inexplicable volubilidad que la caracteriza (no queremos utilizar adjetivos más contundentes ya que son obvios) la oposición política al régimen (con la honrosa excepción de Macri), aplaudió acaloradamente la medida en cuanto vio que "el pueblo peronista" aplaudía. O sea, un ejemplo perfecto de una oposición inexistente que juega para la tribuna y, lo que es peor, aplaude enfervorizadamente que el gol se haya metido con la mano. Es la historia de nunca  acabar....


Luego, o mejor dicho al mismo tiempo, el patoteo sobre el personal español de Repsol sin orden judicial alguna, en un "operativo comando"  contra funcionarios civiles, blandiendo un papel con un decreto como si éste fuese una orden de allanamiento. La operación no hubiera sido un éxito si algún funcionario, vagamente informado sobre el tema hidrocarburos, se hubiese sentado a discutir seriamente las modalidades concretas de la expropiación. No. Era preciso enviar a un tal Axel Kicillof que, horas antes, hubo de llamar por teléfono a un conocido personal, medio enterado del negocio, para que le explicara como se abreviaba, en la jerga profesional, la palabra "barril", cuando se hablaba del crudo. 

Mientras que la ciudadanía festeja, un escaso núcleo dirigentes políticos y empresariales se hace algunas preguntas de dificil respuesta.  La crisis energética argentina es un hecho que no deja de profundizarse desde hace años y la expropiación que acaba de implementarse, sólo puede complicar la situación. Más allá de que todo el mundo sabe que la gestión de Repsol tenía serias carencias, no hay un solo ser racional que no se dé cuenta que, en un año, con el funcionamiento de YPF en manos de Kicillof, la empresa será saqueada y quedará operando en números rojos. Con la diferencia que YPF nunca fue claramente deficitaria hasta ahora, es la misma historia que Aerolíneas Argentinas. Una empresa que, aunque tenía algunas chances de ser viable como tal, hoy es ya un verdadero desastre operativo, manejado por un puñado de lambetas del poder kirchnerista. En realidad, el destino final “normal“ de Aerolíneas sería el ser comprada por LAN, por TACA, o, eventualemente, por alguna empresa brasileña. Desgraciadamente, para el contribuyente argentino el "modelo kirchnerista" nunca permitirá eso por lo que éste estará condenado a pagar todavía por décadas la ineficiencia, la falta de escrupulos y la corrupciòn en el manejo de la aerolínea para "...mantener la bandera argentina bien en alto...".

El problema es que el nuevo “chiche peronista" de los hidrocarburos va a resultar inconmensurablemente más caro. YPF en manos de un Kicillof o de cualquier integrante de la patota será, inexorablemente, una máquina de generar déficits descomunales que terminarán trabando el ya problemático desarrollo económico argentino. Esto es importante recordarlo y recordárselo a la ciudadanía argentina que hoy está aplaudiendo. Después no alcanza con salir a romper la ciudad y a gritar "...que se vayan todos...". Esos "todos" los eligió y los sigue eligiendo la mayoría de los argentinos. Esa misma mayoría aplaude a rabiar sus más desaforadas medidas y esa misma mayoría va a ser la que va a pagar los platos rotos de esta demencia populista.


Puede, igualmente, argumentarse que, desde el punto de vista de la política internacional y de la manera en que el país vecino es visualizado por el mundo, la medida es particularmente desastrosa. No solamente la Argentina se pasea por el mundo haciendo ostentación de que, o no le paga a nadie, o bien paga cuando quiere: ese mismo país requiere de ser bien visto por la mayor cantidad de países europeos para intentar abrir alguna discusión sobre Malvinas. Pues, por ello mismo, Argentina le expropia YPF a Repsol de España que es uno de los pocos países europeos que, por variadas razones (por ejemplo Gibraltar), tenía cierta proclividad por la posición argentina.

No han faltado los analistas que, despistados por la expropiación (no se entiende como no terminan de convencerse que estos gobiernos autoritarios, tanto populistas, como militares, son capaces de “cualquier cosa” que les permita generar poder: desde fundar la Triple AAA, como hizo el segundo gobierno de Perón, inaugurando las violaciones masivas a los derechos humanos, luego retomadas por los militares, como ponerse a jugar a la guerra e invadir las Malvinas en un acto de irresponsabilidad histórica prácticamente único e irrepetible) traten de “explicar“ el porqué de esa decisión.  Incluso gente ducha, como algunos de los dirigentes de Repsol, siguen pretendiendo, por ejemplo, que la decisión responde a la aparición de un descomunal yacimiento de petróleo en el sur del país. La hipótesis es de una ingenuidad conmovedora. Primero porque el yacimiento de Vaca Muerta es de tales características que, para que su explotación sea financiable, se requiere que la Argentina sea creíble como destino para las inversiones extranjeras en gran escala: segundo, porque el volumen de la inversión a realizar está, por ahora, fuera de toda escala para la enclenque economía argentina y, tercero, porque la tecnología que se requiere (que en nada se parece a la extracción tradicional) es inalcanzable para una YPF dirigida por un gobierno peronista. Así que, a menos que la expropiación deba ser vista como un paso en el proceso de una futura privatización (que será tan patrioticamente aplaudida como la nacionalización por el peronismo) a una petrolera más poderosa que Repsol (lo que es una hipotesis perfectamente plausible), el cuasi mítico yacimiento de Vaca Muerta nada tiene que ver con la expropiación de YPF.

Quizás haya que olvidarse de tecnicismos y volver al “abc“ del populismo peronista. En última instancia, de lo que realmente se trató, en términos estrictamente políticos, fue de ofrecer al argentino peronista el delicioso espectáculo de doblegar violenta y públicamente, ante el mundo entero, a una empresa española. Cuidado, podría haber sido de cualquier nacionalidad, pero lo importante era ofrecerle al coliseo “nacionalista”, populista y fascistoide el espectáculo de “alguien” abiertamente ridiculizado por el gobierno peronista.  Semióticamente esto no tiene nada que ver ni con el petróleo actual, ni con los déficits demenciales que acumula una no-gestión macroeconómica que se basa en números inventados, ni con el supuesto impulso político a una patotilla de imberbes, amigos del nene Kirchner, ni con la aparición de más reservas petrolíferas. Tiene que ver estrictamente con la necesidad de Cristina Kirchner de humillar a alguien importante para sentirse poderosa y transmitirle ese poder a la patota peronista. Todo lo demás son tonteras ingenuas que parten de la base de que este régimen tiene algo que ver con otra cosa que no sea el autoritarismo más desenfrenado.