"Estamos buscando
justicia y esto se revelará con su cruda realidad, no a través de
algunos pasos ordinarios sino con toda su verdad al desnudo", advirtió
el presidente turco Recep Tayyip Erdogan, quien prometió una declaración
sobre el tema el martes.
El reino saudita admitió el sábado que
Khashoggi, columnista del diario The Washington Post y crítico con el
poder en Riad, fue asesinado dentro del consulado. Durante dos semanas
Riad había negado la muerte y asegurado que el periodista había salido
del consulado.
Riad dijo que despidió a cinco altos funcionarios y arrestó a otros 18 saudíes como resultado de la investigación preliminar.
Este
domingo, el ministro de Asuntos Exteriores saudita, Adel al Jubeir,
abundó a la cadena televisiva estadounidense Fox News que "ignoramos
donde esta el cuerpo".
El homicidio sigue teniendo muchos aspectos sin aclarar y los occidentales reclamaron más explicaciones.
El
presidente de Estados Unidos, Donald Trump, sostuvo que "hubo engaños y
mentiras", por parte del gobierno saudita, cambiando su postura de dar
el beneficio de la duda a Riad, aunque mantiene la opción que el
principe heredero no estuviese al corriente.
"Hay una posibilidad
de que (el principe Mohammed bin Salmán) lo descubriera (el asesinato)
después. Podría ser que algo en el edificio salió mal", dijo Trump al
Washington Post.
Gran Bretaña, Francia y Alemania dijeron en un
comunicado conjunto que existe "una necesidad urgente de aclaración"
sobre las circunstancias de la muerte "inaceptable" del periodista.
Hay
"una necesidad urgente de aclaración sobre qué es lo que sucedió
exactamente el 2 de octubre, más allá de las hipótesis hasta ahora
mencionadas por la investigación saudíta, que tienen que ser respaldadas
por hechos para ser consideradas como creíbles", señaló el comunicado.
La historia según los sauditas -
Las
autoridades sauditas admitieron el sábado que Khashoggi murió en el
interior del consulado donde había acudido a realizar un trámite.
"Las
conversaciones que tuvieron lugar entre él y las personas que lo
recibieron en el consulado saudita en Estambul dieron lugar a una
reyerta y, a una pelea a puñetazos con el ciudadano Jamal Khashoggi, lo
que provocó su muerte", dijo el fiscal general saudita, Saud al Mojeb,
según la agencia oficial SPA.
El ministerio de Información saudita
afirmó que las personas que interrogaron a Khashoggi, quien tenía 59
años, habían intentado "ocultar lo que pasó", sin dar más detalles. De
acuerdo con responsables turcos, Khashoggi fue torturado y salvajemente
asesinado por agentes sauditas que viajaron con ese fin desde Riad. Y según periódicos turcos, el cuerpo del periodista, colaborador con The Washington Post, habría sido desmembrado.
El
número dos de la Inteligencia saudita, Ahmad al Asiri, y un importante
consejero de la corte real, Saud al Qahtani, ambos cercanos
colaboradores del príncipe heredero, fueron destituidos, anunció Riad.
Para
algunos analistas occidentales, estas destituciones y detenciones son
una forma de señalar chivos expiatorios y de mantener al margen del caso
al príncipe heredero, Mohamed bin Salmán, considerado el hombre fuerte
del reino y para quien Khashoggi era un "enemigo".
"Rendirán cuentas" -
Los
principales aliados de Riad en la región --Emiratos Árabes Unidos,
Baréin, Egipto, Jordania, Omán y la Autoridad Palestina-- saludaron los
anuncios sauditas. La prensa gubernamental del reino celebraba
este domingo las decisiones y medidas adoptadas por las autoridades
sauditas. "La justicia continúa", los responsables "rendirán cuentas",
titulaba el diario Okaz. "El reino de la justicia y la firmeza",
calificaba en la tapa Al Riyadh.
Las organizaciones de defensa de
los derechos humanos seguían movilizadas. Amnistía Internacional (AI)
dijo que las conclusiones sauditas no son "dignas de confianza" y pidió
una investigación independiente; en tanto Reporteros Sin Fronteras (RSF)
llamó a mantener la "presión" sobre Riad.
Además de la crisis de
credibilidad, el escándalo internacional provocado por la desaparición
de Khashoggi alimentó las especulaciones de que el príncipe heredero
podría ser apartado del poder por miembros de la familia real irritados
por sus "abusos".
Pero, entre los decretos del sábado, su padre,
el rey Salmán, anunció la formación de una comisión ministerial dirigida
por Mohamed bin Salmán para reorganizar los servicios de inteligencia,
mostrando así su intención de mantenerlo como heredero.
Para
Michael Stephens, experto del Royal United Services Institute, esta
crisis es uno de los momentos más "sísmicos en Oriente Medio desde la
Primavera Árabe", en 2011.
LINK ORIGINAL: https://www.msn.com/es-xl/noticias/mundo/turqu%c3%ada-promete-contar-cruda-verdad-sobre-homicidio-de-periodista-en-consulado-saudita/ar-BBOFm91?li=AAggXBX&ocid=mailsignout
Cuando
los brasileños terminaron de votar el domingo pasado, habían desplazado
a figuras poderosas de la política, partidos políticos que habían
dominado desde hace años fueron reducidos a perdedores, y el populista
de extrema derecha del Partido Social Liberal (PSL), Jair Bolsonaro, un
militar retirado y diputado desde hace siete períodos, de 63 años, hizo
impacto al triunfar por 18 puntos sobre Fernando Haddad, un académico de
55 años que reemplazó a Luiz Inácio Lula da Silva como candidato
presidencial del Partido de los Trabajadores (PT). En síntesis, fue el
cambio político más arrolador que Brasil ha visto desde que retornó la
democracia en 1985.
"Lo
que estamos observando es el colapso de nuestro sistema actual", indica
María Herminia Tavares de Almeida, experta en ciencias políticas de la
Universidad de São Paulo, a The New York Times.
Y,
las primeras encuestas con vista al balotaje, en el que los brasileños
votarán en exactamente dos semanas, apuntan a la victoria de Bolsonaro
porque tiene una diferencia difícil de descontar.
"En
la jerga de las empresas de encuestas, cuando los gráficos de línea
muestran un diseño que distancia a un competidor de otro de manera
clara, se dice el yacaré abrió la boca. Y, cuando la abre, es difícil de
ser cerrada. El hecho es que una victoria de Haddad significaría
cambiar en 15 días todo lo que el electorado brasileño hizo el domingo
pasado, cuando barrió a figuras tradicionales de la política", señala el
periodista de O Globo, Merval Pereira, en una columna publicada
ayer. "La situación es tan grave, que el PT aceptó una derrota simbólica
de relevancia, al permitir que Haddad borrara de su publicidad el
rostro de Lula y, más que eso, cambiara el color rojo de la propaganda,
por el verde y amarillo típico de la campaña de Bolsonaro".
Fernando
Haddad participa, en San Pablo, de un encuentro con grupos vinculados
con la cultura como parte de su movilización. Foto: Reuters
Describe
que ahora, la campaña del PT muestra a chicas y chicos con la camiseta
de la selección brasileña, con la mano en el corazón en señal de respeto
y mirando hacia el horizonte, "dignos del realismo socialista de los
triempos de Stalin en la Unión Soviética. Y, la desaparición de la
figura de Lula de los carteles hace recordar el hábito estalinista de
borrar las fotos de los que caían en desgracia en el régimen comunista,
mucho antes de la aparición del photoshop".
Pereira puntualiza: "Es claro que el PT no llegó a ese punto, y que Lula continúa siendo el gran líder".
Agrega
que debido al alto grado de rechazo a Lula y al PT, el director de
Ibope, Carlos Augusto Montenegro, señala que si el expresidente fuera
candidato en la actualidad, podría perder la elección.
Eficacia.
A
medida que digieren y analizan el nuevo panorama político después del
resultado estremecedor de la primera vuelta electoral, los expertos en
ciencias políticas y académicos coinciden en destacar que el fenómeno
generado por Bolsonaro puede cambiar de manera definitiva la manera cómo
se hacen las campañas electorales en Brasil. De forma contraria a lo
que hicieron sus rivales que tuvieron mucho más tiempo de aparición en
la televisión nacional —se les adjudica en función del tamaño del
patido— y presentaron publicidad afinada, Bolsonaro desarrolló una
campaña básica, de bajo costo e impulsada principalmente por las redes
sociales. Sus adherentes crearon cientos de grupos en WhatsApp —que es
usado por la amplia mayoría de los brasileños— para compartir
información de la movilización, anécdotas, memes y teorías
conspirativas.
Victor Piaia, un sociólogo de la Universidad Estatal de Río de Jeniro, que estudia la comunicación política, indica a The New York Times
que no resulta claro el grado de coordinación que la campaña tuvo con
los grupos de chat. Pero, precisa que es evidente el papel que jugó para
manejar la narrativa política y se benefició de una plataforma de
mensajes que tiene un efecto de amplificación. Agregó que este tipo de
comunicación es menos en escala jerárquica, debido a que "todos son los
curadores de su propio contenido, y eso hace que la información que se
distribuya resulta más atractiva".
Por
ejemplo, Piaia menciona la eficacia que mostró la campaña de Bolsonaro
para dirigir el voto, porque "mientras otros partidos políticos
distribuían panfletos en las calles, su campaña dedicó varias semanas a
enviar mensajes a través de los grupos de WhatsApp con los nombres de
los candidatos que apoyaba".
Bolsonaro
no pudo participar de gran parte de la movilización electoral, debido
al ataque del que fue víctima el 6 de septiembre, en un acto en Minas
Gerais, y que le causó heridas graves. Su presencia en la campaña se
concretó a través de las redes sociales y con difusión de mensajes
precisos en videos.
El
viernes, Bolsonaro agregó a su estrategia electoral la primera
conferencia de prensa, en la que resaltó que va a jugar pesado en el
problema de la inseguridad. "Vamos a enfrentar la inseguridad para que
nuestro pueblo tenga paz, vamos a buscar países del primer mundo para
aprovechar su tecnología y traer felicidad a nuestro pueblo", sostuvo.
Mientras,
Haddad intenta reducir la diferencia que lleva Bolsonaro hacia el
balotaje. Si bien se muestra optimista al asegurar que solo debe avanzar
un poco más de ocho puntos para superar a su rival, sabe que la brecha
es grande.
Por eso, entre otras acciones busca un acercamiento con la Iglesia Católica.
Asimismo,
ha ratificado el apoyo a las políticas sociales que aplicaron los
gobiernos del PT destinadas a los más necesitados y que permitieron
sacar a unas 24 millones de personas de la pobreza.
Por
otra parte, Haddad, anuncia que planea enviar al Congreso proyectos de
ley para las reformas fiscal y bancaria, si es elegido en el balotaje.
También
manifiesta que tiene el propósito de usar el 10% de las reservas de
divisas extranjeras de Brasil para financiar proyectos de energía eólica
y solar en el noreste del país.
Perspectiva.
Más
allá de las posiciones divergentes que tienen los dos candidatos, los
expertos en ciencias políticas Carlos Pereira, de la Fundación Gétulio
Vargas y Carlos Ranulfo, de la Universidad Federal Minas Gerais,
coinciden —en declaraciones que recoge la periodista de O Globo Miriam Leitão— que, al menos en un primer momento, la democracia no se encuentra en riesgo en Brasil.
Pereira
señala que "tenemos instituciones muy sólidas", aunque puntualiza que
si Haddad llega al gobierno e intenta limitar a las instituciones de
contralor, la sociedad va a reaccionar, y si el presidente es Bolsonaro e
intenta desprestigiar las instituciones legislativas, la sociedad
también reaccionará. Advierte que esas reacciones tienden a llegar a una
escala de otro nivel de violencia.
Por
su parte, Ranulfo estima que "es claro que la democracia no está
amenazada, pero no subestimo el riesgo de un eventual gobierno de
Bolsonaro". En ese sentido dice que Bolsonaro tiene una mala relación
con la democracia y estimula en la sociedad agresiones y violencia, lo
que es parte de una corriente muy conocida en el mundo.
Rechazo: una manifestación contra Jair Bolsonaro, en San Pablo. Foto: AFP
Pereira
considera que si bien hay gran renovación del Congreso, la media de la
cámara sigue siendo de centro-derecha, lo que daría más condiciones de
gobernabilidad a Bolsonaro.
Pero, Ranulfo ve que, a pesar de la renovación, la tendencia es la misma con la cual el PT gobernó.
Pereira
considera que habrá problemas si Bolsonaro intenta repetir el estilo
del ex presidente Fernando Collor de Mello, de gobernar relacionándose
directamente con el público, sin la intermediación legislativa ni de los
partidos.
FUENTES: O GLOBO-GDA, THE NEW YORK TIMES, AFP, EFE Y REUTERS
Temer confía en unidad del país tras la elección
"Tenemos que comprender que la
elección es un momento político-electoral, en el que es natural que haya
divergencia; lo que no puede haber es violencia", afirmó el presidente
de Brasil Michel Temer, tras participar de una ceremonia de homenaje al
87° aniversario del Cristo Redentor de Río de Janeiro.>
"Tengo absoluta convicción de que, tras las elecciones, Brasil estará reunificado".>
"Es claro que cada vez que se habla de violencia tenemos que
preocuparnos. Por eso, necesitamos combatirla como estamos haciendo
todos", enfatizó.>
La jugada del PT para disociarse
La
resistencia que suscita Lula en gran parte de la sociedad brasileña
vuelve más difícil que su elegido Fernando Haddad construya una alianza
de "fuerzas democráticas" para aislar a Jair Bolsonaro, al estilo del
Frente Republicano formado en Francia, que bloqueó a la extrema derecha
liderada por Jean-Marie y Marine Le Pen.
Quizás
consciente de la situación, Luiz Inácio Lula da Silva pidió el martes
pasado a Haddad que no siga visitándolo en la cárcel de Curitiba, como
hacía todos los lunes, y que se dedique a la movilización electoral, de
acuerdo con lo que manifestó la presidenta del Partido de los
Trabajadores, Gleisi Hoffman. Habrá que ver hasta qué punto Haddad logra
autonomía de su mentor y qué repercusión tiene esa jugada de
disociación en la intención de voto para el balotaje.
La salle XX, au Palais des Nations, à Genève, où vient d'avoir lieu la 39e session du Conseil des Droits de l'homme.
AFP PHOTO/Fabrice COFFRINI
Le Conseil des droits de l'homme, qui a cloturé sa 39e session, est fragilisé par les intrigues d'ONG de pacotille.
Les estrades sont démontées,
les drapeaux, repliés. Et chacun s'est donné rendez-vous en mars
prochain, pour la 40e session. Après deux semaines de débats et de
tractations, le Conseil des droits de l'homme s'est achevé, comme à
l'accoutumée, vendredi 28 septembre à Genève, par une série de
résolutions. Plusieurs pays ont été condamnés, notamment la Birmanie. Sa
responsabilité dans le massacre des Rohingya,
ethnie musulmane installée dans l'ouest du pays, a été proclamée. "Pour
la première fois, le Conseil a voté la mise en place d'une structure
qui sera chargée de réunir des preuves du génocide, se réjouit un
diplomate. La lutte a été farouche. D'un côté, l'Union européenne,
alliée à l'Organisation de la coopération islamique ; de l'autre, la
Chine, qui considère que la Birmanie fait partie de sa sphère
d'influence et refuse toute ingérence étrangère dans ce pays. C'est une
grande victoire pour la cause des droits de l'homme."
Voilà
qui devrait mettre un peu de baume au coeur de Vojislav Suc. Car le
président slovène n'a pas eu la partie facile depuis son arrivée, le 1er
janvier dernier, à la tête du Conseil, l'un des principaux organes de
l'Organisation des Nations unies (ONU), avec l'Assemblée générale et le
Conseil de sécurité. Avant l'été, en effet, Vojislav Suc a dû gérer une
crise majeure : le départ fracassant des Américains, poids lourds de
cette institution, chargée, rappelons-le, de "promouvoir et de protéger
les droits de l'homme autour du globe".
Décrié par les Américains
Les
raisons de ce divorce ? D'abord, l'aversion de Donald Trump pour les
relations multilatérales. Le président américain a retiré son pays des
accords sur le climat et sur le nucléaire iranien, claqué la porte de
l'Unesco, tourné le dos au traité de libre-échange transpacifique... Il
entend mettre en oeuvre son slogan, "America first", et affirme son
ambition de gouverner seul, sans être lié par une quelconque instance
internationale.
Ensuite, Trump est furieux du traitement qu'Israël subit au sein du Conseil.
De fait, l'État hébreu est le seul pays à faire l'objet d'un examen
permanent : cinq résolutions ont été votées contre lui, soit "davantage
que toutes les résolutions contre la Corée du Nord, l'Iran et la Syrie",
a rappelé Nikki Haley, l'ambassadrice américaine aux Nations unies, le
19 juin dernier, lors de l'annonce du "divorce". Enfin, Washington
critique la présence, au sein du Conseil, de pays peu exemplaires en
matière de droits de l'homme, tant s'en faut. "Pendant trop longtemps,
le Conseil a protégé les auteurs de violations des droits de l'homme", a
poursuivi Nikki Haley. Et d'évoquer la République démocratique du
Congo, le Venezuela, la Chine ou l'Iran... Elle aurait pu ajouter
l'Afghanistan, l'Arabie saoudite ou les Philippines.
Que faire des États voyous ?
Les
dictateurs et les États voyous ont-ils leur place dans ce sanctuaire ?
La question se pose depuis la création, en 1946, de la Commission des
droits de l'homme - l'ancêtre de l'actuel Conseil. A l'origine des
textes fondateurs, comme la Déclaration universelle des droits de
l'homme (1948), celle-ci a longtemps joué un rôle de vigie. Au fil des
années, pourtant, la machine s'est grippée.
A coups de
compromissions et de "renvois d'ascenseur", les autocrates du monde
entier se sont protégés mutuellement, provoquant la paralysie de
l'institution. Le génocide au Cambodge, entre 1975 et 1979, n'a fait
l'objet d'aucune condamnation. Le drame rwandais, en 1994, est passé
sous silence des années durant. Le paroxysme est atteint en 2003,
lorsque la Libye de Kadhafi accède à la présidence : après six semaines
de conciliabules, personne ne trouve à redire aux massacres russes en
Tchétchénie ou à la répression castriste à Cuba...
Ridiculisée,
la Commission des droits de l'homme met en péril la crédibilité de
l'ONU. En 2005, son secrétaire général, alors Kofi Annan, choisit de la
dissoudre et la remplace l'année suivante par l'actuel Conseil, malgré
l'hostilité des États-Unis. "L'ambassadeur américain à l'ONU a tout fait
pour tuer ce projet, raconte Jean Ziegler, ancien rapporteur spécial de
l'ONU et vice-président du comité consultatif du Conseil des droits de
l'homme. Il voulait que le sujet des droits de l'homme soit traité
directement par le Conseil de sécurité." Son nom ? John Bolton, l'actuel
conseiller à la sécurité nationale de Donald Trump et fervent
contempteur du monde onusien...
Le pouvoir de la honte
Afin
de ne pas retomber dans les vieux travers, les pères fondateurs, ou
plutôt "refondateurs", imaginent un Conseil assaini, constitué
uniquement de pays "vertueux". Mais comment les choisir ? "Nous avons
longtemps cherché la solution, se souvient Eric Tistounet, haut
fonctionnaire onusien et 'mémoire' de l'institution. Une ONG nous a
aidés à établir des critères. Nous les avons appliqués aux 193 États
membres de l'ONU. Seuls deux pays ont réussi le test : la Finlande et la
République tchèque ! Nous avons finalement décidé d'inclure tout le
monde..." .
Trois fois par an, les 193 délégations viennent
débattre dans ce palais des Nations, sur les hauteurs de Genève, et
voter des résolutions - une centaine en tout. Mais à quoi servent-elles ?
"La question est pertinente, d'autant que leur contenu est souvent
consensuel, répond Jean Ziegler. Mais l'on n'imagine pas l'impact
qu'elles peuvent avoir. Un pays qui dépend de la Banque mondiale devra,
par exemple, tenir compte des recommandations du Conseil s'il ne veut
pas perdre ses lignes de crédit. Dans ses statuts, la Banque mondiale ne
peut en effet prêter d'argent aux pays qui violent les droits de
l'homme. D'autres craindront pour leur réputation. C'est ce que Benjamin
Franklin, l'un des auteurs de la Déclaration d'indépendance américaine,
appelait le pouvoir de la honte."
Calculs politiques, enjeux cruciaux
Le texte déposé par l'Irlande contre l'Azerbaïdjan, en juin 2015 a eu,
par exemple, un impact considérable sur le régime de Bakou. "Dans les
mois qui ont suivi, des prisonniers politiques ont été relâchés,
commente John Fisher, directeur de l'antenne genevoise de l'ONG Human Rights Watch.
C'est un calcul politique. Le gouvernement craignait d'être stigmatisé,
alors qu'il fait de gros efforts pour améliorer son image à
l'étranger."
Les enjeux sont loin d'être anodins, en
somme, d'où l'activisme de certains États. "Des pays comme l'Arabie
saoudite, la Chine, la Russie ou Cuba cherchent à jouer un rôle
croissant, constate une diplomate. Chacun tente de peser sur les
résolutions, en fonction de ses intérêts." La marche à suivre est
toujours la même. Si un État veut déposer une résolution - pour dénoncer
les exactions d'un autre pays, par exemple -, son ambassadeur soumet
d'abord son projet aux "pays frères" - ceux qui appartiennent au même
continent : groupe de Lima, Union africaine, Européens... Une fois qu'il
a obtenu leur soutien, le texte est soumis aux autres "blocs"
régionaux.
On se bat pour une virgule
C'est
là que les choses se corsent. Le texte est décortiqué, atrophié,
tronçonné... Certains paragraphes font l'enjeu de batailles féroces. "On
s'étripe pour un mot, parfois pour une virgule", témoigne Salma El
Hosseiny, avocate au Service international pour les droits de l'homme (ISHR), une ONG proche de l'ONU. Car, derrière les mots, ce sont souvent des visions du monde différentes qui se heurtent.
Depuis
le retrait américain, la diplomatie ayant horreur du vide, les Chinois
tentent d'imposer leur modèle, fondé sur la souveraineté nationale. Ils
sont d'ailleurs venus en nombre à Genève défendre leur vision du monde.
"Pékin considère que l'on ne doit pas se mêler des affaires d'un pays,
souligne un diplomate occidental. Il s'oppose donc systématiquement à la
constitution de commissions d'enquête, que ce soit au Yémen ou en
Birmanie. C'est aussi un moyen de se prémunir contre d'éventuelles
investigations au Xinjiang ou au Tibet..." Cela ne risque toutefois pas
d'arriver.
"Personne ne veut se priver du marché chinois, déplore Nicole
(prénom modifié), salariée permanente à l'ONU. Du coup, on tape
beaucoup plus facilement sur le Nicaragua que sur les exactions
chinoises au Xinjiang. C'est justement ce que l'on reprochait à la
défunte Commission." Signe des temps, Pékin a monté, pendant la dernière
session, une exposition consacrée aux 40 ans des droits de l'homme en
Chine. Initiative osée de la part du pays qui compterait le plus grand
nombre de condamnés à mort au monde...
Stalactites fluo
Durant
les discussions, les diplomates cherchent à obtenir un large consensus,
sans quoi leur résolution passera inaperçue. Résultat, leur journée
type ressemble à ça : le matin, "plénière" sur la prévention des
génocides dans l'immense salle XX, au premier étage, sous l'improbable
plafond constellé de stalactites fluorescentes, oeuvre de l'artiste
espagnol Miquel Barceló. A midi, sandwich au bar Serpent, en compagnie
d'une délégation asiatique, histoire de consolider une alliance. A 15
heures, une rencontre officieuse, un "side event" sur le Yémen,
dans une petite salle en sous-sol, pour faire passer un message ou
tester un éventuel allié. A 17 heures, "informel" sur la situation en
Birmanie. Ces huis clos, permettent de faire avancer les dossiers... et
de marchander.
Donnant-donnant
Cas
classique : un pays a besoin de voix pour faire passer son texte. Il va
offrir son soutien à un autre État... en échange de son vote. "Tout le
monde fait ça, confie une diplomate suisse. Lors de la 32e session, le
Salvador nous a aidés à faire passer un texte. En échange, nous avons
appuyé leur déclaration commune pour la jeunesse." "C'est comme un
marché, tout le monde vient faire ses emplettes", résume Catherine
Fiankan-Bokonga, correspondante permanente aux Nations unies depuis
dix-huit ans, notamment pour France 24.
Pour emporter
la mise, tous les moyens sont bons. Technique en vogue, la
"contre-résolution" permet de neutraliser un pays trop vindicatif. L'an
dernier, l'Union européenne avait, par exemple, proposé la création
d'une commission pour enquêter sur les crimes d'opposants politiques au
Burundi. Une mesure jugée trop intrusive par le groupe africain, qui a,
de son côté, préparé un texte beaucoup moins contraignant pour leur
"frère burundais". Les deux résolutions ont été votées... et cohabitent
toujours, un an plus tard !
ONG de pacotille
Autre astuce, les fausses ONG. On les appelle les "gongos" (acronyme de Government-Organized Non-Governmental Organization).
Financées par des États, elles sont, en réalité, des faux nez. "Elles
se comptent par dizaines et sont très bien structurées, révèle Jean
Ziegler. Récemment, deux soi-disant ONG chinoises ont ainsi organisé un
'side event', durant lequel elles ont loué la liberté religieuse en
Chine. Des gongos marocaines ont aussi monté des conférences pour nier
l'existence de troubles dans le Sahara occidental."
Mais il y a
pire. Certaines ONG, aux noms souvent fantaisistes, louent leurs
services pour des prix relativement élevés - "entre 50 000 et 100 000
dollars", précise Jean Ziegler. Un État voyou doit défendre son bilan
devant le Conseil ? La veille, l'une de ces "ONG" organise une
conférence de presse et, rapports à l'appui, vante les vertus
démocratiques de son client... "Ces pseudo-ONG peuvent parler de
n'importe quoi, s'énerve une diplomate. Le Sri Lanka y a recours,
l'Erythrée et le Burundi, aussi."
Discours ridicules
Mais que fait le Conseil ? En réalité, rien. Car ces "ONG" ont été
accréditées par le Conseil économique et social des Nations unies, à New
York. Comment ? "Grâce à leurs appuis politiques", répond Eleanor
Openshaw, directeur du bureau new-yorkais de l'ONG ISHR. Ainsi adoubées,
elles peuvent, en toute impunité, prendre la parole en séance plénière,
même si elles n'ont aucune légitimité ! "Elles enchaînent des discours
sans fin et parfois ridicules, tel ce prétendu génocide en Macédoine,
déplore Eric Tistounet. C'est très frustrant. Le pire, c'est qu'il y en a
de plus en plus."
Cette profusion d'interventions a
des effets pervers. Ces fausses ONG noient les interventions des vraies
et prennent en otage les discussions, déjà longues, qui se résument
souvent à une succession d'interventions de deux à trois minutes. Avec
un résultat prévisible : "On effleure trop de sujets, il n'y a pas de
débats", regrette Kamel Chir, sous-directeur des droits de l'homme au
ministère algérien des Affaires étrangères.
Cela, Vojislav Suc
en est conscient. Le président du Conseil veut profiter de son mandat
pour réformer l'instance. "Il faut se donner plus de temps et traiter
les sujets plus en profondeur", reconnaît-il.
Népotisme éclairé
Un
autre danger guette : le népotisme. Ce mois d'octobre, un tiers du
Conseil doit être renouvelé. Chacun des cinq "blocs" régionaux dispose
d'un quota de sièges. Or ces groupes présentent exactement le même
nombre de candidats qu'il y a de sièges disponibles ! Dans ce sanctuaire
autoproclamé de la démocratie, l'élection est ainsi jouée d'avance,
comme en Corée du Nord ! D'où la présence d'"États voyous" parmi les 47
membres du Conseil.
En décembre prochain, l'ONU célébrera le 70e
anniversaire de la Déclaration des droits de l'homme. Mais la fête
risque d'être triste, tant la situation des droits humains s'est
dégradée dans le monde ces dernières années. Comme le résumait, avec une
certaine morgue, un diplomate : "Heureusement que l'on a écrit la
Déclaration des droits de l'homme après la guerre ! De nos jours, on
n'arriverait même pas à se mettre d'accord sur le préambule..."
This October, Brazilians will go to the polls to elect a new president, and the country could become the next democracy to fall in the populist wave that has been sweeping the globe. Jair Bolsonaro, a far-right nationalist member of Congress known for making racist and chauvinistic comments, is currently leading in many polls and may very well win a second-round runoff.
At first glance, it may seem strange that a country once hailed as one of the most inclusive democracies in the developing world could elect a president who has openly attacked the rights of gay people, women, and Afro-Brazilians and who has been an apologist for military dictatorship and torture. Yet Bolsonaro’s rise makes sense when one considers the backdrop of Brazil’s culture of political corruption. After watching politicians of nearly every mainstream party be caught in corruption scandals, Brazilian voters are willing to rebel against a dysfunctional system. Unlike the traditional elites, Bolsonaro built an innovative campaign based on heavy use of social media and grassroots work to promote himself as an outsider to this system.
Whether or not Bolsonaro ends up winning, the fact remains that a broader transformation in Brazilian politics is under way. The country’s traditional centrist establishment that has ruled since the transition from military dictatorship in the 1980s is in decline. For now, Brazil appears to be headed for another lost decade, but with the right reforms the country could build a more transparent political system that would deliver effective governance for its citizens.
For decades, the generation of leaders that oversaw the transition from military dictatorship dominated Brazilian politics. But the establishment of democracy was not about sweeping aside the corrupt institutional landscape that had been created by the dictatorship. Rather, it was an exercise in reconciling popular demand for political openness while upholding the benefits of vested interest groups that had flourished under military rule. Although the 1988 constitution provided for universal suffrage for the first time in Brazil’s history, it also gave politicians a way to game the system.
Permissive regulations allowed incumbents to use the powers of office to raise money in corruption schemes and use the funds in lavish political campaigns and vote-buying. For decades, lax corruption regulation and permissive campaign finance rules allowed them to do so with impunity, making deals with private companies to award lucrative government contracts in exchange for campaign resources.
To work properly, this system required close collaboration between the legislative and the executive branches. Presidents in Brazil control the government machine that makes corrupt deals possible, and for decades have used them to manipulate Congress by strategically distributing opportunities for corruption to gain political support. The result is that government policies have been designed not to provide effective public services but to facilitate rent-seeking and corruption opportunities for politicians and well-connected groups.
This arrangement had been stable for decades, but cracks began to appear with the Operation Car Wash investigation, in which prosecutors uncovered a vast criminal network dedicated to laundering the proceeds of corrupt deals between politicians and construction companies. Politicians used their power and influence to nominate cronies to high-level positions in state-owned companies. They in turn would later work to award lucrative contracts to private groups who paid large fees under the table for the privilege. Disgusted by the revelations, voters now seek to elect a president who has no ties to this way of doing politics and who can make a credible commitment to fight against it.
Virtually every presidential candidate paid lip service to tackling corruption, but Bolsonaro was the first to understand that he could use his reputation as an outsider to his advantage. When protesters took to the streets to demand the impeachment of President Dilma Rousseff, Bolsonaro joined the crowds. When Congress voted on impeachment, Bolsonaro made a speech arguing that the military dictatorship that existed in Brazil from 1964 to 1985 had been free of corruption. After Rousseff left office, he refused to support the new government and spent his time traveling the country and offering seemingly easy solutions to problems of crime and drugs, while claiming publicly to be the only politician in Congress who had not participated in corrupt deals.
With the revelations from Operation Car Wash, the cost of alliances between presidential hopefuls and traditional political forces is going up.
Meanwhile, other presidential candidates returned to the traditional campaign strategies known to have worked before. Some, such as Brazilian Social Democarcy Party candidate Geraldo Alckmin, built alliances with regional party leaders, seeking the financial resources that they could offer.
Others, such as Sustainability Party candidate Marina Silva, attempted to shift the debate away from how to fix Brazil’s broken political system by pointing to Bolsonaro’s radicalism. Yet such tactics only made him more popular. By taking advantage of social media, he succeeded in using attacks to further legitimize himself as the antiestablishment candidate fighting against a corrupt elite.
With the revelations from Operation Car Wash, the cost of alliances between presidential hopefuls and traditional political forces is going up. Presidents will no longer be able to use their control over government to buy the support of the political class. As a result, politics in Brazil will become more conflictual and polarized.
There is no easy way out of Brazil’s current predicament. The road ahead will necessarily involve reforms to bring about a new way of doing politics. Brazilians must work to reform Congress and make it more accountable. Unlike presidents, legislators are still insulated by a flawed open-list proportional voting system, which impedes the rise of programmatic parties. Current voting rules make campaigning for Congress expensive, force candidates to compete with colleagues of the same party, and exacerbate fragmentation—there are currently 25 parties represented in Brazil’s legislature.
To improve accountability, Brazilians should change the electoral system by making at least half of the seats in the legislature elected by majoritarian vote and by drastically reducing the size of the districts used for proportional representation. This would strengthen parties, reduce fragmentation, reduce the financial costs of campaigning, and improve voters’ ability to monitor their representatives.
Bolsonaro has seized the opportunity created by Operation Car Wash masterfully. Yet it is unlikely that he will be able to deliver on the reforms that Brazil’s political system so desperately needs. He is weaving a web of promises and hope that will end in further frustration and disenchantment with the political system. If a reform-driven agenda does emerge, it will most likely result from pressure from civil society and anti-corruption activists. Without meaningful reform of the political system, Brazil appears to be headed for another lost decade, much like the one that existed in the 1980s after Latin America’s debt crisis.
But this crisis also represents an opportunity for reformers to promote a positive agenda, based on strengthening democratic institutions and promoting accountability. Brazilians are ready to move on from the perverse political practices of the past. With the right reforms, Brazil’s democracy could take a different path, delivering much-needed public goods and a route back to economic growth. Real change will come from outside the political establishment. Advocates for reform should seize the moment.
ORIGINAL LINK : https://www.foreignaffairs.com/articles/brazil/2018-10-01/decline-and-fall-brazils-political-establishment