jueves, 28 de febrero de 2008

CUBA: LO QUE EL TIEMPO SE LLEVO





CUBA:  LO QUE EL TIEMPO SE LLEVÓ
Por Javier Bonilla Saus*
Una breve recorrida por los titulares de la prensa internacional permite aquilatar la dificultad existente en la opinión mundial para evaluar el significado y las reales repercusiones de la renuncia de Fidel Castro a no …”aspirar(é) ni aceptar(é) el cargo de Presidente del Consejo de Estado y Comandante en Jefe” en su país.
Con fecha 20 de febrero, para el New York Times “Castro may not be exiting the stage completely”, Le Monde editorializa bajo el título “L´éclipse d´un mythe”, El País de Madrid publica, sin mayor destaque, una nota de corresponsal algo desconcertante “La Habana: De espaldas al “Granma”, para The Times: “Fidel Castro bows to illness and age as he quits centre stage after 50 years”, la Folha pregona “Renúncia de Fidel causa impacto na populacao, diz jornal cubano”,  La Stampa titula, insólitamente. “Cuba, ambiente a rischio nel dopo Castro” y La Nación alega: “El fin de una era en Cuba. La conmoción por la dimisión en la prensa”.
Los referidos artículos expresan interpretaciones, a veces, totalmente contradictorios del acontecimiento. Mientras para Le Monde, Castro “…renuncia al poder…”, para el New York Times eso está claramente en duda. Cuando la nota del Pais de Madrid está dedicada a subrayar la prescindencia absoluta de la población cubana ante el acontecimiento, la Folha y La Nación hablan de “impacto” y “conmoción” en la población y en la prensa y, por su parte, La Stampa parece preocuparse por los efectos en el medio ambiente del mayor acontecimiento de la vida política cubana en los últimos 50 años. El Times prefiere destacar la importancia de la enfermedad en la decisiòn de Castro.
Quizás esta cacofónica interpretación del evento no sea simplemente el resultado de la novedad ni de un “ estado de confusión” política particular de lo acontecido en Cuba. Es posible hacer la hipótesis que esta situación responde, al menos,  a 2 razones diferentes.
En primer lugar, por mas que el régimen cubano haya sido estudiado, denostado y alabado, hasta el hartazgo por tirios y troyanos, no es menos cierto que el mundo conoce poco y mal cuales son las verdaderas fuerzas políticas internas que lo atraviesan –(¿lo conocerán los “insiders”?)-.  La información oficial no es creíble y las distintas oposiciones al régimen no han podido nunca emitir señales claras sobre la realidad de la isla. Desde luego que la oposición interna enfrenta dificultades reales vinculadas a la represión y la oposición externa tampoco consigue producir discursos convincentes. En ese sentido el régimen cubano no es mas conocido en Occidente que el de Myanmar o el de Korea del Norte.
En segundo lugar, es necesario recordar que, tanto ayer como hoy, en el seno mismo del concierto de las democracias del mundo, el régimen cubano ha logrado ser mirado -(por razones que, en realidad, resultan ser bastante ininteligibles)-, con mas benevolencia que la enorme  mayoría de los demás regímenes comunistas y totalitarios. Hay una suerte de implícito consenso, en amplios sectores de opinión de los países democráticos, que parece pensar que las cárceles y reclusorios cubanos son más benignos que los campos stalinistas o que las ejecuciones someras en China o en determinados países musulmanes o africanos.
En todo caso, poco hay de concreto que pueda concluirse de la decisión del longevo Comandante. Su carta -(relativamente breve considerando la percepción de Castro del tiempo del que disponen sus escuchas o lectores)-  permite cualquier lectura. Para Andrés Oppenheimer, en El Pais de Montevideo, Fidel Castro se ha autoproclamado “Columnista en Jefe” del régimen; Anthony DePalma, desde el New York Times, destaca una idea parecida resaltando que Castro “…was not ready to completely exit the stage…”
Desde el domingo 24 de febrero, Raul Castro ha sido elegido Presidente del Consejo de Estado y ostenta, ahora con carácter definitivo, el mando en el país. Nada puede parecerse más a una opción por la continuidad política e ideológica del régimen aunque, cualquier analista político prudente sabe que, muchas veces, los acontecimientos  que aparecen como menos significativos terminan generando cambios impredecibles.
Quizás una sola cosa sea cierta: los cambios en marcha en Cuba poco o nada tienen que ver con algún avance de la democracia. El paso al costado de Fidel Castro tiene  mas que ver con su avanzada edad y su condición de salud que con cualquier cambio político del régimen. En ese sentido, lo sucedido en Cuba no es sino una nueva derrota de la democracia: una y otra vez el régimen totalitario cubano logra sortear los obstáculos en su decrépita carrera hacia la Eternidad.
Catedrático de Ciencia Política
FACS - ORT- Uruguay