LA HISTORIA DE LOS MEXICANOS QUE FUERON LINCHADOS EN EL OESTE ESTADOUNIDENSE
Arlinda Valencia, descendiente de víctimas de linchamiento, en una ceremonis para recordarles en el Capitolio estatal en Austin, Texas el año pasado
NewYork Times en Español
Por SIMON ROMERO
5 de marzo de 2019
EL
PASO, Texas — Arlinda Valencia estaba en un funeral cuando un tío le
contó un secreto familiar desconcertante: una turba de linchamiento
anglosajona había matado a su bisabuelo.
“Una
mezcla de dolor y conmoción me abrumó porque esto era lo primero que
sabía al respecto”, dijo Valencia, de 66 años y quien lidera un
sindicato de maestros en El Paso, Texas. “Entre más investigaba, más
impactada estaba por cuántos mexicanos fueron linchados en este país”.
Valencia
y otros descendientes de víctimas de linchamiento ahora piden que se
preste atención a una de las campañas más sombrías de terror racista en
el Oeste estadounidense: los linchamientos de miles de hombres, mujeres y
niños de ascendencia mexicana desde mediados del siglo XIX hasta muy
entrado el siglo XX.
Algunas víctimas fueron quemadas vivas,
como Antonio Rodríguez, de 20 años, un trabajador migrante que en 1910
fue arrastrado desde una cárcel en Rocksprings, Texas, fue atado a un
árbol y después le prendieron fuego. Otras turbas colgaron, latiguearon o
dispararon a mexicanos, muchos de los cuales eran ciudadanos
estadounidenses. En ocasiones atraían a multitudes que se contaban por
miles.
Los
linchamientos han sido asociados desde hace mucho tiempo con la
violencia contra los estadounidenses de raza negra en el sur de Estados
Unidos, y estas atrocidades son recordadas en el Monumento Conmemorativo Nacional para la Paz y la Justicia
en Alabama, también conocido como el Monumento Conmemorativo a los
Linchamientos; los linchamientos de latinos se han difuminado en la
historia y se les ha prestado menos atención. A menudo, han sido
representados como intentos de ejercer la justicia en nombre de los
colonizadores blancos que protegían su ganado o derecho a la tierra.
No
obstante, un nuevo movimiento quiere traer a la luz ese pasado olvidado
y ha provocado discusiones sobre la lucha por la tierra o el derecho a
la minería que influenciaron con frecuencia estos linchamientos, así
como los rastros de dichos episodios en el renaciente sentimiento
antilatino y la pregunta que hay en muchas partes de Estados Unidos:
¿quién debe contar la historia?
“La conquista del Oeste es aún un relato de progreso increíble para muchos estadounidenses”, dijo Monica Muñoz Martinez, una profesora de Estudios Americanos en la Universidad de Brown que ha escrito mucho sobre la violencia antimexicana en Texas.
“Pero
a pesar de la falta de voluntad para reconocer estos linchamientos como
una tragedia, o incluso simplemente reconocerlos, se está creando una
inercia para finalmente lidiar con estos acontecimientos”, dijo Muñoz
Martinez, quien fue criada en Texas y es cofundadora de Refusing to Forget, un grupo comprometido con generar mayor conciencia sobre la violencia sancionada por el Estado contra latinos en Texas.
Texas,
que consagró la supremacía blanca en su constitución de 1836 cuando los
anglosajones propietarios de esclavos se separaron de México, tuvo por
mucho la mayor cantidad de episodios de violencia por turbas contra
personas de ascendencia mexicana, de acuerdo con William D. Carrigan y
Clive Webb, historiadores que han documentado dichos casos.
Las
razones dadas para estos linchamientos varían ampliamente, incluidas
acusaciones de abigeato o robo de ganado, asesinato, hacer trampa con
los naipes, rehusarse a tocar el violín, gritar “¡Viva Díaz!” e, incluso, brujería.
En 1880, una turba en el condado Collin al norte de Texas acusó a Refugio Ramírez, su esposa y su hija adolescente, María Inés, de hechizar a sus vecinos. Los tres fueron quemados vivos, de acuerdo con Laura F. Edwards, una historiadora en la Universidad de Duke.
En
otro episodio en 1882, un hombre de ascendencia mexicana identificado
como Augustin Agirer presentó una denuncia contra un hombre anglosajón
que disparó contra su perro. En represalia, los anglosajones rastrearon a
Agirer y lo mataron a tiros frente a su esposa, informó en ese entonces The Austin Weekly Statesman.
En
1922, un grupo de diez hombres se llevó a Elías Villarreal Zárate de
una cárcel en Weslaco en el sur de Texas, donde estaba detenido por pelear con su compañero de trabajo que era blanco.
La Prensa, un periódico de San Antonio, describió cómo la turba lo
colgó; la ira de los diplomáticos mexicanos se desató, pues intentaban
erradicar ejecuciones de ese tipo.
Uno de los episodios de linchamiento más controversiales
en cualquier lugar del Oeste involucra a los ancestros de Valencia, la
lideresa del sindicato de maestros de El Paso. La familia y varios
vecinos se habían establecido en una zona de Porvenir en una franja
remota del oeste de Texas en el río Grande, donde se ganaban la vida
como granjeros.
Sin embargo, el 28 de enero de 1918, un grupo de ganaderos anglosajones, rangers (agentes)
de Texas y soldados de caballería del Ejército de Estados Unidos
llegaron a la población mientras las familias dormían. Se llevaron a
quince hombres, el más joven de ellos tenía 16 años, los llevaron a un
acantilado desde donde se veía el río y les dispararon a quemarropa.
Después de incendiar Porvenir hasta que solo quedaran las cenizas, los rangers y
los rancheros afirmaron, sin ofrecer ninguna prueba, que los pobladores
eran ladrones. Sostuvieron que las víctimas eran informantes de los
mexicanos que atacaron el cercano rancho Brite el mes anterior. También
indicaron que habían recibido disparos.
No
obstante, investigaciones conducidas por el ejército y el Departamento
de Estado descubrieron que los mexicanos no estaban armados cuando
fueron asesinados. El bisabuelo de Valencia, Longino Flores, estaba
entre los fallecidos. Su abuelo, Rosendo Mesa, era un niño en ese
entonces. Sobrevivió porque había salido a comprar provisiones.
“Mi
abuelo se calló todo acerca de la masacre, lo cual me sorprendió”, dijo
Valencia, al reflexionar sobre por qué le tomó tanto tiempo descubrir
sobre las ejecuciones. “Recuerda, esto es Texas. Se hacen reverencias a
los casi divinos rangers de Texas. Incluso en la actualidad, la verdad es difícil”.
Valencia
descubrió lo difícil que es hasta ponerse de acuerdo en los hechos que
rodean a los linchamientos cuando historiadores y descendientes de las
víctimas en Porvenir, una población en gran parte borrada de la memoria
local después de que fue arrasada en 1918 y los sobrevivientes huyeron,
solicitaron ante la Comisión Histórica de Texas que se colocara una
placa conmemorativa.
“No
me digas que si la policía mata a un anglosajón en la ciudad de
Chihuahua, no habrá diferencias en el relato de lo ocurrido”, dijo Jim
White III, de 70 años, un descendiente de la familia Brite, cuyo rancho
no está lejos de Porvenir y fue uno de los atacados un mes antes de los
linchamientos.
“Era
un tiempo turbulento en la frontera y había muchas personas que eran
asesinadas en ambos lados”, dijo White, quien todavía vive en el rancho
familiar y evita llamar a las ejecuciones una masacre. “Es 2019,
¿cierto? Sacar provecho de tu raza ya no funciona”.
Otros
que se han opuesto a la placa conmemorativa incluyen a la presidenta de
la comisión histórica, que expresó preocupación de que sea usada por
“latinos militantes” que buscan reparaciones de daños. Al abogado del
condado de Presidio le preocupa que la ceremonia de dedicación para la
placa sirva como pretexto para un “mitin político importante” por parte
de Beto O’Rourke, el demócrata que el año pasado fue candidato al Senado
de Estados Unidos, de acuerdo con The Texas Observer, que escribió un reporte exhaustivo sobre la disputa.
Después de varios retrasos, los descendientes finalmente obtuvieron su placa
a finales de 2018 en una autopista cerca del poblado arrasado. La
consiguieron después de que el presidente estatal de la comisión
histórica, John Nau —un magnate de la distribución de cerveza que dona grandes sumas
a los funcionarios republicanos— les dijo a miembros del personal que
preguntaran sobre colocar placas que describieran ataques que ocurrieron
en ranchos anglosajones durante la época de la masacre en Porvenir.
“Los
comentarios del presidente Nau fueron ofrecidos como un consejo sobre
cómo el condado debería abordar las preocupaciones locales de que la
historia completa sobre este periodo de la historia de Texas no era
contada”, dijo Chris Florance, un portavoz de la comisión.
Aunque
la tensión sobre cómo conmemorar los linchamientos en Porvenir
persiste, existen cientos de ejemplos de otras ejecuciones
extrajudiciales de latinos documentadas en otros estados aparte de
Texas, algunos en lugares lejanos de la frontera.
Por
ejemplo, en 1919, dos ciudadanos mexicanos estaban encarcelados en
Pueblo, Colorado, como sospechosos del asesinato de un policía. Una
turba irrumpió en la cárcel, se llevaron a los dos hombres a los límites
del pueblo y los colgaron durante una fuerte tormenta frente a unas
cien personas. El Paso Herald reportó que el cónsul de México en Denver investigó el episodio y concluyó que la turba había linchado a los hombres equivocados.
En
la Old Town Plaza de Albuquerque, en Nuevo México, donde ahora las
tiendas de regalos y los restaurantes atienden a los turistas, tres
hombres identificados como Escolástico Perea, Miguel Barrera y
California Joe fueron colgados por una turba de unos doscientos
residentes en 1881 en conexión con el asesinato del topógrafo Charles
Potter.
“Aunque los linchamientos en general deben ser condenados, cada caso tiene una excepción”, reportó en ese entonces
The Santa Fe New Mexican. “En el caso del asesinato cobarde de Charles
Potter, es muy dudoso que la justicia se pueda impartir con demasiada
rapidez”.
California
soportó su propia irrupción de linchamientos de mexicanos durante la
Fiebre del Oro de 1848 hasta 1855, a medida que la competencia para
reclamar la propiedad de minas se intensificó. Los mineros anglosajones
usaron la violencia de las turbas en un intento de expulsar a los
mexicanos o cumplir su venganza. En un episodio en 1851, una turba colgó
a Josefa Segovia en Downieville, California, después de que ella apuñaló a un hombre anglosajón que intentó atacarla.
Intentos
por parte de los colonizadores anglosajones de tomar el control de las
tierras que eran propiedad de mexicanos, aunados a los temores de que
los mexicanos pudieran ayudar a los esclavos afroestadounidenses a
fomentar revueltas, contribuyeron al sentimiento de hostilidad que rodeó
algunos linchamientos. En la década de 1850, varios condados en Texas
expulsaron a mexicanos y, en 1854, la ciudad de Austin ordenó que cada mexicano se fuera a menos que estuviera avalado por anglosajones.
Los
estados fronterizos luchan una vez más contra los esfuerzos de
conservadores prominentes para etiquetar a los migrantes latinos como
una amenaza para la seguridad.
Algunos en la zona fronteriza ven paralelos entre los antiguos brotes
de militancia antilatina en Estados Unidos y citan ejemplos como los justicieros armados
que patrullan el desierto de Arizona, la expansión de la Patrulla
Fronteriza y los exhortos a las deportaciones masivas de migrantes
latinos sin papeles.
“Con
todo lo que está sucediendo en la frontera, me enfurece que estos
linchamientos fueran barridos debajo de la carpeta”, dijo Brandi Tobar,
de 19 años, una estudiante universitaria en San Tan Valley, Arizona, y
descendiente de uno de los hombres ejecutados en Porvenir. Tobar es
coautora de una canción, “Village Called Porvenir”, que recuerda la
masacre.
Agregó: “Si no queremos que algo como esto se repita, es momento de que el país entero conozca la verdad”.
LINK ORIGINAL https://www.nytimes.com/2019/03/02/us/porvenir-massacre-texas-mexicans.html
LINK ORIGINAL https://www.nytimes.com/2019/03/02/us/porvenir-massacre-texas-mexicans.html