El fin de semana pasado,
en la noche del 23 al 24 de agosto, Italia asistió, más impotente que
nunca puesto que el naufragio tuvo lugar más cerca de las costas libias,
a 50 kms. al este de Trípoli, al enésimo evento de desaparición de una
embarcación tripulada por centenares de inmigrantes clandestinos que
tenía como destino la costa italiana.
Las informaciones
disponibles indican que había, en una barcaza de tosca madera inadecuada
para semejante travesía, aproximadamente unas 300 personas embarcadas
de las cuales sólo se han salvado 16. Los cuerpos de otros 21 estaban
siendo recuperados y no hay noticias del resto. Las autoridades libias
indicaron que, en su mayoría, se trataba en este caso de personas
provenientes de Somalia y Eritrea. De ser estas cifras aproximadas de
muertos las correctas, estamos ante la segunda tragedia en importancia
después de la de Lampedusa donde perdieron la vida 366 personas en
octubre de 2013.
Casi simultáneamente -(lo
que no es casualidad)-, el día 25 de agosto, la Marina italiana
recuperaba, por otro lado, los cadáveres de 18 inmigrantes que navegaron
hasta morir en una lancha neumática a la deriva al sur de la isla
italiana de Lampedusa. En la embarcación viajaban otras 73 personas que,
ellas sí, han sobrevivido.
Pero, para todo ese mismo fin de semana, la Marina italiana informa haber rescatado un total de 3.500 inmigrantes
que viajaban a bordo de varias embarcaciones totalmente inadecuadas
pero que no sufrieron accidentes mayores para atravesar el Canal de
Sicilia y llegar desde el norte de África a las costas italianas.
I.- Como
se puede apreciar, el tráfico en el circuito ”Libia/Sur de Italia” está
adquiriendo dimensiones atemorizantes y, consecuentemente, las
inevitables tragedias comienzan a transformarse en cotidianas.
Los inmigrantes
clandestinos que utilizan este circuito no provienen mayoritariamente,
al contrario de lo que el gran público cree, de África del Norte.
Concurren a desafiar la travesía que suele llevarlos a la muerte desde
los lugares más recónditos del planeta. Lo que las autoridades italianas
y de la OIM indican en sus reportes es que las diez nacionalidades más
presentes entre los inmigrantes llegados a Italia son, por su orden:
marroquíes, albaneses, chinos, filipinos, ucranianos, indios, moldavos,
egipcios, bangladesíes y tunecinos. Pero, en la avasallante ola que se
abalanza, a través del Canal de Sicilia y de la Isla de Lampedusa, hacia
Europa, como lo indican estas últimas tragedias de 23-24 y 25 de
agosto, como tantas anteriores, hay ciudadanos de muchas más
nacionalidades en este incontenible proceso migratorio.
Para hacernos una idea del
volumen del tráfico de inmigrantes ilegales al que nos estamos
refiriendo, basta con señalar que en los primeros 7 meses del año en
curso se estima conservadoramente que llegaron -(solamente a las costas
de Italia, puesto que de ese país provienen las cifras)- 100.000
inmigrantes clandestinos vía Libia. Esa es la cifra de inmigrantes
llegados a la costa y registrada por las autoridades italianas. La cifra
de los que llegaron y lograron escapar al control oficial, la de los
que ingresaron por el sur de España, por Creta y Grecia y la de los que
directamente murieron en el intento, realmente no se conoce por el
momento. Las evaluaciones más conservadoras pretenden que en las últimas
décadas el promedio de personas fallecidas en la travesía era de un
promedio de 1.000 al año. Pero, desde que los acontecimientos en Libia
han acabado prácticamente con toda institucionalidad y orden legal en
ese país, las cifras se han disparado desproporcionadamente. Ello
evidentemente ya no es así. Por lo que, todo indica que, en materia de
cifras, tanto el número de inmigrantes que pasan de África a Italia como
el número de víctimas está claramente subvaluado.
Muestra de ello es que, en
una reciente conferencia de prensa proporcionada el 24 de agosto -(es
decir, antes del segundo naufragio del domingo 25, cerca de Lampedusa)-
por el Ministro del Interior italiano, Angelini Alfano, este manejó las
cifras de que, del primero de agosto 2013 al 31 de julio 2014, el
gobierno italiano llevaba examinados 35.400 pedidos de protección
internacional referidos nada más que a los inmigrantes ilegales
desembarcados en Italia. Por sí sola esta cifra indica que la estimación
de 100.000 inmigrantes llegados vía Libia en 7 meses es inferior a la
real y, de hecho, son varios los medios y asociaciones civiles que
manejan el número 120 a 130.000. para estos primeros meses de 2014.
II.-
Resulta evidente que algo ha sucedido en años recientes y,
probablemente, en buena medida a nivel global, que ha creado las
condiciones para que este tráfico incrementase tan rápidamente su
importancia.
No alcanza con señalar,
como hemos hecho más arriba, que el caos instalado en Libia desde la
caída de Gadafi ha facilitado el tráfico de inmigrantes. Nadie sensato
ha de imaginar que el régimen gadafista haya sido nunca un celoso
defensor de sus fronteras y un humanitario protector de los migrantes.
Tampoco resulta suficiente una segunda explicación, que se ha dado
recurrentemente, y que alude al hecho de que, últimamente España
procedió a un serio fortalecimiento de los controles de la vía de acceso
que utilizaban los migrantes del Maghreb occidental y que, pasando por
las Islas Canarias en el noroeste del continente, permitía acceder, por
fin, directamente a Europa. Entre otras cosas porque los migrantes del
circuito libio-italiano, como vimos, distan mucho de ser
mayoritariamente maghrebíes.
En realidad la explicación
de lo que está sucediendo parece ser bastante compleja porque responde,
en cualquier caso, a múltiples variables.
Por un lado, la migración
del norte de África, esencialmente los maghrebíes, -(particularmente
libios y tunecinos)-, así como la migración albanesa, y eventualmente
moldava, constituyen corrientes que podríamos llamar ”tradicionales”
hacia Italia. Siempre existió, y quizás pudo, o no, haberse incrementado
como consecuencia de las convulsiones de las pseudo “primaveras
árabes”. Pero aunque siempre presente, este fenómeno no puede explicar
la ”explosión” inmigratoria en marcha.
Por otro lado hay un nuevo
aporte de migrantes que está directamente vinculado a la proliferación
de conflictos bélicos en el Mediterráneo, África sub-sahariana y
espacios aledaños. La presencia de sirios, libanesas, iraquíes,
ucranianos, yemenitas o somalíes, así como la de nigerianos, sudaneses o
centroafricanos y, en general, países de esa zona del corazón del
África, son el síntoma de que los crecientes conflictos bélicos,
crecientes en número y amplitud rápidamente, están expulsando
masivamente migrantes que, presumiblemente, no se desplazaban hacia
Europa hace pocos años.
Por último, cabe consignar
que hay procesos culturales “de fondo” -(por llamarlos de alguna
manera)-, que aportan también un número significativo a este complejo
proceso de aparición de una verdadera avalancha de migrantes en muchos
aspectos “novedosa”.
Hacemos referencia al
evidente impacto que tiene, a través del proceso de globalización
cultural en marcha, el irresistible atractivo de Europa sobre las
poblaciones de países pobres y emergentes, sobre todo de Asia, que se
han integrado al mercado mundial. Aún en países que algunos analistas,
más periodísticos que conocedores de la historia y el crecimiento
económico, se obstinan en considerar como “lanzados” hacia el desarrollo
como China, India, Rusia, Sudáfrica o los países de Indochina, es
evidente que ante la menor posibilidad de emigrar hacia Europa, la duda
es inconcebible. El peor salario europeo debe ser 6 a 7 veces mayor que
el salario promedio de un trabajador chino o indio (sin mencionar las
ventajas relativas a la cobertura social) o 15 veces que el de un
trabajador en Bangladesh. ¿Alguien se puede sorprender de que esas
poblaciones opten por arriesgar su vida para llegar a Europa?
En resumen, quizás en el
epílogo de esta reiterada tragedia -(reiterada porque recordemos que, a
fines del siglo XIX y principios del XX, fueron los campesinos y
trabajadores pobres irlandeses, italianos, españoles, portugueses, del
sur de Francia y de Europa Central, etc. los que abandonaron todo y se
precipitaron hacia “El Dorado“ de Norte y Sudamérica)- lo que se
encuentre es el triunfo de la Unión Europea que, desplazando
parcialmente el mito de ”América”, se haya transformado en un poderoso
imán de atracción económica y cultural.
No solamente esto es
factible: esto es altamente probable y explicaría, también, una
indescifrable debacle cultural del mundo islámico que lo ha acorralado a
retroceder al más atroz de los anacronismos identitarios. Mientras el
caricatural “Califato”, inventado en Irak y Siria por unos dementes,
acaba de anunciar obligatoria la ablación de clítoris en todas las
mujeres habitantes de sus pretendidos “territorios”, éstas, sus maridos,
hijos y familias, comienzan a huir a cualquier costo, hacia una Europa
que, a pesar de todo, se parece nuevamente mucho, y a pesar de sus
crisis, a La Libertad.
Link: http://www.ort.edu.uy/facs/boletininternacionales/contenidos/187/editorialjavierbonillasaus.html