En segundo lugar, para continuar sistemáticamente el trabajo realizado
por el C.C. del Partido durante años, una obra que se caracterice por un
minucioso estudio de todas las organizaciones del Partido desde abajo
hasta arriba, de los principios leninistas acerca de la dirección del
Partido y, ante todo, sobre el principio del Gobierno Colegial, el cual
debe regirse por las normas del Partido establecidas en sus estatutos y
que atribuyen gran importancia a la crítica y a la autocrítica.
En tercer lugar habrá que restablecer completamente los principios de
la democracia soviética, tal cual se enuncian en la constitución de la
Unión Soviética y que son contrarios al abuso caprichoso, por parte de
un individuo, del poder.
Camaradas: El XX Congreso del Partido
Comunista de la Unión Soviética, pone de manifiesto con nuevo vigor la
inquebrantable unidad de nuestro Partido y su cohesión en torno al C.C.,
como también su decisión de lograr la culminación de su gran tarea que
es construir el comunismo. (Aplausos tumultuosos). Y el hecho de que
nosotros hayamos presentado en todas sus facetas los problemas que se
plantean para destruir el culto a la personalidad, que es ajeno al
marxismo-leninismo, como también la pesada tarea de liquidar sus
consecuencias, es una prueba más de la gran fuerza moral y política de
nuestro Partido. (Prolongados aplausos).
Tenemos la seguridad
más absoluta de que nuestro Partido, fortalecido por las históricas
resoluciones del XX Congreso, conducirá al pueblo soviético por la senda
leninista hacia nuevos éxitos y nuevas victorias. (Aplausos prolongados
y tumultuosos).
¡Viva el victorioso estandarte de nuestro Partido, el Leninismo!”
Link Original: http://www.marxists.org/espanol/khrushchev/1956/febrero25.htm
Nikita Khrushchev
Informe Secreto
al XX Congreso del PCUS
25 de febrero de 1956
El discurso de Khruschev fue "secreto" en tanto
que fue pronunciado en sesión cerrada del Congreso y no formó parte de los
informes y resoluciones oficiales emitidas por él. Sin embargo, sí se
distribuyeron copias a las diversas dirigencias regionales del PCUS y a algunos
gobiernos extranjeros. El texto completo del discurso se hizo
publico recién el 18 de marzo de 1956 y entonces sólo en Belgrado y Washington.
Las revelaciones hechas por Khrushchev y la esperanza de "des-estalinización"
crearon grán expectativa en Europa oriental pero provocaron rechazo y
revueltas callejeras en Georgia, tierra natal de Stalin. El texto completo
del discurso no se publicó en la URSS sino hasta 1988.
Camaradas:
En el informe que presentó el Comité Central del Partido al XX Congreso,
en numerosos discursos pronunciados por delegados a ese Congreso, y
también durante la reciente sesión plenaria del C.C., se dijo mucho
acerca de los efectos perjudiciales del culto a la personalidad.
Después de la muerte de Stalin el Comité Central del Partido comenzó a
estudiar la forma de explicar, de modo conciso y consistente, el hecho
de que no es permitido y de que es ajeno al espíritu del
marxismo-leninismo elevar a una persona hasta transformarla en
superhombre, dotado de características sobrenaturales semejantes a las
de un dios. A un hombre de esta naturaleza se le supone dotado de un
conocimiento inagotable, de una visión extraordinaria, de un poder de
pensamiento que le permite prever todo, y, también, de un comportamiento
infalible.
Entre nosotros se asumió una actitud de ese tipo hacia un hombre,
especialmente hacia Stalin, durante muchos años. El objeto del presente
informe no es valorar la vida y las actividades de Stalin. Los méritos
de Stalin son bien conocidos a través de un sinnúmero de libros,
folletos y estudios que se redactaron durante su vida. El papel de
Stalin en la preparación y ejecución de la revolución socialista, en la
guerra civil, en la lucha por la construcción del socialismo en nuestro
país, es conocido universalmente. Nadie lo ignora. En este momento nos
interesa analizar un asunto de inmensa importancia para el partido,
tanto ahora como en el futuro... Nos incumbe considerar cómo el culto a
la persona de Stalin creció gradualmente, culto que en momento dado se
transformó en la fuente de una serie de perversiones excesivamente
serias de los principios del Partido, de la democracia del Partido y de
la legalidad revolucionaria.
Debido a que todos no se han dado cuenta cabal de las
consecuencias prácticas derivadas del culto al individuo, del gran daño
causado por el hecho de que se haya violado el principio de la dirección
colegial en el Partido, concentrando un poder limitado en las manos de
una persona, el C.C. del Partido absolutamente necesario exponer los
detalles de este asunto al XX Congreso del Partido Comunista de la Unión
Soviética.
Durante la vida de Lenin, el C.C. del Partido fue la expresión real
de un tipo de gobierno colegial, tanto para el Partido como para la
nación. Debido a que fue un revolucionario marxista militante que jamás
dejó de acatar los principios esenciales del Partido, Lenin nunca impuso
por la fuerza sus puntos de vista a sus
colaboradores.
LENIN CONTRA STALIN
Vladimir Ilich Lenin, fuera de las importantes contribuciones que
hizo a la victoria de la clase trabajadora, en bien de la victoria de
nuestro Partido y de las ideas implícitas en el comunismo científico
respecto a la vida, tuvo la visión, debido a su clara inteligencia, de
percibir a tiempo en Stalin esas características negativas que
posteriormente tuvieron consecuencias tan nefastas.
Temiendo por el futuro del Partido y de la nación soviética, Lenin
diagnosticó por escrito el carácter de Stalin y en forma absolutamente
concreta, señalando que era necesario examinar la necesidad de desplazar
a Stalin de su puesto de Secretario General, puesto que era un ser
insolente en exceso hacia sus camaradas y también, porque, siendo
caprichoso, podría abusar del poder.
En diciembre de 1922, en una carta al Congreso del Partido, Lenin
dijo: «Después de tomar posesión del cargo de Secretario General, el
camarada Stalin ha acumulado en sus manos un poder desmedido y no estoy
seguro de que sea siempre capaz de usar este poder con el debido
cuidado».
Esta carta, que es un documento político de inmensa importancia,
conocida en la historia del Partido como testamento de Lenin, ha sido
distribuida a los delegados del XX Congreso del Partido. Uds, la habían
leído ya y sin duda la leerán nuevamente. Convendría que Uds. meditaran
las francas palabras de Lenin, puesto que ellas expresan la ansiedad que
sentía Vladimir Ilich respecto al Partido, al pueblo, al Estado y a la
futura dirección de la política del Partido. Dijo Lenin
«Stalin es excesivamente insolente y este defecto, que puede ser
tolerado en un militante cualquiera del Partido, se transforma en un
defecto inaceptable en una persona que ocupa el cargo de Secretario
General. Es por esto que propongo que los camaradas vean la manera de
alejar a Stalin de este cargo y de colocar allí a otro hombre, uno que,
sobre todas las cosas, difiera de Stalin en lo siguiente: mayor
tolerancia, más lealtad, más bondad y una actitud más considerada y un
temperamento menos caprichoso, etc., etc...»
Este documento de Lenin se dió a conocer a los delegados al XIII
Congreso del Partido, quienes discutieron la conveniencia de transferir a
Stalin a otro cargo que no fuera el de Secretario General. Los
delegados se declararon en favor de mantener a Stalin en su puesto,
expresando su esperanza de que él tomaría en cuenta las críticas de
Lenin y izaría lo posible por sobreponerse a los defectos que causaban
tanta inquietud a este último.
Camaradas: el Congreso del Partido debe familiarizarse con dos nuevos
documentos que confirman que el carácter de Stalin era tal cual lo había
revelado Lenin en su testamento. Estos documentos son cartas de Nadejda
Constantinovna Krupskaya [esposa de Lenin], a Kamenev, que en ese
tiempo encabezaba el Buró político, y una carta personal de Lenin a
Stalin.
Leeré ahora estos documentos:
«Lev Vórisovich! Debido a una breve carta que escribí con palabras
que me dictara Vladimir Ilich, con permiso de sus médicos, Stalin se
permitió ayer dirigirse a mí con una violencia inusitada. Durante mis
treinta años de militante, nunca había oído a un camarada dirigir
palabras tan insolentes a otro. Los asuntos del Partido y de Ilich no
son de menos significación para mí que para Stalin. En este momento
necesito el máximum de dominio sobre mí misma. Lo que uno puede y lo que
uno no puede discutir con Ilich lo sé yo mejor que cualquier médico,
puesto que yo sé lo que le pone nervioso y lo que no le perturba; de
cualquier modo sé estas cosas mejor que Stalin. Recurro a Ud. y a
Grigory, por ser los camaradas que se hallan más cerca de V. I., y les
ruego que me protejan de insolentes intromisiones en mi vida privada y
de viles invectivas y amenazas. No tengo la menor duda respecto a cuál
será la unánime decisión de la Comisión de Control, con la cual Stalin
me amenaza; no obstante, tampoco tengo la fuerza ni el tiempo disponible
para malgastarlo en querellas insensatas. Además, soy un ser humano que
soporta en estos momentos una tensión nerviosa excesiva.»
Nadejda Constantinovna escribió esta carta el 23 de diciembre de
1922. Dos meses y medio después, en marzo de 1923, Lenin envió a Stalin
la siguiente carta
Al camarada Stalin. Copias para Kamenev y Zinoviev.
«Estimado camarada Stalin:
Ud. se permitió la insolencia de llamar a mi esposa por teléfono para
reprenderla duramente. A pesar del hecho de que ella prometió olvidarse
de lo dicho, tanto Zinoviev como Kamenev supieron del incidente, porque
ella los informó al respecto. No tengo intención alguna de olvidarme
fácilmente de lo que se hace en contra de mí y no necesito insistir aquí
de que considero que lo que se hace en contra de mi esposa, se hace
contra mí también. Le pido entonces que Ud. medite con cuidado acerca de
la conveniencia de retirar sus palabras y dar las debidas
explicaciones, a menos que prefiera que se corten nuestras relaciones
completamente.
Le saluda, Lenin.
5 de marzo de 1923».
Camaradas: No discutiré estos documentos, puesto que ellos hablan por
sí solos. Observaré sólo que si Stalin pudo comportarse de esta manera
durante la vida de Lenin y hacia Nadejda Constantinovna Krupskaya, a
quien el Partido bien conoce y valora altamente debido a su leal amistad
con Lenin y al hecho de que fuera una activa batalladora por la causa
del Partido desde su creación, entonces nos es permitido imaginarnos
fácilmente cómo Stalin trataría a otra gente.
Como los hechos posteriores lo han probado, la inquietud de Lenin fue
justificada inmediatamente después de la muerte de Lenin, Stalin
respetó en cierto modo los consejos de Lenin, pero más tarde comenzó a
ignorar estas serias advertencias.
Cuando analizamos la forma en que Stalin dirigió al Partido y al
país, cuando nos detenemos a considerar todo lo que hizo Stalin,
llegamos al convencimiento de que los temores de Lenin eran bien
fundados. Las características negativas de Stalin, incipientes durante
la vida de Lenin, lo llevaron, durante los últimos años de su vida a
abusar del poder, lo que ha causado al Partido un daño ilimitado.
Debemos meditar detenidamente y analizar en forma correcta este asunto
con el objeto de desterrar para siempre la posibilidad de que se repita,
en cualquier forma, en el futuro todo aquello que aconteció durante la
vida de Stalin, un ser que rehusó absolutamente tolerar una dirección
colegial del gobierno y del trabajo y que procedió con una violencia
salvaje, no solamente contra quienes se le oponían, sino también contra
todo lo que pareciese, a su carácter despótico y caprichoso, contrario a
sus conceptos. Stalin actuaba no a través de explicaciones [una palabra
ilegible], y de cooperación paciente con la gente, sino imponiendo sus
concepciones y exigiendo una sumisión absoluta a su opinión. El que
osara oponerse a algún concepto o intentara probar la corrección de su
punto de vista y de su actitud, estaba condenado a que se le relegara
del grupo dirigente colectivo y que se le sometiera posteriormente a la
aniquilación física y moral. Esto es especialmente cierto en lo que se
refiere al período posterior al XVII Congreso del Partido, cuando muchos
dirigentes del Partido y simples trabajadores honrados y afanosos del
Partido, todos dedicados a la causa del comunismo, cayeron víctimas del
despotismo de Stalin.
Debemos atestiguar que el Partido ha tenido que reñir serias luchas
contra los trotskistas, derechistas y nacionalistas burgueses, y que
desarmó ideológicamente a los enemigos de Lenin. Esta guerra ideológica
se llevó a cabo con éxito y, como resultado de ello, el Partido se
templó y se fortaleció. En todo esto Stalin desempeñó un papel positivo.
El Partido libró una gran lucha política y espiritual contra miembros
de él que propusieron tesis antileninistas, que presentaron una línea
política hostil al Partido y a la causa del socialismo. Esta fue una
lucha enconada y difícil, pero necesaria, porque la línea política tanto
del bloque trotskista-zinovievista, como del bujarinista conducía a la
restauración del capitalismo y a la capitulación ante el mismo.
Consideremos por un instante lo que hubiese sucedido si la línea
política de desviación hacia la derecha, o sea la orientación hacia una
industrialización de «percal» o hacia el Kulak, etc., hubiese
prevalecido. Entonces no tendríamos nuestra poderosa industria pesada,
no tendríamos los koljoses y nos encontraríamos débiles y
desarmados.
STALIN CREO LA NOCION DE «ENEMIGO DEL PUEBLO»
Vale la pena destacar que aún durante el proceso de la furiosa lucha
ideológica contra los trotskistas, los zinovievistas, los bujarinistas y
otros, no se usaron extremas medidas represivas contra ellos; la lucha
se realizó en un terreno ideológico. Pero algunos años después, cuando
el Socialismo en nuestro país estaba fundamentalmente estructurado,
cuando las clases explotadoras estaban liquidadas, cuando la estructura
social del Soviet había cambiado radicalmente, cuando la base social no
permitía movimiento político o grupos hostiles al Partido, cuando los
oposicionistas ideológicos del Partido se encontraban vencidos
políticamente desde hacía tiempo, entonces comenzó una política de
represión contra ellos.
Fue precisamente durante este período [935-1937-1938] que se inició
la práctica de llevar a cabo persecuciones en masa a través de los
mecanismos del Gobierno, primero contra los enemigos del leninismo, o
sea trotskistas, zinovievistas, bujarinistas, derrotados desde hacía
tiempo por el Partido, y posteriormente, también contra comunistas
honrados y contra esos dirigentes del Partido que habían soportado la
pesada carga de la guerra civil y los primeros y más difíciles años de
la industrialización y la colectivización y que habían luchado
activamente contra los trotskistas y derechistas para mantener la línea
leninista del Partido.
Stalin inventó el concepto de «enemigo del pueblo». Este término hizo
automáticamente innecesario que los errores ideológicos de los hombres
expresados en una controversia se comprobasen; este término hizo posible
que se usaran los más crueles métodos de represión, violándose así
todas las normas de la legalidad revolucionaria, cada vez que alguien
estaba en desacuerdo con Stalin o que se sospechara en él una intención
hostil o debido simplemente a que tenía una mala reputación. Este
concepto de «enemigo del pueblo», finalmente, eliminó todas las
posibilidades de que se desarrollaran luchas ideológicas o de que
alguien pudiese dar a conocer su punto de vista respecto a cualquier
problema, aunque ellos fuesen meramente de carácter práctico. En general
y en realidad, la única prueba de culpabilidad valedera era la
confesión y ella se usaba contra todas las normas de la legalidad, por
cuanto se ha podido demostrar posteriormente que esas confesiones se
obtenían presionando por medios físicos al acusado. Esto condujo a
abiertas violaciones de la legalidad revolucionaria, y al hecho de que
muchas personas enteramente inocentes, que antes habían defendido la
línea del Partido, se transformaran en víctimas.
Debemos establecer, respecto a esas personas que en cierta época se
opusieron a la línea del Partido, que frecuentemente los cargos no eran
tan serios como para justificar que se les aniquilara físicamente. La
fórmula «enemigo del pueblo» se creó con el objeto específico de
aniquilar físicamente a tales individuos. Es un hecho que muchas
personas que fueron aniquiladas posteriormente como enemigos del pueblo,
habían trabajado con Lenin durante su vida. Algunas de estas personas
habían cometido errores en tiempos de Lenin; no obstante esto, Lenin
sacó beneficio de su trabajo, los corrigió e hizo todo lo posible para
retenerlos en las filas del Partido, induciéndolos a que le siguieran.
La sabiduría de Lenin como conductor de hombres se manifestó siempre en
la forma en que trabajó con los miembros del Partido.
Una relación enteramente diferente con el pueblo caracterizó a
Stalin. Las virtudes de Lenin, paciencia para trabajar con la gente,
persistencia para educarla, habilidad para inducirlos a seguirle sin
utilizar métodos represivos sino más bien recurriendo a influencias
ideológicas, le eran enteramente ajenas a Stalin. Stalin descartó el
método de lucha ideológica, reemplazándolo por el sistema de violencia
administrativa, persecuciones en masa y terror. Procedió a un ritmo
siempre creciente a imponerse a través de los organismos punitivos,
violando así con frecuencia todas las normas de la moral y las leyes
soviéticas.
El comportamiento arbitrario de una persona estimuló la arbitrariedad
en otras. Las detenciones y las deportaciones en masa de muchos miles
de personas, las ejecuciones sin previo juicio y sin una investigación
normal del comportamiento de los acusados, engendraron condiciones de
inseguridad, temor y aun de desesperación. Esto, es claro, no contribuyó
a reforzar la unidad del Partido, sino, por el contrario, produjo la
aniquilación y la expulsión del Partido de muchos trabajadores leales,
pero molestos para Stalin.
Nuestro Partido luchó por consolidar los planes de Lenin para la
construcción del Socialismo. Se trataba de una lucha ideológica. Si
hubiesen seguido prevaleciendo los principios de Lenin durante el
desarrollo de la lucha, si hubiese imperado siempre la devoción del
Partido a estos principios en combinación con una aguda preocupación por
el bienestar del pueblo, si todo esto no se hubiese aplicado mal y
rechazado sino más bien utilizado en beneficio de nuestros ideales, no
se hubiesen producido tan brutales violaciones del régimen legal
revolucionario y miles de personas no habrían caído víctimas del sistema
de terror. Medidas extremas se habrían aplicado sólo en contra de
aquellas personas que efectivamente habían cometido actos criminales
contra el sistema
soviético.
KAMENEV, ZINOVIEV Y LOS TROTSKISTAS
Recordemos algunos hechos históricos.
En vísperas de la Revolución de octubre, dos miembros del Comité
Central del Partido bolchevique -Kamenev y Zinoviev- se declararon
contra el plan de Lenin que auspiciaba un levantamiento armado...
Sin embargo, después de la gran revolución de octubre, Zinoviev y
Kamenev, como es sabido de todos, fueron colocados en posiciones de
importancia. Lenin los situó en puestos de gran responsabilidad, desde
los cuales influyeron en las altas tareas del Partido, participando
activamente en la labor de los principales organismos del Partido. Es
sabido que Zinoviev y Kamenev cometieron otra serie de errores durante
la vida de Lenin, quien en su testamento establece que la actuación de
Zinoviev y Kamenev durante la Revolución de octubre no era, por
supuesto, un accidente, Sin embargo, Lenin no sugirió que se les
apresara o fusilara.
Tomemos ahora como ejemplo a los trotskistas. En este momento, después
de un período histórico bastante amplio, podemos hablar de la lucha
contra los trotskistas con calma y podemos analizar este asunto con
suficiente objetividad. Al fin y al cabo en torno a Trotski había gente
cuyo origen no puede llamarse burgués. Un grupo de ellos pertenecía a la
intelectualidad del Partido y otros formaban parte de la clase
trabajadora. Podemos identificar individualmente y nombrar a muchos que
en su tiempo se unieron a los trotskistas, pero esto no quita que ellos
participaron activamente en los movimientos obreros anteriores a la
Revolución, durante la misma Revolución socialista de octubre y también
en la consolidación de la victoria de la más grande de las revoluciones.
Muchos de ellos rompieron con los trotskistas y volvieron a la posición
leninista. ¿Era, necesario aniquilar a esa gente? Estamos profundamente
convencidos de que si hubiese vivido Lenin no se habrían utilizado
contra ellos métodos tan extremos.
He ahí unos cuantos hechos históricos. ¿Pero, podríamos decir que
Lenin no se decidió a emplear incluso las medidas más severas contra los
enemigos de la Revolución cuando fue imperativo hacerlo? No, nadie
podría decir tal cosa. Vladimir Ilich exigió siempre un trato sin
consideraciones para los enemigos de la Revolución y de la clase
trabajadora y, cuando lo estimaba necesario, aplicaba los métodos más
severos.
La severidad de Lenin era extrema sólo cuando lo consideraba
indispensable, cuando las clases explotadoras existían todavía, y se
oponían vigorosamente a la revolución, cuando la lucha por la
supervivencia adquiría agudos contornos, mientras se proseguía la guerra
civil. Stalin, por otra parte, utilizó métodos extremos en una época en
que la revolución ya había vencido, Parece claro que Stalin demostró en
un sinnúmero de oportunidades su intolerancia, su bestialidad y su
abuso del poder. En vez de probar su corrección política y de movilizar a
las masas, con frecuencia escogió el camino de la persecución y de la
aniquilación física, no sólo contra enemigos verdaderos, sino también
contra individuos que no habían cometido crimen alguno contra el
gobierno o contra el Partido. Aquí no vemos signo alguno de sabiduría,
sino más bien de esa fuerza bruta que tanto alarmó a Lenin.
Ultimamente, en especial después que se desenmascarara a la camarilla
de Beria, el C.C. examinó una serie de asuntos fabricados por esta
camarilla. Ello reveló un cuadro horroroso de brutalidad obcecada como
consecuencia del comportamiento incorrecto de Stalin. Los hechos
demuestran que Stalin, utilizando su poder ilimitado, cometió muchos
abusos en nombre del C.C. y sin consultar la opinión de los miembros del
Comité o siquiera de los miembros del Buró Político del C.C.; con
frecuencia no informaba acerca de sus decisiones personales respecto a
asuntos muy importantes del Partido y del gobierno. Lenin, por el
contrario, jamás creyó inoportuno consultar cualquier asunto con el C.C.
para que él lo aprobara, o al menos, con los miembros del Buró
Político.
En el período más difícil de la vida de nuestro Partido y de nuestro
país, Lenin creyó indispensable convocar regularmente congresos,
conferencias del Partido y sesiones plenarias del C.C., en los cuales
los más importantes asuntos se discutían y en que se tomaban
resoluciones cuidadosamente estudiadas en conjunto por los
dirigentes.
STALIN VIOLÓ BRUTALMENTE LOS PRINCIPIOS LENINISTAS
Así se procedía durante la vida de Lenin. ¿Se observaron los sagrados
principios leninistas del Partido después de la muerte de Vladimir
Ilich? Durante los primeros años, los congresos del Partido y los planes
del C.C. se realizaron en forma más o menos regular; posteriormente,
cuando Stalin comenzó a abusar de su poder en forma creciente, estos
principios se violaron totalmente. En los últimos quince años de su vida
esta situación empeoró. ¿Podría considerarse normal que transcurriesen
trece años entre el XVIII y el XIX Congreso del Partido, años durante
los cuales nuestro Partido y nuestro país vivió tantos acontecimientos
importantes? Estos acontecimientos exigían categóricamente que el
Partido resolviera acerca de ellos por cuanto afectaban, primero, la
defensa del país durante la guerra patriótica, y, luego, en la época en
que se construía para la paz, graves asuntos internos. Aun después de la
guerra no se reunió un Congreso durante más de siete años.
Los plenos del C.C. no se celebraron casi nunca. Debiera bastar que se
mencione que durante todos los años de la guerra patriótica no se
verificó un solo pleno del C.C.
Es cierto que se intentó celebrar un pleno del C.C. en octubre de
1941, cuando se llamó a todos sus miembros de los diversos puntos del
país, reuniéndoseles en Moscú. Esperaron dos días la inauguración de ese
pleno, pero en vano; Stalin no quería ni siquiera reunirse y conversar
con los miembros del C.C. Este hecho demuestra lo desmoralizado que se
encontraba Stalin en los primeros meses de la guerra, y con cuanta
altivez y desdén trataba a los miembros del C.C.
En la práctica, Stalin ignoraba las normas de la vida del Partido y
pisoteaba los principios leninistas de gobierno colegial. La tendenciosa
actitud de Stalin hacia el Partido y el C.C. se puso plenamente en
evidencia después del XVII Congreso del Partido, que se realizó en 1934.
Disponiendo ahora de numerosos datos que comprueban su incalificable
actitud hacia los líderes del Partido, el C.C. ha creado una Comisión
del Partido bajo el control del Presidium del C.C. A esta Comisión se le
encargó de investigar todo aquella que hizo posible las represiones en
masa contra la mayoría de los miembros del C.C. y los candidatos
elegidos para que actuaran en el XVII Congreso del Partido Comunista de
toda la
Unión.
LAS TERRIBLES «DEPURACIONES» DE 1937-1938
La Comisión se ha familiarizado con una gran cantidad de material
existente en los archivos de la N.K.V.D. y con otros documentos, y ha
establecido muchos hechos que conciernen la fabricación de cargos contra
comunistas, las falsas acusaciones y los descarados abusos de la
legalidad socialista que tuvieron como consecuencia la muerte de gente
inocente. Es obvio que muchas de las actividades del Partido, del Soviet
y de la economía se tildaron en 1937-1938 de «enemigas», cuando en
realidad no las realizaban ni enemigos ni espías ni saboteadores, etc.,
sino comunistas honrados. Se trataba de gente acusada injustamente, que -
no pudiendo soportar tanta bárbara tortura - se autoacusaban, por orden
de los jueces investigadores y de los falsificadores, de toda clase de
crímenes graves e increíbles. La Comisión ha presentado al Presidium del
C.C. un material extenso y bien documentado referente a las represiones
en masa llevadas a cabo contra los delegados del XVII Congreso del
Partido y contra miembros del C.C. elegidos en ese Congreso. Este
material ha sido estudiado por el Presidium del C.C. y éste ha
comprobada que de los 139 miembros y candidatos del C.C. del Partido que
se eligieron en el XVII Congreso, 98 de ellos, es decir el 70 %, fueron
detenidos y fusilados [la mayor parte entre 1937 y 1938]. (Indignación
en la sala). ¿Cuál era la composición de los delegados que participaron
en el XVII Congreso? Se sabe que el 80 % de, los participantes con voto
del XVII Congreso ingresó en el Partido en la época de la conspiración
anterior a la revolución y durante la guerra civil; esto significa
antes de 1921. El origen social de la masa de los delegados era la clase
trabajadora (60 % de los miembros con voto). Por esta razón es
inconcebible que un Congreso así constituido eligiese al C.C. una
mayoría compuesta por enemigos del Partido. La única razón por la cual
se tildó al 70 %c de los miembros del C.C,, y de los miembros elegidos
al XVIII Congreso de «enemigos del pueblo y del Partido», es porque se
difamó a comunistas honrados por medio de acusaciones fabricadas,
minando así gravemente la legalidad revolucionaria.
El mismo destino hallaron no sólo los miembros del C.C., sino también
la mayoría de los delegados al XVII Congreso del Partido. De los 1.906
delegados que fueron allí ya sea para votar o para aconsejar, 1.108
fueron apresados y acusados de crímenes contra la revolución, es decir
un número superior a la mayoría. Este mero hecho demuestra cuán
absurdos, cuán contrarios al sentido común fueron los cargos de crímenes
«contra-revolucionarios» esgrimidos en contra de ellos, ya que no nos
es posible entender cómo la mayoría de los componentes del XVII Congreso
pudiesen haber merecido tales acusaciones. (Indígnación en la sala).
Recordaremos que el XVII Congreso, del Partido se conoce
históricamente como el Congreso de los Victoriosos. Los delegados a ese
Congreso habían participado activamente en la construcción del Estado
Socialista; muchos de ellos habían sufrido y soportado lo indecible por
el Partido durante los años pre-revolucionarios. Ellos lucharon contra
el enemigo valientemente y enfrentaron la muerte cara a cara, sin temor.
Cómo nos va a ser posible crer que esa gente se demostrase
posteriormente traidora y que hubiese ingresado en las filas de los
enemigos del socialismo durante el período posterior a la liquidación
política de los zinovievistas, trotskistas y derechistas y después de
las grandes conquistas de la construcción socialista? Lo cierto es que
todo esto fue el resultado de la forma en que Stalin abusó del poder y
comenzó a utilizar el terror contra los jefes del Partido.
¿Cuál es la razón por la cual las persecuciones en masa contra los
activistas se incrementaron más y más después del XVII Congreso? Es
porque en este tiempo Stalin se había colocada por encima del Partido,
por encima del país, de tal modo que había dejado de tomar en cuenta
tanto al C.C. como al Partido. Stalin siguió considerando en cierto modo
la opinión colectiva hasta el XVIII Congreso, pero después de la
liquidación política de los trotskistas, zinovievistas y bujarinistas,
cuando -como resultado de la lucha y de las victorias socialistas- el
Partido había logrado la unidad, Stalin dejó de valorar aún en grado
mínimo a los miembros del C.C. del Partido y aun a los del Buró
Político; Stalin pensó que ahora podía decidirlo todo por su cuenta, y
que necesitaba sólo la ayuda, de datos, estadísticos, y lo cierto es que
trataba a todos los que no estudiaban las estadísticas, de un modo tal
que sólo les era posible escucharle y alabarle.
Después del asesinato criminal de S. M. Kirov, el amigo más íntimo de
Stalin, miembro del Politburó y jefe del Partido en Leningrado [su
asesinato en 1934 fue el pretexto para iniciar una gran purga],
comenzaron las persecuciones en masa y las violaciones brutales de la
legalidad soviética. En la tarde del 10 de diciembre de 1934, por
iniciativa de Stalin (sin la aprobación del Politburó), el Secretario
del Comité Central Ejecutivo, Yenukidze, firmó la siguiente directiva:
«1. - Se ordena a los servicios de investigación que aceleren los
casos de las personas a quienes se acusa de la preparación y ejecución
de actos de terror.
2. - Se ordena a los organismos judiciales que no aplacen las
ejecuciones de las penas de muerte dictadas por crímenes de esta
categoría para examinar las posibilidades de indulto, porque el
Presidium del Comité Central Ejecutivo de la URSS no considera posible
aceptar peticiones de esta índole.
3. - Los organismos del Comisariado de Asuntos Interiores deben
ejecutar las penas de muerte contra los criminales de la categoría
arriba mencionada inmediatamente que se dicten las sentencias. »
[Yenukidze, uno de los más antiguos amigos de Stalin, ejecutado en
1937].
Esta directiva fue la base de una serie de acusaciones en masa y de
abusos contra la legalidad socialista. Durante muchos de los juicios
fabricados se acusó a los reos de preparar actos de terrorismo; esto les
privaba de la posibilidad de que sus casos fuesen reabiertos aun cuando
ellos declararan ante el Tribunal que se les había hecho confesar a la
fuerza o cuando, de un modo convincente, rechazaban las acusaciones
esgrimidas contra
ellos.
UNA PROVOCACIÓN DE LA G.P.U.: EL ASESINATO DE KIROV
Debe afirmarse que hasta el momento las circunstancias que rodean el
asesinato de Kirov encubren muchos asuntos inexplicables y misteriosos
que exigen un examen más cuidadoso. Hay razones que permiten suponer que
el asesino de Kirov, Nikolayev, fue ayudado por uno de los hombres
asignados para proteger la persona de Kirov. Mes y medio antes del
asesinato, Nikolayev fue apresado por suponérsele un comportamiento
sospechoso, pero se le dejó en libertad y ni siquiera se le registró. Es
causa de sospecha el hecho de que cuando el miembro de la Cheka
designado para proteger a Kirov fue conducido para ser interrogada el 2
de diciembre de 1934, murió en un accidente automovilístico, del cual
salieron ilesos todos los otros ocupantes del vehículo. Después del
asesinato de Kirov, altos funcionarios del N.K.V.D. en Leningrado fueron
condenados sin severidad, pero en 1937 se les fusiló. Podemos presumir
que se les fusiló con el objeto de cubrir los rastros de los
organizadores del asesinato de Kirov (agitación en la, sala).
Las persecuciones en masa aumentaron inmensamente de 1936 en adelante
y después de un telegrama de Stalin y Jdanov [antes de su muerte
repentina en 1948, se consideraba a Jdanov como el posible sucesor de
Stalin] fechado en Sochi el 25 de septiembre de 1936 y, dirigido a
Kaganovich, Molotov y otros miembros de Politburó. Decía este telegrama
lo siguiente
«Consideramos absolutamente indispensable que el camarada Yejov sea
nombrado Comisario del Pueblo para los asuntos interiores. Yagoda ha
demostrado ser incapaz de desenmascarar al bloque
trotskista-zinovievista. La O.G.P.U. lleva un atraso de cuatro años en
este asunto. Ello lo han notado todos los militantes del Partido y la
mayoría de los representantes de la N.K.V.D.»
Yagoda y Yejov fueron jefes de la Policía Secreta en períodos
sucesivos. Yagoda, después de iniciar la gran purga cayó preso en ella y
fue liquidado en 1938, Yejov asumió la dirección de las purgas y las
prolongó enormemente, hasta que fue reemplazado por Beria en 1938, quien
-aparentemente- lo hizo ejecutar.
Esta formulación stalinista de que la N.K.V.D. [término
intercambiable con O.G.P.U.] llevaba cuatro años de atraso en sus
investigaciones represivas y de que era necesario recuperar el tiempo
perdido, indujo a los miembros de la N.K.V.D. a realizar ejecuciones y
detenciones en masa.
Debemos recalcar que se impuso esta formulación a la Sesión Plenaria
del Comité Central del Partido Comunista, celebrada entre febrero y
marzo de 1937. La Sesión Plenaria aprobó la resolución basándose en el
informe Yejov intitulado «Lecciones que surgen de las actividades
nefastas de espionaje y diversión organizadas por agentes japoneses,
alemanes y trotskistas». Por lo cual se acordó lo siguiente:
«El Pleno del Comité Central del Partido Comunista Bolchevique
considera que todos los hechos revelados durante la investigación de una
actividad anti-soviética de origen trotskista, apoyada por sus secuaces
en las provincias, demuestran que el Comisariado del Pueblo de Asuntos
Interiores se ha atrasado por lo menos cuatro años en el trabajo
destinado a desenmascarar a los inexorables enemigos del pueblo.»
Es así que las persecuciones en masa se estimulaban en este tiempo en
nombre de la lucha contra el trotskismo. ¿Es cierto que los trotskistas
en ese tiempo constituían un peligro para el Partido y el Estado
Soviético? Debemos recordar que en 1927, en vísperas del XV Congreso del
Partido, el movimiento trotskista-zinovievista de oposición sólo obtuvo
4.000 de los 724.000; votos emitidos. Durante los diez años que
transcurrieron entre el XV Congreso del Partido y el Pleno de febrero y
marzo del C.C. del Partido, el trotskismo se había debilitado del todo,
muchos trotskistas de antes habían variado de opinión y trabajaban en
diversos sectores por la construcción del socialismo. Queda en claro que
la marcha de la construcción socialista era tal que no justificaba el
terror y las represiones en masa por todo el país.
Lo cierto es que Lenin enseñó que sólo era necesario recurrir a la
violencia revolucionaria cuando existía resistencia de parte de las
clases explotadoras y tenían poder. Tan pronto como la situación
política de la nación hubo mejorado, cuando en enero de 1920 el Ejército
Rojo se apoderó de Rostov, logrando su más importante victoria sobre
Denikin, Lenin dió órdenes a Deherjinsky [primer jefe de la Policía
Secreta Bolchevique] de cesar el terror y de abolir la pena de muerte.
Lenin justificó esta importante medida política del Estado Soviético del
siguiente modo en su informe a la Sesión del Comité Central Ejecutivo
del 2 de febrero de 1920:
«Nos vimos obligados a recurrir al terror debido a que el terror lo
practicó la Entente cuando poderosas potencias del mundo lanzaron sus
hordas contra nosotros. No hubiésemos durado dos días si no hubiésemos
respondido a estos atentados de la oficialidad y de la Guardia Blanca
sin dar cuartel. Tuvimos que recurrir al terror, pero fue la Entente,
debido a sus métodos terroristas, la que nos obligó a hacerlo. Pero tan
pronto como logramos una victoria decisiva y aún antes de que terminase
la guerra, inmediatamente después de la toma de Rostov, renunciamos a la
pena de muerte, probando así nuestra decisión de llevar a cabo nuestro
programa en la forma en que lo habíamos prometido.
Decimos ahora que nuestra decisión de recurrir a la violencia es
consecuencia de nuestra determinación de neutralizar a los explotadores,
los grandes terratenientes y los capitalistas. Tan pronto como se logró
esto, abandonamos el uso, de métodos despiadados. Lo hemos probado en
la práctica.»
Stalin renegó de estos claros preceptos de Lenin. Stalin lanzó al
Partido y la N.K.V.D. a una política de terror cuando las clases
explotadoras de nuestro país habían sido liquidadas, por lo cual no
había razón que la justificara.
Este terror tenía como objeto no eliminar los restos de las clases
explotadoras, sino perseguir a trabajadores honrados del Partido y del
Estado Soviético; contra ellos se esgrimieron acusaciones difamantes,
falsas y absurdas, atribuyéndoseles intenciones ocultas de espionaje,
sabotaje y la prepara ión de complots ficticios, etc.
En el Pleno del Comité Central celebrado entre febrero y marzo de
1937, muchos de sus miembros pusieron en duda la justeza del curso que
se había impuesto a los acontecimientos al mantener las represiones en
masa bajo el pretexto de que se combatía intenciones ocultas.
El camarada Postyshev, jefe del Partido en Ucrania, quien desapareció en
1937, expresó con mucha habilidad sus dudas al respecto, observando:
«Mi pensamiento me induce a considerar que los severos años de lucha
han terminado; los miembros del Partido que han perdido su vigor, se han
desmoralizado y unido al campo del enemigo; elementos saludables siguen
luchando por el Partido. Estos han sido los años de la
industrialización y la colectivización. No me es posible pensar que
después del período de severidad, Karpov y gente como él se encuentren
junto al enemigo. (Karpov fue un miembro del Comité Central Ucraniano
que Postyshev conocía bien). Y ahora, según lo que aquí se muestra,
resulta que Karpov fue reclutado en 1934 por los trotskistas.
Personalmente no creo que en 1934 un miembro honrado del Partido, que
durante largo tiempo marchó sin cejar por el duro camino que imponía la
lucha contra los enemigos del Socialismo y del Partido, podría
traicionar en esa forma. Yo no lo creo... No me puedo imaginar que sea
posible estar con el Partido durante los años difíciles y luego, en
1934, pasarse a los trotskistas. Esto es algo muy raro...» (Agitación en
la sala).
Utilizando la formulación de Stalin que establece que mientras más
cerca nos hallamos del socialismo, más enemigos le surgen, y basándose
en la resolución aprobada por el Plena del C.C. celebrado entre febrero y
marzo y que es consecuencia del informe de Yejov, provocadores que se
habían infiltrado en los organismos de seguridad del Estado comenzaron a
proteger -en nombre del Partido- la persecución en masa que se
realizaba contra los miembros del Partido, los líderes del Estado
Soviético y los simples ciudadanos soviéticos. Basta anotar que el
número de personas apresadas por crímenes «contrarrevolucionarios»
aumentó diez veces entre 1936 y 1937.
La mayoría de los miembros y candidatos del Comité Central elegidos
durante el XVII Congreso y apresados entre 1937 y 1938, fueron
expulsados ilegalmente, lo que constituye un abuso brutal de los
Estatutos del Partido, por cuanto el C.C. reunido en Pleno jamás estudió
sus casos.
Ahora bien, cuando se examinaron las acusaciones contra estos
presuntos espías y saboteadores se encontró que se habían inventado sus
crímenes. Las confesiones de culpabilidad de muchos de esos presuntos
enemigos del pueblo se obtuvieron sometiéndolos a torturas inhumanas y
crueles.
Al mismo tiempo Stalin, según nos han informado los miembros del
Politburó de ese tiempo, jamás mostró a ese organismo las declaraciones
hechas por los acusados ante el Tribunal Militar, en las cuales, negaban
sus confesiones y solicitaban que se reabriera su proceso.
Declaraciones de ese tipo había muchas y Stalin las conocía.
El C.C. considera indispensable informar al Congreso acerca de muchos
de estos casos fabricados contra los miembros del Comité Central del
Partido elegidos en el XVII Congreso.
Un ejemplo de provocación vil, de falsificación detestable y de
violación criminal de la legalidad revolucionaria es el caso del que
fuera candidato al Politburó del Comité Central, un eminente trabajador
del Partido y del gobierno soviético, el camarada Eikhe, que había
ingresado en el Partido en 1905. Se detuvo al camarada Eikhe el 29 de
abril de 1938 a raíz de un informe difamante, sin la sanción del fiscal
de la URSS, que se recibió finalmente quince meses después de que se le
detuviera. La investigación del caso Eikhe se verificó de un modo que
violó la legalidad soviética en forma absoluta y sobre las bases de una
falsificación consciente de los hechos.
Se le obligó a Eikhe, bajo tortura, a firmar antes de tiempo un
protocolo de sus confesiones preparado por los jueces a cargo de la
investigación, que lo acusaban de actividades antisoviéticas.
El 1° de octubre de 1939 Eikhe envió una declaración a Stalin, en la
cual negó categóricamente su culpabilidad y solicitó que se revísara su
caso. En esa declaración decía: « No hay miseria más grande que estar
sentado tras las rejas de una cárcel del gobierno por el cual uno ha
luchado con todas sus fuerzas». Una segunda declaración de Eikhe, que él
envió a Stalin el 27 de octubre de 1939, se ha conservado. Se puede
leer en ella lo siguiente:
«El 25 de octubre de este año se me informó que una investigación de
mi caso había culminado y se me permitió acceso a los documentos de esa
investigación. Si fuese cierta la centésima parte de los crímenes de que
se me acusa no me habría atrevido a enviarle esta declaración antes de
que se me ejecutara: no obstante no soy culpable de una sola de esas
acusaciones y mi corazón se encuentra limpio aún de la sombra de una
bajeza. Jamás en mi vida le he dicho a Ud. una sola mentira y ahora que
tengo mis dos pies en la tumba, tampoco le miento. Todo mi caso es un
ejemplo típico de provocación, difamación y violación de las bases
elementales de nuestra legalidad revolucionaria... Las confesiones que
se incluyen en mi expediente no sólo son absurdas, sino que contienen
además declaraciones difamantes acerca del C.C. del Partido Bolchevique y
del Consejo de Comisarios del Pueblo, por cuanto resoluciones correctas
del Comité Central del Partido Bolchevique y del Consejo de Comisarios
del Pueblo, que no se tomaron a raíz de una iniciativa mía y en las
cuales no intervine, se presentan como actos hostiles de organizaciones
contrarrevolucionarias realizados por insinuación mía.
Ahora me refiero a la parte más vergonzosa de mi vida, o sea, a mi
confesión de estar envuelto en actividades contrarrevolucionarias... El
caso es el siguiente: No me fue posible soportar las torturas a que me
sometieron Ushakov y Nikolayev (oficiales de la N.K.V.D.), y
especialmente el primero, que, sabiendo que tenía las costillas rotas y
que ellas todavía no se habían soldado, me causó mucho dolor,
obligándome así a acusarme a mí mismo y a otros.
La mayor parte de mi confesión me fue sugerida o dictada por Ushakov,
el resto es mi reconstrucción del material proporcionado por la
N.K.V.D., referente a Siberia Oriental y por él asumo toda
responsabilidad. Cada vez que alguna parte de lo que se había dictado, o
sea, de la historia fabricada por Ushakov, se mostraba inconsistente,
se me obligaba a firmar una modificación.
(...)
Le ruego y solicito que estudie nuevamente mi caso y no con el objeto de
que se me indulte, sino con la finalidad de desenmascarar la vil
provocación que como una serpiente se ha envuelto en torno a muchas
personas como consecuencia de mezquindad y difamación criminal. Yo nunca
lo he traicionado a Vd. ni al Partido. Sé que muero debido al vil y
mezquino trabajo de enemigos del Partido, del pueblo, que han fabricado
esta provocación contra mí.»
Parecería que una declaración tan importante merecía llevarse al C.C.
para que él la examinara. Esto no se hizo y la declaración fue enviada a
Beria mientras se seguía maltratando al candidato al Politburó,
camarada Eikhe. El 2 de febrero de 1940 se llevó a Eikhe ante el
tribunal.
El 4 de febrero, Eikhe fue fusilado. (Indignación en la sala). Ahora
se ha establecido en forma definitiva que el caso de Eikhe fue fabricado
enteramente; se le ha concedido una rehabilitación póstuma.
El camarada Rudzutak, candidato a miembro del Politburó, miembro del
Partido desde 1905, que había sufrido diez años de encarcelamiento
durante el régimen zarista, renegó absolutamente ante el Tribunal de la
confesión que se le había obligado a firmar. Los protocolos de la sesión
del Colegio del Tribunal Supremo Militar contienen la siguiente
declaración de Rudzutak:
«...La única petición que hace el Tribunal es que el Comité Central
del Partido Comunista Bolchevique sea informado de que la N.K.V.D.
cuenta entre los suyos con un núcleo que hábilmente fabrica documentos
acusatorios que obligan a gente inocente a confesar; no se le da a uno
oportunidad de demostrar que no ha participado en los crímenes que las
confesiones de otras personas establecen. Los métodos de investigación
son tales que obligan a mentir a las personas y a difamar a gente
enteramente inocente fuera de los que ya soportan una acusación. Le pide
al Tribunal que se lo permita informar al C.C. del Partido Comunista
Bolchevique acerca de todo esto por escrito. Él asegura al Tribunal que
personalmente no ha tenido nunca intenciones malignas respecto a la
política de nuestro Partido, porque siempre ha estado de acuerdo con la
política del Partido en lo que concierne a las actividades culturales y
económicas.»
Esta declaración de Rudzutak se ignoró a pesar de que Rudzutak era en
ese momento jefe de la Comisión de Control Central que se había
organizado de acuerdo con las concepciones de Lenin con el objeto de
luchar por la unidad del Partido... De este modo cayó el jefe de este
alto organismo víctima de una voluntad bestial y antojadiza; ni se le
hizo comparecer ante el Politburó del C.C., porque Stalin no quería
hablar con él. En veinte minutos se decidió su sentencia y fue fusilado.
(Indignación en la sala). Después de estudiar cuidadosamente este caso
en 1955, se estableció que la acusación contra Rudzutak era falsa y que
se basaba en material difamante. Rudzutak ha sido rehabilitado después
de su muerte. La forma en que trabajaba la N.K.V.D. para fabricar
diversos centros ficticios antisoviéticos y bloques de la misma índole
con la ayuda de métodos provocadores se esclarece en la confesión del
camarada Rosenblum, miembro del Partido desde 1906, a quien se detuvo en
1937 en Leningrado por orden de la
N.K.V.D.
LA G.P.U. FABRICA «CENTROS ANTISOVIÉTICOS»
Durante el examen a que fue sometido en 1955 el caso de Komarov, se
supo lo siguiente acerca de Rosenblum: Cuando Rosenblum fue detenido en
1937, se le torturó en forma terrible y se le ordenó que confesara
informaciones falsas respecto a su persona y a otras. Entonces se le
llevó a la oficina de Zakovsky (alto oficial de la Policía Secreta),
quien le ofreció su libertad a condición de que confesara ante el
Tribuna lo que se había fabricado contra él en la N.K.V.D. en 1937,
referente a sabotaje, espionaje y trabajo en un centro terrorista de
Leningrado. (Agitación en la sala). Con cinismo increíble Zakovsky habló
revelándome cómo operaba el vil mecanismo para la ingeniosa creación de
complota antisoviéticos ficticios.
«Con el objeto de informarme al respecto -dijo Rosenblum- Zakovsky me
insinuó varias posibles variantes de la organización del centro de
Leningrado y sus sucursales. Después de explicarme la organización en
detalle, Zakovsky me dijo que la N.K.V.D. estudiaría el caso de este
centro, observando que el juicio sería público. Ante los tribunales se
acusaría a cuatro o cinco supuestos miembros de este centro, a Chudov,
Ugarov, Smorodin, Pozern, Shaposhnikova (esposa de Chudov) y otros,
conjuntamente con dos o tres miembros de las sucursales de éste
centro... Ud. mismo, dijo Zakovsky, no necesitará inventar nada. La
N.K.V.D. preparará para Ud. una reseña respecto a cada sucursal del
Centro; la tendrá que estudiar muy bien y recordar en detalle las
preguntas y las respuestas que puedan surgir en el Tribunal. Este caso
estará listo dentro de unos tres o cuatro meses o quizás medio-año.
Durante todo este tiempo Ud. ha de prepararse de modo que no
comprometa ni la investigación ni a su persona. Su futuro dependerá del
desenlace del juicio y sus resultados. Si Ud. comienza a mentir y
atestiguar falsamente, cúlpese Ud. mismo. Si logra soportarlo, salvará
su cabeza y nosotros lo alimentaremos, y vestiremos a expensas del
gobierno hasta el día de su muerte.»
Este es el tipo de vileza que se practicaba en ese tiempo. (Agitación
en la sala). Kamarov, un viejo bolchevique, fue liquidado en la gran
purga y rehabilitado en 1955. Rosenblum cayó víctima de la gran purga.
La práctica de la falsificación de casos puesta en marcha por la
N.K.V.D. afectó aún más a las provincias que a la metrópoli. El material
de investigación de ese tiempo demuestra que en casi todas las regiones
y provincias de la República existían supuestos grupos de
derechistas-trotskistas dedicados al espionaje y al terror, organizados
en centros de sabotaje y lo curioso es que los jefes de todas estas
organizaciones, no sabemos por qué razón, eran siempre los Primeros
Secretarios de los Comités Centrales del Partido Comunista en las
provincias o repúblicas de la Unión Soviética. (Agitación en la sala).
Muchos miles de comunistas inocentes y honrados han muerto como
resultado de estas monstruosas falsificaciones y como consecuencia del
hecho de que se aceptó todo tipo de confesiones difamantes obtenidas por
la fuerza y en las cuales existían autoacusaciones y acusaciones a
otro. De esa manera se fabricaron los casos contra los eminentes
trabajadores del Estado y del Partido: Kossior, Chubar, Postyschev,
Korsaryev y otros.
Durante esos años se aplicó la persecución en gran escala y de ello
resultó la pérdida de muchos leales servidores del Partido. Se aceptó la
viciosa práctica de permitir que la N.K.V.D. preparase lista de
personas cuyos casos caían bajo la jurisdicción del Colegio Militar y
las sentencias de esas personas se preparaban de antemano. Yejov enviaba
estas listas a Stalin para que él las aprobara en persona y sugiriera
el castigo. Entre 1937 y 1938, 383 de estas listas que contenían los
nombres de muchos miles de miembros del Partido, del Gobierno, del
Komsomol, del Ejército y de la Economía se enviaron a Stalin. Él aprobó
esas listas.
Un gran número de estos casos se está revisando ahora y muchos de
ellos se han anulado porque se basan en falsificaciones. Basta que se
diga que desde 1954 hasta el momento, el Colegio Militar del Tribunal
Supremo ha rehabilitado a 7.679 personas, muchas de las cuales están
muertas. Detenciones en masa de trabajadores del Partido, de la
Economía, del Soviet y del Ejército han causado enorme daño a nuestro
país y a la causa del desarrollo socialista. La persecución en masa
tiene una influencia negativa sobre las condiciones político-morales del
Partido, puesto que crean una situación de incertidumbre y un ambiente
de sospechas malsanas que destruye la confianza entre los comunistas.
Todo tipo de difamadores y de trepadores se aprovechó de esta
circunstancia.
Las resoluciones del Pleno del C.C. del Partido Comunista, celebrado
en enero de 1938, habían mejorado en parte la organización del Partido.
No obstante, ene 1938 continuaban las persecuciones. Sólo porque este
Partido tiene a su disposición un fondo moral y político tan poderoso ha
podido sobrevivir tras la difícil etapa de 1937-1938.
STALIN ORDENA QUE SE APLIQUEN TORTURAS FÍSICAS
Con justicia acusamos a Yejov por las prácticas degeneradas que puso
en marcha en 1937. Pero debemos contestar las siguientes preguntas: ¿Es
posible que Yejov detuviera a Kossior sin el consentimiento de Stalin?
¿Hubo un cambio de opiniones o alguna decisión del Politburó al
respecto? No, no hubo, como tampoco lo hubo en otros casos semejantes.
¿Podría Yejov haber decidido por su cuenta un asunto tan importante como
el que atañe a la vida de un eminente miembro del Partido? No seria
ingenuo creer que toda esto es la obra particular de Yejov. Es obvio que
estos asuntos los decidía Stalin y que si él no hubiese ordenado y
sancionado todo, Yejov no habría podido operar.
Hemos examinado los casos de Kossior, de Rudzutak [uno de los
miembros del Politburó, que desapareció en 1938], de Postyshev, de
Kosaryev y otros y los hemos rehabilitado. ¿Por qué causa se detuvo y
sentenció a estas personas? Al revisar la evidencia, no se encuentra
razón para ello. Ellos, como muchos otros, fueron detenidos sin el
conocimiento del fiscal. En tal caso no hay necesidad de que se sancione
nada y ¡qué sanción se iba a necesitar cuando Stalin lo decidía todo!
Él era en estos casos el fiscal. Stalin no sólo estaba de acuerdo con
estas detenciones, sino que él las ordenaba por iniciativa propia.
Debemos decir esto para que los delegados del Congreso puedan valorar
los hechos y llegar a las debidas conclusiones. Los acontecimientos
prueban que muchos de los abusos fueron ordenados por Stalin sin tomar
en cuenta ninguna de las normas del Partido o de la Ley Soviética.
Stalin era un hombre desconfiado, enfermizamente suspicaz; nosotros lo
conocíamos, porque trabajábamos con él. Podía mirar a un hombre y decir:
«¿Por qué están tan esquivos tus ojos hoy?» o «¿Por qué vuelves los
ojos hacia otro lado y evitas mírarme de frente?» Sus enfermizas
sospechas creaban en él una desconfianza general que envolvía aun a los
más destacados miembros del Partido que conocía desde hacía muchos años.
En todas partes veía enemigos, agentes dobles y espías. Puesto que
poseía un poder ilimitado, daba rienda suelta a su carácter
voluntarioso, asfixiando moral y físicamente a las personas. Surgió una
situación que hacía imposible que uno expresara su voluntad. Cuando
Stalin decía que era necesario detener a tal o cual persona, había que
aceptar dogmáticamente que se trataba de un «enemigo del pueblo».
Mientras tanto la pandilla de Beria, que dirigía los organismos de
seguridad del Estado, se superaba fabricando las pruebas de la
culpabilidad de los detenidos y de la veracidad de los documentos que
falsificaba. ¿Y qué pruebas se ofrecían? Las confesiones de los
detenidos; y los jueces instructores aceptaban estas confesiones. ¿Y
cómo es posible que una persona confiese haber realizado crímenes que no
ha cometido? Sólo si se aplican métodos de tortura física que la reduce
a un estado de inconsciencia, que la priva de su juicio y la despoja de
su dignidad de ser humano. De esta manera se obtenían las confesiones.
Cuando la ola de detenciones en masa empezó a disminuir en 1939 y los
líderes territoriales de las organizaciones del Partido comenzaron a
acusar a los miembros de la N.K.V.D. de usar métodos de presión física,
entonces Stalin despachó un telegrama en clave, el 20 de enero de 1939,
al Comité de Secretarios de Regiones y Territorios, a los Comités
Centrales de los Partidos Comunistas de las Repúblicas Populares, a, los
Comisarios- de Asuntos Interiores y a los jefes de la N.K.V.D.
Establecía este telegrama:
«El Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética
precisa que la aplicación de métodos de presión física por la N.K.V.D.
es aceptada desde 1937 de acuerdo con el permiso dado por el Comité
Central del Partido Comunista Bolchevique en 1937... Es cosa sabida que
todos los servicios policíacos de los burgueses, utilizan medios físicos
para influir sobre los representantes del proletariado socialista y que
los usan en sus formas más escandalosas. Cabe preguntarse: ¿por qué el
Servicio de Inteligencia Socialista ha de ser más humanitario con los
enloquecidos agentes de la burguesía, con los mortales enemigos de la
clase trabajadora? El Comité Central del Partido Comunista Bolchevique
considera que se debe presionar físicamente, aunque sólo cuando se trate
de conocidos y obstinados enemigos del pueblo, siendo en estos casos
justificable y apropiado.»
De esta manera sanciona Stalin, en nombre del C.C. del Partido
Comunista Bolchevique, la más vil violación de la legalidad socialista,
la tortura y la opresión, todo lo cual condujo a difamantes acusaciones
por parte de gente inocente.
Estos y otros muchos hechos demuestran que todas las normas correctas
del Partido para la solución de diversos problemas se anularon, de modo
que todo dependía del capricho de un hombre.
EL «GENIO MILITAR» DE STALIN
El poder acumulado en las manos de una persona, Stalin, condujo a
serios errores de nefastas consecuencias durante la gran guerra
patriótica.
Cuando vemos muchas de nuestras películas, leemos muchas de nuestras
novelas y estudios históricos y científicos, la labor de Stalin en la
guerra patriótica aparece como algo enteramente inverosímil. Stalin lo
había previsto todo. El ejército soviético, basándose en planes
estratégicos preparados mucho antes por Stalin, y utilizando tácticas
denominadas de «defensa activa», es decir, tácticas que permitieron a
los alemanes llegar hasta Moscú y Stalingrado, gracias al genio de
Stalin, quebró la ofensiva y subyugó al enemigo. La victoria épica
lograda por el poderío armado de la tierra soviética, por el heroísmo de
su pueblo, se atribuye enteramente en estas novelas, películas y
estudios científicos al genio estratégico de Stalin.
Debemos analizar este asunto con cuidado, porque tiene inmenso
alcance desde el punto de vista no sólo histórico, sino también
político, educativo y práctico.
Durante y después de la guerra, Stalin adelantó la tesis de que la
tragedia que nuestra nación vivió en la primera parte de la guerra era
consecuencia de que Alemania atacó inesperadamente a la Unión Soviética.
Pero, camaradas, esto no es verdad. Tan pronto como Hitler llegó al
poder en Alemania, se asignó a sí mismo la tarea de liquidar al
comunismo. Los fascistas confesaban esto abiertamente y ellos no
escondieron sus planes. Con el objeto de obtener esta finalidad
agresiva, Hitler creó toda suerte de pactos y bloques, tales como el
famoso Eje Berlín-Roma-Tokio. Muchos hechos anteriores a la guerra
demuestran que Hitler tenía la intención de lanzarse contra la Unión
Soviética, y que había concentrado grandes unidades armadas como también
cuerpos blindados cerca de la frontera soviética.
Documentos que se han publicado, demuestran que el 3 de abril de
1941, Churchill, a través de su embajador en la URSS, Cripps, advirtió
personalmente a Stalin que Hitler estaba reagrupando sus fuerzas armadas
con el objeto de atacar a la Unión Soviética. Es evidente que Churchill
no hizo esto debido a que abrigaba un sentimiento de amistad hacia la
Unión Soviética. Tenía muy presentes sus miras imperialistas, a las
cuales convenía una sangrienta guerra entre Alemania y la URSS para así
fortalecer al Imperio británico. No obstante, Churchill afirmaba en su
nota que deseaba prevenir a Stalin y llamarle la atención respecto al
peligro que le amenazaba. Churchill hizo hincapié repetidas veces en
esto, tanto en sus despachos del 18 de abril como en los de los días
siguientes. Pero Stalin no hizo caso de estas advertencias; más aún dió
órdenes de que no se atribuyera importancia a esta clase de información
para no provocar la iniciación de operaciones militares. Debemos
reafirmar que informaciones de este tipo respecto a concentraciones
alemanas destinadas a invadir el territorio soviético llegaban también a
través de nuestros servicios militares y diplomáticos. No obstante,
puesto que nuestros líderes estaban preparados para no aceptar esas
informaciones, ese tipo de noticias se enviaba con temor y se valoraba
con reserva.
Un cable de nuestra Embajada en Londres, con fecha 18 de junio de
1941, dice: «Desde ahora Cripps está absolutamente convencido de que es
inevitable un conflicto entre Alemania y la URSS, y que éste se iniciará
a más tardar a mediados de junio. Según Cripps, los alemanes, hasta el
presente, tienen concentradas 147 divisiones (incluyendo fuerza aérea y
unidades auxiliares) a lo largo de la frontera soviética...»
A pesar de estos avisos extremadamente serios, no se tomaron las
medidas necesarias para preparar debidamente al país para su defensa o
para prevenir que se le tomara de sorpresa. ¿Contábamos con el tiempo y
con la capacidad para prepararnos? Sí, tuvimos tiempo y teníamos
capacidad. Nuestra industria había ya logrado un desarrollo tal, que era
capaz de proveer totalmente al Ejército soviético. Esto lo prueba el
hecho de que aunque durante la guerra perdimos casi la mitad de nuestra
industria, e importantes zonas industriales y productoras de alimentos,
como resultado de la ocupación de Ucrania, del Cáucaso del Norte y de
otras partes occidentales del país, la nación soviética pudo aún
organizar su producción de equipo militar en las regiones orientales y
proveer a nuestras fuerzas armadas con todo lo necesario para destruir
al enemigo. Si se hubiese movilizado nuestra industria debidamente y a
tiempo para que proveyese al Ejército con el material necesario,
nuestras pérdidas de guerra habrían sido decididamente inferiores. Esa
movilización no se comenzó, sin embargo, cuando se debía. Y ya en los
primeros días de la guerra se hizo obvio que nuestro Ejército estaba mal
equipado, que no teníamos suficiente artillería, tanques o aviones.
La ciencia y la tecnología soviéticas produjeron excelentes modelos
de tanques y piezas de artillería antes de la guerra. Pero no estaba
organizada la producción en masa y lo cierto es que comenzamos a
modernizar nuestro equipo en vísperas de la guerra. Como resultado de
todo esto, en el momento que se produjo la invasión enemiga del
territorio soviético, no teníamos la suficiente cantidad ya sea de
maquinaria antigua que no se utilizaba para la producción de armamentos o
de maquinaria nueva que pensábamos introducir en la producción de armas
de guerra. La situación, en lo que se refiere a artillería antiaérea,
era especialmente débil; no habíamos organizado tampoco la producción de
municiones antitanque. Fue imposible defender muchas regiones
fortificadas tan pronto como se las atacó, porque los armamentos
antiguos se habían retirado y los nuevos no estaban en producción. Esto
afectaba no sólo la situación referente a la producción de tanques,
artillería y aviones. Al estallar la guerra no teníamos siquiera el
suficiente número de fusiles para equipar a los movilizados. Recuerdo
que en esos días llamé de Kiev al camarada Malenkov y le dije: «El
pueblo se ha presentado voluntariamente con el objeto de ingresar en el
nuevo ejército y pide armas. Ud. debe enviarme armas». Malenkov,
entonces miembro del Consejo Interior de Guerra, me contestó: «No
podemos enviarle armas; estamos enviando todos nuestros fusiles a
Leningrado y tendrán que armarse ustedes mismos.» (Agitación en la
sala).
Tal era la situación armamentista entonces. En este sentido no
podemos olvidarnos, por ejemplo, del siguiente hecho. Poco después de la
invasión de la Unión Soviética por el ejército de Hitler, Korponos,
entonces jefe del Distrito Militar Especial de Kiev (que posteriormente
murió en el frente) escribió a Stalin diciéndole que los alemanes habían
llegado al río Bug y se estaban preparando para un ataque y que en un
futuro muy cercano probablemente iniciarían una ofensiva, Por eso
Korponos sugería que se organizara una fuerte línea defensiva, que se
evacuaran 300.000 personas de la zona fronteriza y que varios puntos
fuertes se organizaran ahí con zanjas antitanques y trincheras para
soldados, etc. Moscú respondió a esta sugestión insinuando que esta
medida constituiría una provocación y que no le era permitido iniciar
trabajos defensivos en la frontera, ya que no se podía dar a los
alemanes pretexto alguno para que iniciaran operaciones militares. Así
es, pues, que nuestras fronteras no se hallaban preparadas para repeler
al enemigo.
Cuando los ejércitos fascistas invadieron el territorio soviético y
comenzaron las operaciones militares, Moscú emitió una orden, en virtud
de la cual se prohibía contestar al fuego alemán. ¿Por qué? Porque
Stalin seguía convencido, a pesar de los hechos, de que la guerra no
había aún comenzado, y que esto era sólo una acción de provocación de
parte de diversas secciones indisciplinadas del ejército alemán, y que
nuestra reacción podría ser causa de que los alemanes comenzaran la
guerra.
Lo siguiente también es bien conocido. La víspera de la invasión del
territorio de la Unión Soviético por el ejército de Hitler, cierto
ciudadano alemán cruzó nuestra frontera y declaró que los ejércitos
alemanes habían recibido órdenes de iniciar la ofensiva contra la Unión
Soviética en la noche del 22 de junio a las 3 de la mañana. Stalin fue
informado al respecto inmediatamente, pero aun esta advertencia fue
ignorada por él.
Como se ve, todo se ignoró: las advertencias de ciertos comandantes de
ejército, las declaraciones de desertores del ejército del enemigo y aun
la abierta hostilidad del enemigo. ¿Es éste un ejemplo de lo alerta que
estaba el jefe del Partido en un momento histórico particularmente
significativo?
¿Y cuál fue el resultado de esta actitud indifernte, de este
desconocimiento de los hechos? El resultado fue que ya a pocas horas y
días de iniciarse el ataque, el enemigo había destruído en la región de
la frontera gran parte de nuestra aviación, de nuestra artillería y otro
equipo militar; había aniquilado un gran número de nuestros comandos
militares y desorganizado nuestro mando; a consecuencia de esto, no
pudimos evitar que el enemigo penetrara profundamente en nuestro
territorio.
Muy serias consecuencias, especialmente en lo que se refiere a la
etapa inicial de la guerra, siguieron al hecho de que Stalin hubiese
aniquilado a tantos comandantes del ejército y comisarios políticos
entre 1937 y 1941. Durante los años de represión, sufrieron numerosos
núcleos del Comando Militar, comenzando literalmente desde el nivel del
comandante de batallón y compañía hasta llegar a los más altos niveles
de la jerarquía militar; durante ese tiempo los núcleos de jefes que
habían adquirido experiencia militar en España y en Extremo Oriente,
fueron liquidados casi completamente.
La política de persecuciones en gran escala contra los núcleos
militares minó la disciplina militar, porque durante varios años
oficiales de todos los rangos y aun soldados del Partido y del Komsomol
debían, en sus respectivas células, desenmascarar a sus superiores como a
enemigos ocultos. (Agitación en la sala).
Es lógico que esto influyera en forma negativa sobre la disciplina
militar en el período inicial de la guerra. Uds. saben que teníamos
antes de la guerra excelentes mandos, cuya lealtad al Partido y a la
patria era indudable. Baste con decir que aquellos que lograron
sobrevivir, a pesar de las torturas que debieron soportar en las
prisiones, demostraron ser desde los primeros días de la guerra,
verdaderos patriotas y que pelearon heroicamente por la gloria de
nuestro país. Pienso en estos momentos en camaradas como Rokossovsky
(que, como se sabe, había estado preso), Gorbatov, Meretskov (que es un
delegado en el presente Congreso), Poklas (que fué un excelente
comandante y que pereció en el frente), y muchos, muchos otros. No
obstante, numerosos comandantes de este temple perecieron en campos y
prisiones y el Ejército no volvió a verlos más. Fueron éstas las causas
de la situación que se produjo al comienzo de la guerra y que tanto hizo
peligrar a la patria, No sería correcto olvidar que después de los
primeros severos desastres en el frente, Stalin pensó que se estaba ante
el fin. En uno de sus discursos de esos días dijo: « Todo aquello que
Lenin creó, se ha perdido para siempre».
Después de esto, por un buen tiempo, Stalin se alejó de la dirección
de las operaciones militares y se dedicó a no hacer nada. Volvió a
asumir la dirección activa sólo cuando el Politburó lo visitó para
decirle que era necesario tomar ciertas medidas para mejorar la,
situación en el frente. Por lo tanto, la amenazadora situación que se
cernió sobre la nación en el primer período de la guerra, fue
consecuencia de métodos erróneos empleados por Stalin mismo.
No hablamos, sin embargo, solamente de los momentos en que la guerra
se iniciaba, cuando la desorganización de nuestros ejércitos trajo como
consecuencia severas pérdidas. Meses después, la histeria y el
nerviosismo de Stalin le impulsaron a intervenir en las operaciones
militares, causando serios daños al ejército. Stalin estaba lejos de
comprender lo que acontecía en el frente. Esto era natural, porque
durante toda la guerra patriótica nunca visitó ningún sector del frente,
ni ciudad liberada alguna, salvo una breve excursión hacia Mozhaisk
cuando la situación allí se había estabilizado. A este incidente se han
dedicado muchas obras literarias saturadas de fantasía y también muchos
cuadros.
Simultáneamente, Stalin se estaba entrometiendo en las operaciones y
dictando órdenes que no tomaban en cuenta la situación real en un sector
determinado del frente y que no podían sino culminar en grandes
pérdidas humanas.
Me permitiré en esta ocasión hacer resaltar un hecho característico
que ilustra cómo Stalin dirigía las operaciones del frente. Está
presente en este Congreso el Mariscal Bagramyan, que fue en un tiempo
jefe de operaciones del Cuartel General del frente sud-occidental y que
podrá confirmar lo que les digo. Cuando surgió una situación
extremadamente seria en la región de Jarkov, él había decidido
correctamente suprimir una operación cuyo objetivo era rodear Jarkov,
porque la situación real en ese momento hacía pensar que podrían
producirse consecuencias fatales si se continuaba la operación.
Informamos de esto a Stalin haciéndole ver que la situación exigía
cambios en el plan de operaciones para evitar que el enemigo liquidara
una concentración considerable de nuestro ejército. Stalin, desafiando
el sentido común, ignoró nuestras sugestiones y ordenó que se continuara
la operación destinada a rodear Jarkov, a pesar del hecho de que en ese
instante muchas concentraciones del ejército se encontraban amenazadas y
podían ser rodeadas y liquidadas. Llamé por teléfono a Vasilevsky,
entonces jefe del Estado Mayor, y le rogué en estos términos: «Alejandro
Mikhailovich, lleve un mapa (Vasilevsky se encuentra ahora con
nosotros) y muéstrele al camarada Stalin la situación que se ha
desarrollado». Haremos notar que Stalin planeaba las operaciones en un
globo terráqueo. (Animación en la sala). Sí, camaradas, usaba un
mapamundi esférico para trazar las líneas de los diverso, frentes. Yo le
dije al camarada Vasilevsky: «Muéstrele la situación en el mapa, ya que
en la presente encrucijada no podemos continuar la operación concebida.
La antigua decisión debe cambiarse por razones muy justificadas».
Vasilevsky me respondió diciendo que Stalin ya había estudiado el
problema y que él, Vasilevsky, no volvería a tratar el asunto otra vez
con Stalin porque éste no quería oír nuevos argumentos acerca de esta
operación. Después de esta conversación con Vasilevsky, telefoneé a
Stalin a su villa, pero Stalin no contestó al teléfono, sino Malenkov.
Le dije al camarada Malenkov que llamaba desde el frente y que debía
conversar personalmente con Stalin. Stalin me informó, a través de
Malenkov, que yo tenía que conversar con Malenkov.
Por segunda vez insistí que deseaba informar personalmente a Stalin
de la grave situación que había surgido para nosotros en el frente. Pero
Stalin no consideró conveniente acercarse al teléfono y declaró que
debía hablar a través de Malenkov, aunque se hallaba a unos pocos pasos
del aparato. Después de que escuchara así, indirectamente, lo que
solicitábamos, Stalin respondió : «Que todo quede tal cual está». ¿Y
cuál fue el resultado de esta decisión? Lo peor que ya nos habíamos
imaginado. Los alemanes rodearon las concentraciones de nuestros
ejércitos y como consecuencia de ello perdimos cientos de miles de
soldados. He ahí una muestra del genio militar de Stalin y de lo que él
nos costó. (Inquietud en la sala). En una ocasión, después de la guerra,
durante una reunión con Stalin y los miembros del Politburó, Anastasio
Mikoyan mencionó que Krutchev parecía haber tenido la razón cuando
telefoneó acerca de la operación de Jharkov y que era desafortunado el
hecho de que sus sugestiones no se hubiesen aceptado. ¡No pueden
imaginarse la furia de Stalin! ¡Cómo era posible que no se reconociera
que él, Stalin, había tenido razón! Él era, al fin y al cabo, un genio y
un genio no puede equivocarse.
Todos pueden errar pero Stalin consideraba que él nunca erraba, que
él siempre tenía la razón. Nunca reconoció ante nadie que él se hubiese
equivocado jamás ni en la menor cosa, a pesar del hecho de que no
fueron pocos sus errores en cuanto a las actividades teóricas y
prácticas. Después del Congreso del Partido es posible que tengamos que
revalorar muchas de las operaciones militares de la guerra para,
presentarlas en su perspectiva debida. Las tácticas que insistió en
imponer Stalin sin conocer la esencia de la conducta de las operaciones
militares nos costaron mucha sangre. Los militares saben que aún a fines
de 1941 Stalin seguía insistiendo en grandes ataques frontales y en la
captura de aldea tras aldea en vez de aprobar operaciones envolventes
que permitiesen penetrar en el campo enemigo por la retaguardia. Por
esta razón sufrimos muchas bajas hasta que nuestros generales, sobre
cuyas espaldas descansaba el peso de la conducción de la guerra,
lograron cambiar la situación y pasar a un tipo de operaciones más
flexibles, que inmediatamente produjo en los frentes serios cambios muy
favorables a nosotros.
Más vergonzoso aún es el hecho de que después de nuestra gran
victoria sobre el enemigo, que tanto nos costó, Stalin comenzase a
degradar a muchos de los comandantes que más contribuyeron a lograr esa
victoria y sólo porque Stalin no deseaba que se honrara a nadie, salvo a
él, por los éxitos logrados en el frente.
Stalin tenía gran interés por conocer la apreciación que merecía el
camarada Jukov (ahora ministro de Defensa) como jefe militar y me pidió
con frecuencia mi opinión sobre Jukov, yo le dije: «He conocido a Jukov
mucho tiempo; es un buen general y un buen jefe militar. Después de la
guerra, Stalin comenzó a contar una serie de cuentos absurdos acerca de
Jukov, entre ellos el siguiente:
«Uds. alaban a Jukov, pero no lo merece. Se dice que antes de cada
operación en el frente, Jukov hacía lo siguiente: Cogía un puñado de
tierra y lo olía y luego decía: «Podemos comenzar el ataque», o lo
contrario, «la operación planeada no puede realizarse». Yo le dije en
una ocasión: «Camarada Stalin: no sé quién habrá inventado eso, pero no
es cierto».
Es posible que el camarada Stalin inventase estos cuentos con el
objeto de quitar importancia al papel militar y al talento del mariscal
Jukov. En este sentido, Stalin utilizó mucha energía para popularizarse
él mismo como un gran líder; recurrió a todos los medios posibles para
convencer al pueblo de que todas las victorias ganadas por la nación
soviética durante la guerra patriótica eran consecuencia de su coraje,
su intrepidez y su genio. Del mismo modo que Kuzma Kryuehkov (un cosaco
famoso que realizó notables actos de heroísmo contra los alemanes), él
vestía a siete con un solo traje al mismo tiempo. (Animación en la
sala).
Con este mismo espíritu consideramos por un instante nuestras
películas históricas y militares y algunas de nuestras creaciones
literarias. Ellas nos causan náuseas. Su verdadero objetivo es alabar el
genio militar de Stalin. Recordemos la película «La caída de Berlín».
En ella, Stalin actúa, da órdenes en un salón, en el cual hay muchas
sillas vacías y sólo se le acerca un hombre, y éste para informarle de
algo -se trata de Poskrebyshev, su leal escudero- (Risa en la sala).
¿Y qué hay del mando militar? ¿Del Politburó? ¿Del gobierno? ¿Qué
hacen ellos y do qué se ocupan? En la película, sencillamente, no
aparecen. Stalin obra por todos, no cuenta con nadie, no se hace
asesorar. Al menos, todo se le muestra al país bajo esta luz falsa. ¿Por
qué? Con el objeto de rodear a Stalin de una gloria que contradicen los
hechos y que no corresponde a la verdad histórica. En vano nos
preguntamos: ¿Dónde están los militares que soportaron el peso de la
guerra? La película no los muestra; estando Stalin ahí, no hay cabida
para nadie. Pero no fue Stalin, sino el Partido como entidad, el
gobierno soviético, nuestro heroico ejército, sus inteligentes jefes y
sus valientes soldados, toda la nación soviética, los que aseguraron la
victoria en la guerra patriótica. (Tempestuosos y prolongados aplausos).
El papel principal y el mérito principal por la duradera victoria
conseguida en la guerra pertenecen a nuestro Partido Comunista, a
nuestras fuerzas armadas, y a las decenas de millones de personas que
forman el pueblo soviético y que el Partido alentó. (Aplausos
atronadores y
prolongados).
DEPORTACIÓN DE NACIONES ENTERAS
Camaradas, examinemos otros hechos. La Unión Soviética se considera
con justicia el modelo de un Estado multinacional, porque hemos
asegurado en la práctica la igualdad y la amistad de todas las naciones
que conviven en nuestra tierra. Tanto más monstruosos, por eso, son los
actos cuyo iniciador fue Stalin y que constituyen una vil violación de
los principios básicos de la política nacional del Estado soviético, tal
cual la enunció Lenin. Aludimos a las deportaciones en masa, que
alejaron de su tierra natal a naciones enteras junto con todos los
comunistas sin excepción alguna. Estas deportaciones no podían
justificarse por consideraciones de orden militar.
Así, ya a fines de 1943, cuando se quebró el frente de la Unión
Soviética, se tomó y puso en ejecución una decisión referente a la
deportación de todos los Karachai de las tierras en que vivían. En el
mismo período, a fines de diciembre de 1943, corrió la misma suerte toda
la población de la República autónoma Kalmyk. En marzo de 1944, se
deportaron todos los Chechen y los Inkush y se liquidó la República
Autónoma Chechen-Inkush.
En abril de 1944, fueron deportados todos los balkars a regiones
lejanas del territorio de la República Autónoma Kabardyno-Balkar y a la
república misma se le cambió el nombre por República Autónoma
Kabardinia. Los ucranianos se salvaron de correr esta suerte solamente
porque eran muchos y no había ningún lugar a donde deportarlos. De lo
contrario, también se les habría deportado. (Risas y animación en la
sala).
Ningún marxista-leninista ni ninguna persona de sentido común puede
comprender cómo se puede responsabilizar, por actividades hostiles, a
naciones enteras, incluyendo a mujeres, niños y gente de edad,
comunistas y komsomols y cómo se puede deportar a tanta gente y
exponerla a la miseria y sufrimiento por actos hostiles de individuos o
grupos de personas.
Después del fin de la guerra patriótica, la nación soviética daba
realce con orgullo a las magníficas victorias ganadas con grandes
sacrificios y tremendos esfuerzos. El país pasó por un período de
entusiasmo político. El Partido salió de la guerra unido como nunca. En
la hoguera de la guerra se templaron los núcleos del Partido. En estas
condiciones, nadie podía haber siquiera pensado en la posibilidad de una
conspiración dentro del Partido.
Y fue precisamente en ese tiempo que surgió el llamado «affaire de
Leningrado» que, como lo hemos probado ahora, fue fabricado. Entre los
que inocentemente perdieron la vida por este «affaire», se cuentan los
camaradas Voznesensky, Kuznetsov, Rodionov; Popkov y otros.
Voznesensky fue, como miembro del Politburó, el principal planificador.
Desapareció en 1949 y se sabe, ahora que fue fusilado. Como se sabe,
Voznesensky y Kuznetsov fueron líderes inteligentes y eminentes.
Colaboraron con Stalin muy de cerca en un tiempo. Basta mencionar que
Stalin hizo a Vosnesensky primer adjunto del presidente del Consejo de
Ministros y Kuznetsov fue elegido secretario del Comité Central. El
hecho mismo de que Stalin encargara a Kuznetsov la supervigilancia de
los organismos de seguridad del Estado muestra la confianza de que
gozaba.
¿Cómo sucedió que estas personas fueran señaladas como enemigas del
pueblo y liquidadas? Los hechos han comprobado que el «Affaire de
Leningrado» también fue el resultado de una actitud tendenciosa y
obstinada contra los núcleos del Partido.
Si la situación hubiese sido normal en el Comité Central del Partido y
en el Politburó del C.C., asuntos de esta naturaleza se habrían
examinado ahí de acuerdo con la práctica del Partido, y se habrían
valorado todos los hechos pertinentes, de modo que ni este “affaire” ni
ningún otro semejante habría ocurrido.
LOS CRÍMENES DE LA POSTGUERRA
Debemos declarar que, después de la guerra, la situación se complicó
más. Stalin se volvió más caprichoso aún, más irritable y brutal;
aumentó considerablemente su desconfianza. Su manía de persecución
alcanzó dimensiones increíbles. Muchos trabajadores se transformaban en
enemigos suyos ante sus propios ojos. Después de la guerra. Stalin se
separó aún más de la colectividad. Todo lo decidía él solo, sin ninguna
consideración por nadie ni por nada.
Esta increíble desconfianza fue hábilmente aprovechada por el
provocador, abyecto y vil enemigo Beria, que había asesinado a miles de
comunistas y soviéticos leales. El ascenso de Voznesensky y Kuznetsov
alarmó a Beria. Ahora hemos comprobado que fue precisamente Beria quien
sugirió a Stalin la fabricación, por él y sus confidentes, de material
en forma de declaraciones y cartas anónimas, y en forma de diversos
rumores y conversaciones.
El C.C. ha examinado este llamado «Affaire de Leningrado», personas
que sufrieron inocentemente han sido rehabilitadas y las gloriosas
organizaciones del Partido de Leningrado han reconquistado su honor.
Abakumov y otros, que habían fabricado este «affaire» fueron puestos a
disposición de los tribunales y se les procesó en Leningrado
condenándoseles porque lo merecían.
Surge esta pregunta: ¿Por qué causa vemos sólo ahora la verdad de
este asunto, y por qué no hicimos algo antes, durante la vida de Stalin,
por evitar la pérdida de vidas inocentes? Fue porque Stalin
personalmente supervigiló el «Affaire de Leningrado» y la mayoría de los
miembros del Politburó no conocían, en ese tiempo, las circunstancias
de este asunto y, por lo tanto, no podían intervenir.
Cuando Stalin recibió cierto material de Beria y Abakumov, sin
examinar este difamatorio material, ordenó una investigación del
«affaire» de Voznesensky y Kuznetsov. Con esto se selló su destino.
Igualmente instructivo es el caso de la organización nacionalista
Mingrelian, que existía, supuestamente, en Georgia. Como se sabe, el
C.C. del Partido Comunista de la Unión Soviética tomó acuerdos
referentes a este asunto en noviembre de 1951 y en marzo de 1952. Estos
acuerdos se tomaron sin previa discusión con el Politburó. Stalin
personalmente los había redactado. Ellos contenían serias acusaciones
contra muchos comunistas leales. Sobre la base de documentos
falsificados, se probó que existía en Georgia una supuesta organización
nacionalista cuyo objeto era la liquidación del poder soviético en esa
república con la ayuda de poderes imperialistas.
En relación a esto fueron arrestados en Georgia muchos miembros
responsables del Partido y del Soviet. Posteriormente se probó que ésta
fue una calumnia dirigida contra la organización del Partido de Georgia.
Sabemos que se han producido algunas veces manifestaciones locales de
tipo nacionalista burgués en Georgia, como en diversas otras
repúblicas. Hemos de preguntarnos: ¿Sería posible que durante el período
en el cual se tomaron las resoluciones a que se ha hecho referencia más
arriba, las tendencias nacionalistas crecieran tanto que existiera el
peligro de que Georgia abandonara la Unión Soviética y se uniera a
Turquía? (Animación en la sala. Risa).
Esto es, naturalmente, un disparate. Es imposible imaginarse cómo
estas suposiciones pudieron caber en la mente de nadie. Todos saben cómo
Georgia se ha desarrollado económica y culturalmente bajo el gobierno
de los Soviets.
La producción industrial de la República de Georgia es 27 veces mayor
de lo que era antes de la revolución. Muchas nuevas industrias han
surgido en Georgia que no existían antes de la revolución: una fundición
de hierro, una industria petrolera, una industria constructora de
maquinarias, etc. Hace tiempo que ha desaparecido el analfabetismo que,
en la Georgia prerrevolucionaria, abarcaba al 78 % de la población.
¿Podrían los georgianos, al comparar la situación de su república con
la dura situación por la cual atraviesan las masas trabajadoras de
Turquía, aspirar a unirse a Turquía? En 1955, Georgia produjo 18 veces
más acero por persona que Turquía. Georgia produce nueve veces más
energía eléctrica por persona que Turquía. De acuerdo con el censo
disponible de 1950, el 65 % de la población total de Turquía es
analfabeto, y de las mujeres, el 80 % son analfabetas. Georgia tiene 19
instituciones de altos estudios con aproximadamente 39.000 habitantes.
La prosperidad de la clase trabajadora ha aumentado considerablemente en
Georgia bajo el gobierno soviético.
Es claro que a medida que se desarrollaron la economía: y la cultura y
a medida que crece la conciencia socialista de las masas trabajadoras
en Georgia se desvanece la fuente de la cual extrae sus fuerzas el
nacionalismo burgués.
Resultó finalmente que no había organización nacionalista alguna en
Georgia. Sin embargo, hubo miles de víctimas inocentes a causa de
medidas caprichosas y desordenadas. Todo esto sucedió bajo el gobierno
«genial» de Stalin, «el gran hijo de la nación georgiana», como llaman a
Stalin los georgianos. (Animación en la sala).
Lo caprichoso y obstinado que era Stalin se notaba no sólo en sus
decisiones referentes a la vida interna del país, sino también en las
relaciones internacionales de la Unión Soviética.
El Pleno de julio de C.C. estudió en detalle las razones del desarrollo
del conflicto con Yugoslavia. Fué vergonzoso el papel que Stalin
desempeñó en esto. El asunto yugoslavo no surgía de problema alguno que
no se pudiese resolver por medio de discusiones entre camaradas. No
existía base alguna de importancia que justificara este conflicto. La
ruptura de relaciones con este país pudo evitarse. Esto no quiere decir,
sin embargo, que los líderes yugoslavos no hubiesen errado o fuesen
perfectos. Pero estos errores y defectos los exageró en forma monstruosa
Stalin, por lo cual se produjo la ruptura de relaciones con un país
amigo.
Recuerdo los primeros días del conflicto entre la Unión Soviética y
Yugoslavia y como se infló artificialmente. Una vez, cuando vine de Kiev
a Moscú, fui invitado a visitar a Stalin, quien, mostrándome la copia
de una carta enviada hacía poco a Tito, me preguntó: «¿Ha leído Ud.
esto?»
Sin esperar mi respuesta, me contestó: «Moveré el dedo meñique y Tito
dejará de existir. Caerá». Hemos pagado muy caro ese movimiento de su
dedo meñique. Esa afirmación de Stalin era un reflejo de su manía de
grandeza, y lo cierto es que siempre actuaba así. «Moveré mi dedo
meñique y desaparecerá Kossier», «moveré otra vez mi dedo meñique y
desaparecerán Postyshev y Chubar», «moveré otra vez mi dedo meñique y
ahora desaparecerán Voznesensky y Kuznetsov».
Pero esto no sucedió con Tito. Por más que moviera su dedo meñique o
aun todos los dedos de la mano, Tito no caía. ¿Por qué? La razón es que
en este desacuerdo con los camaradas yugoslavos, Tito contaba con el
respaldo de un pueblo y de un Estado que se habían templado en una lucha
por la libertad y por su independencia y que apoyaban totalmente a sus
jefes. Uds. ven a qué extremos llegó Stalin debido a su manía de
grandeza. Había perdido todo sentido de la realidad, de tal modo que
demostraba su altivez y su suspicacia no sólo en su trato con el pueblo
de la URSS, sino también en su trato, con partidos y con naciones. Hemos
reexaminado cuidadosamente el caso de Yugoslavia y hemos encontrado una
solución adecuada, que es aceptable para los pueblos de la Unión
Soviética y de Yugoslavia, como también para todas las democracias
populares y los elementos progresivos de toda la humanidad. La solución
de nuestras relaciones anormales con Yugoslavia convenía a los intereses
de todo el mundo socialista, puesto que fortalece la paz en el mundo.
Recordemos también el asunto del complot de los médicos. (Animación
en la sala.) Lo cierto es que no existió tal complot y que la única
prueba de él la constituyó una declaración hecha por la doctora
Timashuk, que seguramente había recibido órdenes de alguien o
sugestiones (al fin o al cabo era una colaboradora no oficial de los
organismos de seguridad del Estado) para que escribiera una carta a
Stalin, estableciendo que los doctores le sometían a tratamientos
médicos impropios. A Stalin, una carta así le bastaba para llegar a la
conclusión de que los médicos de la Unión Soviética complotaban. Emitió
órdenes de detención en contra de eminentes especialistas soviéticos.
Dirigió personalmente las investigaciones y estableció el método a usar
en los interrogatorios. Dijo que había que encadenar al académico
Vinogradov y que otros debían ser flagelados. Se halla presente en este
Congreso, como delegado, el camarada Ignatiev, antes ministro de
Seguridad del Estado. Stalin le dijo a él bruscamente: «Si no obtienes
confesiones de los médicos, rebajaremos tu altura en una cabeza».
(Tumulto en la sala).
Stalin llamó personalmente al juez a cargo de la investigación para
darle instrucciones acerca de los métodos que debía emplear; la fórmula
era simple: ¡Torturar, torturar!
Poco después de la detención de los médicos, nosotros -los miembros del
Politburó- recibimos los protocolos que contenían sus confesiones.
Después de distribuir estos protocolos, Stalin nos dijo: «Uds. son
gatitos; ¿qué les sucederá sin mí? El país perecerá porque ustedes no
saben reconocer a sus enemigos».
El caso se presentaba de tal manera que era imposible verificar los
hechos en los cuales se basaba la investigación. No era posible tratar
de confirmar las acusaciones estableciendo contacto con los acusados que
habían confesado su culpa. Nos parecía, sin embargo, que este caso era
dudoso. Conocíamos a algunas de estas personas, porque las habíamos
consultado. Después de la muerte de Stalin, estudiamos los cargos y
descubrimos que se habían inventado de principio a fin. Este caso
ignominioso fue gestado por Stalin; no tuvo, sin embargo, tiempo para
concluirlo tal cual lo había concebido y ésta es la razón por la cual
estos médicos todavía viven. Ahora se les ha rehabilitado a todos y
trabajan donde siempre habían
trabajado.
STALIN Y BERIA