Los cambios del mundo y las circunstancias del país le fueron produciendo al Partido Colorado alteraciones incuestionables. La aparición de la guerrilla en los años 60, con su sueño fidelista, le impuso la penosa tarea de asumir la defensa del orden público con la consiguiente represión. Ello fue reconocido por la ciudadanía en el corto plazo, pero terminó siendo una carga en el largo, cuando los tupamaros, victimarios de la democracia al entrar a la cárcel, pasaron a ser víctimas por el maltrato recibido en la dictadura.

En un terreno más amplio, la necesidad de preservar la esencia del Estado batllista, pero reformándolo para adaptarlo a los tiempos, le abrió un flanco ante un Frente Amplio que se posicionó en la ortodoxia de defender ese Estado sin cambios. Nosotros éramos los parricidas de nuestro pasado y ellos, los leales a la obra histórica del batllismo.

Tan tortuoso era aquello que hoy aflora ostensible lo que antes era presunción: las empresas que creó el batllismo y estábamos racionalizando con la oposición frentista, han sido destruidas y tergiversadas por los que se decían sus defensores ortodoxos.

El reformismo batllista, entonces, fue verdad y sigue siendo verdad. Somos liberales, pero no conservadores, como algunas tendencias nacionalistas. Somos progresistas, pero no socialistas, como quienes aun en el siglo XXI siguen hablando de lucha de clases, del imperialismo yanqui y de la economía cerrada. Somos demócratas de todas las horas y así como luchamos contra el franquismo, el fascismo y el nazismo, hoy lo hacemos contra el maligno chavismo y sus adláteres del "socialismo del siglo".

Estas son nuestras grandes banderas. ¿Quién abordó con más racionalidad y esperanza el tema educativo que nuestro partido, en la historia lejana de José Pedro Varela y Pedro Figari y, en la reciente, cuando la reforma de 1995? ¿Quién creó los centros CAIF para la primera infancia? ¿Quién cambió la estructura productiva del país, con la forestación, las zonas francas y la expansión lechera, que hoy el gobierno frentista abandona? ¿Quién desarrolló los bachilleratos tecnológicos o creó los centros de formación docente en el interior por vez primera? ¿Quién abrió el mundo universitario a opciones privadas que le han presentado a la histórica Universidad de la República, en la que nos formamos, una bienvenida competencia de calidades? ¿Quién llevó la inflación a un sólo dígito, derrotándola luego de cincuenta años de soportarla? ¿Quién bajó la mortalidad infantil a la mitad en un sólo período y la pobreza a un porcentaje nunca repetido? ¿Quién salvó el sistema de seguridad social del país con una reforma que, aun discutida con mala fe, ha sido la llave de la estabilidad nacional?

Es verdad que en el 2002 se nos vino de la Argentina una crisis bancaria que nos arrastró. Pero se precisó la muerte de Jorge Batlle para que todo el mundo reconociera que el sentido de responsabilidad del Partido Colorado le permitió al país salir rápidamente de esa crisis, sin caer en la quiebra que los líderes frentistas proponían.

Todo eso no es historia antigua. Es nuestra presencia hoy y la razón de ser de nuestra convicción batllista. Estamos prontos para seguir la lucha y que ella ha de comenzar en la educación, enfrentando, como toda la vida, a los conservadores que se dicen de izquierda y han llevado el sistema a la peor de sus crisis.

Por esa causa, los colorados y batllistas no estamos en dispersión. Teníamos problemas y ahora se suma la renuncia de quien ha liderado al Partido en las dos últimas elecciones. Pero quienes lo votamos, sean de Vamos Uruguay o de otros sectores, somos colorados y batllistas y estamos para seguir. No hay candidatos a la vista, es verdad. Pero hay potencialmente gente muy buena de las nuevas generaciones, que seguramente crecerá en esta oportunidad de renovación que se abre. Ellos, además, no irrumpirán desde el vacío, porque hoy existen legisladores importantes que trabajan con ahínco y mantienen agrupaciones que se irán movilizando desde ahora mismo. Entre este año y el que viene irán apareciendo las opciones electorales.

Eso sí: exhortamos a todos nuestros correligionarios a que se mire el bosque y no el árbol, a que se piense en el futuro y no en la pequeña discusión del día, a que nos movamos por esas grandes causas que mencionamos y nos preservemos del pernicioso "internismo" que tanto suele dañar a los partidos. Internas habrá. Juveniles y generales. Y para ellas habremos de prepararnos con tiempo, fieles al norte de engrandecer el Partido, luchando contra sus adversarios de afuera y no con los necesarios y bienvenidos competidores de adentro. De todo ese andar saldrán quienes nos representen. No dudamos que de este modo podremos procurar con fe la confianza de la ciudadanía.