lunes, 23 de noviembre de 2020

Entre Napoleón y Trump

 


 

Dmitry Shomsky • 21.11.2020 • Haaretz

Traducido por Oded Balaban

balaban@research.haifa.ac.il

 

 

 

En vísperas de las elecciones presidenciales de Estados Unidos, el Dr. Moore Altshuler estableció un paralelo que invita a la reflexión entre Napoleón Bonaparte y Donald Trump (Haaretz, 2.11). Altshuler centró la comparación en un solo punto: La capacidad de estos dos líderes para liberarse de las reglas de la corrección política y tomar medidas decisivas incluso cuando éstas son incompatibles con las mismas reglas.

 

 Sin embargo, esta comparación puede extenderse a otros aspectos políticos e ideológicos.

 

Napoleón, escribe acertadamente Altshuler, difundió en sus conquistas los valores de la Revolución Francesa. Este dato estaba, de hecho, en la raíz de estos valores, especialmente en el espacio de habla alemana, que Napoleón llegó a dominar a principios del siglo XIX con la velocidad de un rayo. Porque, importados del exterior gracias a las bayonetas de un ejército de ocupación extranjero, los principios de libertad e igualdad se identificaron con una indeseable influencia que amenazaba la libertad y la prosperidad de la nación alemana. La oposición a estos principios comenzó a percibirse, cada vez más, como el factor esencial y fundamental del carácter del patriotismo y del nacionalismo alemán.

 

Es difícil exagerar las consecuencias catastróficas que tuvo para la historia moderna alemana, europea y mundial, la pérdida de la confianza nacional alemana en los principios de la Revolución Francesa y ello durante más de un siglo después de que Napoleón abandonara el escenario de la historia,. Después de todo, si los seres humanos consideran que la igualdad, la libertad y la justicia universal son hostiles y destructivas para el espíritu de la nación y el interés nacional, entonces la posibilidad de hacer realidad estos principios en la realidad social y política tiende a ser cero. 

 

En la misma medida, si la xenofobia, el nacionalismo y el racismo, se consideran el muro defensivo esencial de una nación contra el daño del espíritu extranjero, son lo suficientemente fuertes como para golpearlos en el corazón de esa nación, y eso es exactamente lo que sucedió en la historia de la nación alemana entre Napoleón y Hitler.

 

A semejanza de Napoleón, Trump infligió un grave daño a los principios de libertad e igualdad, a los que atacó continuamente durante sus cuatro años como presidente de la potencia más poderosa del mundo, considerada, incluso teóricamente, la clara sucesora histórica de los valores de la Revolución Francesa. Sin embargo, el daño del ataque frontal de Trump a estos principios es incalculablemente menor que los infligidos a esos principios por el “abrazo de oso” mortal que Napoleón les dio en ese momento.

 

Además, los fenómenos de Trump y el trumpismo pueden tener un efecto dialéctico positivo precisamente en la restauración de los conceptos de humanismo, ilustración y universalidad. Porque, llegando a pararse impotente detrás de la ignorancia y la mentira, el chauvinismo y el racismo, el desprecio por los débiles y la admiración por el poder, Trump ha marcado de manera clara y aguda el límite básico, que se ha ido difuminado en la era posmoderna, entre estas virtudes y valores despreciables, y la búsqueda del conocimiento, la verdad y la justicia, el establecimiento de la dignidad humana y la libertad, y la creencia en la corrección de la sociedad humana. Así, le otorgó a los defensores del humanismo, el liberalismo y la democracia, una oportunidad de oro para agudizar y reafirmar la alternativa ideológica y política al populismo desinhibido.

 

Aquí, entonces, radica el significado crucial de las recientes elecciones estadounidenses para las infraestructuras existenciales básicas de la moralidad civil y política de la sociedad humana actual. La derrota de Trump les indica a sus seguidores que quienes exhaltan las falsas noticias y pisotean la verdad, defienden la ignorancia, la humillación de los demás y el odio al prójimo, no solo no se beneficia de ello, sino que incluso pueden llegar a ser castigados. De hecho, en nuestro mundo invertido de la posverdad, sería un logro de gran valor. Estamos ante una moderada esperanza de poder superar el legado de Trump con más éxito que el legado de Napoleón.


lunes, 7 de septiembre de 2020

LOS ATAQUES A LA LAICIDAD



La INDDHH contra la República

 

 


Por Julio María Sanguinetti

Correo de los viernes

28/08/20

 
    En una peligrosa deriva ideológica, que va degradando su función al introducirse constantemente en el ejercicio de las funciones legítimas de las instituciones del Estado, sean parlamentarias o administrativas, la Institución suma ahora un peligroso capítulo: pretende hacer doctrina de la posibilidad de que en los establecimientos de enseñanza se realicen actos proselitistas, expresamente prohibidos por nuestra Constitución en su clásico artículo 58°:



       "Los funcionarios están al servicio de la Nación y no de una fracción política. En los lugares y las horas de trabajo, queda prohibida toda actividad ajena a la función, reputándose ilícita la dirigida a fines de proselitismo de cualquier especie.

    No podrán constituirse agrupaciones con fines proselitistas utilizándose las denominaciones de reparticiones públicas o invocándose el vínculo que la función determine entre sus integrantes".

 
       Invocando esta norma constitucional y las legales coincidentes, el año pasado la Justicia resolvió ordenar al CODICEN el retiro de carteles que, en la fachada de varios liceos, promovían el rechazo a una iniciativa de plebiscito constitucional promovida por miles de ciudadanos. El juez actuante consideró, con lógica, que de ese modo parecía oficializarse una posición de las autoridades que no era cierta y que eso violentaba la libre conciencia de alumnos, de profesores y aun de simples transeúntes que observaran esa acción propagandística. El CODICEN, de mayoría frentista, se agravió pero no tuvo otro camino que acatar.


       También en el curso de la campaña electoral, 25 Inspectores de Secundaria, invocando su condición de constituir "el cuerpo técnico nacional de mayor jerarquía de nuestra institución", firmaron una proclama recomendando el voto por Daniel Martínez, que sustentaban en largas consideraciones. En el caso, tratándose de profesores, el Estatuto del Funcionario Docente establece la "preceptiva causal de destitución" para quienes violaran la norma que les impone "abstenerse de hacer proselitismo de cualquier especie en el ejercicio de sus funciones o en ocasión de las mismas, ni permitir que los bienes o el nombre del Ente sean usados con tales fines". Como la violación era flagrante y la destitución de precepto, el mismo CODICEN frentista realizó un sumario y, pocos días antes de irse, les impuso "tres días" de suspensión para intentar, farsescamente, el cierre del asunto.

 
      Estos antecedentes valen para demostrar que el episodio que ahora desencadenó la resolución de la autoridad educativa no es un hecho aislado sino parte de una constante acción proselitista, claramente alineada desde punto de vista político con las orientaciones del Frente Amplio. Es una reiteración contumaz, expresada ahora por el inesperado vehículo de un tapabocas con una leyenda contra la Ley de Urgente Consideración.
 
           Sin entrar a analizar el caso específico, la Institución Nacional de Derechos Humanos (INDDHH) intenta establecer una doctrina general en función de la cual la libertad de expresión del pensamiento ampara cualquier opinión, prédica o publicidad de una posición política en cualquier lugar, incluso los ámbitos públicos. O sea que estamos ante un intento de inusual gravedad, que frontalmente choca con el artículo 58° de la Constitución que transcribimos y pretende directamente desconocerlo.
 
        La libertad de expresión del pensamiento, garantizada por la Constitución para ser ejercida en los ámbitos públicos, nada tiene que ver con los deberes de una institución pública de enseñanza, obligada a respetar el principio de laicidad irrestrictamente. Los ciudadanos o gremialistas pueden opinar lo que quieran en el ámbito amplísimo de las libertades públicas, pero de ningún modo invadir los espacios del Estado en general y, mucho menos, los de la educación, para promover acciones proselitistas. Hacerlo es violar inequívocamente la norma del art. 71° que impone que "en todas las instituciones docentes se atenderá especialmente la formación del carácter moral y cívico de los alumnos". O sea, lo que en términos generales la Constitución asegura (art. 54°), para todo aquel que esté subordinado, la garantía de "la independencia de su conciencia moral y cívica". Por lo mismo, el artículo 17° de la Ley de Educación Nº 18.437 dice que "se garantizará la pluralidad de opiniones y la confrontación racional de saberes y creencias".

 
      ¿No se advierte que liceos con carteles o profesores con banderías proclamadas son el medio más perverso de impedir la pluralidad de opiniones y el respeto a los educandos? ¿No se asume que esos comportamientos significan desconocer realmente toda posibilidad de "confrontación racional" de opiniones?


       El profesor tiene, naturalmente, un ejercicio de autoridad necesario, que establece una relación de superioridad sobre los alumnos que le impone, por lo mismo, un deber absoluto de neutralidad. ¿Vamos a formar el sentimiento republicano con profesores con tapabocas o vinchas partidarias?
 
       Más allá de la Constitución y las leyes, hay un enfoque de ética política que condena de modo drástico ese abuso de profesores y dirigentes sindicales, pretendiendo influir y adoctrinar. Tanto lo han hecho durante años, tan impunes se sentían como que los Inspectores -nada menos que los Inspectores- se creían autorizados a emitir proclamas reclamando el voto.
 
       La reacción de las autoridades docentes felizmente se ha hecho sentir, pero es gravísimo lo que ocurre con la INDDHH. ¿Qué es lo que quieren? ¿Que unos pongan carteles de un lado y otros del otro y haya una guerra para ver si gana el cartel que diga "no al recorte neoliberal" o el que diga "fuera el chavismo de los liceos"?

 
       El tema no es anecdótico. Es de fondo. La laicidad es indivisible. Y así como los batllistas somos celosos de la neutralidad religiosa, también lo somos de la política y filosófica. Esa es la República. Nuestra República. Y la vamos a defender, como lo hemos hecho toda la vida.
 

 


 
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miércoles, 26 de agosto de 2020

Aquelarre Económico

 

Trump no aceptará la derrota

 

José Manuel Suárez Mier[1]

 enviado para su publicación en Excélsior

el 27 de agosto de 2020

 

En la convención del Partido Republicano que tuvo lugar de lunes a jueves, quedó claro que en caso de perder la próxima elección, Donald Trump rechazará el resultado y denunciará que hubo fraude, por lo que grupos de la sociedad de EU se están organizando para resistir tal asalto a su democracia.

 

En efecto, en un evento sin precedente en el que Trump habló diario, cuando en todas las convenciones el candidato hacía un solo discurso, y su esposa e hijos también parlotearon la retahíla de mentiras y engendros que Trump usa hasta la saciedad, él y sus abyectos corifeos no perdieron la ocasión para repetir machaconamente que sólo podría perder en el caso de un fraude masivo.

 

Imaginemos una victoria cerrada de Joe Biden que Trump se niega a aceptar alegando fraude en los votos por correo, los que lleva tiempo denunciando e intentando bloquear, y que así llegamos al 20 de enero, día de la toma de posesión, con protestas masivas en las calles apoyando a ambos contendientes.

 

En este escenario, no se puede descartar que fanáticos trumpianos armados y furiosos de lo que ellos calificarán como un intento de golpe de Estado, se enfrenten con violencia a los partidarios de Biden. ¿Qué harían la policía y la guardia nacional, que a pesar de depender de cada estado se pueden federalizar?

 

Justo para explorar lo que podría pasar ante distintos escenarios se creó en junio pasado el Proyecto de Integridad de la Transición[2] (TIP, por sus siglas en inglés) que reunió a 100 expertos de ambos partidos para simular qué podría ocurrir el día después de la elección, analizando diversos posibles escenarios.

 

Este grupo simuló cuatro casos: una victoria decisiva de Biden; una victoria apretada de Biden; un resultado indeterminado, como el que sucedió en la elección del 2000, con la diferencia que ninguno de esos candidatos era presidente en funciones; y una victoria apretada de Trump. Con excepción de la primera opción, en todos los demás casos habría problemas muy graves.

 

Este grupo anticipa demandas judiciales; narrativas contrapuestas en los medios; intentos para detener la contabilidad de los votos; y protestas callejeras atrayendo partidarios de ambos lados con elevadas probabilidades de violencia física, sobre todo porque Trump alienta a sus fieles a tomar las armas.

 

El ejercicio realizado por el TIP destacó las fallas del sistema electoral de EU, desde procedimientos desvencijados, propios del siglo 18, hasta la polarización aguda de las contiendas políticas en la era del internet y de medios sociales que le abren una plataforma de acceso igualitario a extremistas e ignorantes.

 

Mi querido colega de American University Bob Pastor, al que mucho extrañamos, escribió un ensayo[3] en 2012 en el que comparó los sistemas electorales de México y EU realzando ocho ventajas del primero, empezando por la ciudadanización masiva de los procesos electorales y el financiamiento público de las campañas.

 

Vale la pena releerlo ante probables hecatombes electorales en EU y en 2021 también en México.



[1]   Consultor en economía y estrategia en Washington DC y catedrático en universidades de México y EE.UU. Correo: <aquelarre.economico@gmail.com>

viernes, 19 de junio de 2020

LA INTOLERANCIA DE LOS ANTI-INTOLERANTES





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Por Julio María Sanguinetti

CORREO DE LOS VIERNES

19/06/2020

 

          Avasallar derechos en nombre de esos mismos derechos, conduce a la degradación de la causa que se afirma defender y, al final, de la libertad, entronizando el oscuro universo del autoritarismo inquisidor.
              El mundo entero vive, en los últimos años, extraños debates, confusiones de principios, razonamientos antihistóricos y fanatismos que han instalado una verdadera dictadura de lo que es "políticamente correcto”. Es "la derrota del pensamiento", como titula Alain Finkielkraut un ensayo ya clásico que hace años planteó la dificultad, casi imposibilidad, de discutir ciertos temas con racionalidad.
             Esto ha pasado en Europa con la "islamofobia", que se instaló como arma arrojadiza para cualquiera que intente denunciar la atroz situación de la mujer en el mundo árabe, la naturaleza terrorista del gobierno de Gaza o cosas tan evidentes como que el día es día y la noche es noche. Quien lo intente será acusado de "sionista", "islamófobo" y "racista". En el fondo se trata de un rechazo, un intento de demolición de los valores de la civilización occidental. Hasta el escritor Pascal Bruckner fue llevado a juicio por dos organizaciones a las que acusó, con razones, de alentar atentados como los que ocurrieron en París en enero de 2015.
              De ese modo muchas buenas causas son confiscadas por minorías intolerantes, que pasan luego a ser dictaduras del pensamiento.
            El tristísimo episodio de George Floyd, un muchacho negro asesinado por un policía que lo asfixió en un procedimiento abusivo, ha dado lugar ahora a una ola descontrolada de intolerancia que, en nombre del más que legitimo antirracismo practica, a la inversa, un estricto racismo. Podrá decirse que el Presidente Trump pudo haber manejado la situación con poco tacto, pero que esto termine en atentados contra monumentos a Colón o, en Inglaterra, a Churchill, es degradar la causa hasta lo intolerable.
              Deshonrar la estatua de Winston Churchill en nombre del antirracismo es algo tan imbécil que cuesta tener que razonar a ese respecto. El gran campeón de la libertad, el conductor de la victoria ante el movimiento racista más peligroso de la historia, es apostrofado por algunas ideas conservadoras (nunca racistas) que sostuvo en ejercicio de la libertad democrática por la que luchó toda su vida.
         Cuando se agrede el monumento a Colón en nombre del antirracismo antiimperialista, se incurre, si tomamos en serio el tema, en un anacronismo histórico rotundo. No puede aplicarse a episodios de hace 500 años, la lógica política e ideológica de hoy.
           El Renacimiento en Occidente había alcanzado niveles tecnológicos en la navegación que le permitían a las potencias europeas de la época salir a conocer -y eventualmente ocupar- un mundo que les era desconocido. Por supuesto que esto llevó a un dramático choque de civilizaciones, como había ocurrido antes en Europa y la propia América, entre los mismos pueblos indígenas. Era tan dramático como inevitable, porque si no era España, sería Portugal, o Inglaterra, u Holanda. De ese choque somos hijos, de esa amalgama mestiza nació nuestra América Latina. Y si hablamos y pensamos en castellano es porque se impuso, como siempre en la historia, aquella civilización más avanzada científica y tecnológicamente.
             Como se advierte, de este modo llegamos a la negación de nuestros propios valores, a la renuncia a ser lo que lo somos. Es lo que pasa entre nosotros con el "charruismo" -como decía Daniel Vidart- que genera una suerte de complejo de culpa sobre todos nuestros próceres, hijos de una sociedad hispano-criolla, con la especial y calumniosa referencia al primer Presidente Constitucional de la República, el General Fructuoso Rivera.
              En Estados Unidos, una cadena de "streaming" borró estos días de su lista la histórica película "Lo que el viento se llevó" porque, supuestamente, promueve prejuicios racistas. Imaginar una censura de esa naturaleza para creaciones serias es totalitario. Atribuir además intenciones racistas es tonto, porque la película recoge los valores de un tiempo histórico de los EE.UU. Y eso no se puede borrar. Al revés, servirá de comprobación, por contraste, de los avances alcanzados hoy por la sociedad en el camino de la tolerancia e igualdad.
              No es muy distinto lo que pasa con el feminismo, que en el mundo occidental ha triunfado en el reconocimiento de la igualdad de los sexos y sin embargo promueve en su nombre exageraciones que atentan contra la libertad de los demás. En un país como el nuestro, donde la Justicia y los egresos universitarios son mayoritariamente femeninos, querer imponer -por ejemplo- el "lenguaje inclusivo" en los ámbitos educativos es un retroceso cultural. Lo que sí hay que hacer es seguir predicando la convivencia, tratar de que el feminicidio (como el abuso a menores) sean erradicados de la mentalidad humana; incluso batallar porque en el ámbito laboral no se produzcan discriminaciones. Pero agredir al que piensa distinto, solo es degradar los valores proclamados.
               El tema es amplio y profundo. Da para mucho más. Pero es la hora de decir en voz clara que insultando a Churchill o cortándole la cabeza a Colón, no se logrará más igualdad entre los seres humanos y más libertad para la sociedad. Más bien, al revés: nos iremos hundien
do en el mundo sombrío de los inquisidores de todos los tiempos.

 

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miércoles, 27 de mayo de 2020

El “después” de la Crisis Económica



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Aquelarre Económico 

 

¿Qué sigue a la crisis económica?

Por José Manuel Suárez-Mier
Publicación 
Excélsior el 28 de mayo de 2020



Hay un acuerdo entre los economistas que el mundo enfrenta una hecatombe económica enorme y de una profundidad sin precedente, aunque no hay acuerdo en cuanto a su duración o si el colapso-recuperación tendrá forma de V, U o L. 

Hay pronósticos que va a ser como una UL, es decir, una caída rápida, seguida por una parálisis, una recuperación blandengue al salir de la pandemia, que se convertirá en un nuevo colapso debido a los elevados niveles de deuda que la economía global arrastra. 

Ya estamos en plena recesión y se estima que este año el PIB de EU caiga 6%. La cifra comparable es de 8% para Alemania, Francia 10%, España y Grecia 15% e Italia 18%. Conforme las economías avanzadas se derrumban al unísono, sus déficit fiscales se disparan junto con su deuda. 

La consultora Capital Economics reporta que la deuda pública neta respecto al PIB será para Alemania 73%, Francia 120%, Italia 180% y Grecia 222%, mientras EU llega al 100%, con un déficit superior al 10% este año, sin incluir más gasto propuesto en el Congreso. 

El problema no termina con la deuda pública, pues hay que sumar la formidable deuda privada acumulada, que aumentará con las cifras enormes de desempleo, que en EU llegará a más del 20% de la fuerza de trabajo, lo que deprimirá el consumo y liquidará la fugaz recuperación. 

La recaída será aún más grave que el colapso inicial, al poner al sistema financiero global en grave entredicho de iliquidez, a pesar de que los principales bancos centrales del mundo estén imprimiendo dinero sin límite, y es aquí donde la montaña de deuda pública y privada empujará la economía global al abismo. 

Mientras tanto, el envejecimiento de la población en los países industrializados minará aún más el potencial de crecimiento, al tiempo que impone mayores cargas fiscales sobre los gobiernos, ya de por si lastrados con peligrosos niveles de endeudamiento, y el peligro de una deflación generalizada será remplazado por el de una inflación acelerada a mediados de la década.

A diferencia de crisis previas, en esta ocasión las economías emergentes no serán el motor de crecimiento que amortigüe el colapso de las desarrolladas, pues la mayoría enfrentan una severa recesión, que en el caso de México alcanzará -12% y sin recuperación alguna en el horizonte. 

Si bien se espera que China mantenga un crecimiento cercano a 6% anual en el futuro próximo, ello supone que no se agravará el proceso de desglobalización que se está dando por las políticas proteccionistas de EU y el creciente choque entre esas potencias, que puede conducir a crisis de oferta como la que vivió el mundo en los 1970s a resultas del embargo petrolero. 

Y falta analizar qué pasará con monedas como el euro, que en la recesión anterior estuvo a punto de sucumbir ante la pérdida de confianza de los inversionistas en los países mediterráneos, sobre todo Grecia, que hoy están en una situación peor que entonces. 

Como se puede apreciar, hay quienes piensan que el futuro es aterrador, ¡ojalá que se equivoquen!

jueves, 21 de mayo de 2020

LOS “YERROS” DE LAS DEMOCRACIAS


El «brexit» como advertencia para América Latina

Laura Toro 
DIALOGO POLÍTICO


La salida de Reino Unido de la Unión Europea y la mala gestión frente al COVID-19 describen las consecuencias inesperadas del sectarismo político a nivel simbólico sobre las políticas públicas a nivel práctico. Al tiempo que habla sobre la importancia de construir estrategias de cooperación transnacional frente a problemas interconectados.

Normalmente se dice que el brexit, la gestión descoordinada del COVID-19 y muchas otras obvias malas decisiones de las democracias se explican por el hecho de que los Estados y las personas tienen miedo a lo desconocido, lo que genera cierto tribalismo y deseo intenso de proteger la identidad que les resulte más cercana o, por lo menos, más cómoda. De esta manera, es preferible aislarse políticamente que visionar estrategias eficientes de cooperación. 

Se dice que hay una tendencia a destruir lo diferente y mantener cerca solo a aquellos que son similares, tanto en términos de personas como de soluciones. En consecuencia, los políticos explotan este miedo para crear dicotomías inexistentes y obtener adeptos enfurecidos a partir de prejuicios y temores infundados.

Esta explicación se ha vuelto una respuesta excesivamente común entre académicos, periodistas y políticos para explicar diversos eventos que solo tienen en común dos rasgos. 

Por un lado, tener consecuencias negativas, especialmente económicas y en este caso de salud pública, sobre los países y, por otro lado, usar argumentos nacionalistas con identidades estrechas, sentido de superioridad técnica y logística y tono idiosincrático, como parte de su propaganda.

Este articulo afirma que este tipo de explicaciones son insuficientes y que el fenómeno del brexit y de la gestión descoordinada del COVID-19 son ejemplo de ello. Es más, ambos casos representan consecuencias de una forma particular de hacer política y exponen sus riesgos. El triunfo del brexit significa un reclamo a las elites por la exclusión simbólica de ciertos sectores sociales. Mientras la crisis humanitaria generada por el COVID-19 habla de las graves consecuencias que fenómenos como el brexit traen sobre la gestión en clave de gobernanza colaborativa a nivel internacional de problemas interconectados.

La premisa básica es que un mundo globalizado supone una reconfiguración de la manera de comunicar en política y de interactuar con audiencias con múltiples marcos de referencia. El gran problema es que una parte muy relevante de las elites políticas han venido naturalizando y sacralizando cada vez más un único marco de referencia ideológico. Esto crea un fenómeno de polarización innecesario, puesto que las personas que no están claramente inscritas en este marco se sienten discursivamente ignoradas y subestimadas, dando la impresión de que las elites políticas se les oponen y rechazan decisivamente.

El brexit es un ejemplo de este fenómeno. Hay un sector de la población británica que no solo no forman parte de este marco ideológico, sino que tampoco lo hacen en términos de sus escenarios de socialización, tipos de actividad económica ni acceso al mercado. Por ejemplo, la Dra. Emily Jones, de la Universidad de Oxford, afirma que «aquellos que votaron para dejar la Unión Europea cuentan normalmente con bajos ingresos y pertenecen a la clase blanca trabajadora en áreas que han sido marginadas económicamente en los pasados 30 años».

Sin embargo, la marginalidad económica no implica necesariamente cierto tipo de decisiones políticas. El grupo político que defendió el brexit logró usar su mensaje de forma flexible, apelando a las emociones y expectativas de distintos sectores sociales, no solo a partir de sus ideas políticas, sino del análisis de las debilidades y fortalezas de diferentes tipos de electorado.

Esto genera una serie de presiones nacionalistas y de corte aislacionista en los diferentes países. De hecho, la manera en que el COVID-19 ha sido gestionado por múltiples gobiernos muestra el alcance que tienen las consecuencias de ignorar sistemáticamente a estos grupos nacionales que exigen mayor representación. La demanda por aislamiento político y simbólico, que no es más que una demanda por participación, se convierte en una exigencia por aislamiento en términos de cooperación, información y gestión conjunta de soluciones. La gravedad reside en que cierto tipo de problemas exigen por su naturaleza soluciones conjuntas y coordinadas.

La combinación de estos dos factores solo termina generando un sectarismo poco estratégico. Precisamente, el brexit puede explicarse por la negativa a acercarse a otros sectores sociales desde sus escenarios de socialización, marcos de entretenimiento y zonas grises ideológicas. Y la gestión desarticulada del COVID-19 no es más que un ejemplo de las consecuencias nocivas sobre política pública del aislamiento político.

La mala gestión del COVID-19 y el brexit le advierten a América Latina sobre los problemas de construir una clase política que sacralice hasta tal punto sus valores y estándares técnicos, y que no sea capaz de crear mecanismos eficientes para cooperar internacionalmente a pesar de las presiones del sectarismo político.  Esta suposición, en el caso de América Latina puede traer consecuencias incluso más graves que las que tuvo el brexit sobre el Reino Unido y el COVID-19 sobre el resto del mundo
 
LINK ORIGINAL
https://dialogopolitico.org/debates/el-brexit-como-advertencia-para-america-latina/

miércoles, 20 de mayo de 2020

LIDERAZGOS FUNESTOS



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AQUELARRE ECONOMICO
Liderazgos funestos

José Manuel Suárez-Mier
para publicación en Excélsior , CDMX.
21 de mayo de 2020.


Este columnista no deja de sorprenderse que cada vez que cree que la ineptitud y cinismo de Trump no pueden caer más bajo, él logra seguir despeñándose y, de paso, ultraja a quienes califica como sus enemigos sobre todo los medios que no lo alaban como cree merecer, y anuncia que toma una pócima anti-Covid-19. 

En el camino, inventa nuevos villanos y conspiraciones en su contra, que incluyen con mayor virulencia a su antecesor, Barack Obama, además de a su presunto rival en la próxima elección presidencial, Joe Biden, a quien le imputa todas las lacras que él mismo ostenta con vergonzoso impudor. 

Las patologías trumpianas se han agravado con el arribo de la pandemia y del consecuente colapso económico, alrededor de lo que ha tejido un enjambre de mentiras que rompen su ya prodigioso récord, al negar su gravedad y posponer criminalmente las acciones preventivas indispensables. 

Sin un plan nacional coherente, las familias, escuelas, empresas y gobiernos locales tienen que decidir qué hacer con escasa y parcial información. No hubo suficiente equipo con los elementos básicos para medir la expansión del mal o para protegerse de sus consecuencias, por lo que todos tuvieron que improvisar. 

Después de muchos tumbos y sinrazones, Trump al fin vio la crisis de salud como una oportunidad política -le vino como anillo al dedo- y se autodefinió como “un presidente en tiempos de guerra,” a pesar de que su única experiencia bélica fue conseguir 5 diferimientos en la conscripción obligatoria para ir a Vietnam alegando tener “espolones óseos” en los pies, mientras jugaba tenis, fútbol y golf.

Trump tomó al Partido Republicano, del que nunca había sido miembro, y lo convirtió en un movimiento populista y demagógico, con lo que los intelectuales del Partido renunciaron, y nunca pretendió ser el líder de todos, satisfecho con quedarse solo con sus fanáticos leales. 

Como un pirómano desenfrenado en una pradera reseca, Trump se dedicó a calcinar lo que quedaba de la vida cívica del país, concentrándose en dividir a unos contra otros, a emprender una lucha de clases en la que decía estar con los de abajo pero daba a ganar a sus cómplices y a sus cómplices ricos. 

El demagogo decidió destruir el servicio civil, corriendo a los mejores y más capacitados funcionarios, con estudios y especialidades con frecuencia pagados por el propio gobierno, para remplazarlos con ignaros sin educación u oficio alguno, siempre y cuando fueran incondicionales. 

Un modelo económico liberal bajo ataque reiterado desde la crisis de 2008, y una brecha creciente entre los ricos y los demás, fueron el caldo de cultivo ideal para que un estafador al frente de un gobierno vacuo e inepto, y su movimiento político carente de ideas, aprovecharan la pandemia para dividir aún más al país. 

Cualquier similitud entre la hecatombe económica y de salud que sucede en EU, en buena medida agravada por la perversidad de Trump, y lo que ocurre en México con su benemérito líder al frente, no es coincidencia: son iguales

lunes, 18 de mayo de 2020

ESTAREMOS TODAVIA A TIEMPO ?


         


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    Comentario

    La urgente modernización del Mercosur

    El bloque comercial sudamericano está en crisis, pero ante el panorama económico sombrío provocado por la pandemia es necesario actualizarlo y fortalecerlo: la mejor vía para enfrentar la situación será hacerlo de manera regional.


    Experto en integración regional de América Latina.

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    LOS ÁNGELES, Estados Unidos — A finales de abril, el gobierno de Argentina le comunicó a sus pares del Mercado Común del Sur (Mercosur) —el bloque comercial formado por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay y que en conjunto serían el equivalente a la quinta economía del mundo— que el país dejaría de participar “en las negociaciones de los acuerdos comerciales en curso y de las futuras negociaciones”. A los pocos días, Argentina revirtió su posición.

    Las señales encontradas de Argentina reavivaron las incertidumbres en un bloque que ha estado en crisis en la última década. Pero, paradójicamente, también abren una oportunidad. El sombrío panorama económico por la pandemia del coronavirus ha hecho más urgente que nunca la modernización del acuerdo para enfrentar mejor la crisis en desarrollo.


    Hace 29 años, en marzo de 1991, los cuatro países sudamericanos firmaron el Tratado de Asunción, que dio origen al Mercosur. Entonces, los miembros se propusieron establecer una zona de libre comercio y dar paso a la creación de una unión aduanera, lo que implicaría contar con un arancel externo y una política comercial externa comunes. Después, la idea era transitar a un mercado común, a algo más parecido a la Unión Europea. Pero el Mercosur solamente cumplió el primer objetivo, ser una zona de libre comercio. Como el bloque no ha querido abandonar aún las intenciones de alcanzar algún día una unión aduanera, todavía mantiene regulaciones que hacen muy complejas las posibles negociaciones bilaterales con otros países sin el consentimiento de los demás miembros. De ahí la necesidad apremiante de modernizar el acuerdo.


    Este debate tendrá que suceder mientras el continente atraviesa un momento de gran debilidad. El impacto de la pandemia no tendrá precedentes en la región, tanto en términos sanitarios como socioeconómicos. El Banco Interamericano de Desarrollo ajustó drásticamente las previsiones de crecimiento para América Latina y el Caribe: en enero calculaba un crecimiento regional del PIB del 1,6 por ciento, pero ahora estima una caída de entre el 1,8 y 5,5 por ciento.



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    La actual dislocación de los mercados financieros, la caída de los precios de los productos básicos y la reducción de los flujos de entrada de capital afectará especialmente a los países del Mercosur. Este shock de oferta será acompañado porla caída en la demanda, puesto que sus principales socios comerciales también estarán afectados por la contracción económica (se prevee un escenario donde los países desarrollados llevarán adelante políticas comerciales más restrictivas). El Mercosur debe responder a estas dificultades de manera coordinada, con más integración hacia el interior y, al mismo tiempo, más apertura al mundo.


    Argentina, en particular, necesita de un Mercosur sólido y actualizado. En medio de la negociación de su deuda pública, no puede darle la espalada a negociaciones comerciales que le permitirían dinamizar su economía en el futuro.


    Durante el siglo pasado, todos los países que integran el bloque atravesaron por crisis económicas devastadoras en las que la hiperinflación, la pobreza extrema y la desigualdad crearon estragos en la sociedad. No podemos permitir que esto suceda de nuevo. La solución pasa por actuar en conjunto.


    El problema es que, en muchos sentidos, la pandemia ha hecho que las naciones se aíslen dentro de sus fronteras. Es importante decirlo: el aislacionismo no es la solución. De esta crisis solo se saldrá con mayor integración política y económica. Y saber aprovechar la integración que ofrece un bloque como el Mercosur exige adaptarlo a los nuevos tiempos. Esa modernización deberá tener como ejes centrales la claridad y la transparencia para trazar un mapa de ruta que genere certezas y no más incertidumbre de la que ya existe.


    Hacerlo no es tan complicado si los socios son francos sobre la necesidad de hacer cambios.
    En primer lugar, los miembros deben dejar claro que los beneficios regionales ya adquiridos no estarán en juego y para ello es vital consolidar y profundizar la zona de libre comercio. Cumplido este paso, se debería preparar la plataforma institucional para fomentar más acuerdos internacionales, ya sea de forma bilateral o que se decidan negociar en conjunto.



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    También es necesario flexibilizar las condiciones de las negociaciones de acuerdos que los miembros decidan abordar en bloque. En este sentido, un precedente importante es el que se consideró para el recién concluido acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea, que incluye la figura de la ratificación bilateral. Cuando un acuerdo se firme, cada país que lo ratifique podrá comenzar a hacer uso del mismo sin necesidad de esperar a los demás miembros del bloque. Esa modalidad —utilizada ya, aunque solo en pocos acuerdos— debería ser la norma de aquí en adelante.


    Por otra parte, cada país del bloque debería tener la libertad de avanzar bilateralmente en acuerdos con países que sean de su interés. Y para que esto sea dentro de un marco equilibrado y transparente se podría considerar, por ejemplo, cláusulas que favorezcan la lógica de la transparencia más que de consulta o “veto”. Hay otros acuerdos regionales que ya han creado mecanismos en los que se establece que si uno de los socios desea comenzar un acuerdo comercial con un país externo al bloque, solo deberá avisar (no consultar) a los socios antes de iniciar las negociaciones. Mercosur debería remover la lógica de “veto” que hoy existe para generar una mayor dinámica comercial.


    Por la realidad regional y los inmensos desafíos que abrirá el nebuloso horizonte post-COVID, es urgente que el Mercosur se modernice para avanzar en conjunto su agenda de desarrollo. Los mecanismos de integración podrían transformarse en espacios centrales para un mundo que necesitará como nunca de coordinación y diálogos permanentes.

    Nicolás Albertoni (@N_Albertoni) es investigador del laboratorio de Economía Internacional y Seguridad (SPECLab) de la Universidad del Sur de California y autor de tres libros sobre la integración regional de América Latina.

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    http://curi.org.uy/la-urgente-modernizacion-del-mercosur-nicolas-albertoni/