//EDITORIAL//
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LA PREVISIBLE TRAICIÓN DE TURQUÍA |
El Parlamento turco aprobó
el jueves 2 de octubre, no por unanimidad, pero sí por una mayoría
ciertamente holgada, una propuesta del gobierno para que el Poder
Legislativo lo autorice a enviar tropas a Siria y a Irak para luchar
contra el yihadismo y, más precisamente, contra el llamado “Estado
Islámico” o E.I., en su versión en español. Al mismo tiempo, la votación
autorizaba al gobierno turco a otorgar el permiso para que las tropas
de la coalición, laboriosamente construida por los EE.UU. para combatir
la demencia yihadista, pudiesen utilizar el territorio turco para
distintas operaciones.
Hubo más de un analista
internacional que interpretó esta noticia como un acontecimiento
importante ya que, aparentemente, uno de los países más significativos
de la región se sumaba al esfuerzo internacional contra el
fundamentalismo islámico. Esa lectura era, y es, de una ingenuidad
pasmosa y deja de lado las más claras evidencias de que Turquía no está
en absoluto dispuesta a combatir al “Estado” Islámico. Es más, por la
vía de los hechos, es una suerte de “aliado”.
En primer lugar, quienes
se hayan preguntado con un mínimo de seriedad sobre cómo fue que surgió,
en cuestión de escasos meses, esta fuerza militar descomunal que nadie
parece capaz de detener en los territorios limítrofes y en las fronteras mismas de Turquía,
no puede dejar de concluir que este país algo tiene que ver con la
irrupción de E.I.. Como mínimo, Turquía estuvo permanentemente al tanto
de la evolución y crecimiento de este grupo fundamentalista y no
solamente no informó a la opinión pública, sino que es más que probable
que haya retenido información sobre sus distintas formas de
abastecimiento. No disponemos de pruebas concretas, pero la lógica de lo
sucedido es que Turquía (o sectores para-oficiales de Turquía) están
tan comprometidos en la aparición de esta guerra abierta contra la
civilización llevada a cabo por los islamistas, como Bashar al Assad,
los sunitas iraquíes, Qatar y diversos sectores de Arabia Saudita y de
múltiples países (incluido el muy chiíta Irán) musulmanes de la región.
En segundo lugar, aunque
no lo parezca, recuérdese que Turquía forma parte de la OTAN y, aunque
el Medio Oriente no sea el espacio de intervención específico de la
Alianza Atlántica, en las innumerables reuniones que precedieron la
puesta en marcha de la Coalición (donde la OTAN tuvo cierto rol de
“coordinación”), la presencia de Turquía nunca fue destacada. Entre la
renuencia y la extrema discreción, los representantes turcos se
aferraron a ofrecer “ayuda humanitaria” y punto. Nunca quedó claro en
aquel momento a quiénes iban a aportar la ayuda humanitaria. Sí, se
argumentó que los yihadistas tenían en su poder un grupo importante de
“rehenes” turcos lo que aconsejaba, según el gobierno turco, cierta
precaución. Pocos días después los “rehenes” turcos retornaron a sus
hogares sanos y salvos.
Por otra parte, esta
circunspección no coincide con el estilo de Recep Tayyip Erdogan que, en
sus opciones políticas, tiene de todo menos prudencia, discreción y
“afecto” democrático. En la larga década que lleva de controlar la
política turca ha avanzado ampliamente en el desmantelamiento del Estado
laico creado por Kemal Ataturk, ha “islamizado” cuanto espacio social
se ha puesto a su alcance, ha abandonado el acuerdo de respeto mutuo que
duró por décadas con Israel, así como también ha dado muestras de otras
tantas peculiaridades políticas -(algunas de las cuales hemos reseñado
en esta publicación)- que han hecho de él un líder claramente
autoritario y abiertamente pro-islamista aunque quiera presentarse como
“moderado”.
Pero, en tercer lugar, no
es necesario hacer ningún esfuerzo de memoria o de conocimiento
histórico para encontrar elementos que prueban que Turquía no va a
combatir efectivamente nunca a los yihadistas. Las televisoras
internacionales más diversas, reportando en directo la semana anterior
de la mencionada resolución del Parlamento turco, mostraban una imagen
cuyo significado era transparente para cualquier analista mínimamente
atento.
En la frontera
sirio-turca, donde convergían decenas de miles de familias kurdas
perseguidas por la ofensiva de los yihadistas del “Estado” islámico, el
ejército turco “recibía” a las familias y “retenía” a los hombres kurdos
que, una vez sus familias a salvo, intentaban retornar a territorio
sirio para combatir a los yihadistas ensañados contra los kurdos que,
hasta ahora, son los únicos que les han hecho efectivamente frente en la
región.
En otros términos,
admitiendo que todavía no tenemos información alguna sobre cuál ha de
ser la suerte final de las familias kurdas de origen sirio que están
apoyadas por “la ayuda humanitaria” del ejército turco, lo que sí
sabemos es que dicho ejército ha retenido varios miles de posibles
combatientes kurdos en sus manos y les ha impedido de retornar a
combatir la demencia yihadista desatada, en este caso, en Siria.
O sea que la “entrada” en
operaciones del ejército turco ha significado obtener, para ese país (y
también en parte para Bashar al Assad), por lo menos tres ventajosos
resultados en cuestión de pocos días. Primero, el ejército
turco se ha desplegado en su frontera con Siria, en una operación
totalmente razonable ya que el caos militar causado por el E.I. se
acercaba a su territorio y todo país hubiese procedido de manera
similar. Segundo, tiene en su poder a decenas de miles de familias kurdas que, en su constante e histórico
enfrentamiento con esta etnia, le podrán servir a Turquía de rehenes en
el momento adecuado, por más que ahora clame su “generosidad” por
recibir a dichos refugiados ante la Comunidad Internacional. Tercero,
ha logrado dar ayuda indirecta al E.I., reteniendo combatientes kurdos
en su territorio e impidiéndoles retornar a defender las zonas kurdas de
Siria de las cuales están siendo desalojados.
Esta interpretación, que
puede aparecer desde este lejano Uruguay como casi antojadiza, o
demasiado malevolente, tiene dos elementos que la apoyan con bastante
contundencia.
Desde la historia, ésta
nos recuerda que Turquía ha sido, después de la Alemania nazi contra los
judíos, la ejecutora del segundo gran genocidio del siglo XX entre 1915
y 1923 en contra de la población armenia (entre un millón y medio y dos
millones de muertos). No vemos en su conducta contemporánea en materia
de política, tanto interna como internacional, ninguna razón que nos
impida imaginar que Turquía pueda reiterar sin mucha dificultad una
política, más o menos parecida, contra las poblaciones kurdas que nunca
ha dejado de perseguir en décadas.
Pero bastante más
contundentes son las argumentaciones al respecto de algunos sectores de
la prensa turca que, el día viernes 3 próximo pasado, se expresaban,
prácticamente, en el mismo sentido que lo hace esta nota editorial.
Cengiz Candar, conocido editorialista turco del diario “Hürriyet” y del periódico digital “Radikal”, comentando la “autorización” dada por el Parlamento para que Turquía se integre a la Coalición Internacional decía:
“Aunque es cierto que
Turquía está en tratativas para un proceso de solución de la cuestión
kurda con el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), su
obsesión de querer “contener” a los Kurdos, es decir al eje PKK-PYD
(nombre del partido Kurdo de Siria ligado al PKK), aparece claramente
expresada en el texto de presentación de la moción enviada por el
gobierno a los Diputados” comienza diciendo textualmente el editorial de Candar.
Y continúa Cengiz Candar: “Se siente claramente que el “Estado Islámico” constituye el elemento secundario de este texto, en relación al PKK y al PYD. [...] Nos encontramos en una situación en la que Turquía parece no querer abandonar totalmente la “carta” del E.I. (sic), sin por ello decidirse a atacar directamente al movimiento kurdo en Turquía y en Siria. Será necesario, oportunamente, hacer la opción, pero, en las circunstancias actuales, la moción (del Parlamento - N. de R.) no tiene relación directa con el E.I. y, si por ventura el ejército turco hubiese de ingresar en territorio sirio, ello no sería para luchar prioritariamente contra el “Estado” Islámico.”
Si en estas lejanas
tierras sudamericanas, a mediados del siglo XIX, se planteó como
decisivo el tema de la dicotomía existente entre “civilización” y
“barbarie”, y si en nuestra historia posterior, la primera ha ido,
laboriosamente, imponiéndose sobre la segunda, no es éste el caso de
Turquía. Hace siglos que este país se empeña en cultivar la segunda.
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