Ha muerto Tulio Halperin Donghi. Es un hito fundamental dentro de la Historia y dentro de la disciplina histórica de la Argentina. Como uruguayos tuvimos poco acceso directo a él (unas pocas y efímeras clases en París, en la vieja École Pratique, Boulevard Raspail) pero creo que la enorme mayoria de los uruguayos, aun los no historiadores, ni sociólogos ni economistas, siempre nos referimos a su obra como un punto nodal de cualquier intento serio de entender la historia latinoamericana y rioplatense. Eso no es casual. No es cierto, como se afirma más abajo, en esta publicación de “Página 12” (¡¡¡modelo de ecuanimidad ideológica!!!), que su definición de antiperonista fuese “casi como un destino”. Fue un acto de inteligencia, clarividencia y fuerte convicción democrática, liberal y republicana. Fue el historiador de la democracia argentina que nunca pudo ser y que él nunca pudo ver. Los uruguayos, probablemente en su enorme mayoria, le rendimos tributo por no haber nunca conciliado con el pensamiento conservador de las patotas intelectuales rosistas, revisionistas y peronistas. Hasta siempre Profesor. (JBS)
“Se fue una parte de la Historia”
Por Silvina Friera
Fue uno de
los historiadores argentinos más destacados de las últimas cuatro décadas.
Renunció a su cátedra por su oposición a la dictadura de Juan Carlos Onganía y
se exilió en Estados Unidos. “Fui antiperonista casi como un destino; no es que
lo eligiera”, se definió él mismo.
El
caballero de la historia argentina, menudo como un soplo, supo que la faena del
historiador es inexorablemente política. Que nadie puede estudiar la Revolución
Francesa o la Revolución Rusa como si estuviera investigando la vida de las
hormigas o de las abejas. “Toda mi vida fue afectada por la política. Fui
antiperonista casi como un destino; no es que lo eligiera, ahí caí y afronté
las consecuencias. Nunca se me ocurrió hacer otra cosa. Pero en algún momento
eso empezó a aburrirme, y afuera se hacía incomprensible que todos, peronistas
y antiperonistas, se calentaran tanto por cosas que desde el exterior no se
veía por qué eran tan importantes.” Tulio Halperin Donghi, uno de los
historiadores argentinos más destacados de las últimas cuatro décadas, murió
ayer a los 88 años, informaron desde la editorial Siglo XXI. “No sólo perdemos
al autor de una obra excepcional, dueño de un pensamiento sagaz, irónico e
imposible de reducir a cualquier tipo de esquematismo, inspirador de tantos
autores más jóvenes, sino también a una persona que acompañó desde sus inicios
nuestro proyecto editorial, tanto en México como en la Argentina –afirmó el
editor Carlos Díaz a través de un comunicado–. En 1957, Arnaldo Orfila Reynal,
fundador de Siglo XXI y gran amigo de Tulio, le encargó un libro, que terminó
siendo nada menos que Revolución y guerra, una de sus obras fundamentales,
publicada por primera vez en 1972.”
En la
antología Discutir Halperin (El cielo por asalto, 1997), en la que un grupo de
historiadores e intelectuales reflexionan acerca de las contribuciones del
autor de Una nación para el desierto argentino (1982) a la historia argentina,
Ignacio Lewckowicz intentaba definir su complejo objeto de estudio. “¿Quién es
Halperin? El agudo historiador que supo penetrar en habitaciones secretas del
archivo. El emigrado que en la distancia alcanza una lucidez triste y serena.
El elegante animador de veladas selectas. El tenaz antihéroe moderno,
convertido por ello en héroe posmoderno. El oráculo que –en irónico enigma–
enuncia la verdad para quien sepa la cifra [...] El delicado equilibrio entre
dandismo y nihilismo. El viejo gorila.” Halperin Donghi nació en Buenos Aires
el 27 de octubre de 1926. Aunque empezó estudiando química, pronto abandonó sus
estudios por la historia. Cursó en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales
en Buenos Aires (1950) y en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad
de Buenos Aires (UBA), entre 1952 y 1954. Se graduó de abogado (en 1952),
profesor en Historia (1954) y doctor en Filosofía y Letras (1955).
En 1960
Halperin fue becado por la Comisión Nacional de Investigaciones Científicas y
viajó a Londres para estudiar las relaciones económicas entre Argentina e
Inglaterra en el siglo XIX. También estudió en la Universidad de Turín y en la
Ecole Pratique des Hautes Etudes de París. José Luis Romero y el francés
Fernand Braudel fueron figuras decisivas en su formación. “En cuanto a historia
argentina, mi primer maestro es uno considerado muy malo: Vicente Fidel López,
cuya historia leí, como si fuera una novela, en las vacaciones antes de entrar
en el colegio secundario”, recordaba el historiador. Ya su primer libro
publicado, El pensamiento de Echeverría (1951), abrió una línea novedosa
de reflexión sobre la figura del intelectual y el trabajo historiográfico en
América latina. Ejerció la docencia en la Universidad de La Plata y en la de
Buenos Aires hasta 1966. Ese año renunció a su cátedra por su oposición a la
dictadura de Juan Carlos Onganía (1966-1970) y se exilió en los Estados Unidos,
donde desde 1971 fue profesor en la Universidad de California, Berkeley.
La vuelta
de la democracia implicó el regreso de Halperin Donghi a la docencia en las
universidades argentinas. Recibió el Doctor Honoris Causa de la Universidad
Nacional de Luján (1992) y de la Universidad Nacional de Córdoba (1993) y dos
Premio Konex de Platino a las Letras en la disciplina Historia en 1994 y 2004,
por mencionar un par de reconocimientos. Entre sus principales libros se
destacan El revisionismo histórico argentino (1970), El ocaso del orden
colonial en Hispanoamérica (1978), Guerra y finanzas en los orígenes del Estado
argentino (1791-1850) (1982), José Hernández y sus mundos (1985), De la
revolución de la independencia a la confederación rosista (1987), La democracia
de masas (1991), La larga agonía de la Argentina peronista (1994), La república
imposible (2004), El revisionismo histórico argentino como visión decadentista
de la historia nacional (2005) y Son memorias (2008) y el último libro que
publicó este año, El enigma Belgrano. Un héroe para nuestro tiempo, un trabajo
en el que postula una serie de claroscuros que retratan al prócer más venerado
por la historiografía como un hombre escindido entre las expectativas
depositadas en él y su capacidad para estar a la altura de las circunstancias.
Una semblanza no exenta de polémica, que se lee a contrapelo de la versión que
presenta a Belgrano como un emblema de virtudes cívicas. “En la memoria
argentina Belgrano es el único entre los personajes venerados como Padres de la
Patria cuyo derecho a ser tenido por tal no ha sido impugnado por una comunidad
historiadora que, lejos de pasar por alto los reveses, que en su breve carrera
abundaron más que los éxitos, ha venido explicándolos a partir de limitaciones
de las que ha levantado un cada vez más minucioso inventario”, planteaba el
historiador.
“Un gran maestro”
Por Sergio
Wischñevsky
Con 88
años recién cumplidos falleció ayer el historiador Tulio Halperín Donghi.
Varias generaciones de historiadores y de entusiastas lectores nos formamos
leyendo sus ensayos, discutiendo con sus escritos, enojándonos con su gramática
y aprendiendo con su singularísimo estilo. Discutir a Halperin fue parte de un
gesto que se tornó folklórico. Doctorado en Historia y Derecho en la
Universidad de Buenos Aires ejerció la docencia en la Facultad de Filosofía y
Letras (entre 1955 y 1966) y en la Universidad Nacional del Litoral, de la que
fue decano, fue profesor en Oxford y desde 1972 enseñaba en la Universidad de
California, Berkeley. Nunca dejó de venir a la Argentina, nunca dejó de
pensarla y de participar en sus debates. La lógica clasificatoria que quiere ver
en el mundo de los historiadores a mitristas vs. revisionistas, o alguna
fórmula binaria por el estilo, fracasa si intenta enlazarlo en una
clasificación rígida y perdurable. Sus análisis históricos penetran los
procesos sociales, los protagonismos biográficos y los desenlaces de los
acontecimientos imbuidos de una complejidad de la que su prosa es testimonio.
Entre sus numerosas publicaciones figuran Historia contemporánea de América
latina (1967), El revisionismo histórico argentino como visión decadentista de
la historia nacional (1970), El ocaso del orden colonial en Hispanoamérica, Una
nación para el desierto argentino (1982), Guerra y finanzas en los orígenes del
Estado argentino 1791-1850, José Hernández y sus mundos (1985), La democracia
de masas (1991), La larga agonía de la Argentina peronista (1994) y La
República imposible (1994), dicho esto en una selección arbitraria y
desordenada. Su último libro fue publicado hace apenas un mes: El enigma
Belgrano. Reconocido por su agudeza y punzante ironía, era el patriarca de la
escuela histórica que desde 1983 pregona la profesionalización del trabajo del
historiador y el encorsetamiento de sus prácticas a las duras reglas del credo
academicista. Sin embargo, a Halperin le gustaba escribir ensayos y arriesgaba
hipótesis mucho más cerca de un polemista que se divertía lanzando
provocaciones y sugiriendo caminos a recorrer que del lado del riguroso citador
de fuentes que se quiere pensar neutral y apolítico. Su libro La larga agonía
de la Argentina peronista, escrito hace 30 años, arriesga un vaticinio que a
esta altura de nuestra historia parece un modo de ser. Como todo discurso, la
dilatadísima obra de Halperin tiene sin duda silencios, omisiones, tretas,
desbalances, cinismos y baches argumentales. ¿Quién no los tiene? Pero es muy
difícil no ver la enorme iluminación que recorrer su obra produce. Incluso para
estar en contra es un enorme punto de referencia. Una de esas intensidades de
sus textos es el incesante esfuerzo por no aprisionar la historia en preconceptos
que hacen de los actores simples marionetas de un recorrido del que ya se sabe
a priori a dónde conducen. Sabía Halperin que los protagonistas de cualquier
historia, imbuidos en sus pasiones y voluntades, se dirigen a rumbos que
desconocen, que están inmersos en fuerzas que los superan y que apenas pueden
percibir. Por eso meterse en ese universo complejo que es la prosa halperiniana
requiere de paciencia, de saber que a toda oración le seguirá una derivada, que
a veces una idea se perderá en un oscuro rincón y reaparecerá mucho después o
no lo hará nunca. Muchos somos los que sentimos el desgarro de saber que se fue
un gran maestro, no porque estuviéramos en todo de acuerdo con él. Bibliografía
obligada de todas la universidades de Latinoamérica y de muchos otros lugares
del mundo, su presencia seguirá sin duda vigente en una vorágine de congresos,
escritos, homenajes y jornadas que es muy fácil prever, empiezan a gestarse
desde hoy. Chau, maestro.
“Un temible polemista”
José Carlos Chiaramonte
“Fue uno
de los más destacados historiadores latinoamericanistas de los últimos años”,
afirmó el historiador José Carlos Chiaramonte en diálogo con Página/12. “Si
quisiera resumirlo en una sola expresión, podría decirse que era uno de los
mayores talentos que ha tenido la cultura argentina en los últimos tiempos. Era
un temible polemista. Era todo un espectáculo verlo discutir con alguien”,
destacó el historiador. En esa misma línea, también subrayó el “humor incisivo”
de Halperin Donghi. Para Chiaramonte, el autor de Historia de América latina
resaltaba “por su capacidad de investigar y descubrir con una mirada
sorprendentemente aguda cosas que en los documentos a veces se les pasaban por
alto a otros y por combatir los prejuicios”. En ese sentido, aseguró que la
propuesta del historiador conformaba “todo un programa historiográfico, no
marcos teóricos ni modelos ni esquemas preconcebidos sino una indagación de lo
realmente sucedido para poder encontrar las raíces de eso”.
“Aprendimos a respetarlo”
Pacho O´Donnell
“Halperin
Donghi fue un intelectual de fuste que tuvo gran influencia en el campo
historiográfico nacional, fundando escuela”, sostuvo ayer el historiador Pacho
O’Donnell tras conocerse la noticia del fallecimiento. Para él, los mejores
libros de Halperin Donghi son Revolución y guerra. Formación de una elite
dirigente en la Argentina criolla y Democracia de masas. En tanto, los más
polémicos, consideró O’Donnell, son La larga agonía de la Argentina peronista y
El revisionismo histórico, en los que para él “dejó clara su sincera antipatía
por el peronismo y por el revisionismo”. “Quienes disentimos con algunos de sus
ejes temáticos e ideológicos aprendimos a respetar su capacidad intelectual, su
formación académica y su virtuosismo polémico”, aseguró.
La
unanimidad es el sueño de los autoritarios camuflados de demócratas. Halperin
Donghi ponía el cuerpo en la polémica y podía ser –y muchas veces lo fue–
políticamente incorrecto. Norberto Galasso lo criticó porque en La democracia
de masas relativizó los bombardeos a la Plaza de Mayo en junio de 1955. Su
profusa obra seguirá siendo leída en el sentido de que toda lectura es un acto
de interpretación intensa, no exenta de entreveros y equívocos. Una anécdota
que contaba tal vez pueda sintetizar los problemas que enfrentan aquellos que
andan con las manos en la masa de la historia: “Una vez le oí decir a Juan
Carlos Garavaglia que escribir historia es como andar en bicicleta, en cuanto a
que apenas uno se pregunta cómo puede avanzar en un mundo de tres dimensiones
sostenido en ese ridículo aparato bidimensional lo primero que descubre es que
ya no puede”.
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