jueves, 15 de julio de 2021

Reacción a la Teoría Crítica de la Raza (CRT)

 


 Aquelarre Económico

                                                                                             


José Manuel Suárez Mier[1]

enviado para su publicación en Excélsior

CDMX, 15 de julio de 2021.

 


En entregas pasadas presenté la evolución del racismo en EU y como emergió una línea de pensamiento, la CRT, que afirma que todos los blancos son racistas y que se requiere de un nuevo orden social basado en la victoria de los oprimidos sobre los opresores, siguiendo el evangelio de Karl Marx.


Este movimiento tuvo su culminación con el Proyecto 1619 del New York Times, así llamado por marcar la llegada de los primeros esclavos negros a las colonias inglesas de América e intenta ubicar “las secuelas de la esclavitud y la aportación de los negros al centro de la narrativa nacional.”

 

Desde esa perspectiva, la historia usual de EU como una geste heroica liderada por fundadores de sapiencia y principios excepcionales creando una democracia basada en el respeto a los derechos humanos y la igualdad de oportunidades, es muy distinta al subrayar que todo ello excluía a los negros.

 

Estas ideas y propuestas atizaron el resurgimiento de los supremacistas blancos que cuando aparece Donald Trump en el escenario político, logran penetrar al Partido Republicano, paradójicamente fundado por Abraham Lincoln para combatir la esclavitud.

 

Hay que recordar que la supremacía blanca ha tenido altibajos en la historia de EU, pero nunca desapareció por completo. A principios del siglo pasado la eugenesia, que sustenta que hay razas con características genéticas superiores a aquellas que provienen del mestizaje con otras razas, tuvo un gran auge.

 

Las principales universidades de EU y del Reino Unido convirtieron la eugenesia en una “ciencia respetable,” y proclamaban el valor superior de las razas nórdicas sobre el resto, temiendo que su buen acerbo genético se diluiría con la invasión de razas inferiores.

 

Adolfo Hitler fue un admirador de la “avanzada ciencia de la eugenesia” en EU, como lo escribió en Mein Kampf donde aplaude “el progreso alcanzado hacia una definición racial del concepto de nacionalidad que impide la naturalización de razas inferiores,” lo que inspiró su execrable política de “limpieza étnica.” 

 

Un siglo después se reconoce con horror que la eugenesia fue una pseudociencia espuria que causó daños inmensos. Pero su breve y maligna existencia demostró algo valioso: un concepto simple pero falaz puede ser acogido por los académicos y de ser un dogma absurdo convertirse en una verdad científica.

 

¿Qué hemos aprendido de todo esto? Aparentemente nada pues algo similar pasa ahora. Al igual que lo hicieron con la eugenesia, las universidades más reputadas abrazan el concepto de “racismo sistemático” y lo han vuelto su verdad científica: todos los blancos son cómplices de un “orden social jerárquico, furtivo y omnipresente, de dominación y sumisión”.

 

Contra esto, el pensamiento liberal sobrevive alejado de los dogmáticos círculos intelectuales, y valora el poder individual, la libre expresión y el debate abierto y honesto. Los ideales liberales apoyan la libertad religiosa pero rechazan los cultos sectarios, el pensamiento mágico y la superchería. 

 

El dilema es si este liberalismo, que hizo posible el mayor progreso en la historia de la humanidad, sobrevivirá los embates intransigentes de ambos extremos ideológicos, embozados ahora en un irremediable enfrentamiento racial.

 

 

   

 

 



[1]   Consultor en economía y estrategia en Washington DC y catedrático en universidades de México (ITAM) y EE.UU. (Georgetown y American). aquelarre.economico@gmail.com

lunes, 22 de febrero de 2021

" EL ARCAISMO ECONÓMICO DE LOPEZ OBRADOR"




El 61 % de los mexicanos aprueba la gestión del presidente López Obrador -  Los Angeles Times

Aquelarre Económico

                                                                                             

“Denles cucharas en lugar de palas” 

 

José Manuel Suárez Mier[1]

 enviado para su publicación en Excélsior

el 18 de febrero de 2021

 

En una visita que hizo mi admirado maestro Milton Friedman a China antes de que adoptara con fervor la economía de mercado que le permitió volverse el gigante que es hoy, sus anfitriones lo llevaron a visitar instalaciones y proyectos en construcción de los que estaban orgullosos.

 

Al detenerse en un sitio donde cientos de trabajadores cavaban un hoyo para hacer una presa, Friedman se sorprendió que no usaran maquinaria para mover la tierra, a lo que el burócrata chino que lo acompañaba dijo que era para crear más empleo. Mi maestro replicó “en ese caso, denles cucharas en lugar de palas.”

 

El presidente de México piensa con asombrosa precisión lo mismo que Friedman encontró en China en su era de planeación central y ausencia total de libertad individual, como lo evidenció al inaugurar una planta de la empresa Bimbo donde declaró “lamentar que estuviera tan automatizada.”

 

El tipo de economía que admira quedó claro en una visita que hizo a la provincia en la se detuvo a encomiar a la “auténtica economía popular,” admirando un trapiche jalado por una mula para producir jugo de caña de azúcar.(https://www.facebook.com/watch/?v=431269687470265)

 

Su proyecto de nación consiste en “fortalecer la economía apoyando a los artesanos, a pequeños productores y microempresarios, (lo que) es igual o más importante en creación de empleos y desarrollo que solo apostar a las grandes corporaciones automatizadas y de poca generación de puestos de trabajo (sic).”

 

Esa filosofía se refleja también en sus programas de construir caminos de mano de obra y privilegiar la agricultura tradicional con “apoyos,” alentar la tenencia de la tierra comunitaria, prohibir el uso de semillas mejoradas, fertilizantes y fungicidas químicos, y aniquilar la agricultura moderna y de exportación.

 

Esta forma de ver la economía permea en sus políticas gobierno en todos los ámbitos, pero sobre todo en energía, y resalta mucho en la promoción de ciencia y tecnología en donde se pretende privilegiar “las raíces ancestrales de las culturas autóctonas y rechazar la ciencia neoliberal y extranjera.”

 

Todo lo anterior, sumado al combate frontal a la inversión privada, garantiza el estancamiento de la economía y la pauperización de la población pues atenta contra el crecimiento de la productividad, único camino que conduce a generar riqueza y a una mejora sostenida de su calidad de vida.

 

El pensamiento del primer mandatario mexicano me recuerda lo que escribió el gran ensayista Christopher Hitchens de la Madre Teresa de Calcuta, al señalar que “estaba menos interesada en ayudar a los pobres que en usarlos como una fuente infatigable de miseria para promover la propagación de sus creencias.”

 

En el caso del cabecilla mexicano, fabricar más pobres y empobrecer aún más a los ya lo eran, tiene también el fin político de hacerlos dependientes sin remedio de sus dádivas clientelares, lo que él piensa que le garantiza una base política cada vez mayor que le permitirá a él y a su partido eternizarse en el poder. 

 

 

# 2,994



[1]   Consultor en economía y estrategia en Washington DC y catedrático en universidades de México y EE.UU. Correo: <aquelarre.economico@gmail.com>