jueves, 27 de marzo de 2008

DARFUR; ¿HASTA CUANDO?




DARFUR; ¿HASTA CUANDO?
Por Javier Bonilla Saus*
El domingo pasado, en su Misa de Pascua, el Papa Benedicto XVI se refirió, entre otros graves conflictos internacionales, a la situación reinante en Darfur, en el occidente de Sudán. El conflicto abierto en esta región se inicia en febrero del año 2003 y un seguimiento atento de la situación señala que, en los cinco años transcurridos, la situación sólo ha ido empeorando.
Desgraciadamente, un conflicto inicialmente local y nacional se ha ido regionalizando y, actualmente, es ya un problema de dimensiones globales con actores como China, Francia, Egipto, la Liga Arabe, la Unión Africana y la ONU en la actualidad comprometidas en un conflicto internacional de tal envergadura que ha tomado las dimensiones de un genocidio sistemáticamente organizado por el gobierno sudanés con el apoyo incontrovertible del gobierno de la República Popular de China.
Desde mucho tiempo atrás existía una fuerte tensión por la posesión y el uso de las tierras en Darfur (que etimológicamente significa “tierras de los Fur”) entre los habitantes autóctonos de las etnias africanas Fur, Massaleet y Zagawa y grupos nómades de origen árabe que, aunque provenientes de otras partes del país, recurrían a las tierras de la región para sus actividades de pastoreo
Desde la capital, Jhartum, el gobierno de Sudán, militarmente equipado por China, apoya y fomenta la actividad de la milicia árabe Janjaweed que aparece como la principal responsable de los ataques a las poblaciones africanas estables del Darfur. Estas últimas, menos armadas e inicialmente relativamente indefensas han sido paulatinamente empujadas hacia campos de desplazados en la frontera con la República Centroafricana (RCA) y, particularmente, hacia las regiones occidentales linderas con Chad. En esta última frontera las dimensiones del desastre humanitario ya eran enormes hace mas de dos años y no han hecho sino agravarse hasta la fecha. Hoy se estiman en 200.000 muertos, 500.000 refugiados sudaneses en Chad y 2.400 millones de desplazados, las dimensiones de la tragedia.
Esta disposición geográfica de los desplazados no fue casual: las etnias hostigadas por la milicia árabe Janjaweed están también asentadas mas allá de la frontera con el Chad y pueblan sectores importantes del este de ese país. El mismo Presidente de Chad, Idriss Deby, pertenece a la etnia Zagawa. No es entonces complejo comprender que el gobierno de Chad apoye abiertamente la resistencia de los pobladores de Darfur contra las agresiones de Jarthum y de la milicia Janjaweed. Tampoco ha de sorprendernos que Jhartum acuse, a su vez, al gobierno de Chad de apoyar al Frente de Redención Nacional de Darfur e incluso de integrar habitantes sudaneses, originarios de Darfur, en el seno del ejército nacional de Chad.
La situación no es mucho mas alentadora en la frontera sur de Sudan con la pequeña RCA. Los lazos étnicos no tienen allí la trascendencia que presentan en la frontera entre Sudan y Chad, pero lo cierto es que la RCA también acusa a Jhartum de apoyar, desde el convulsionado Darfur, a los rebeldes centroafricanos de la etnia gula, organizados en la “Union des Forces Démocratiques pour le Rassemblement” (UFDR) que han tomado mas de una población en el norte de este país. En la frontera, ya en diciembre del 2006, se estimaba en 50.000 refugiados centroafricanos los que habían optado por abandonar su país para instalarse en Chad
En suma, Chad y RCA acusan a Sudán de proceder a una verdadera desestabilización militar y política de la región. Una alianza “anti-Sudán” entre ambos países se insinúa y, aunque Francia mantiene desplegados algo menos de 1.o00 hombres y aviones de combate en la República Centroafricana, Chad ofrece sus tropas para defender al país del Sur.

Desde el año 2004, una fuerza de “vigilancia del Alto al Fuego” de unos 7.000 hombres, organizada por la Unión Africana, ha sido incapaz de controlar militarmente la región y hacer frente al desastre humanitario. Ante esta situación se intenta desplegar una fuerza conjunta de la ONU y de la U. Africana, del orden de unos 26.000 hombres y equipada con helicópteros de combate y de transporte, para poner coto a una situación que se degrada rápidamente en todos los frentes.
Sin embargo, en noviembre del 2007, Jean Marie Guehenno, el responsable del Departamento de Operaciones de Paz de la ONU, ponía en duda la posibilidad real de proceder al despliegue de la mencionada fuerza.
Ver mapa de la ubicación de la región de Darfur en el continente africano aquí
Ver mapa de la zona del conflicto aquí

Las negativas constantes de Jhartum, la oposición del veto chino en el Consejo de Seguridad, las reticencias de los países aportantes de soldados y equipamiento y, sorprendentemente, la baja “visibilidad política” del conflicto a nivel internacional conspiraban ya contra la viabilidad de la operación.
En febrero de este año, el Secretario General de la Naciones Unidas manifestaba encontrarse “extremadamente preocupado”. La intensificación de la violencia, el bombardeo “inaceptable” de campamentos de desplazados y la agresividad creciente del gobierno de Sudán eran presentados como las razones de esta preocupación. El 12 de marzo, Francia denuncia la muerte de un sub-oficial francés en manos de soldados sudaneses; el 20 de marzo, la ONU señala la existencia de una ofensiva deliberada del ejército de Sudán contra civiles, antes de ayer varios choferes del Programa Mundial de Alimentos de FAO eran ejecutados por los hombres de Jhartum.
La peor noticia, sin embargo, es que, tal como anunciase Jean Marie Guehenno, las fuerzas conjuntas de la ONU y la UA no se han desplegado en el tiempo establecido. A pesar de que la operación cuenta con un amplio financiamiento, a partir del 1º de enero del 2008, apenas 2.000 hombres mas se han sumado al agotado contingente de 7.000 soldados africanos, carentes de equipo, transporte, logística y lo mas elemental para enfrentar la situación. El jefe civil de la problemática misión, el Presidente de la República del Congo, Rodolphe Adada resumió melancólicamente la situación: “The international community had two choices: get a peace accord and deploy the mission after, or send the mission anyway. It choose the latter. But how do you keep the peace when there is no peace to be kept?”

*Catedrático de Ciencia Política
Depto de Estudios Internacionales
FACS –ORT Uruguay